Por: Jorge Buzaglo (desde Stensveden, Suecia)
Según el historiador norteamericano Juan Cole, Mahoma admiraba a lo que él llamaba los hijos de Israel, manifestándose claramente en favor del pueblo judío (ver J. Cole, Muhammad, Nueva York, 2018, pág. 69 y ss.). El Corán contiene muchas referencias a los judíos y al judaísmo. Según el investigador y cabalista israelí Avi Elqayam, el Moisés bíblico es la figura que más influyó en la concepción del Islam. Elqayam da como ejemplo el hecho de que Moisés es la persona más comúnmente mencionada en el Corán. Según Elqayam, Mahoma construyó el Islam a partir del judaísmo (ver entrevista con Avi Elqayam en: Ariel Horowitz, “The Important Dialogue Today is Between Mecca and Jerusalem,” [El diálogo importante hoy es entre La Meca y Jerusalén], Tikkun, 28 de febrero de 2019).
Sūratu bani Isra’il [Los hijos de Israel] es la decimoséptima sura [capítulo] del Corán. Esta sura contiene un mensaje profético de Mahoma a los hijos de Israel. Más abajo reproducimos los versículos 2 al 8 de la sura, aquellos que hablan directamente a los hijos de Israel. Intentaremos luego explorar e interpretar el significado más hondo de este texto altamente cargado de sentido. Vale la pena analizar con cuidado y reflexionar detenidamente sobre estas palabras de un profeta inspirado, cuyo mensaje alcanzó tan profundamente y durante tanto tiempo a tantas personas, y lo hace todavía hoy. Nuestra interpretación intenta hallar un significado y una verdad cuyo sentido puede contribuir a proporcionar una base común para la comprensión y la paz.
El mensaje a los hijos de Israel
Según el Corán, Mahoma escuchó la voz de Dios decir:
17: 2 Y [así, también], transmitimos la revelación a Moisés, y la convertimos en una [fuente de] guía para los hijos de Israel, [ordenándoles:] «No atribuyan a nadie más que a Mí el poder de determinar vuestro destino,
17: 3 ¡Oh vosotros, descendientes de aquellos que llevamos [en el arca] con Noé! ¡Noé era por cierto un siervo muy agradecido [de nosotros]!”
17: 4 E hicimos saber a los hijos de Israel a través de la revelación: «¡Dos veces difundirás la corrupción en la tierra y te llenarás de soberbia!»
17: 5 De aquí que, cuando se cumplió la predicción del primero de esos dos [períodos de iniquidad], enviamos contra ustedes a algunos de Nuestros siervos de terrible destreza en la guerra, y causaron estragos en toda vuestra tierra: y así se cumplió la predicción.
17: 6 Y después de un tiempo, permitimos que prevalecieras contra ellos una vez más, y te ayudamos con riqueza y descendencia, y te hicimos más numerosos [que nunca].
17: 7 [Y dijimos:] «Si perseveran en hacer el bien, se harán bien a ustedes mismos; y si hacen el mal, se harán mal a ustedes mismos». Y así, cuando se cumplió la predicción del segundo
que te humillaran por completo, y que entraran al Templo como [sus antecesores] habían entrado una vez antes, y que destruyeran con absoluta destrucción todo lo que habían conquistado.
17: 8 Tu Sustentador bien puede mostrarte misericordia; pero si vuelves [al pecado], volveremos [a castigarte]. Y [recuerda esto:] Hemos ordenado que [en el más allá] el infierno se cierre sobre todos los que niegan la verdad.
(Esta cita es nuestra traducción de los versículos 17: 2 al 17: 8 del Corán, en la versión de Muhammad Asad [Leopold Weiss], The Message of the Qur’an [El Mensage del Corán].)
El primer mandamiento
Mahoma inicia su llamado en el citado versículo 2, recordándoles a los hijos de Israel el primer mandamiento de la Torá. Mahoma ha escuchado la voz de Dios diciendo a los hijos de Israel: No atribuyan a nadie más que a Mí el poder de determinar vuestro destino.
Esto puede verse como una interpretación o variante del primero de los diez mandamientos de la Torá judía: No tendrás otros dioses delante de mí, reproducido en Shemot [Éxodo] 20: 1-17 y Devarim [Deuteronomio] 5: 4-21.
