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¿Quién es Santiago Cuneo, el periodista de Crónica que realizó una editorial antisemita?

Fuente: Radio Jai Fecha: 18 de MAY 2018 La popularidad de Santiago Cuneo, conductor del programa “1+1=3”, en Crónica TV, creció exponencialmente luego de una serie de editoriales con contenido antisemita, motivo por el cual será denunciado por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Durante su programa, Cuneo realiza críticas feroces contra el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y se manifiesta cercano a personajes vinculados al kirchnerismo. En las últimas horas realizó una serie de editoriales antisemitas en las que, entre otras cosas, revive el fantasma del Plan Andinia, acusó a los dirigentes de la DAIA de tener una “doble lealtad” y afirmó que Israel puso agentes dentro del gobierno argentino, entre otras cosas. ¿Quién es Cuneo? El pasado de este personaje es al menos cuestionable. Fue muy cercano a Aldo Rico y Luis Patti, dos ex carapintadas que intentaron derrocar al por entonces presidente Raúl Alfonsin, lo que da cuenta de que sus convicciones democráticas no siempre fueron muy sólidas. Su amistad con Rico lo ubicó como el titular del MODIN bonaerense, un partido vinculado al nacionalismo católico y a la extrema derehca antidemocrática, repleto de carapintadas. Cuando estaba en ese partido definió al represor Patti como “un preso político”. Cúneo era el principal accionista de Cop Petro, una petrolera que fue señalada por adulterar nafta durante el menemismo. Dicho sea de paso, el actual conductor de Crónica fue un ferviente defensor de la re reelección de Carlos Menem e incluso en el año 1999 mandó a pegar miles y miles de carteles en los que aparece abrazado al riojano. Claro está que este caudillo peronista no fue el presidente que más defendió la industria nacional argentina. Si bien es crítico de Macri, lo apoyó durante las elecciones. Un dato interesante es que no hace mucho, en el 2015, fue candidato en el partido Bonaerense de San Miguel, por Cambiemos. Fue el impulsor y jefe de campaña de Octavio Frigerio en su candidatura a intendente de la localidad bonaerense de San Miguel. Este cambio de opinión puede estar relacionado con la salida de Cuneo de Canal 26. La DAIA presentó un comunicado y, tal como adelantó Radio Jai hace algunas horas, querellará a Cuneo por sus declaraciones antisemitas.

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Macri no entiende

Fuente: Alfredo Zaiat | Página 12 Fecha: 17 de MAY 2018 Si el presidente Mauricio Macri está realmente convencido del relato de las causas de la corrida cambiaria que ofreció en la conferencia de prensa ayer en Olivos, y si es compartido también por su equipo de gobierno, otra vez las fuerzas políticas conservadoras, que tienen un inmenso ejército de economistas dedicado hace décadas a confundir a la sociedad, siguen sin entender nada de la debilidad estructural de la economía argentina y sus cíclicas crisis. Macri insistió una y otra vez que el principal problema es el déficit fiscal. Lo mismo repite la enorme red de propaganda pública y privada y casi todos los economistas que circulan por los medios. El camino para abordar el desequilibrio de las cuentas públicas, profundizado por medidas instrumentadas por la administración macrista (eliminación de retenciones y disminución de alícuotas de impuestos progresivos), será acelerar el ajuste fiscal, como informó Macri, en línea con lo aconsejado por el Fondo Monetario Internacional en la evaluación del Artículo IV. Aunque el discurso oficial y dominante continúe prometiendo la bonanza futura con la reducción del gasto público, incluso alcanzando déficit fiscal cero, el peligro de otra fase de la corrida cambiaria seguirá presente. La fragilidad de la economía no es las cuentas fiscales, nominadas en pesos, sino la de las cuentas externas, nominadas en dólares. El argumento falaz para avanzar en un ajuste regresivo es que disminuyendo el déficit fiscal no habrá que seguir mendigando dólares en Wall Street. Financiar necesidades en pesos con endeudamiento en dólares fue uno de los mayores desatinos de la economía macrista. Los billetes verdes que conseguía el Tesoro se los entregaba a cambio de pesos al Banco Central que, a la vez, los reabsorbía emitiendo Lebac, como estrategia principal de una política anti inflacionaria que se demostró fallida. El saldo es el actual desquicio económico con una bomba de tiempo mensual en cada mega vencimiento de Lebac, el agotamiento de la fuente de financiamiento de dólares de Wall Street y la profundización del déficit de las cuentas externas. La restricción externa, o sea la escasez relativa de divisas, es el factor más relevante para entender la inestabilidad económica argentina hoy y desde hace ocho décadas. No hay suficientes dólares para satisfacer la constante e importante demanda de diferentes actores económicos. Prometer entonces que acelerando el ajuste fiscal mejorará la economía, como hizo ayer Macri, actúa, en realidad, como una potente herramienta de extorsión a gobernadores y a la sociedad sensibilizada por la angustia de las últimas semanas agudizada por la memoria colectiva de crisis pasadas. El ajuste fiscal, que ya fue lanzado con la fortísima devaluación que licuó el gasto público y los ahorros de personas y empresas en pesos, es el camino señalado hacia un nuevo capítulo de incertidumbre financiera y, fundamentalmente, es el viento para atizar el fuego de las tensiones sociales. El saldo negativo de la suma del déficit comercial, del desequilibrio del rubro turismo y de otros servicios, de las ganancias enviadas por las multinacionales y bancos extranjeros a las casas matrices y del pago de los intereses de la deuda externa (en total, la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos) es el verdadero talón de Aquiles, no las cuentas fiscales. A esa suma se le agrega la intensa dolarización del ahorro doméstico. Para cubrir ese faltante se necesitan dólares, no pesos. El año pasado, el déficit de Cuenta Corriente fue de 31.000 millones de dólares, equivalente a 4,8 por ciento del Producto Interno Bruto. Desequilibrio que casi duplicó al de 2016 y es idéntico al de 1998, de acuerdo con las estadísticas compiladas por el Banco Mundial. La proyección para este año apuntaba a uno mayor, de unos 38.000 millones de dólares, equivalente a 6,5 por ciento del PIB, número que sería el peor de la serie desde 1976. La devaluación, que arrojó a la moneda nacional al provisorio techo de los 25 pesos, aliviará un poco ese déficit –por una eventual merma de importaciones por la recesión y menor demanda de dólares–, pero igual todavía seguiría siendo muy elevado. Mientras ese déficit puede ser financiado parece que no es importante. Es lo que ha sucedido en los primeros dos años del gobierno de Cambiemos. El 28 de marzo pasado escribí aquí: “El salvavidas inmediato de la economía argentina con déficit de Cuenta Corriente de 5 por ciento del PIB es el financiamiento externo. Este fue utilizado en forma irresponsable por el Gobierno para atender el déficit fiscal cuando lo podía haber hecho con deuda (en pesos) emitida en la plaza local. Las dificultades que se han presentado ahora para seguir seduciendo a los fondos internacionales para que compren nueva deuda es un escenario no tan apacible para el macrismo. El FMI se presenta como prestamista de último recurso si el panorama se sigue oscureciendo”. Y se oscureció en forma fulminante. Se cerró el grifo de dólares y estalló la magia macrista. No fue por el déficit fiscal, fue porque Wall Street dejó de aportar dólares para cubrir el inmenso desequilibrio externo. Como esa puerta no se abrirá por ahora, Macri se abrazó en forma desesperada al FMI. Lo hizo para evitar que siga la hemorragia de reservas y para conseguir los dólares que el mundo de las finanzas internacionales ya no entrega. Para que se entienda, la debilidad de la economía argentina no son los pesos, moneda que emite, sino los dólares, que no genera ni tiene suficientes. Mientras no se comprenda que éste es el principal problema, y no la cuestión fiscal como afirma Macri, y se promueva que con el ajuste del gasto público disminuirá las necesidades de financiamiento en dólares, el riesgo de una corrida cambiaria y el colapso de la economía macrista seguirán estando latente.

