TEXTOS LEÍDOS POR JORGE ELBAUM Y POR CARLOS GIROTI (abajo)
En el marco del acto realizado en la Feria del Libro de Buenos Aires, el 1 de mayo de 2023
Persecución, justicia y dignidad
Dedico estas palabras a la memoria de mi amigo Guillermo Wierzba
Jorge Elbaum
¿Cómo pensar, transmitir y conceptualizar un evento de estas características a 80 años de los sucesos.
Creo que, prioritariamente, debe ser abordada en clave de presente y de futuro.
Nosotras y nosotros no recordamos para pulir bronces.
Para ordenar la memoria mustia que convierte el pasado en una reminiscencia ajena a toda enseñanza de presente.
Nosotras y nosotros traemos al presente el levantamiento de los judíos del gueto de Varsovia para advertir que lo sucedido hace ocho décadas puede volver a suceder.
Y que debemos formarnos en el espíritu de Mordejai Anilevich para –llegada la ocasión– volver a enfrentar el mal supremo
Anilevich había escapado de Polonia cuando los nazis entraron en Polonia. Se refugió en territorio soviético, en Lituania antes de que ese territorio fuese también invadido por las huestes nazis.
Sin embargo regresó a Varsovia
Volvió a Polonia en 1940 con su novia Mira Fuchrer para organizar la resistencia. En el verano de 1942, Anielewicz se encontraba en Alta Silesia-, intentando organizar a las fuerzas defensivas judías.
Cuando regresó a Varsovia, descubrió que durante su ausencia había ocurrido una deportación masiva de judíos al campo de exterminio de Treblinka, y solo 60.000 judíos de los 350.000 originales aún permanecían en el Gueto.
Fue nombrado entonces comandante en jefe, dentro del Gueto de Varsovia.
A inicios de 1943, estableció comunicación con el Armia Krajowa, el Ejército Territorial Polaco y logró conseguir algunas armas con las que se dispuso a enfrentar a la Wermacht.
El 18 de enero de 1943, los nazis planearon la última deportación de los judíos del gueto hacia diferentes campos de exterminio.
La revuelta se desarrolló entre el 19 de abril y el 16 de mayo de 1943 y durante ese mes lograron frenar parte de la deportación y causarle muchas bajas a los nazis.
El 8 de mayo, Anielewicz, su novia Mira Fuchrer, y otros combatientes se suicidaron en su búnker ubicado en la calle Milá número 18
Pasaron 80 años y la Shoá no fue el último genocidio.
Y quienes rememoramos con respeto y admiración a Anilevich, vimos y conocimos los nombres de otras y otros compañeros y compañeras que se enfrentaron con heroicidad al poder omnímodo de la muerte.
Quienes hacemos del activismo y la militancia una razón de vida, sabemos que hay memorias distantes y congeladas que buscan ser convertidas en un ritual cansado y repetitivo.
No es nuestro caso. Nosotras y nosotros nos hacemos presentes para resignificar los hechos de hace 80 años en insumos para la vida, pero sobre todo, articulables con el resto de las luchan emancipatorias humanas.
Por eso nos lastima que la indiferencia frente a los genocidios por goteo que se suceden por las enfermedades curables y las represiones a los pueblos.
Nos interpelan todas las masacres: la de los armenios y la de los pueblos originarios.
Y por esa misma razón, también, nos resulta llamativo que el mundo solo recuerde anualmente la Shoá y no hable de los 28 millones de muertos que entregó el pueblo soviético para vencer a los alemanes.
¿Por qué ese inmenso dolor, horroroso, es silenciado?
¿Por qué en la actualidad se autoriza –desde el llamado occidente– a que divisiones, batallones y milicias ucranianas lleven en sus uniformes los signos de las ss y otros emblemas nazis?
¿Porqué existe una indolencia absoluta frente al hecho de que se designe como héroe nacional de Ucrania –en el año 2018– a quien fue un militar de las SS como Stepan Bandera corresponsable del asesinato de 1 millón y medio de judíos ucranianos?
Nosotros no somos cómplices de esos silencios. Nosotros estamos encarnados en el humanismo judío de Anilevich.
Es impronta humanista es la que nos lleva a estar siempre del lado de los humillados y los perseguidos.
