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AMIA atentado: El pájaro oscurece sus plumas. Apuntes sobre “Infamia” de Juan José Salinas

Fuente: Jorge Elbaum y Horacio Lutzky (1) | Iton Gadol Fecha: 30 de OCT 2018 El periodista Juan José Salinas (a) “el pájaro”, ha completado un llamativo giro en relación con su descripción e interpretación del atentado a la AMIA/DAIA. El derrotero de su “investigación” (que no es más que una suma incoherente de datos) se inicia en sus diferentes (disímiles) versiones sobre el hecho trágico que segó la vida de 85 personas. En publicaciones anteriores ha afirmado que los autores de la masacre tenían relación con grupos fundamentalistas musulmanes. Más tarde que la camioneta Trafic fue utilizada para llevar a cabo el atentado. Y ahora que los israelíes fueron autores o cómplices del mismo. En su último libro, “La infamia” pasa a sostener la autoría israelí de la masacre, incorporando como fuentes de su “revelación” a conocidos militantes judeofóbicos, interesados en culpabilizar a las víctimas de la tragedia, profundizando de esa manera en las yuxtapuestas líneas de encubrimiento encargadas de impedir el acceso a la verdad plena que merece la sociedad argentina y fundamentalmente los familiares de los asesinados. El inicio cronológico de la escritura del libro de Salinas es coincidente con una oferta realizada por él mismo a las autoridades iraníes. Este hecho quedó expuesto en una de las grabaciones autorizadas por el juez Canicoba Corral en relación con las investigaciones del atentado, que fueron difundidas tras la lamentable denuncia de Nisman y su posterior muerte: “Alejandro Khalil: Bueno, ¿qué me querías comentar hoy o decir? Luis D’Elía: No…, vino a verme Juan Salinas. Alejandro Khalil: Juan Salinas, sí. Luis D’Elía: ¿Qué opinión tenés de él? Alejandro Khalil: Y… creo que cambió un poquito Juan. Luis D’Elía: ¿Está mejor? Alejandro Khalil: Positivo. Sí, sí, sí. Luis D’Elía: Tiene un material interesante. Alejandro Khalil: Creo que me comentaste algo. Luis D’Elía: Y quiere ver si interesa. Yo le dije le voy a preguntar a Yussuf. Sí Yussuf está de acuerdo vamos a verlo a quien vos sabés. Alejandro Khalil: Sí, sí, sí. Está muy bien. Sí… sí.» Cuando Salinas fue consultado sobre el particular, no desmintió el contenido de ese intercambio. Sólo lo imputó a la tramitación de “unos pesos” para hacer “un documental” que finalmente no prosperó (2). Pero dado que Salinas “cambió un poquito”, los servicios ofrecidos a los contactos iraníes parecieron haber sido de suficiente interés como para reconfigurarse en formato de publicación gráfica. De hecho, “Infamia” termina afirmando la hipótesis de que el atentado a la AMIA/DAIA en realidad fue perpetrado por israelíes, descartando cualquier elemento de participación islámica en el mismo. Según uno de los integrantes de la delegación que concurrió a la República Islámica de Irán en 2007, el “pájaro” escribió ese libro a pedido de Teherán, que habría financiado su “investigación”. Según esa misma fuente, que por ahora guardaremos en estricta confidencialidad, se explicaría el rotundo cambio de conjeturas que atraviesan sus textos. Invitación de Juan José Salinas a la presentación de su libro “Infamia” Si se salvaron, ergo, son sospechosos El opúsculo de Salinas cita como supuestas fuentes válidas las conspirativas argumentaciones de conocidos nazis, y negacionistas como Norberto Ceresole y José Petrosino, olvidando que el primero de ellos fue un activo operador de Mohamed Alí Seineldín y Aldo Rico. Ceresole, además fue expulsado de la República Bolivariana de Venezuela por entablar una polémica (curiosamente) vinculada al atentado de 1994. En esa oportunidad el canciller de Caracas, José Vicente Rangel –quien tiempo después llegaría a ser el vicepresidente de Hugo Chávez—fundamentó la expulsión de Ceresole por el contenido “asqueroso y despreciable” del libro publicado en 1996 por el argentino, titulado “Terrorismo y fundamentalismo judío”. En ese libelo, publicado en 1996, el que fue el asesor de los carapintadas sostenía que los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires habían sido obra de organizaciones judías fundamentalistas. El siguiente párrafo, del elogiado por Salinas en su libro Infamia muestra a las claras el tenor de rigurosidad de sus fuentes. La sustitución de la realidad es la condición de existencia del judaísmo. A lo largo de la historia se produjeron innumerables ejemplos de falseamientos de los hechos, como el más significativo de todos: la construcción del Mito del “Holocausto”. Pero por el momento nos interesa ubicar esa metodología sustitutoria en el núcleo de la cuestión judía en la Argentina. Toda la actividad de Inteligencia desarrollada por los judíos (comunidad residente, lobby judío-norteamericano y Estado de Israel) a partir del segundo de los atentados terroristas es una típica actividad de sustitución de realidad. (3) Aquella no fue la única vez que Ceresole fue expulsado de Venezuela. En una oportunidad anterior, fue invitado por las autoridades venezolanas a abandonar el país, en 1995: en esa ocasión el destierro se fundamentó en las reiteradas manifestaciones de apoyo a los golpistas carapintadas (4), La catalogación de “asqueroso y despreciables” del entonces canciller Rangel y la desautorización del propio presidente de Venezuela (Chávez) acerca del (inexistente) asesoramiento de Ceresole, aparecen como curiosamente omitidas en las casi diez páginas que le insume a Salinas el panegírico alabatorio del ideólogo carapintada, con quien sin embargo coincide en sus hipótesis centrales. (5) Presentación del libro Infamia en el portal que administra Salinas, “Pájaro Rojo”. La publicación de Salinas aparece como repleta de datos supuestamente objetivos articulados en forma claramente carente de logicidad, con el único interés de victimizar a las víctimas, bajo una intencionada pátina de rigurosidad. Una de las aseveraciones más disparatadas remite a que es el Shin Bet (organismo de inteligencia dedicado a la seguridad dentro de Israel y los territorios ocupados de Palestina) el encargado de la protección de las embajadas israelíes en el exterior, cuando es de público conocimiento que esa función es cumplida por una sección del Mosad ligada específicamente a la protección del cuerpo diplomático zabra. La disparatada “Infamia” llega a postular como una de las evidencias centrales (de su tesis) el hecho que determinados empleados del edificio de Pasteur lograron esquivar la muerte gracias a que habían sido informados previamente