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60 muertos en Gaza y el fin de la conciencia israelí

Fuente: Gideon Levy | Haaretz Fecha: 16 de MAY 2018 ¿Cuándo llegará el momento en que la matanza masiva de palestinos importe algo a la derecha? ¿Cuándo llegará el momento en que la matanza de civiles golpee al menos al centro izquierda? Si 60 personas asesinadas no lo hacen, ¿tal vez 600? ¿6.000 los sacudirán? ¿Cuándo llegará el momento en que surja una pizca de sentimiento humano, aunque solo sea por un momento, hacia los palestinos? ¿Simpatía? ¿En qué momento alguien se detendrá y sugerirá compasión sin ser tildado de excéntrico o enemigo de Israel? ¿Cuándo habrá un momento en el que alguien admita que el matarife tiene, después de todo, alguna responsabilidad por la matanza, no solo por los matados, que son por supuesto responsables de su propia matanza? Sesenta personas asesinadas no le importaban a nadie, ¿tal vez 600 lo harían? ¿Qué hay de 6.000? ¿Israel encontrará todas las excusas y justificaciones entonces también? ¿Se echará la culpa a las personas asesinadas y sus «despachadores» incluso entonces, y no se escucharán ni una palabra de crítica, mea culpa, dolor, piedad o culpa? El lunes, cuando el recuento de muertos aumentó de forma alarmante, Jerusalén celebró la embajada* y Tel Aviv se regocijó por el premio de Eurovisión, parecía que ese momento nunca volvería. El cerebro israelí ha sido lavado irrevocablemente, el corazón sellado para siempre. La vida de un palestino ya no se considera que valga nada. Si 60 perros callejeros fueran asesinados a tiros en un día por soldados de las FDI**, todo el país estallaría en protestas. Los asesinos de perros serían enjuiciados, la nación de Israel habría dedicado oraciones a las víctimas, se diría un servicio de Yizkor*** para los perros sacrificados por Israel. Pero en la noche de la matanza de los palestinos, Sion se regocijó y se puso jubiloso: tenemos una embajada de EE.UU. y un premio de Eurovisión. Es difícil pensar en un eclipse moral más atroz. Tampoco es difícil imaginar el escenario inverso: 60 israelíes mueren en un día y las multitudes celebran la embajada en Ramala y se regocijan por un concierto en El Bire para animar a la ganadora del «A Star is Born» árabe, mientras que los presentadores de televisión y los entrevistados se ríen durante las transmisiones en vivo. Oh, esos animales palestinos, oh, los monstruos. La víspera de este lunes negro me encontré sentado en uno de los estudios de televisión junto a un risueño derechista. Risitas no es el término correcto, estaba a punto de estallar en carcajadas. Le hizo reír tanto la matanza en masa y le pareció aún más gracioso que alguien se horrorizara por ello. El periódico Israel Haiom abrió con la bendición «Shehecheyanu» en su título principal sobre otro asunto, sin darse cuenta de la oscura ironía. Iediot Ajaronot mantuvo una acalorada discusión sobre si los líderes de Hamas deberían ser eliminados ahora o no, quién está a favor del asesinato y quién está en contra. Imagina una discusión en un diario palestino: a favor o en contra de matar a Gabi Eizenkot La verdad es que Israel está bien preparado para masacrar a cientos y miles, y para expulsar a decenas de miles. Nada lo detendrá. Este es el final de la conciencia, la muestra de moralidad ha terminado. Los eventos de los últimos días lo han demostrado de manera decisiva. El camino ha sido trazado, la infraestructura para el horror ha sido lanzada. Docenas de años de lavado de cerebro, demonización y deshumanización han dado sus frutos. La alianza entre los políticos y los medios para suprimir la realidad y negarla ha tenido éxito. Israel está dispuesto a cometer horrores. Nadie se interpondrá en su camino por más tiempo. Ni desde adentro o desde afuera. Aparte de la hipocresía habitual, el mundo de la era Trump no moverá un dedo, incluso cuando Gaza se convierte, no lo quiera el cielo, en Ruanda. Incluso entonces, nuestros observadores y analistas recitarán que la IDF ha logrado sus objetivos, que la IDF mostró moderación, que es la más moral y «¿qué sugieres hacer en su lugar?». El jefe del ejército sería coronado como el hombre del año, el hombre moderado y bueno, la oposición twittearía sus aplausos. En la plaza de la ciudad se celebrará la victoria de la cantante «izquierdista», nadie pensaría siquiera en cancelar la fiesta, o al menos reservar un momento para los muertos. ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? Es culpa de Hamas. Sesenta personas murieron en un día, y ni una pizca de dolor ha sido vista en Israel. A partir de ahora, nunca se verá. Traducción: Dardo Esterovich N. del T.: * La apertura de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén ** Fuerzas de Defensa de Israel *** Responso