A rememorar el genocidio que sufrimos en Argentina. El de los 30 mil compañeros y compañeras detenido desaparecidos. El que nos hace tributarios de las Madres, las Abuelas y los Hijos.
El que tiene consciencia de que hubo un parentesco indudable entre las huestes hitleristas y quienes torturaban a militantes judíos en los campos de concentración locales.
Porque nos consideramos herederos del espíritu de Anilevich es que también somos sensibles al dolor del pueblo palestino que sufre la ocupación y la imposibilidad de conformar su Estado al lado de Israel, con los mismos derechos soberanos que gozan los israelíes.
El levantamiento del Gueto no fue un suceso aislado.
Es parte integrante de una lucha histórica de rebeliones, insurgencias y estallidos sociales que también se hacen presentes en este primero de mayo, el Día Internacional de las y los Trabajadoras.
Hugo Yasky honra con su presencia esta conmemoración. Y su asistencia permite articular esta conmemoración con esa cadena de enfrentamientos que han tenido –en todas las épocas– el mismo enemigo: aquel que hace de la opresión, la violencia, la manipulación y la explotación su principio vital. Su razón para justificar su privilegio. Su pretendido estatus de creerse superiores. Su arma para dominar a las grandes mayorías populares.
Esos colectivos minúsculos –enemigos de los pueblos– se desempeñaron como esclavistas o señores feudales. Y hoy son empresarios financiarizados que se desesperan por apropiarse de la riqueza del trabajo humano.
Esos grupos poderosos se creen con derecho divino para hacer dinero con el hambre del miles de millones de sus congéneres
Creen que tienen derecho para controlar o promover guerras.
Para evitar relaciones internacionales equitativas y respetuosas de las soberanías.
La lucha de los trabajadores es –y ha sido siempre– un enfrentamiento contar las diferentes formas de la dominación y el fascismo: tanto sea en su formato del siglo XX como las actuales.
Esos enemigos de la paz y de los trabajadores están hoy escondidos detrás de máscaras neoliberales, pseudo-republicanas, supremacistas, xenófobas, misóginas, homofóbicas y racializadoras.
Los Mártires de Chicago, asesinados por impulsar la jornada de las ocho horas, al igual que las mujeres que fueron quemadas en el 8 de marzo de 1857 defendiendo mejores condiciones de trabajo son los paradigmas de cómo los poderosos han tratado a sus víctimas, siempre en complicidad con estrados de justicia infectados de parcialidad, arbitrariedad y atropello.
Esa misma impronta judicial es la que protegió a los nazis y les dio vio libre a sus crímenes en nombre de un estado de excepción destinado a proteger, apañar y darle una cobertura institucional a la guerra, a la represión y al genocidio.
Por eso es también muy importante la presencia aquí de Alejandra Gils Carbó. Ella fue –en tanto operadora de la justica, jefa de los fiscales– una víctima de esa justicia de los poderosos.
Los aparatos de justicia, y en nuestro caso los cuatro supremos corruptos– nunca son inocentes de los proceso de control, espionaje, estigmatización y defensa de los privilegios de la verdadera casta corporativa, empresarial, evasora y fugadora.
Eso que hoy distinguen como marco jurídico también existía mientras se procedía al genocidio de judíos, gitanos, homosexuales, discapacitados, partisanos, anarquistas, socialistas, comunistas y ciudadanos soviéticos.
En la literatura sobre la Segunda guerra mundial, a la justicia del Reich, se la conocía como dual: mientras continuaba una –acorde al descripto como derecho consuetudinario germánico, solapada con elementos de derecho romano– se instituía otra que habilitaba el engranaje para proteger a los funcionarios nazis e invisibilizar la masacre.
Una pequeña parte de los responsables jurídicos de la Alemania nazi fueron juzgados en 1947 en un juicio específico, posterior a Nuremberg que condenó con penas mínimas a los magistrados del nazismo, gracias a la protección del tribunal estadounidense, ya comprometido en la guerra fría: los 14 acusados recibieron penas menores y/o fueron conmutadas. En siete años los más grandes legitimadores judiciales del genocidio ya estaban libres.
Esa justicia, asociada a los poderes concentrados, se propaga hoy con formas más burocráticas, invisibles y pretendidamente civilizadas: los herederos de esa justicia injusta se llaman a silencio frente a la impunidad que supone encarcelar a inocentes como a Milagro Sala, se hace la distraída cuando asesinan a militantes como a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel, y mira para otro lado cuando se protege a quienes dieron soporte y cobertura al intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner.