Como señala Mahoma en el mismo verso, esto es parte de la revelación de Moisés en el Monte Horeb [Sinaí]: Y así, también, transmitimos la revelación a Moisés, y la convertimos en una fuente de guía para los hijos de Israel. Moisés transmitió esta revelación (junto con los otros mandamientos) como guía para los hijos de Israel. De acuerdo con Shemot 24: 12-13, Dios dio a Moisés las tablas de piedra con los diez mandamientos que este debería enseñar a su pueblo. (Junto con Moisés, el siguiente tercer verso de la sura alaba también a Noé, quien ayudara a salvar a los antepasados de los hijos de Israel). ´
Ambos mandamientos, en el Corán y en la Torá, llaman a la independencia y la libertad. Las palabras del Corán leen: No atribuyan a nadie más que a Mí el poder de determinar vuestro destino. Los seres humanos no deben subordinarse, someterse, esclavizarse a nada o nadie (excepto a Dios).
En el primer mandamiento de la Torá, Dios dice: No tendrás otros dioses delante de mí. Los seres humanos deben rechazar someterse a todo culto o creencia en seres u objetos superiores con cualidades sobrenaturales. Todas las formas de fetichismo e idolatría obstaculizan la libertad humana en la búsqueda de la verdad. El primer mandamiento contiene también un llamado que parece imponer una forma radical, casi científica de escepticismo: No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás.
Dios mismo, o la Verdad, permanece invisible a los seres humanos. Es el Ser o Realidad permanente, eterna e infinita; más allá del entendimiento humano; más allá de todas las categorías y descripciones posibles. Esto se refleja en el hecho de que en la Torá, Dios es inefable: הוהי [YHWH]. Es una palabra impronunciable, que se lee como Adonai, en referencia al misterio inaccesible del Ser. La Cabalá, la tradición judía metafísica y teosófica, aspira a acercase a Dios mediante la intuición de sus atributos [sefirot]: amor, sabiduría, benevolencia, belleza, esplendor, presencia, eternidad, poder, etc. (Vale recordar aquí que para el filósofo por excelencia, Baruj Spinoza, Dios, es decir, la Substancia autogenerada, única e indivisible, tiene infinitos atributos.) El Ein Sof eterno e infinito de la Cabalá está más allá del intelecto, o en otras palabras, está donde el intelecto se desnuda a sí mismo como ayyin [la Nada].
Las advertencias
En el cuarto versículo de la sura, Mahoma escucha a Dios decir:
E hicimos saber a los hijos de Israel a través de la revelación: «¡Dos veces difundirás la corrupción en la tierra y te llenarás de soberbia!»
A través revelaciones de Dios, los hijos de Israel recibieron advertencias de dos terribles catástrofes que les sobrevendrían como consecuencia de su corrupción, y de su enorme soberbia y arrogancia. La colosal devastación, descrita en versículos posteriores (sobre los que volvemos más abajo), apunta a graves profecías de catástrofes mencionadas en la Biblia. Estas advertencias se refieren a las anunciaciones proféticas sobre las dos grandes destrucciones de Jerusalén y el Templo.
El primer templo es el gran Templo de Salomón, construido bajo el rey Salomón (siglo VIII a. C.) en el Monte Moriah. Los siglos posteriores a Salomón fueron testigos de una creciente propagación de la corrupción, la injusticia y la iniquidad, manifiestadas abiertamente, entre otras cosas, en la idolatría oficial. El profeta Yirmiyahu [Jeremías] y otros advirtieron sobre la terrible destrucción que sobrevendría como consecuencia de esta evolución (véase, por ejemplo, Yirmiyahu 36). Yirmiyahu no fue escuchado, sino que por el contrario fue duramente castigado. Pocas décadas después de las profecías de Yirmiyahu (según la tradición en 586 a. C.), los babilonios conquistaron Jerusalén, destruyeron el Templo y asesinaron y desplazaron a gran parte de la población.