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De la transparencia judicial a la Justicia a la Carta (II)

Fuente: Maximiliano Rusconi* | Infobae Fecha: 15 de MAY 2018 Hay episodios en la vida institucional o política de un país que nos obligan a preguntarnos si las coincidencias visibles en algunos movimientos o comportamientos que emanan del poder están guiados por el azar, por las buenas intenciones o por las peores y más oscuras motivaciones. Muchas veces esa pregunta tiene respuestas claras pero que, en cambio, muchos no se animan a expresar por temor, egoísmo, falta de solidaridad, vagancia comunitaria, o lo que sea. Cuando eso sucede, debemos reconocer, estamos en el peor de los mundos. Mientas vivamos en un país donde nos animemos a expresar todo lo que pensamos, entonces todavía hay esperanzas. Con títulos festivos de algunos medios de comunicación masivos se acompañó un descomunal embate del Poder Ejecutivo sobre algunos y determinados jueces que integraban la selecta justicia federal penal con asiento en la Ciudad de Buenos Aires. También los elegidos para ese castigo mediático e institucional fueron cuidadosamente seleccionados. La crítica no fue a todos, ni a muchos, ni por varias razones, sino por excusas elegidas con llamativo esmero discriminador. No se trató de ir contra todos los jueces, supongamos, que ingresaron al poder judicial en épocas no democráticas, ni ir contra todos los que, imaginemos, prestaron su apellido para que algunas servilletas sean bordadas (perdón, se trataba de una servilleta de papel), tampoco se trató de averiguar si algunos jueces con sus fallos demostraron un desconocimiento del derecho que deprimiría al más optimista. Mucho menos se utilizó el criterio estandarizado de preguntarse si algunos de los jueces normalmente hacen estallar las agendas del Consejo de la Magistratura por la multiplicidad de las denuncias en su contra. No, nada de esto sucedió. Frente a la ausencia de criterios visibles, que por lo menos lucieran como «objetivos», parece razonable preguntarnos qué es aquello que se presenta como un dato común en los magistrados elegidos en los últimos dos años (es decir, por ESTE gobierno) para su castigo y crítica pública previos a la emanación de las elegantes invitaciones a irse de sus lugares. Recordemos, con fecha 14 de mayo de 2010, el ex juez, Norberto Oyarbide, procesó, entre otros, al Sr. Mauricio Macri, por ser penalmente responsable en carácter de coautor de los delitos contenidos en los art. 153 – violación de secretos y privacidad -, 248 – abuso de autoridad – y 293 – falsificación de documentos – , en concurso con el delito de asociación ilícita – 210 CP -. Dicho procesamiento fue, posteriormente confirmado por tres magistrados de la Sala I de la Cámara Federal de Apelaciones – incidente N°12466/09/40 -, que con fecha 15 de julio de 2010 estaba conformada por los Dres. Jorge L. Ballestero, Eduardo R. Freiler y Eduardo G. Farah. Seguramente, salvo esta casualidad estos cuatro jueces no comparten muchas cosas y sus trayectorias serán distintas, pero los cuatro o ya no están, o están en trámites para no estar o están mudados a lugares menos estratégicos. Hay que recordar que la causa continuó su trámite, hasta que, luego de la asunción presidencial de fecha 10 de diciembre de 2015, Mauricio Macri fue sobreseído con fecha 29 de diciembre de 2015. Pero posiblemente, ese dato tranquilizador llegó tarde para las exigencias de la política. Seguramente se trata de una casualidad. También es arbitrario suponer que dentro de aquellos jueces que no gozan de tanta antipatía por el Poder de turno habrá algunos que están dispuestos a darle buenas noticias (¡y a tiempo!) al Presidente. Como por ejemplo, mantener en cautiverio a uno de los Diputados, como Julio de Vido, que más podrían haber resistido y alzado la voz en épocas en las cuales se debate la independencia económica, la autonomía energética, la distribución económica y la pobreza. En épocas en las cuales muchas decisiones judiciales no son explicables jurídicamente, se corre el riesgo de tener que realizar estas especulaciones que seguramente son exageradas. Por todo ello, los abogados, jueces y fiscales que pretenden que el derecho penal se encamine bajo reglas del estado de derecho añoramos una vuelta a lo jurídico. Esa esperanza se sostiene en la enorme mayoría de jueces que no están dispuestos a someter sus decisiones al buen o mal humor del Poder de turno. *Maximiliano Rusconi es doctor en derecho (UBA), profesor titular de derecho penal (UBA) y profesor honorario (San Martín de Porres, Perú). Nota relacionada: De la transparencia judicial a la Justicia a la Carta  