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La bomba H

Fuente: Adrián Murano | TiempoAr Fecha: 21 de OCT 2018 El gobierno que chocó la economía acelera el naufragio con un patético culebrón político-judicial. «Yo ya estoy curtido, por mí pueden seguir, pero no controlo a mi mamá», dijo el ministro de Justicia, Germán Garavano. El motivo: la madre del funcionario amagó con denunciar a Elisa Carrió por los «ataques televisivos» de la diputada contra su hijo. El episodio es tan inofensivo como el pedido de juicio político que Carrió presentó contra el ministro, pero contiene una revelación: la descomposición de Cambiemos va más rápido que el calendario electoral. Aunque no hay fecha fijada, si se mantiene el esquema vigente las presidenciales deberían realizarse en el penúltimo fin de semana de octubre de 2019. Exactamente dentro de un año. Una eternidad para los –cada vez más– argentinos que viven al día, víctimas de un programa económico que activó la temida bomba H: la hiperinflación. La palabra maldita ya fue asentada en sus balances por multinacionales que operan en el país. La primera en mencionarla fue Telefónica. En un documento presentado a sus inversores, el grupo español señaló que «los datos sugieren que la inflación acumulada de los últimos tres años ha superado 100%, referencia establecida por la NIC 29». La sigla remite a la Norma Internacional de Contabilidad que se utiliza para los balances trimestrales y anuales de las empresas que cotizan en bolsa. La NIC 29 es el apartado que identifica a las economías que cursan un proceso de hiperinflación. Otras multinacionales que incluirán la sigla en sus balances son Danone, Unilever y Carrefour. Los argentinos, por cierto, no necesitan leer documentos de empresas extranjeras para saber que cada vez le sobran más días del mes al sueldo. Con precios que en el último año treparon por encima del 40%, e ingresos que con suerte perderán 20 puntos frente a la inflación, llegar a fin de mes se convirtió en una odisea. En otros tiempos, por mucho menos los sectores medios empobrecidos (o en vías de) hubiesen blandido sus cacerolas. Hoy, en cambio, las quejas se ahogan en el océano de las redes sociales. Suerte a medias para Macri: por las redes evita las cacerolas –que atraen a la tele–, pero en las redes las quejas se viralizan y acumulan, conformando un polvorín. ¿Es acaso ese creciente malestar lo que llevó a Carrió a tensar la cuerda interna? ¿La denuncia contra Garavano inició su desacople de un gobierno que se desmorona? La diputada tiene una larga tradición en esa práctica. Antes de Macri, Carrió abandonó o rompió todos los espacios políticos que conformó. Y con la misma excusa: su pretendida integridad moral. Puro teatro. Si de verdad sintiera alergia por las fortunas de origen sospechoso, Carrió jamás se hubiera acercado a un miembro del Clan Macri, a quien ella misma calificó de «mafia». Todo lo que ahora critica –los Nosiglia, Angelici, Caputo y Arribas, entre otros– ya estaban al lado de Macri cuando ella firmó su sociedad con el creador del PRO. ¿Le alcanzará el entrenado acting de fingir demencia para convencer al electorado de que recién ahora se enteró? Quién sabe: con la sugestión mediática adecuada, el vidrio molido sabe a miel.   Notas relacionadas:   El plan Lilita     Conte Grand y Carrió, una dupla al ataque     