Según la Biblia (libro de Ezra) el Segundo Templo fue construido en el mismo lugar que el primer templo, por judíos que regresaban del exilio en el Imperio Persa (fue terminado alrededor del 516 a. C.). Los siglos posteriores a la reconstrucción del Templo fueron testigo de la misma propagación de la corrupción, la injusticia y la iniquidad que los siglos posteriores al Primer Templo. Según el profeta Malachi [Malaquías, 400 a. C.], Dios dice: Me acercaré a ustedes para el juicio, y seré un testigo veloz … contra los que oprimen al trabajador en su salario, a la viuda y al huérfano, contra los que niegan el derecho del extranjero (Malachi 3: 5). El profeta Z’kharyah [Zacarías, 500 a. C.] anuncia la destrucción de Jerusalén: Viene el día del Señor en el cual serán repartidos tus despojos en medio de ti. Porque Yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén; y será tomada la ciudad y serán saqueadas las casas y violadas las mujeres. La mitad de la ciudad será desterrada, pero el resto del pueblo no será cortado de la ciudad (Z’kharyah 14: 1-2). Jesús [Yeshúa], también uno de los profetas según Mahoma, profetizó sobre la destrucción del Segundo Templo: Yeshúa salió del Templo, uno de los talmidim [discípulos] le dijo: “¡Mira, Rabí! ¡Qué piedras enormes! ¡Qué edificios magníficos!” Yeshúa le contestó: “¿Ves todos estos grandes edificios? Serán totalmente destruidos, ¡ni una sola piedra quedará en pie! » (Marcos 13: 2, ver también Mateo 24: 2, Lucas 21: 6). La destrucción de Jerusalén es anunciada por Jesús en forma de parábolas (Marcos 12, Mateo 22) y en términos explícitos (Lucas 21: 24).
La destrucción de Jerusalén y del Primer Templo
El siguiente versículo 17: 5 del Corán describe la primera destrucción:
De aquí que, cuando se cumplió la predicción del primero de esos dos [períodos de iniquidad], enviamos contra ustedes a algunos de Nuestros siervos de terrible destreza en la guerra, y causaron estragos en toda vuestra tierra: y así se cumplió la predicción.
El Talmud (Gittin 57b) registra la masacre de los habitantes de Jerusalén con fuertes imágenes de una crueldad inimaginable: Con respecto al exilio en Babilonia después de la destrucción del Primer Templo, el rabino Ḥiyya bar Avin dice que el rabino Yehoshua ben Benḥḥa dice: un anciano de entre los habitantes de Jerusalén me relató: En este valle que se encuentra ante ustedes, Nebuzaradan, capitán de la guardia del rey de Babilonia, Nabucodonosor, mató a 2.110.000 personas. Y en Jerusalén, él mató a 940.000 personas sobre una piedra, hasta que la sangre de sus víctimas fluyó y tocó la sangre de Zacarías para cumplir lo que se dice: «Y la sangre toca la sangre» (Oseas 4: 2).
El número de las víctimas es probablemente exagerado, pero atestigua terribles memorias de una inmensa masacre. Después de que el oro, la plata y las obras de arte fueron robadas, el Templo fue incendiado. El sumo sacerdote Seraiah fue asesinado junto con muchos otros sacerdotes y funcionarios. Según el Talmud, Nebuzadaran creía seguir el mandato de Dios de tomar represalias por el asesinato del profeta Zacarías ben Jeiada, quien había predicho el juicio de Jerusalén. Nebuzadaran se convirtió más tarde al judaísmo.
Regreso del exilio
El siguiente versículo, el sexto de la sura de los Hijos de Israel, se refiere al período posterior al exilio persa, y la reconstrucción de Jerusalén y del Templo. Según Mahoma, Dios dice:
Y después de un tiempo, permitimos que prevalecieras contra ellos una vez más, y te ayudamos con riqueza y descendencia, y te hicimos más numerosos [que nunca].
Los judíos que regresaban del exilio en Persia reconstruyeron el Templo de Jerusalén. Así comienza un nuevo período de reconstrucción religiosa y política, primero bajo el dominio persa, y unos siglos más tarde bajo el control griego y finalmente romano. Las élites judías colaboraban con el imperio dominante y dependían de él. Hemos citado más arriba al profeta Malachi denunciar la dura situación de las masas oprimidas de judíos y “extranjeros” — «extranjeros», es decir, la población local de habitantes e inmigrantes no judíos. Dios se compromete, según el profeta Malachi, a condenar a los que se aprovechan del trabajador y a los que roban al «extranjero» sus derechos. Uno puede ver fácilmente los paralelos con la situación actual.
Destrucción de Jerusalén y del Segundo Templo
El séptimo versículo de la sura comienza con la enunciación de un principio universal de ética, para luego referirse a la destrucción del Segundo Templo. Alude también a la anterior destrucción del Primer Templo. Dios dice según Mahoma:
[Y dijimos:] «Si perseveran en hacer el bien, se harán bien a ustedes mismos; y si hacen el mal, se harán mal a ustedes mismos». Y así, cuando se cumplió la predicción del segundo [período de tu iniquidad, levantamos nuevos enemigos contra ti y les permitimos] que te humillaran por completo, y que entraran al Templo como [sus antecesores] habían entrado una vez antes, y que destruyeran con absoluta destrucción todo lo que habían conquistado.