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La decisión de Israel de disparar a los palestinos debería horrorizarnos, pero no sorprendernos

Fuente: Peter Beinart | FORWARD Fecha: 15 de MAY 2018 El otro día, un conocido, políticamente a mi derecha, me hizo una pregunta. Me preguntó qué aconsejaría que Israel hiciera cuando se enfrentara a miles de palestinos, algunos probablemente empeñados en tratar de atravesar violentamente la valla que separa la Franja de Gaza del resto de Israel. (Digo «el resto de Israel» porque creo que Gaza aún permanece bajo la ocupación israelí.) Le dije que no sé. No lo sé porque no soy un planificador militar ni un experto en control de multitudes. Y como no sé, evité criticar a las FDI por usar «fuerza desproporcionada». Estoy perfectamente dispuesto a reconocer que, en el momento en que miles de manifestantes convergieron en la cerca, ninguna de las opciones de Israel fueron buenas. Pero es la pregunta incorrecta. A mediados y finales de la década de 1960, se produjeron disturbios una y otra vez en los barrios negros de las ciudades estadounidenses. Desde una perspectiva de control de multitudes, la policía se enfrentó a una decisión difícil: cómo evitar que las personas destruyan propiedades e incluso cometan actos violentos sin usar fuerza letal. Pero si alguien en ese momento preguntara: «¿Qué debería hacer la policía?», Hubieran estado haciendo una pregunta incorrecta. La pregunta correcta no era «¿Cómo debería responder la policía de Estados Unidos a los disturbios?», Sino debería de ser: «¿Cómo deberían responder los líderes de Estados Unidos a los agravios que produjeron los disturbios en primer lugar?». Lo mismo ocurre con Gaza. Mucho antes de que los soldados israelíes decidieran disparar contra los manifestantes, los líderes israelíes decidieron impedir que los agricultores de Gaza exportaran espinacas, papas y frijoles. Decidieron prohibir a los pescadores de Gaza pescar más de seis millas náuticas. Decidieron prohibir a los estudiantes en Gaza que salgan de la Franja para estudiar, para impedir que los cónyuges se unieran legalmente a sus esposos o esposas en Cisjordania, para impedir que los nietos vayan a los funerales de sus abuelos. Decidieron prohibirles a las personas en Gaza importar las piezas de repuesto necesarias para reconstruir la red eléctrica de la Franja. Estas no fueron decisiones tomadas en segundos por jóvenes soldados asustados. Eran políticas formuladas por políticos en oficinas con aire acondicionado. Esos políticos respondieron a la victoria de Hamas en las elecciones legislativas de 2006 al ayudar a torpedear a un gobierno de coalición palestino que hubiera dejado a Mahmoud Abbas como el presidente de la Autoridad Palestina. Rechazaron las negociaciones con Hamas hasta que el grupo cumpliera las condiciones -entre ellas la aceptación de los acuerdos anteriores y el apoyo a la solución de los dos estados- que el actual gobierno de Israel no cumple. En su lugar, eligieron una política de castigo colectivo: una política que castigaba a la población de Gaza por ser gobernada por Hamas. Más de una década después, Hamas sigue a cargo. Pero Gaza, que apenas tiene electricidad o agua potable, está a punto de convertirse, según las Naciones Unidas, en «inhabitable». Hace una semana, Hamas volvió a plantear la idea de una tregua a largo plazo con Israel. No lo hizo porque dejó de ser una organización autoritaria con una historia de terrorismo que rechaza el derecho de Israel a existir. Lo hizo porque está geopolíticamente aislado. No obstante, una tregua a largo plazo constituiría un avance. Una tregua similar ha existido desde principios de la década de 1950 entre Corea del Norte y Corea del Sur. Si Israel hubiera aceptado la oferta y tomado medidas para aliviar el bloqueo (algunos aspectos de los cuales tienen poco que ver con la seguridad), las muertes de ayer podrían no haber sucedido. Pero Benjamin Netanyahu, según las noticias, no respondió. No respondió por la misma razón por la que intensificó la construcción de asentamientos y rechazó un estado palestino cerca de las líneas de 1967: porque ve a los palestinos no como seres humanos con derechos inherentes, sino como un enemigo a ser subyugado. Decenas de palestinos están muertos, y miles más heridos, no por las decisiones que Israel tomó en un solo día, sino por las decisiones que tomó durante muchos años. Cada político estadounidense, y cada líder judío estadounidense, que ha defendido esas decisiones —quién ha defendido la política descerebrada y sin sentido de Israel hacia Gaza— está implicado en la masacre de ayer. Diferentes opciones son posibles. Siempre han sido posibles. Pero requieren ciudadanos, tanto en Israel como en América, dispuestos a exigir que sus líderes los hagan, antes de que más palestinos acaben muertos.