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Los trabajadores en la mira

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 21 de OCT 2018 No es un invento del firmante de esta nota. Lo dijo Macri. “Cada uno tiene que cobrar lo que corresponde”,sostuvo el presidente en la inauguración de un parque eólico en la provincia de Chubut. “Nadie puede pretender cobrar más de lo que vale su trabajo porque deja a cientos de miles de argentinos sin trabajo.” El salario, argumentó además, es una parte de la “logística” de las obras. Pasó como pasa todo actualmente en este país sin merecer mayores comentarios ni reflexiones. Sin embargo, en esas palabras está la clave ideológica de este gobierno y su presidente. El lugar del trabajo y de los trabajadores es una clave central de la conformación histórica de la Argentina contemporánea. Perón entró en la historia por sacar de la oscuridad esta elemental premisa. Por recogerla de la historia del sindicalismo anarquista, socialista, comunista y socialcristiano. Por comprender que la negación de los derechos obreros era la causa principal de las grandes destrucciones, de las guerras civiles y la decadencia de las naciones. Ese impulso solidario constituye el elemento fundamental de la cultura política argentina contemporánea y fue el objeto principal a destruir por las agendas represivas y terroristas de las dictaduras durante los últimos 50 años de historia. La solidez material y moral de los movimientos de los trabajadores es una diferencia específica de nuestra historia. La baja del salario es el principio básico de la plataforma nunca escrita de la política oligárquica en el país. Es la clave de la “competitividad”, de la conquista de un lugar en el mundo, del equilibrio de las cuentas fiscales y hasta de la “armonía social”. Se necesita disciplinar la mano de obra argentina para ser un país ordenado, para terminar con los piquetes que obstruyen las calles, para ser un país normal, como lo son aquellos que no ponen en discusión la superioridad moral del capital sobre el trabajo. Hay en la oligarquía nativa envidia por el modo en que resolvieron este problema algunos países cercanos. Chile, por ejemplo, donde la dictadura pinochetista tuvo éxito en una reconstrucción material, cultural y moral que borró por muchos años la herencia de Allende y de la Unidad Popular. Mientras que aquí la politiquería de comité –incluida en ella buena parte del personal de las dictaduras cívico-militares– terminó siempre negociando con políticos y sindicalistas y conviviendo con la cultura populista. Macri es hoy el exponente principal de este diagnóstico político. Es esa su obsesión principal, el eje que organiza su utopía individualista, anti solidaria, falsamente meritocrática puesto que no se puede llamar mérito a la herencia familiar defendida con represión, persecución y muerte como ha sucedido de modo recurrente en nuestra historia. Por eso el apellido Moyano simboliza hoy la roca dura que el gobierno quiere horadar de una vez y para siempre. Los dirigentes sindicales que portan ese apellido merecen muchas críticas de las que esta página no se ha abstenido. Pero el lugar político y estratégico de los Moyano se explica por circunstancias irreductibles a las conductas que suelen ser objeto de esas críticas, dos de ellas fundamentales: la fuerza material del sindicato de camioneros – unida a su peso en la vida pública del país, en “la calle”– y la consecuencia de estos dirigentes en su defensa, que incluye la invulnerabilidad ante las amenazas del poder. Ese apellido tiene hoy un significado concreto : es la representación del país que no tiene miedo al apriete político, mediático y judicial. Y ese significado es cardinal en la etapa que viene porque el gobierno ha perdido toda capacidad de atraer esperanzas populares. Le queda la publicidad y el látigo. Y no hay estrategia de marketing que pueda sobrevivir a lo que hoy es una evidencia: lo que queda del período de gobierno asoma como un tiempo de sufrimientos para la gran mayoría de los habitantes de este país. De modo que es altamente probable que el poder político se vaya desplazando hacia una mayor centralidad del ministerio de seguridad. Por su parte, el juez Carzoglio ha producido un hecho trascendente: se ha opuesto a un nuevo abuso judicial macrista y no dio la orden de detención a Pablo Moyano. Se colocó así en el ojo de la tormenta; rápidamente se desató la jauría periodística contra su persona y con la misma rapidez el procurador de Vidal lo amenazó con el procesamiento por falso testimonio. Estos hechos son relevantes. Porque son un palo en la rueda del más grande ataque contra el estado de derecho desde 1983, que consiste en convertir a uno de los poderes de la república en una agencia de persecución, provocación y hostigamiento de la vida política democrática. Después de la decisión de este juez tienen otra potencia muchas voces de dentro y fuera del poder judicial que vienen impugnando el atropello autoritario. Y empieza a aparecer la inquietud en la corporación judicial sobre la suerte que puede esperar a algunos de los alfiles principales del macrismo en su tarea de someter al poder judicial a sus arbitrios, que consisten en despejar la ruta para el triunfo de un proyecto neocolonial en el país. La relevancia del hecho consiste también en que los objetos de la persecución provisoriamente desbaratada son referencias principales del movimiento obrero. Y esto en tiempos en que uno de los filos de la contrarreforma judicial de facto que está en marcha apunta a debilitar el fuero laboral con el fin de producir desde  los fallos judiciales las reformas legales para las que no han conseguido mayorías parlamentarias. En suma, el trabajo está en el centro de la escena política argentina. Macri lo ha puesto allí con la insólita frase mencionada al comienzo de esta columna. Como un contra homenaje al aniversario número 200 del nacimiento de Karl Marx, la frase presidencial deroga por decreto la teoría de la plusvalía. Desde ahora sabemos que las patronales, cuyo lugar en el mundo es la beneficencia, han estado contratando trabajadores aun

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El facho de al lado

Fuente:  Luis Bruschtein | Página 12 Fecha: 20 de OCT 2018 Intolerancia y violencia, los nuevos invitados del macrismo, no tan lejos de Bolsonaro, son mensajeros de la sociedad que se avecina. El chofer que fue detenido en Ezeiza por el cartel “Pan para el mundo”, el juez y el abogado que fueron agredidos por policías en Mar del Plata porque estaban en “actitud sospechosa”, las chicas del Pellegrini que fueron encerradas por los patovicas del boliche Mandarine Park por llevar pañuelos verdes y el grupo de supuestos padres que irrumpió en la escuela número 8 de La Plata para impedir que se dictara la materia de educación sexual fueron noticias secundarias que aparecieron esta semana desparramadas en las páginas interiores de algunos medios o circularon por las redes. Aparecen como hechos secundarios, pero están en el corazón de la sociedad autoritaria, intolerante y regresiva que comienza a instalarse a partir del discurso neoliberal traducido por el amarillismo excluyente de los medios oficialistas y las campañas informáticas. Fue chistoso que mandaran al chofer a buscar a dos miembros de una ONG internacional denominada “Pan para el mundo” y que lo detuvieran para interrogarlo por sospechoso de subversión. Pero no fue chistoso. En Mar del Plata, Claudio Spinelli trató de defender a un hombre que había sido interpelado y maltratado por los policías Héctor Gutiérrez y Daniel Salerno. Y Spinelli terminó aplastado en el suelo, con el brazo retorcido mientras lo esposaban. Entonces intervino el juez laboral Humberto Noel que se encontraba allí por casualidad. El juez llamó la atención de los policías porque Spinelli es un conocido abogado local. Y los policías, al igual que las personas que se encontraban en el lugar, insultaron al juez. “Corrupto”, “garantista”, “vergüenza de la Nación”, le dijeron a coro. En el boliche Mandarine Park, en la CABA, se iba a realizar una fiesta de egresados. Cuatro chicas, dos de ellas menores, fueron interceptadas por los gorilas de la puerta y encerradas en un cuarto donde fueron maltratadas mientras los tipos reivindicaban a la dictadura. El ultraje a las pibas, estudiantes del Carlos Pellegrini, fue porque llevaban el pañuelo verde en sus mochilas. En La Plata, un grupo de personas con el pañuelo celeste intentó interrumpir por la fuerza las clases en la escuela media Pedro Benoit para impedir que se impartiera la materia Educación Sexual Integral. Fueron interceptados en el patio y retirados hasta la puerta por alumnas y profesores, con los que discutieron. “Si sos mujer, tenés vagina y si sos hombre tenés pene, andá al baño a mirarte”, le dijo un hombre a una piba que le discutía. “Vamos a perseguir a los aborteros como se persigue a los narcotraficantes”, dijo otro en medio del griterío. Son señales de algo que está sucediendo en la sociedad. Hacía mucho tiempo que estas situaciones no se veían en un país que vivió tiempos de dictaduras durante las que se medía el largo de las polleras de las chicas y del pelo de los varones. Una sociedad cuya policía se dedicaba a allanar hoteles para sorprender a maridos o esposas infieles y donde se iba preso por dejarse la barba, el pelo largo o simplemente por no llevar el documento de identidad. El país de los prejuicios, de los guardianes de la moral y los hipócritas, que es el país de la violencia y el atraso de las dictaduras militares. Hubo treinta años donde el país se esforzó por poner distancia de esas aberraciones cavernícolas y ahora están aquí, naturalizadas, imbricadas en un sentido común hegemónico que otorga ese poder arbitrario a la represión porque todo su esquema se organiza alrededor de esa idea de orden maniatado y amordazado. Los hechos se produjeron en una semana donde la opinión pública –incluyendo a los macristas de Cambiemos– se escandalizó por situaciones similares generadas en Brasil por simpatizantes del candidato ganador de la primera vuelta, el fascista Jair Bolsonaro. Es gracioso cómo a la derecha argentina le molesta verse reflejada en la imagen de Bolsonaro, al punto de que un columnista de La Nación no pudo reprimirse y, para evitar cualquier equívoco, afirmó que la Bolsonaro argentina es Cristina Kirchner cuando, a todas luces, es lo opuesto, pero también es lo opuesto a ellos, lo cual los pone a ellos junto al fascista del país hermano. El kirchnerismo (y el peronismo en general) es un espejo que les devuelve una imagen que no les gusta. Les agrada imaginarse modernos, democráticos, campeones de la tolerancia, y algunos hasta como progresistas, pero ese espejo los desnuda como lo que son. Se dice con bastante razón que no hay que abusar del término fascista. Pero es difícil encontrar otra palabra para calificar a un tipo que avala la tortura y las dictaduras militares, que considera inferiores a los negros y las mujeres y que prefiere a sus hijos muertos antes que homosexuales. También se dice que la mayoría de las personas que votaron a Bolsonaro no son fascistas, pero lo serán a medida que el poder político y mediático vayan naturalizando ese discurso. Así pasó en Italia y en la Alemania nazi. Hay una tendencia a la derechización en todo el mundo, salvo pocas excepciones que resisten a esta nueva noche de la humanidad caracterizada por una restauración conservadora que provoca grandes cataclismos económicos y profundas desigualdades. Pero es cierto que muchas de las personas que votaron a Bolsonaro todavía no son fascistas. Se dice también que el aterrizaje de los gobiernos conservadores se debe a los límites de los gobiernos populares que los precedieron y a la falta de sensibilidad o capacidad para dar respuesta a reclamos muy instalados en la sociedad sobre la corrupción y la seguridad. Pero esos reclamos constituyen solamente una parte de la realidad. Los gobiernos del PT en Brasil impulsaron políticas de salud, educación, vivienda y distribución de la riqueza que duplicaron la clase media y sacaron a millones de personas de la pobreza en un fenómeno que nunca antes se había