Conociendo las enseñanzas de Anilevich nosotros no podemos hacer silencio. No podemos ser cómplices.
No estamos acá para saldar deudas con nuestra consciencia
Nosotras y nosotros estamos acá como actores colectivos que hemos aprendido de una gesta heroica que nos compromete con el presente.
Nosotros recordamos para recuperar el pulso de los combatientes y hacer lo que ellos nos pidieron: seguir batallando por los valores que los llevaron a dar la vida con heroísmo y a morir con dignidad.
Estamos acá porque sabemos que la peste –como nos relató Albert Camus en el último párrafo de la Peste–:
… no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas…
En abril de 1942 fue detenido por la Gestapo el militante judío Julius Fisik, quien fuera ejecutado el 8 de septiembre de 1943.
En la cárcel antes de ser ahorcado escribió un texto que fue recuperado por su esposa (Gusta Fucikova) para ser publicado en 1945, al finalizar la guerra. Uno de sus más recordados párrafos –con el cual recordamos hoy a los combatientes del Gueto y a todos los que siguen luchando por un mundo más justo y más bueno, señala:
“Y lo repito una vez más: hemos vivido por la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza no sea unida nunca a nuestros nombres.”
TESTIMONIOS Y COMUNICADOS DEL ALZAMIENTO DEL GUETO DE VARSOVIA (*)
Leído por Carlos Giroti (*)
El 18 de abril de 1943, víspera de la invasión, la resistencia recibe información desde el lado polaco que los nazis están concentrando fuerzas. MAREK EDELMAN, uno de los jefes de la ZOB, la Organización Judía de Combate, cuenta:
“En la noche nos encontramos con Anilevich los cinco miembros de la dirección de la ZOB; yo probablemente era el más viejo de todos, tenía veintidós años; Anilevich era un año menor. Juntos reuníamos ciento diez años. No había mucho que decir en ese momento (…) Anilevich se hará cargo del gueto central, Eliezer Geller y yo nos dividimos la fábrica de Többens y la fábrica de cepillos. ´Nos vemos mañana’. No dijimos adiós, la única cosa que nunca habíamos hecho con anterioridad”.
Un día después de iniciados los combates, el 20 de abril, cumpleaños de Hitler, las tropas alemanas chocan con la resistencia que se mantiene firme. Durante el día 21 prosiguen los combates en la zona de la fábrica de cepillos y en la calle Mila, a cargo de la ZOB, y en los alrededores de la plaza Muranowski, a cargo de la Unión Militar Judía, la ZZW por sus siglas, que es la otra organización combatiente de jóvenes. El día 22, aviones Stuka bombardean el gueto sin objetivos fijos.
El día 23 las escuadras de la resistencia se repliegan y MORDEJÁI ANILEVICH escribe su última carta a Isaac Zukerman que permanece aislado en la zona aria:
Shalom Isaac:
No sé qué escribirte, esta vez dejemos de lado los detalles personales. No tengo palabras para expresar mis sentimientos, hoy nos resulta evidente que todo lo sucedido supera en mucho lo previsto. Al oponernos a los alemanes hicimos más de lo que nuestras fuerzas nos permitían, pero esas fuerzas van menguando cada vez más; estamos frente a la exterminación. Hemos obligado
dos veces a los alemanes a huir, pero ellos retornaron con refuerzos. Una de nuestras unidades mantuvo sus posiciones durante cuarenta minutos y hubo otra que resistió seis horas. Alijel cayó como un valiente junto a su ametralladora. Desde hace tres días está el gueto en llamas.
Anoche pasamos a la guerra de guerrillas. Tres grupos de combate se movilizarán en la noche con dos objetivos de reconocimiento y búsqueda de armas. Las armas cortas no nos son útiles: necesitamos granadas, rifles, ametralladoras y explosivos. No puedo describirte en qué condiciones nos hallamos.