Comunicados y Declaraciones

No en nuestro nombre

Desde nuestros comienzos, en el LLAMAMIENTO Argentino Judío nos referimos a la DAIA con la frase «No en nuestro nombre». Por entonces advertimos sobre cómo la institución se había desviado de sus principios fundacionales —el combate contra antisemitismo y la discriminación— para comerciar apoyo político a cambio de cargos y ayuda económica para terminar hoy siendo un apéndice del actual gobierno y de intereses geopolíticos ajenos a nuestro país. Lejos de alegrarnos por lo sucedido en los últimos días, el escándalo no es más que el corolario de una viciada forma de hacer política que viene desde hace mucho tiempo y de ejercer un aparente poder de la peor manera posible. No hay idea más ruin que la de utilizar la memoria del Holocausto para solicitar donaciones y otro tipo de favores. Estamos convencidos que la DAIA no sólo no representa el pensar y el sentir del LLAMAMIENTO, sino que está muy lejos de poder considerarse la «representación política de la comunidad judía argentina». No solo no la representa, tampoco representa su historia y, sobre todas las cosas, no expresa la pluralidad de voces que transitan la vida institucional de las entidades adheridas. Menos aún las voces de los judíos no institucionalizados. La DAIA debería dejar de arrogarse esa “representación política de la comunidad judía”. Muchos argentinos judíos se expresan políticamente de maneras diversas: participan de partidos políticos, movimientos sociales y hacen oír su voz en los sindicatos; escriben artículos en diarios y revistas; son escuchados en las universidades y leídas sus investigaciones. Estos argentinos judíos no necesitan una representación política: ellos solos eligen a quienes los representan y a su vez representan la voz de otros. Los judíos, en tanto colectivo, tenemos reivindicaciones específicas que deben tener una representación política no partidaria, del mismo modo que las tienen organizaciones sociales de similares características. Esto no significa que una institución pueda arrogarse la totalidad de la representación en desmedro de otras, menos cuando objetivamente la realidad muestra otra cosa. Debemos señalar también la fingida sorpresa de muchos dirigentes que ahora exigen investigaciones y renuncias masivas y que, hasta hace unos pocos días, apoyaban a la gestión saliente o en el mejor de los casos guardaron un silencio cómplice. Ellos también son responsables del mismo modo que lo son los referentes de grandes intereses económicos que adscriben a la DAIA y que han influenciado en el alineamiento de la institución con las políticas neoliberales. En el LLAMAMIENTO siempre tuvo cuidado en distinguir la dirigencia de las últimas décadas de la institución DAIA; siempre reivindicamos la creación y actuación inicial de la DAIA como una página memorable de la tradición argentina judía en su derrotero de incorporación a la vida de la patria. Esta fue la idea motora elegida por los primeros inmigrantes judíos para construir el camino tomando lo mejor de los aportes de sectores populares, democráticos, progresistas, de quienes nos antecedieron. “Todo se construye y se destruye tan rápidamente…” dice Charly García en una de sus maravillosas canciones. Hay un sistema de poder que está destruido, y hay una colectividad que seguramente, luego de reflexionar y debatir, quiere reconstruir rápidamente. La premisa para que esta debacle no vuelva a ocurrir es retornar a las fuentes, a los principios fundacionales de combate contra el nazismo y el antisemitismo con los que la DAIA conquistó un lugar de respeto en la sociedad argentina. El LLAMAMIENTO Argentino Judío está dispuesto a debatir sobre todo lo expuesto, como siempre.