El versículo comienza con la enunciación de la regla ética más simple, más importante y más universal: No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti. O en forma positiva: Haz al otro como quieres que te hagan a ti. La variante de Mahoma de la llamada Regla de Oro es interesante e instructiva, pues comunica la importante intuición del Otro como una extensión de uno mismo, o como parte de la misma esencia que uno mismo: Si perseveran en hacer el bien, se harán bien a ustedes mismos; y si hacen el mal, se harán mal a ustedes mismos. Según el sabio Hilel (110 a. C. a 10 d. C.) este principio resume la enseñanza de la tradición judía en su enteridad: Lo que es odioso para ti, no lo hagas a tu semejante: esta es toda la Torá; el resto es la explicación. La comprensión profunda de esta enseñanza abre el camino hacia la sabiduría y la paz; su rechazo refleja necedad y arrogancia y conduce a la ruina.
Flavio Josefo, el historiador judeo-romano, describe la revuelta judía contra el Imperio Romano que comenzó en el año 66 d. C. En la etapa final de la revuelta en el año 70 d. C, los romanos tomaron Jerusalén después de un prolongado sitio. El casi millón de habitantes desfallecientes de hambre tuvieron que rendirse. Todos los hombres fueron ejecutados. Las mujeres y niños fueron vendidos como esclavos. La ciudad entera fue incendiada y destruida de raíz. Del Segundo Templo sólo quedaron los cimientos y el muro occidental (o “Muro de los Lamentos”, el Kotel).
Verdad y esperanza
En el octavo verso de la sura, Dios da alguna esperanza a los hijos de Israel, a condición de que se adhieran a la verdad. Mahoma transmite una última advertencia:
Tu Sustentador bien puede mostrarte misericordia; pero si vuelves [al pecado], volveremos [a castigarte]. Y [recuerda esto:] Hemos ordenado que [en el más allá] el infierno se cierre sobre todos los que niegan la verdad.
Apartarse de la verdad y rechazar las enseñanzas de la Torá y las advertencias de los profetas ha tenido consecuencias desafortunadas para los hijos de Israel. Es por eso vital que se adhieran a la verdad. Pero ¿cuál es la verdad? ¿cómo es posible expresarla? Hilel tiene la mejor interpretación de cuál es la verdad humana según la tradición judía. La verdad se expresa actuando de acuerdo con la verdad, no simplemente expresando palabras verdaderas. Obrar de acuerdo con la verdad significa no hacer a los demás lo que no queremos que los demás nos hagan a nosotros. Esto es Moisés y los profetas.
A lo largo de su historia, los hijos de Israel han sufrido y sobrevivido innumerables discriminaciones, persecuciones y masacres. También han llegado, a estas alturas, a formar su propio estado. Hoy, el llamado de Hilel a los hijos de Israel en su nuevo estado podría ser formulado de la siguiente manera: No hagan a otros lo que quisieran que no les hubieran hecho a ustedes. En esto está la clave de la verdad que conduce a la paz, y a la larga, también a la reconciliación e incluso al amor.
Justicia, sólo justicia, debes perseguir; para que puedas vivir y heredar la tierra que Adonai, tu Dios, te está dando. (Devarim [Deuteronomio] 16: 20)
Un Dios cuya existencia esta en duda y cientos de miles de interpretaciones distintas de sus ordenes.Se podia esperar del «Todopoderoso» que fuera mas claro en sus explicaciones de como «usar» el Universo.
El final del articulo deja mucho que desear; la frase de Hilel; si bien esta muy clara sirve para cuando te topas con alguien que no quiere perjudicarte o mejor dicho exterminarte. Los pueblos del mundo se han acostumbrado durante mas de veinte siglos que al Judio se lo puede vapulear; ofender; exterminar y ahora incluso a los Judios «diasporicos» les cuesta acostumbrarse que el Judio sabe u puede defenderse y cuando lo hace; lo critican. Hay aun quienes quieren ( y tratan) de exterminarnos (muchos de ellos expertes en todas las Suras y Coran aqui citadas pero diferentemente interpretadas )y con ellos Hilel no corre.
Señor Fleischer, como judío «diaspórico» a lo que me cuesta acostumbrarme es a ver judíos que, con la excusa de «saber y poder defenderse», se dedican a vapulear, ofender y exterminar a otros aprovechando que son más débiles.