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¿Cómo defendemos las instituciones?

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 07 de OCT 2018 ¿Es antidemocrático expresar el deseo de que se vayan los actuales gobernantes? Cada vez que alguna persona públicamente conocida se pronuncia de ese modo se activa el piloto automático del periodismo monopólico -incluido su segmento más “neutral”- para repudiar esos dichos. La voz de orden es la “defensa de las instituciones”. Hace diez años no era así como pensaba el actual presidente y su partido, cuando la furiosa manipulación política de la tragedia de Cromañón habilitó el juicio político contra Aníbal Ibarra en la ciudad de Buenos Aires y generó las condiciones para el ascenso de Macri al centro de la escena política nacional. La presidencia es, por cierto, una institución de las más importantes de la república pero su duración en el cargo no lo es, en la medida que la Constitución habilita el juicio político en su contra, dadas ciertas premisas y cumplidos ciertos procedimientos. Claro que para la memoria política argentina, la cuestión no es solamente un problema de leyes y de constitución, sino que está atravesada por el mal endémico de la república durante gran parte del siglo anterior. La intervención pretoriana de las fuerzas armadas -casi siempre a nombre de las oligarquías legales y con un sentido de persecución e injusticia- generó una legítima y muy mayoritaria valoración por el cumplimiento del mandato presidencial. Cuando recuperamos el estado de derecho y el voto realmente universal, sin vetos ni proscripciones, el deseo colectivo de que sea el voto popular el que juzgue el desempeño del presidente se convirtió en una de las premisas del buen funcionamiento de las instituciones. Sin embargo, en dos ocasiones desde entonces los presidentes no terminaron su período de gobierno; fue el caso de Alfonsín y de De la Rúa, quienes, en ambos casos rodeados de un clima de crisis general y de desorden social, renunciaron anticipadamente. Un lugar común de la ignorancia disfrazada de análisis político atribuye a la acción de la oposición peronista esas crisis y esas alteraciones de los tiempos institucionales previstos. Claramente no fue la oposición la que en diciembre de 2001 ordenó la cruel represión que terminó con la muerte de decenas de personas en aquellas caóticas jornadas. La duración estricta del mandato del gobierno es un principio que no rige en buena parte de los actuales regímenes democráticos. Una parte importante de ellos son gobernados por regímenes parlamentarios, muy diferentes entre sí pero con el principio común de que el jefe de gobierno no puede mantenerse en su cargo desde el mismo momento en que pierde el apoyo de la mayoría de los parlamentarios. Un debate muy transitado en las últimas décadas -a veces casi excluyente entre politólogos y constitucionalistas-gira en torno de las bondades y de los problemas del presidencialismo y el parlamentarismo. Esta nota no se internará en ese territorio. La mención se limita a quitarle a la duración del mandato la aureola de santidad que lo identifica con el “buen funcionamiento de las instituciones”. ¿Puede hacer lo que quiera un gobierno mientras dura el período previsto para su recambio? ¿Es la duración prevista del mandato un valor superior al “bienestar general”, para mencionar el principio que invoca el preámbulo de nuestra constitución? Claro que, llegados a este punto, aparece el obvio problema de quién puede determinar cuándo se está actuando en la dirección de ese principio o cuándo no. Pero justamente de eso se trata, de la deliberación política. Y no de su reemplazo por candorosas o fraudulentas apelaciones a la defensa de las instituciones como modo de enfrentar fuertes y fundados cuestionamientos a la actual gestión de Macri. Una impresionante maquinaria mediática trabaja hoy para defender una serie de formulaciones que emite el gobierno: tormentas, cosas que pasan, esfuerzos circunstanciales del pueblo y futuros luminosos. Hoy ni los más acérrimos ideólogos del neoliberalismo otorgan crédito a esos productos de la publicidad, que a medida que pasa el tiempo se van volviendo ya no solamente mentirosos sino también ofensivos y provocativos para una gran parte de nuestra sociedad. El debate es político y no jurídico. Hay que dirimir lo que políticamente conviene y después darle el marco jurídico, sin olvidar que detrás de lo político y lo jurídico se juegan vidas, proyectos individuales y colectivos, derechos elementales que nadie que se reclame democrático puede ignorar. Claro, lo mejor es que esos debates políticos tengan lugar en el proceso de elecciones presidenciales para las que no falta tanto tiempo. Pero tampoco se puede ignorar o degradar la suerte concreta de millones de argentinos, bajo el argumento del respeto por los tiempos institucionales. Nadie puede negar que el deseo de que esta lamentable experiencia política termine lo más rápido que se pueda abarcar a una parte importante de nuestro pueblo. Se trata, claro, de una parte que no es la dueña de los grandes medios, ni influye gran cosa en la conducta de los tribunales, ni dispone de grandes capitales. Pero así y todo existe. Se pronuncia, sale a la calle y protesta. No son facciosos ni provocadores ni antidemocráticos; simplemente tienen un juicio o un punto de vista. Tan respetable, en principio, como los de quienes por conformidad con las políticas en curso o temor por las derivas de la crisis, prefieren mantener este estado de cosas hasta la elección. Por eso la retórica del presidente en los últimos días, esa que habla del “veneno social” y de las “personas envilecidas” tiene que ser repudiada. Porque tiene el designio de suplantar el debate político por la amenaza. Desde que empezó la gestión, ese discurso está en primer plano. Y ya acumula mucho dolor, mucha persecución y mucha violencia. Y ya que de instituciones estamos hablando, no está demás decir que mal se puede defenderlas apoyando y/o aceptando la entrega del poder de decisión soberana sobre nuestros recursos y nuestras políticas a las manos del FMI como hizo y hace este gobierno. ¿Tiene más importancia la duración del mandato presidencial que el ejercicio

