Por: Leonor Vain (Com. P. de Género)
Eso se dijo en los duros días en que se buscó a la niña. Y es verdad, no está ni estuvo sola. Está con los casi mil niños, niñas, niñes que viven en la calle en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todos ellos están desamparados, abandonados, ignorados, borrados por las instituciones y por todos los que circulamos todos los días y todas las noches por las calles de la Ciudad.
Es una deuda social y es un deber del Gobierno, en este caso del de la Ciudad. Es un desafío a la conciencia de cada uno de nosotros. No podemos seguir dejándolos en “situación de calle”, eufemismo para decir que pasan sus días, sus noches, comen, sueñan, son golpeados, ignorados en las calles. El episodio puntual de M nos enseñó que la protesta inmediata y persistente de la gente, la presencia en y de los medios de comunicación, la respuesta de los órganos de gobierno, la coordinación de los esfuerzos, da resultados.
La situación de M en esos días aciagos, nos conmocionó y lo hicimos visible. Pero M no comenzó su desamparo ese día, lo mismo que todos los que estuvieron y están con M, y siguen igual de desamparados. No protestamos ni reclamamos por ellos. Están en peligro en cada momento. Sus infancias en un abandono absoluto no tienen derecho a nada, despreciados, y sujetos a todo tipo de violencia interpersonal e institucional. Muchos de ellos no tienen siquiera la partida de nacimiento. No están registrados ni suman como nacidos en nuestro país. No están escolarizados, tal vez nunca se sentaron con su familia bajo un techo para compartir una comida, tienen frío en invierno y calor en verano, hambre siempre, y no pueden tener la ilusión de un futuro mejor. Por suerte el caso de M despertó la indignación general y se volcó en redes que se ocuparon, que se articularon, en vecinos que trataron de “verla”, y la vieron. Lo mismo se merecen todos los otros niños, niñas y niñes que están en la misma situación. Pero no podemos agotar nuestra preocupación en el hoy; para que este hoy sea posible hubo un ayer, un hoy, y desgraciadamente habrá un mañana peor. No nos olvidemos. No se solucionó nada más, ni nada menos, que la aparición de M sana y en las mejores condiciones posibles. Pero tenemos que pensar y preocuparnos y ocuparnos por toda la vida de los que sí están con ella, igual que ella. No miremos para otro lado y exijamos respuestas institucionales, vigilemos su aplicación y cumplimiento; tenemos que oírlos, sentirlos y acompañarlos de verdad.
Hacen falta políticas integrarles que ataquen la problemática desde las bases. Empezar por un censo actual y realista que permita decidir qué y cómo hacer. Con programas que tengan un presupuesto acorde con las necesidades y que se ejecute. Esos programas no pueden subejecutarse. Sin demoras, sin retaceos. Y con toda la sociedad acompañando, señalando las fallas y las faltas, participando y colaborando para que de verdad M y todos los niños, niños y niñes que siempre estuvieron y están con ella, estén también para nosotros. Y que nos preocupemos por cada día de su vida, de su crecimiento, de su educación, de su seguridad, para que de verdad sientan que no están solos y que puedan soñar con un futuro mejor.