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Llover sobre mojado

Fuente: Claudio Scaletta | Página 12 Fecha: 06 de MAY 2018 Aunque abunden los aprendices de brujo, en la macroeconomía no existe la magia. Salvo situaciones límite, que no es el caso, siempre es posible encontrar un nivel de tasa de interés que frene, al menos por un tiempo, una corrida cambiaria. De la misma manera, también existe una tasa de desempleo que puede frenar cualquier proceso inflacionario. Son relaciones que suelen llamarse “de hierro”. El problema, como siempre, no es instantáneo, es lo que viene después. En las últimas dos semanas el modelo económico gubernamental comenzó a dar un giro brusco hacia la radicalización del ajuste. La dirección de las transformaciones emprendidas por Cambiemos era conocida, el dato nuevo fue el cambio de velocidad impuesto no por la voluntad gubernamental, sino por “los mercados”. El gobierno había apostado a planchar el dólar para intentar mantener la estabilidad de la macroeconomía afectada por otras variables, como el nuevo shock tarifario, pero los actores económicos, locales y globales, le dijeron que no. La idea subyacente en la tropa oficialista era que el Banco Central disponía de las reservas suficientes para contener cualquier corrida. No importa si más de 60 mil millones de dólares era mucho o poco, tampoco hilar fino entre reservas brutas y netas, lo que podría deparar sorpresas. El dato duro es que bastaron unas pocas semanas de puja cambiaria para que las reservas pasen de casi 65 mil millones alcanzados en enero a unos 55 mil la semana que pasó. En pocas palabras, se volatilizaron casi 10 mil millones, pero el precio del dólar no se detuvo. Mientras tanto, cuando se había borrado hasta la eterna sonrisa de Sturzenegger, el señor de los cuadritos descendentes, el Banco Central llevó la tasa de referencia al nivel récord del 40 por ciento, un costo sideral para que el dólar ni siquiera baje de los 22 pesos. ¿Eran pocas las reservas internacionales? En realidad no. Lo que quedó en evidencia fue que eran demasiados los desequilibrios acumulados por el modelo y que los llamados mercados comenzaron a advertirlo. Los detalles sobre impuestos a la renta financiera, cambio de condiciones internacionales e impericia en el manejo de la crisis vienen mucho después. También las infaltables sospechas de corrupción con ventas de divisas que habrían favorecido a entidades como el JP Morgan, entre otras, una línea argumentativa que siempre se evitó en este espacio, en el que se prefiere el análisis de la lógica del comportamiento de los actores. Lo que sucedió, al tope de la lista, fue que al establishment financiero le “cayó la ficha” de la insustentabilidad de un déficit de cuenta corriente de 5 puntos del PIB que, además, deberá financiarse con deuda por muchos más años que los previstos por la errática conducción económica colegiada. Luego, para sumar desconcierto en el observador imparcial, extraterrestre, el gobierno hasta se excluyó voluntariamente de disponer de los dólares “genuinos” de las exportaciones, ya que una decisión central de la política económica cambiemita fue eliminar la obligatoriedad de liquidar internamente (cambiar por pesos) las divisas de exportación. En un país con escasez crónica de dólares tanta creencia en la libertad individual produce azoramiento. Dicho de manera rápida, a la dependencia creciente con el exterior, implícita en la toma multimillonaria de deuda para cubrir el déficit externo, el oficialismo sumó la renuncia voluntaria de los grados de libertad brindados por los dólares “propios”. Una vez desatada la corrida y disparadas todas las variables de control, el gobierno recurrió a otra receta remanida, el anuncio de la profundización del ajuste como “señal de confianza para los mercados”. Otra vez las pantallas televisivas con ministros con cara de póquer anunciando la inevitable reducción del gasto público como solución a todo. Alcanza con remitirse a la historia económica para conocer los resultados de antaño de políticas similares. La experiencia enseña que los ajustes purificadores nunca llevan a futuros venturosos, sino a nuevos ajustes más profundos. Se trata de la viejísima historia del perro que se muerde la cola, se achica el gasto, cae la actividad, luego la recaudación y vuelta a empezar. Sucede que los objetivos reales de estas políticas no son los saneamientos anunciados, sino la disminución del peso del Estado en la economía. Un sustrato ideológico que, por supuesto, no se descubre aquí. Si vuelven a traducirse los hechos para el observador extraterrestre, lo que ocurrió es que en una semana se fue por un tubo todo el aparato de legitimación de la política económica, la larga zoncera del gradualismo. Ya no se podrá afirmar que caen los salarios, pero habrá más rutas y cloacas, o que se toma más deuda en dólares para que el gasto público pueda bajar más despacio, presuponiendo que tal baja es buena y deseable. En adelante habrá ajuste puro y duro. En apenas poco más de dos años el macrismo empardó a sus peores antecesores. No existe ninguna razón para pensar que el futuro tendrá resultados diferentes cuando se repiten las mismas políticas del pasado que llevaron al desastre. Y no solamente una vez. La secuencia ya comenzó: calificadoras de riego bajando la nota de la deuda local, prensa financiera internacional afirmando que llegó la hora de salir de la Argentina, el Banco Central obligando a los bancos comerciales a vender dólares y los inefables econochantas sugiriendo que todo sucedió por haber demorado un ajuste mayor. En adelante, el indicador de la futura velocidad de la crisis ya no estará solamente en el precio del dólar, sino también en el nivel de depósitos del sistema financiero. La estanflación, en tanto, llegó para quedarse.

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Un duelo por la conciencia social

Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 06 de MAY 2018 La frase del Presidente de la Nación referida a que “el tema de las tarifas es el centro de la batalla cultural” supone no solo la aceptación de la puja, de un enfrentamiento entre sectores e intereses en disputa, sino la existencia de una lucha simbólica, eminentemente política, por “ganar consciencias” y voluntades. Es lógico que para Macri esta tirantez, que se expresa en el Congreso, las calles y en el humor social, suponga una pelea de fondo dispuesta a quebrar los diques de contención de lo aceptable socialmente. De esa lucha –y de las jubilaciones o de la reforma laboral— provendrá, conjetura el PRO, la base de una legitimidad apta para arrasar con el resto de las fortalezas sociales que se encargaron de edificar los trabajadores durante un siglo. Admitir que se trata de una batalla supone reconocer contendientes, actores sociales que se encuentran en situación de antagonismo. Por supuesto que siempre existió este pleito, pero su asunción pública por parte del Presidente (subrayado con un latiguillo caro a la década ganada, —batalla cultural—), funda un escenario menos dependiente del maquillaje marketinero y, por lo tanto, más abierto a la confrontación política. El gobierno vio en los últimos meses deshilacharse su maquillaje a un ritmo paralelo al de su incapacidad de dar soluciones a los problemas que prometió superar. La política incluye consentir la existencia de modelos contrapuestos, asumir que hay algo que los aparta: una fisura, una mínima hendija o una profunda grieta. La nitidez creciente de la acción gubernamental –ostensible por sobre cualquier disimulo u ocultamiento mediático— convierte los colores iniciales de su arco iris en un brutal contraste cromático fundido en blanco y negro, sobreexpuesto por rumores de impaciencia y cansancio irritado. Algunos han denominado esa discrepancia visceral que cíclicamente se pone sobre la mesa, a la vista de tod@s, como proyectos de país opuestos, como lucha de clases, o simplemente como el resultado de antagonismos epocales. Lo cierto es que la contienda –siempre— termina por superar cualquier fraseología acostumbrada al ninismo (ni esto ni lo otro, es todo lo mismo) y se posiciona como una confrontación en el territorio de la política. Ese es el predio donde los latiguillos como “la unidad de los argentinos” y “los argentinos somos derechos y humanos” empiezan a ser insípidos. Donde las convocatorias a superar la grieta se transfiguran en antiguallas protoelectorales que dejan lugar a la irrupción de un conflicto dispuesto únicamente para reducir el valor de la fuerza de trabajo (eufemismo sustituido mediante el sambenito de costo laboral) y la capacidad de pelea de quienes no pueden valorizarse en el mercado financiero. A grandes rasgos (estilizados), el conflicto se expresa en términos de quienes buscan que el capital (lo denominan inversiones) sea más rentable contra quienes pretenden compartir las mieles del desarrollo social en términos un poco más equitativos. Ese conflicto tiene superficies económicas, pero se entabla sobre bases y zonas culturales y simbólicas: se trata de convencer a grandes mayorías acerca de la indefectibilidad de unos aumentos de tarifas (cuyos beneficiarios son los más privilegiados). El macrismo intenta reinstaurar la creencia –un upgrade de Rodrigo, Martínez de Hoz, Menem y De la Rúa— sobre la inexistencia de alternativas por fuera del esfuerzo abnegado de los trabajadores. En una rapiña cíclica, la derecha argentina recurre desde los años ´70 a convocatorias sacrificiales que auguran un paraíso de crecimiento que nunca llega. El mandato neoclásico exige el costo ascético del sufrimiento como única garantía de acceso al reino de los cielos, donde no es posible diferenciar claramente —en su letra chica—, el inequitativo reparto de dicho sacrificio. La energía como territorio en disputa La tensión política se desplaza a todos los campos, sobre todo porque plantea interrogantes sobre el devenir. ¿Cuán lejos nos encontramos del precipicio del 2001? ¿Son el mejor equipo? ¿Gobiernan para enriquecerse aún más? Estas preguntas invaden la cotidianeidad de colectivos sociales que no entienden mucho de la suba del dólar o de las LEBACs, pero sí comprenden las externalidades de la inflación y el incremento de las tarifas. Los empresarios del Foro por la Convergencia Empresarial, reducto condensado de uno de los dos lados del mostrador –aliados de la batalla cultural declarada por Macri— emergieron recientemente como adalides de la responsabilidad fiscal, a través de un documento justificador del tarifazo. [1] Entre las justificaciones manifestadas, demandaron “dejar de lado las especulaciones electorales y el afán de confrontar con el Gobierno”, como si la batalla planteada desde el Ejecutivo requiriese una rendición incondicional de quienes figuran del otro lado del mostrador. “Te declaran la guerra y te acusan de irresponsable cuando intentás defenderte”, murmuró un asistente a las reuniones de Comisión de la Cámara de Diputados, donde se trató la ultima semana el pedido para retrotraer los aumentos. Algunos de los integrantes empresariales de la infantería cultural macrista exigieron, a través de un comunicado, “no apelar a recursos demagógicos que hagan retroceder en el camino iniciado”. El trayecto iniciado al que hacían referencia se traduce, en términos cuantitativos y sintéticos, a los siguientes guarismos ejemplificadores: [2] La factura mensual de gas –de consumo moderado— creció desde $158 a $1.234, entre 2015 y abril de 2018. Eso supone un aumento del 681%. [3] Desde comienzos de 2016 los servicios públicos, en el ámbito de la Ciudad y provincia de Buenos Aires, se incrementaron en un 920% en energía eléctrica y 683% en agua. [4] Un quinto (21%) del Salario Mínimo Vital y Móvil actual de $9.500 por mes se destina a pago del consumo de servicios públicos, monto que implicaba un 3 % en 2015. [5] Su contraparte, en la llamativa repartija de los panes y los peces, puede plasmarse en el siguiente caso: Pampa Energía, cuyo accionista mayoritario y CEO es Marcelo Mindlin, controla al grupo EDENOR, la Transportadora de Gas del Sur y otras empresas que intervienen en todas las etapas del proceso energético. Edenor es la distribuidora y

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Aprovechando para reforzar el ajuste