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Detrás del maquillaje

Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la Luna Fecha: 07 de OCT 2018 El lunes 1° de octubre el ex juez Carlos Rozanski, el constitucionalista Eduardo Barcesat, el diputado nacional Horacio Pietragalla y el Llamamiento Argentino Judío presentaron una denuncia ante la justicia federal contra Mauricio Macri. El motivo de la imputación fue un mensaje difundido a través de su cuenta oficial, de la red social Twitter, en la que utilizó fraseología literal extractada del libro Mein Kampf (Mi Lucha) de Adolf Hitler. En el mensaje de Macri se empleaban los conceptos de “veneno social” y “personas envilecidas”, con que el dirigente nazi se remitía, en el primer cuarto del siglo XX, a quienes consideraba sus enemigos,  judíos y comunistas. La presentación realizada en la justicia federal recayó en el juzgado de María Romilda Servini de Cubría y la fiscal actuante será Paloma Ochoa. [1] La denuncia detalla que el primer mandatario incitó a la violencia colectiva contra opositores políticos al identificarlos como “veneno social”, y convocó a su aislamiento cual si fuesen sujetos leprosos en plena modernidad tardía. La apelación a esa persecución contra quienes sustentan opiniones divergentes no mereció ningún comunicado por parte de la AMIA ni la DAIA. Ambas entidades se han alineado como indudables apéndices del gobierno macrista y se encuentran más preocupadas en eludir los escándalos sexuales y las acusaciones de abuso contra sus dirigentes, antes que repudiar discursos repudiables como éste. El marketing que rodea a la derecha empresaria argentina, agrupada en el PRO y Cambiemos, no ha podido desligarse de la pátina discriminatoria que le es intrínseca y que está grabada en los inicios de su conformación histórica. El modelo hegemónico actual de los sectores reaccionarios es una combinación entre programas económicos neoliberales, autoritarismo represivo recubierto por fraseología jurídica y blindaje mediático. Mediante la articulación inestable de esos componentes se ha buscado disimular las banalizaciones de los Derechos Humanos y el carácter estigmatizador hacia diferentes sectores sociales, especialmente hacia los sectores populares, los migrantes, las mujeres y las orientaciones sexuales disidentes. Sin embargo, un racconto mínimo de los deslices discursivos muestra con claridad aquello que se ha pretendido enmascarar un lustro atrás como la expresión de una nueva derecha. En diciembre de 2010, a raíz de la ocupación del Parque Indoamericano, en la Ciudad de Buenos Aires, tanto Macri como su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, atribuyeron la intrusión en Villa Soldati como el producto de una “inmigración descontrolada”, catalogando despreciativamente a quienes se veían en la necesidad de ocupar tierras ante la carencia de viviendas. El 12 de septiembre de 2013, luego de ser parte de una rememoración sobre el Holocausto (sufrido durante la Segunda Guerra Mundial por gitanos, discapacitados, homosexuales, Testigos de Jehová y judíos), el actual Presidente afirmó que “hay que terminar con el tema de la memoria… hay que mirar para el futuro… dejar el pasado atrás”. Pocos meses después, su principal consejero comunicacional, Jaime Durán Barba, afirmaba suelto de cuerpo que “Hitler era un tipo espectacular”. El 22 de abril de 2014 el ingeniero recibido en la UCA señaló que “a todas las mujeres les gustan que les digan un piropo. Aquellas que dicen que no, que se ofenden, no les creo nada. No puede haber nada más lindo…, por más que esté acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo que tenés”. El 21 de marzo de 2015 sugirió, convencido, que la homosexualidad es una enfermedad y un homosexual “no es una persona ciento por ciento sana”. El desprecio por migrantes, la memoria de las víctimas y la misoginia se ha sumado al permanente etiquetamiento hacia los mapuches. Su estigmatización redundó en dos asesinatos aún velados por los vericuetos de una Justicia dispuesta a trabajar al servicio de los poderosos. La recurrente adjudicación de supuestos componentes subversivos y terroristas entre los activistas de los pueblos originarios fue utilizada por el macrismo, además, para asociarlos al chavismo venezolano. Esto motivó que en diciembre de 2016 el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) difundiese cuestionamientos hacia la Argentina en relación con la situación de pueblos originarios, los afrodescendientes y los migrantes, “quienes enfrentan un agravamiento de su discriminación”. Por su parte, el secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj subrayó el 25 de agosto de 2016, en relación a la Shoá, que nunca se pudo determinar fehacientemente si las víctimas “fueron 6 millones ó 5 millones”. Su intención fue minimizar la bandera de los 30.000 desaparecidos, cuyo número fue puesto en duda reiteradamente por varios funcionarios gubernamentales. En ese mismo tenor de desprecio e ignorancia, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, definió a los nazis el 26 de marzo de 2017 como parte de una “dirigencia que no supo unir”, en un acto realizado en la Casa de Ana Frank en Ámsterdam. Tiempo antes, en una gira por el sur del país, expresión que era necesaria una “nueva campaña al desierto” esta vez de índole educativa. Existen menos distancias entre Bolsonaro, Trump y Macri de lo que se supone. Los tres son la expresión de un modelo restrictivo de las garantías y libertades públicas, mediadas por específicas particularidades nacionales. El supremacismo injerencista del presidente de Estados Unidos, la prepotencia militarista y represiva de Bolsonaro y los lapsus hitleristas de Macri responden a patrones sustentados en una raíz común: la restricción a la democracia, la conservación de privilegios y la apelación a la resolución violenta de los conflictos sociales. El neoliberalismo siempre se ha presentado con bigotito chaplinesco. La imagen principal es de Sebastián Miquel [1]. Denuncia completa: https://bit.ly/2zKZ385

