Fuente: Randy Alonso Falcón | Cuba Debate
Fecha: 07 de ABRIL 2017
La guerra es el estado natural de los imperios. Los motivos poco importan para desatar los conflictos; si no existen se provocan; y si no, se inventan. El fin supremo es demostrar el poder que se posee, amedrentar a los otros, mostrarse incontestable.
Poco tiempo le ha tomado a Donald Trump para bajar el pulgar y decretar bombardeos. Lo hizo en Yemen, apenas a unos días de instalado en la Casa Blanca. Después mandó aviones a bombardear en Iraq. Ahora repite la dosis, con andanada de millonarios misiles, en Siria.
Acosado por los grupos mediáticos, derrotado en su primer intento de derogar el Obamacare, con una sostenida baja en la popularidad y rodeado de generales halcones y representantes del complejo militar industrial, Trump ha decidido lanzar su primera operación militar de envergadura en el exterior, para mostrar músculos y desviar ataques contra su gestión.
Para Rusia, lo de desviar miradas también incluye el propósito de Estados Unidos de ocultar las matanzas de civiles en Iraq, como resultado de los bombardeos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, tras la renovada presencia militar del Pentágono en ese país.
La supuesta causa que motivó el instinto imperial de universal juez y verdugo fue un alegado uso de armas químicas por el gobierno sirio. Una razón que mucho recuerda aquel fantasma levantado en Iraq, en el año 2003, de que Saddam Hussein tenía poderosas armas químicas que usaría en cualquier momento; y que, por tanto, había que invadir aquel riquísimo enclave petrolero.
Como recordaba hoy, en una intervención radial, el expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva: “Invadieron Iraq, mataron a Hussein y hasta hoy no encontraron allí armas químicas”
Nada se ha investigado seriamente sobre la tragedia provocada por armas químicas en el poblado sirio de Jan Shijún. Pero eso no hace falta para la Casa Blanca. Bastó que fuentes interesadas echaran a rodar la noticia del hecho y lo catalogaran como un ataque con armas químicas del Ejército de Siria; que imágenes fuertes de niños muertos se pusieran a circular en las redes y los medios, que voceros aquí y allá salieron a mostrar rígidas caras de condena, para que el Presidente Trump hablara de masacre inaceptable y exigiera una respuesta punitiva contra el gobierno de Damasco.
El corresponsal en Siria de la agencia Prensa Latina develó en un enjundioso despacho las verdades y mentiras alrededor del suceso con las armas químicas, y el papel mercenario de los llamados Cascos Blancos.
Otros analistas cuestionan la validez de las acusaciones contra el gobierno sirio. Unos plantean sus dudas de que Damasco conserve capacidad de uso de armas químicas tras el exhaustivo monitoreo a que ha sido sometido en este campo. Otros aducen el irrentable costo-beneficio que una acción de estas le traería al gobierno de Bachar Al Assad. Para Waddah Abded Rabbo, director del diario Al Watan, el gobierno “no tenía ningún interés en provocar un ataque químico, sobre todo después de que Asad hubiera obtenido lo que esperaba desde hacía seis años: el reconocimiento y la legitimidad por parte de Estados unidos” (expresado por el Secretario de Estado Tillerson en Turquía a fines de marzo). “Por qué habría arruinado esta oportunidad lanzando un ataque químico en una localidad que no tiene ninguna importancia estratégia o militar?”, se pregunta el periodista árabe.
La magnitud de lo acontecido está aún por calcular, pero nada bueno aporta a la estabilidad y la paz en el mundo. Estados Unidos apuesta nuevamente a la guerra directa para involucrarse en el conflicto sirio. Donald Trump enseña sus credenciales de nuevo jefe imperial. Rusia recibe un varapalo a su presencia estabilizadora en el país árabe. El poder militar estadounidense reasume su incontenible papel dirimidor de conflictos internacionales por sobre la diplomacia del imperio.
Con el ataque a Siria, Trump le ha dado un portazo a su promesa electoral de buscar alianzas para enfrentar a los terroristas de ISIS, como enemigos principales de Estados Unidos, y le ha insuflado ánimos a las fuerzas terroristas que operan en Siria, las cuales han sufrido contundentes derrotas en las últimas semanas.
También ha dejado explícita su apuesta por el unilateralismo en la política exterior y su desprecio por la concertación y las soluciones negociadas. Así lo plantearon hoy algunas voces en la reunión del Consejo de Seguridad.
La era Trump apenas está comenzando. Veremos qué nos depara.
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