Solamente unos pocos sobrevivirán; todos los demás habrán de sucumbir, tarde o temprano. Nuestro destino ya está sellado. En todos los refugios donde se hallan nuestros compañeros ya no es posible ni encender una vela por la noche por falta de aire. Con la ayuda de nuestro transmisor pudimos oír el maravilloso reporte de la estación de radio Shavit o Schweitz. El que se nos recuerde más allá de las paredes del gueto anima nuestra lucha. Casi todos los talleres en el gueto y el exterior han sido cerrados, excepto por Werterfassung, Transavia y Dering. Las comunicaciones con las fábricas están cortadas. El taller de los cepillos lleva en llamas tres días. Hay muchos incendios. Ayer el hospital estaba ardiendo. Bloques enteros de edificios están en llamas.
Benditos sean que están afuera; puede que suceda un milagro y que algún día nos encontremos. Lo dudo, lo dudo mucho. La última aspiración de mi vida se ha cumplido: la autodefensa judía es ya un hecho. La resistencia judía y la venganza se han cumplido.
Me despido de ti, querido, feliz de mí que he sido uno de los primeros combatientes judíos del gueto.
El día 26 de abril llega al exterior el último comunicado de la ZOB:
“Mientras haya armas continuaremos luchando”.
El día 29 de abril, los nazis sitúan dos baterías de artillería y hasta el 30 bombardean sin cesar el interior del gueto. El 1º de Mayo, en los refugios de la ZOB, se hicieron discursos y se cantó “La Internacional”. Un combatiente escribirá:
“Nunca ´La Internacional´ habría de ser cantada en condiciones tan diferentes, tan trágicas, en el lugar donde una nación entera estaba pereciendo. La juventud socialista aún estaba combatiendo en el gueto y, frente a la muerte, no abandonaba sus ideales”.
El día 7 de mayo de 1943, el refugio del comando de la ZOB, que se encontraba en un sótano con túneles de la calle Mila 18, fue descubierto por los nazis. Junto a MORDEJAI ANILEVICH y su compañera MIRA FUCHRER, se encontraban un centenar de combatientes y casi otro centenar de refugiados. El día 8, unidades ucranianas y letonas de las SS primero utilizaron bombas de humo y explosivos y luego lanzaron latas de gas venenoso. La mayoría de los combatientes optó por el suicidio antes que rendirse. TZIVIA LUBETKIN, una de las jóvenes jefas del alzamiento militar que pudo escapar de esa trampa mortal, contó:
“De este modo sucumbieron un centenar de insurrectos y, entre ellos, Mordejái Anilevich, el mejor, el más inteligente y noble, el que en los peores momentos conservaba su sonrisa y la sangre fría”.
ISAAC ZUKERMAN (18 años) jefe de la organización juvenil DROR, dirá:
“No creo que haya necesidad de analizar el alzamiento en términos militares. Esta es una guerra de menos de un millar de personas contra un poderoso ejército y nadie dudaba de cómo iba a terminar. Este no es un tema para estudiar en una escuela militar. No las armas, no las operaciones, no las tácticas. Si hay una escuela para estudiar el espíritu humano, ahí tendría que ser un tema obligatorio. Las cosas realmente importantes eran inherentes a la fuerza mostrada por la juventud judía, tras años de degradación, de levantarse contra sus destructores y determinar qué tipo de muerte elegirían: Treblinka o el alzamiento. No sé si hay alguna forma de medir eso”.
(*) Lectura en Acto en la Feria del Libro 1 de mayo de 2023
No tengo palabras. Decir conmovedor, no alcanza. MEMORIA VERDAD Y JUSTICIA para que siempre sean recordados los héroes del Ghetto de Varsovia y que en toda época sepamos darnos cuenta como ahora, cuándo la Bestia intenta volver a asomar su inmunda cabeza.
Una oportuna puesta al día de una gesta que puede ni debe pasar al olvido o ser una «anécdota» en la historia del nazismo. Y lo han hecho con el amor y pasion que se merece. Gracias.
No adhiero a comparar horrores. No es un concurso sobre quiénes fueron más o menos víctimas o más o menos asesinos. La SHOA se recuerda especialmente por su carácter especial en la historia. Fue la aniquilación sistemática, programada, de un grupo humano, de sus descendientes, de su cultura, más allá de toda frontera por judíos. No fue por su ideología, ni militancia, ni por defender una tierra usurpada, ni por luchar contra los dueños del poder. Se planeó su exterminio con la idea de limpiar la faz de la tierra a este conjunto humano leído como despreciable, contaminante de una sociedad superior. Los 28 millones de rusos murieron trágicamente por la innombrable «justicia» bélica, no por ser «rusos»