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La Revolución de la Alegría

Fuente: Hugo Presman | La Tecl@ Eñe Fecha: 02 OCT 2018 En la Argentina, todo lo que se inició como “revolución” (en realidad desde la contrarrevolución) terminó, como no podía ser de otra manera, en un gigantesco fracaso: Revolución Libertadora, Revolución Argentina, Revolución de la Alegría. La primera, los hechos la transformaron en “fusiladora”; la encabezada por Juan Carlos Onganía fue arrasada por los vientos que venía a controlar; y ahora padecemos la Revolución de la Alegría, que seguramente la historia le aplicará un adjetivo altamente descalificador. Toda restauración en nuestro país tiene matices pero un mismo propósito: terminar con el populismo en aras de regresar a la “racionalidad”. Pero acá es cuando las palabras cambian su significado. En el diccionario del poder, se denomina “fiesta” cuando las mayorías mejoran su situación, se amplían sus derechos y acceden a bienes y servicios de los que carecían. Para los artífices de esta “Revolución de la Alegría”, se llama fiesta a la posibilidad de que los asalariados puedan comprar un aire acondicionado, un celular, cambiar la heladera, una estufa o un lavarropa; tener paritarias libres, acceder por primera vez a la universidad, lograr leyes de protección del trabajador rural y de las empleadas de casas particulares; acceso a la jubilación de millones de argentinos que quedaron a la intemperie por los propulsores de las AFJP; establecer la igualdad de género por ley; entregar computadoras en las escuelas; implementar planes FINES para que terminen el secundario los que no habían podido hacerlo. Esto es apenas un muestrario reducido de un enorme collar de conquistas. Hoy en la Revolución de la Alegría, no sólo que todo lo obtenido es sistemáticamente destruido o queda muy lejos, sino que los beneficiarios de “la fiesta” no pueden comprar lo que antes sí podían ni tampoco los pueden usar porque la electricidad, el gas, el transporte han tenido aumentos siderales. Las boletas de los servicios despiertan ansiedad y angustia de tal magnitud que Alfred Hitchcock hubiera envidiado. Y hay que desmentir que el macrismo haya procedido falazmente cuando habló de la Revolución de la Alegría. Porque hay quienes tienen una alegría desbordante, aunque sean muy contenidos y no la expresen, e incluso que hasta para disimular formulen algunas críticas de circunstancia. Los especuladores financieros, los exportadores, los bancos, el multimedio Clarín, los blanqueadores, los fugadores de dólares, los CEOS que integran el gobierno en diversos niveles, la mayoría de los cuales tienen su patrimonio en dólares y en el exterior, tienen una alegría desbordante. Es decir: Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta no mintieron cuando hablaron de “La Revolución de la Alegría”. No tuvieron tiempo de decirte que era para poquitos. El resto tiene que pagar la fiesta. Ahí la están pagando: las miles y miles de empresas que cierran, los obreros desocupados que engordan el índice de desocupación, los jubilados con haberes que cada vez quedan más lejos de los precios de sus necesidades básicas, con las prestaciones reducidas del PAMI y los remedios gratuitos reducidos a su mínima expresión; los trabajadores que aún tienen trabajo con sus sueldos devaluados y con el amenazante telegrama de despido como disciplinador, los maestros con sus sueldos depreciados y cientos de escuelas cerradas; los hospitales desguazados, del cual el Hospital Posadas es un símbolo, por cuyos corredores circulan más gendarmes que médicos, las industrias arrasadas, los científicos e investigadores arrinconados como si fueran innecesarios y que no tardarán en reemplazar el CONICET por Ezeiza, y a un orgullo nacional como el INVAP reducido en su actividad y posibilidades. En el país de “La Revolución de la Alegría” los ciudadanos votan, pero el presidente sólo les habla a los mercados. En el país de “La Revolución de la Alegría” los ciudadanos votan, pero el que gobierna es el FMI. En el país de “La Revolución de la Alegría” se hacen presupuestos donde se suprimen o se limitan los subsidios a los discapacitados o se raciona la leche de los merenderos. La fiesta hay que pagarla con la desnutrición infantil, con la indigencia creciente, con los sin techo durmiendo en las veredas, en los espacios que dejan los locales cerrados. En el país de “La Revolución de la Alegría” no existe la economía real. Como en un casino donde sólo se habla de la ruleta, los tragamonedas, Black Jack, Craps, Bingo, Punto y banca, aquí sólo importa la cotización del dólar, las tasas de interés, los bonos con todo tipo de denominaciones como Bonar, Lebac, Bono Dual (PEDO) Bote, Letes, Lecap, Leliq, y siguen los nombres. En el país de “La Revolución de la Alegría” hay una racionalidad extraña: los que ganan en dólares, pagan las retenciones en pesos y los que ganan en pesos, tienen que pagar servicios, combustibles y peajes, los derivados de las materias primas que se exportan, dolarizados. En este país tan particular, los derechos de los trabajadores son considerados privilegios, y los privilegios de los poderosos, derechos. En el país de “La Revolución de la Alegría” la política exterior es un manual de genuflexión hacia los países poderosos con especial preferencia hacia EE.UU En el país de “La Revolución de la Alegría” lo que se quiere extirpar es lo que el populismo le dio a “los nadies”: dignidad. Esa dignidad expresada sintéticamente por un cabecita negra, que ningún manual de sociología podría sintetizar con tanta precisión,  al preguntársele por qué es peronista, respondió: “Porque desde que estuvieron Perón y Evita, nunca más tuve que mirar al patrón o al policía, bajando los ojos” En el país de “La Revolución de la Alegría”, al Poder Judicial, que no es la justicia, con mayor intensidad que en otros gobiernos, medios hegemónicos, poder económico, el macrismo y la embajada norteamericana, le escriben muchas de las sentencias. En el país de “La Revolución de la Alegría” Cristina Fernández, según la precisa definición de José Pablo Feinmann es “el hecho maldito del país neoliberal” En el país de “La Revolución de la Alegría” pocos, muy pocos están eufóricos

