1969: El mayo argentino / A propósito de El Cordobazo y sus conmemoraciones
Fuente: Mariano Pacheco | Resumen Latinoamericano Fecha: 27 de MAYO 2017 El 29 de mayo de 1969 las dos fracciones de la Confederación General del Trabajo de Córdoba convocaron a un paro de 37 horas, iniciando un día antes las protestas convocadas por la CGT a nivel nacional para el día 30. La jornada pasó a la historia bajo el nombre del Cordobazo. ¿Qué pasó durante esos días? ¿Qué queda hoy para rescatar de un mayo que no fue francés? El 29 de Mayo la tensión podía respirarse en el ambiente desde temprano. A las 11 de la mañana el movimiento obrero cordobés se dispuso a efectivizar el paro, la movilización y la concentración en el centro de la ciudad, que tenía prevista para ese día. Las columnas obreras parten desde sus establecimientos laborales. Smata y Luz y Fuerza, dirigidos por Elpidio Torres y Agustín Tosco, son los gremios clave de la jornada. Al mediodía, luego de varias escaramuzas, los trabajadores logran “ocupar” el centro de la ciudad. Los vecinos aplauden desde los balcones a los manifestantes que agitan banderas y entonan cánticos de protesta. La Guardia de Infantería y de Caballería de la Policía de la provincia, junto con efectivos de distintas seccionales, intentan sin suerte detener la marcha de los trabajadores. Pasado el mediodía se producen enfrentamientos de los manifestantes con las fuerzas represivas. Entre barricadas y combates callejeros se inicia la represión. Máximo Mena, obrero de Peugeot, es el primer asesinado sobre Bulevar San Juan. Güemes, Observatorio y Bella vista son “tomados” y erigidos en focos de resistencia popular. El barrio Clínicas se transforma en el epicentro de la lucha estudiantil. En el centro de la ciudad, lugares emblemáticos del poder son atacados con furia por quienes protagonizan la jornada de lucha. Se queman las confiterías “Oriental”, en Colón y Avellaneda y “Xerox”, en Colón y Fragueiro, acusadas de ser lugares de “explotación”. También se destruye la concesionaria Citroën, de donde se sacan automóviles que son utilizados como barricadas y se incendian “pagarés”, para que “nadie deba nada”, según comentaron más tarde testigos/protagonistas del hecho. Durante cinco horas, obreros, estudiantes, empleados y vecinos de la ciudad, libraron intensos combates callejeros contra la policía de la provincia, que al verse desbordada solicitó el auxilio de la Gendarmería Nacional y del Ejército, quienes ingresaron a la capital provincial, con 3.000 hombres, pasadas las cinco de la tarde. La jornada culminó, según cifras oficiales, con 400 personas heridas, 2.000 detenidas y otras 34 asesinadas. Y con la renuncia del gobernador. Al día siguiente, Tosco (junto a otros dirigentes sindicales) fue detenido en la sede de Luz y Fuerza y condenado por un Tribunal Militar a 8 años y 3 meses de prisión, acusado de organizar un “comando de guerrilla urbana”. Aunque por la presión popular, Tosco debió ser liberado apenas unos meses después. El Cordobazo, Córdoba y el país Mayo del 69 terminó con el Cordobazo, pero empezó sus días con un clima social de hartazgo ante la dictadura (la autodenominada “Revolución argentina”, tercer Golpe de Estado en tres décadas, llevaba ya tres años en el poder), que había anunciado la derogación del sábado inglés (por el cual se trabajaba medio día pero se cobraba por las 8 horas de la jornada laboral) y había congelado sueldos, aumentado la edad para jubilarse y paralizado la comisión de salario mínimo, vital y móvil, todas medidas tomadas por el entonces ministro de Economía Krierger Vasena, orientadas a “disminuir el costo laboral”, es decir, favorecer las ganancias de los empresarios. Estas medidas, sumadas a las políticas autoritarias y represivas que afectaban a los estudiantes y jóvenes en general, encontraron en varias provincias manifestaciones de protesta, que fueron reprimidas por orden directa del entonces presidente de facto, Juan Carlos Onganía. Fue así que en Corrientes, el 15 de mayo, fue asesinado el estudiante juan josé Cabral. En Rosario, el 17 y el 21 del mismo mes, otros dos jóvenes fueron asesinados en manifestaciones: Alfredo Bello y Norberto Blanco. Entre tanto, en Córdoba, bajo la excusa de “peligro subversivo”, el gobierno había ordenado por esos días cerrar la Universidad. Tal vez como nunca antes, los estudiantes confluirían con el movimiento obrero en una jornada que marcaría la historia de la provincia, y del país. Cuatro años después, acompañando la candidatura a presidente de la Nación de Héctor J. Cámpora, la fórmula provincial Obregón Cano-Atilio López ganaba las elecciones. Las primeras en 18 años en las que el peronismo participaba sin proscripciones. Agustín Tosco, qué duda cabe, se erigió desde entonces como emblema del movimiento obrero cordobés y argentino. “El Cordobazo fue el principio del fin de la dictadura”, había dicho Tosco a un periodista que lo entrevistaba. De la insurgencia obrera al “desarrollismo neoliberal” Apelando a un cinismo exacerbado y ramplón, tras el “cordobzo en las urnas” por parte de la Alianza Cambiemos, el Ingeniero Mauricio Macri hizo su jocosa referencia al “Cordobazo del desarrollo”. Este año los amarillos buscan dar otro cordobazo en los comicios en las elecciones de medio término, pero ni propios ni ajenos pueden aún afirmar demasiado al respecto, aunque todos intentan capitalizar ese conservadurismo llamado cordobesismo que desde 1974 viene reinando en las tierras de la Reforma Universitaria. ¿Cómo acercarnos entonces a El Cordobazo, siendo que hay todo un mundo, un país, una dinámica social que ya no existen más? Una posibilidad es la del posibilismo: “ese país en el cual el clasismo emergió ya no existe. Hagamos ahora lo que podemos”. Eso sí: ante cada fecha emblemática, un homenaje… Claro que se puede ser un nostálgico de buenas intenciones, pero ya sabemos, pedreado de buenas intenciones está el camino hacia el infierno. Por eso no se puede más que afirmar en estas líneas que toda referencia hacia el pasado “glorioso” como algo siempre mejor que nuestro presente es una postura reaccionaria. Por más que se ensalce un “pasado revolucionario”. Cada generación debe medirse con su tiempo, y si de revoluciones se trata, habrá que ver, que descubrir, que