Fuente: Carlos Heller | TiempoAR Fecha: 05 de MAY 2018 Para solucionar las tensiones financieras de esta semana, el gobierno responde a los requerimientos de los inversores externos: bajar el déficit fiscal y aumentar las tasas de interés. Hay un tema que debe quedar claro: el gobierno no está cometiendo errores, sino que está cumpliendo con sus objetivos. Es cierto que la inflación está excediendo sus metas. Pero con el cierre de gran cantidad de paritarias que acordaron un aumento en el año del 15% o menos, en cuotas y sin cláusula gatillo, tanto el salario medido en dólares, como el salario real, seguirán bajando: una ofrenda de «mejora de la productividad» en la mesa de los grandes empresarios. Precisamente, el «cambio» más reclamado por estos. El incremento del dólar le da pie al gobierno para avanzar en el ajuste: Nicolás Dujovne anunció el viernes pasado lo que los mercados esperaban: una reducción del objetivo del déficit fiscal primario del 3,2 al 2,7% del PBI para todo 2018. Unos U$S 3200 millones, bastante más que el gasto del gobierno nacional en Infraestructura, sumando Educación, Vivienda y Agua potable, en todo 2017. O el 70% de los gastos de funcionamiento del Estado (excluidos los salarios). Vaya si es un recorte, pero siempre desde el gasto social y nunca pensando en gravar la riqueza y los grandes ingresos. El ministro informó que la magnitud de los intereses a pagar no se verían afectados: me permito discrepar con esta proposición. En el primer trimestre de 2018 los intereses de la deuda pública crecieron algo más del 100%, y con el aumento del dólar crecerán en forma importante. Parece otra posverdad que desea instalar el oficialismo. Más aún, Dujovne asoció las subas en el dólar con que «tenemos más incertidumbre doméstica por la presión fiscal de los proyectos irresponsables que en el Congreso quieren modificar nuestra política tarifaria». También informó que, de prosperar estos proyectos, significarían un aumento del gasto público de $ 200 mil millones. Sin embargo, los subsidios a las tarifas energéticas se redujeron $ 83.552 millones en 2017, según detalla su ministerio. Si lo informado por el ministro es correcto, esta cuenta puede servir para reforzar una idea que expreso cotidianamente: una parte menor del aumento de tarifas realizado va a la reducción de subsidios, y una parte importante al aumento de la rentabilidad de las empresas de servicios públicos. Las razones de las tensiones que se desplegaron en las dos últimas semanas en el mercado cambiario son varias. La primera causa es la extrema liberalización de las variables financieras y cambiarias, que agregan volatilidad y una gran dependencia del exterior, especialmente para Argentina, en donde la moneda de ahorro y la referencia para tomar decisiones sigue siendo el dólar. También una fuerte liberalización comercial, que lleva a severos déficits de la Balanza Comercial (exportaciones menos importaciones) junto con la no obligación de los exportadores de ingresar divisas al país, convirtiendo así un negocio comercial en especulación financiera. En la actualidad, el mundo viene complicado. Se está viviendo la suba de la tasa de interés del bono a 10 años del Tesoro estadounidense, que superó el 3% anual. Este aumento, junto con los incrementos proyectados en la tasa de referencia de la Reserva Federal para lo que resta del año, generaron una apreciación del dólar en relación a las otras monedas. Y hay un «vuelo a la calidad» de las inversiones externas en los países en desarrollo, hacia Estados Unidos. Por este hecho, las monedas del resto de los países se depreciaron, ya sea el euro como el yen. Las monedas latinoamericanas cayeron en mayor medida: cobra especial importancia la baja del real, que impacta fuertemente en nuestra economía. Aquí aparece entonces el dilema del gobierno argentino: si permite que el tipo de cambio flotante se adecue a la situación internacional, con una depreciación de nuestra moneda, el aumento del valor del dólar determinará una mayor inflación, complicando este frente. Es lo que yo llamo «el efecto de la frazada corta». Si persigue un objetivo, empeora la chance de lograr el otro. De allí que ante la primera presión importante del mercado (un día antes que entrara en vigencia el impuesto a la renta para los inversores externos) el BCRA decidió mantener el dólar en torno al valor existente los días anteriores, $ 20,25. En esa oportunidad vendió U$S 1472 millones de las Reservas Internacionales, la cifra más alta de ventas en un día para los últimos años. En los días siguientes siguió vendiendo, pero el valor del dólar comenzó a deslizarse al alza. Después de haber vendido U$S 5686 millones en abril y los dos primeros días hábiles de mayo (que se suman a los U$S 2040 vendidos en marzo), decidió dejar flotar libremente la moneda y el dólar llegó a los $ 23 el 3 de mayo (debido a una solitaria operación realizada al final de la rueda mayorista). En el medio, el BCRA subió la tasa de interés de política monetaria 3 puntos hasta el 30,25% el último día de abril, y volvió a subirla 3 puntos, a 33,25% dos días hábiles después, el 3 de mayo. Cabe citar que este último día, el BCRA realizó operaciones de Lebacs a una tasa del 39% anual. Pero la artillería pesada se desplegó el 4 de mayo: subió la tasa de política monetaria 6,75 puntos a nada menos que el 40 por ciento. Además, decidió reducir en dos tercios el límite a la posesión de dólares de los bancos, llamativamente, volviendo al límite existente hasta noviembre de 2015. Esto implicará que los bancos coloquen en el mercado esos dólares que a partir del lunes no podrán tener en sus balances. Es una medida adecuada, pero indica que a los funcionarios del BCRA no les tiembla el pulso para reglamentar cuando resulta necesario, aunque vaya en contra de su ideología desreguladora. Con esta batería de medidas, el dólar BNA que el 3 de mayo cerró a $ 23,30 se ubicó al

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