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Escenarios

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 23 de SEPT 2018 Cuando Maurizio Macrì pisa el umbral del último año de su mandato, los aprontes para la sucesión, tanto en la Alianza Cambiemos como en los peronismos, coinciden con el debate de las distintas posiciones ante el proyecto de presupuesto elaborado bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional y con las cambiantes tácticas oficiales para contener la disparada del dólar. El vocero del Fondo, Gerry Rice, dijo que ese presupuesto es “una parte fundamental del plan de las autoridades para fortalecer la economía argentina y dar confianza”.  Extraoficialmente el gobierno hizo trascender que además de adelantar los desembolsos previstos en el acuerdo de mayo, el FMI ampliaría el préstamo a 65 o 70.000 millones de dólares y esto bastó para que el dólar se tomara un respiro. El acuerdo se anunciaría el lunes 24, cuando Lagarde reciba a Macrì en Washington. La tradición nacional Incrementar entre el 30 y el 40% los ya insólitos 50.000 millones del FMI es una desmesura que recuerda la admiración con que hace 130 años la revista británica The Banker sostuvo en su artículo Gaucho Bankingque “en materia monetaria, la imaginación de los argentinos no tiene límites”. Un cuarto de siglo más tarde, el viajero francés Jules Huret escribió sus impresiones sobre el país: “Hay una elite de hombres, entre el Jockey Club y el Club del Progreso, entre Florida y la Plaza de Mayo, que irradia hacia todos los centros de la actividad nacional. Tiene los ojos puestos sobre las buenas oportunidades de compra y venta de tierras, los datos confidenciales de la Bolsa y los precios que le llegan. Conoce las grandes empresas que se van a crear, las concesiones forestales que restan por otorgar, los proyectos de construcciones de fábricas, de molinos, los ingenios, las concesiones de ferrocarriles, de puertos, los contratos proyectados para proveer maquinarias y herramientas, las grandes obras públicas a emprender. Esta élite sabe todo esto y cuenta con los medios más seguros —y a veces los más oscuros y torcidos— para adelantarse a los competidores, bajo el ojo vigilante del capitalismo inglés y del capitalismo belga”. En 1911, cuando Huret firmó estas observaciones, el primer Macrì no había llegado a la Argentina, donde se casó con la heredera de una de las mayores familias terratenientes, ni habían nacido los primos Toto y Nicky, todos ellos entusiastas cultores de la tradición nacional. La ampliación a 65 o 70.000 millones de dólares surgió durante las negociaciones del ministro Nicolás Dujovne con la madame del FMI, Christine Lagarde. La solicitud inicial del gobierno fue que se adelantaran los desembolsos previstos en el acuerdo stand-by para 2019 y 2020. La objeción obvia fue que quien sucediera a Maurizio Macrì encontraría secas las pilas de todos los timbres financieros por apretar. Esto es grave, dado que nadie cree que en medio de una profunda y duradera recesión la inversión privada pueda entibiar la era del hielo económico. Así se realizara el 100% de las obras viales licitadas con el régimen de participación público-privada (PPP), sería apenas una gota en el terreno reseco por el derrumbe del consumo privado, cuya incidencia en el PIB es del 75% contra menos del 20% de la inversión. El tercer componente de la demanda agregada es el saldo comercial. La proyección de crecimiento en el presupuesto es inverosímil, dada la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el proteccionismo generalizado y la caída de los precios de los productos que exporta la Argentina. De hecho, lo que sigue creciendo es el monto de las importaciones. La única verdad es la economía real El presupuesto merece un análisis detallado, que se realiza en otras notas de esta edición. Aquí basta con señalar esas inconsistencias. Suponer que dentro de 15 meses se podrá comprar un dólar por los mismos 40 pesos que la última semana, cuando la inflación prevista para este año se acerca al 50% y para el próximo oscila entre el 20 y el 30%, es un prodigio de imaginación de cuyo cumplimiento los técnicos del FMI no pueden tener ninguna expectativa de cumplimiento. Si simularan lo contrario (y hasta ahora no hay más que expresiones genéricas de buena voluntad y versiones sin fuente responsable) habría que buscar en otro lado las razones. Por vía de hipótesis: en noviembre sesionará en Buenos Aires la cumbre presidencial del G20 y hasta entonces el sistema financiero global hará todo lo necesario para sostener al actual gobierno argentino, porque cualquier cambio en menos de dos meses sería una complicación que las potencias mundiales prefieren ahorrarse; la burocracia del Fondo ató su suerte a la de Macrì, de modo que un nuevo default daría lugar a una purga implacable; cada dólar que ingresa al barril sin fondo del Tesoro y el Banco Central sirve para proveer la materia prima indispensable para la fuga, que es una pieza central del régimen de valorización financiera del capital que reapareció en 2015. el gobierno estadounidense está aprovechando la permeabilidad del argentino para avanzar temas centrales de su agenda, como el control de la producción de petróleo y gas no convencionales y de la presencia china en la región; la militarización de las fronteras con el pretexto del narcotráfico y la criminalización de la protesta social alegando que se utilizan métodos terroristas. El horrible proyecto de ley antiterrorista de Macrì fue inspirado por los amigos norteamericanos. En los últimos meses han pasado por Buenos Aires tres oficiales superiores de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos: el secretario de Defensa, general James Mattis; el jefe del Comando Sur, almirante Kurt Tidd, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Mark Milley. más recursos implica lubricar la bicicleta financiera (su nombre más elegante es carry trade), con nuevos productos surgidos de la imaginación sin límites que asombraba a la revista de los banqueros ingleses en 1888. Después de las LEBACs y las LETES ahora es el turno de las LECAPs, Letras del Tesoro Capitalizables que ofrecen ganancias suculentas a quienes

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País de enemigos

Fuente: Graciana Peñafort | El cohete a la luna Fecha: 23 de SEPT 2018 Una de las partes más tristes de perder a alguien que querés y con quien conviviste, es ese momento espantoso en el cual no tenés más opción que reacomodar y deshacerte de las cosas que dejó ese otro tan querido como ausente. Nunca estás más solo que en ese momento en que sos el único que toma decisiones en un espacio que supo ser común. Y que ya no lo es. Cuando abrís un cajón para vaciarlo y todo tiene un olor que reconoces como cotidiano y que sabes va a desaparecer con el correr de los días. Doblar la ropa de otro que ya no va a usar. Seleccionar qué conservar y qué no, entre papeles y objetos que aun guardan el rastro de esas otras manos. El dolor infinito de desarmar lo cotidiano. Recuerdo la última vez que me separé. Recuerdo con especial dolor el momento en que tuve que sacar de la mesa de luz los libros de él, que habían quedado ahí. Fue lo último que hice. Pasé meses sin poder tocar esa mesa de luz ni los libros que ahí estaban. Dormía de espaldas a esa mesa de luz hasta que pude hacerlo. Y cuando conseguí juntar fuerzas, valor y resignación y sacar esos libros, lloré desconsoladamente durante horas. Y yo era afortunada. Solo era una separación. Sabía —y sé— que sólo se trataba de un desarmar un mundo de dos que se había acabado. Pero que en el mundo aun estábamos los dos, intentando volver a ser felices. Cada uno por su lado. Me consoló saber que estábamos vivos. Que ese final, por doloroso que fuese, era también un principio. Cuánto más terrible y triste de modo irremediable si hubiese tenido que hacer todo esto en el contexto de una muerte. Yo no sé si CFK es una sentimental. Pero el fin de semana pasado me acordé del dolor de sacar los libros de la mesa de luz, cuando ella mostró lo que Bonadío había hecho en su casa de Calafate. Porque recordé que en esa casa es donde Néstor murió. Deseo fuertemente que CFK no haya tenido las memorias de su cotidianeidad con Néstor ahí, a merced de Bonadío. O que no le tenga apego a ese tipo de cosas. Que lo que hizo ese juez, por el modo en que lo hizo, sólo haya sido un ultraje a la propiedad y no a la memoria. Esta semana como pocas quedaron de manifiesto las múltiples facetas del Poder Judicial. En Mendoza se dictó sentencia por los delitos de lesa humanidad cometidos contra 86 víctimas de la última dictadura militar. Fue el Tribunal Oral Federal Nº 1. Mientras tanto, la Cámara Federal de Apelaciones de Mendoza tuvo una efímera secretaria, cuya designación fue tan dura y públicamente cuestionada en virtud de carecer de los antecedentes y la experiencia mínimos para ser designada en ese cargo, que finalmente renunció a su sorprendente promoción. Más lejos de las montañas azules con las que crecí y que extraño, la Cámara Federal de Apelaciones de Comodoro Py está a punto de recibir a su más flamante miembro. Tampoco concursó para ocupar ese lugar, sino que fue trasladado por el Consejo de la Magistratura. Que en estos días parece más una agencia de turismo interno de jueces que el órgano que constitucionalmente tiene a su cargo seleccionar mediante concursos públicos postulantes a las magistraturas. Y no es que los concursos sean una maravilla, a decir verdad, pero parecen un poquito menos caprichosos que estos traslados a dedo, sin mayores justificativos que la voluntad política de colonizar instancias judiciales. El flamante miembro de la Cámara de Apelaciones de Comodoro Py será uno de los jueces que deberá resolver las apelaciones que como catarata cayeron sobre la resolución del doctor Claudio Bonadío, que ordenó los procesamientos de muchos en la causa de la fotocopias del cuaderno de Centeno, el chofer con aspiraciones literarias. Las 551 páginas de la resolución de Bonadío son claro ejemplo de dos cosas: de lo mal que funciona una parte de la justicia federal sin controles y sin límites constitucionales y de las muchas veces que escribo Bonadío en esta computadora, tantas que al olvidarme del acento, me aparece el corrector señalándome que está mal escrita la palabra Bonadío. La coincidencia, puedo afirmar, no es casual. Sé que muchos no han podido leer la resolución. Entre otras cosas porque estuvo sólo un breve lapso disponible en la página del Centro de Información Judicial de la Corte Suprema. Señalan los que conocen los pasillos de la Corte que es eso una consecuencia del pequeño golpe de estado que sufrió Lorenzetti y que impactó también en la conducción del CIJ. He sido siempre muy crítica con el funcionamiento del CIJ pero señalo que en cualquier caso, la publicación de las sentencias es un aporte imprescindible al ejercicio del derecho a la información de la sociedad. Prefiero que exista el CIJ a que no exista. Y prefiero que publique las sentencias a que no las publique. La directora del CIJ explicó que son los jueces de primera instancia quienes deciden qué sentencias se publican en la página del CIJ y cuáles no. La breve publicación de la sentencia me hizo sospechar, en un arranque de optimismo carente de fundamento, que Bonadío tuvo un atisbo de vergüenza por lo que había escrito y por eso prefirió que nadie más lo pudiera leer. Sé que no fue así. Bonadío sabe que su sentencia es un verdadero mamarracho y que la única forma de validarla es que las personas no la puedan leer y sólo pueda leer lo que otros dicen de esa sentencia. Va una última reflexión estúpidamente optimista. Bonadío tiene más confianza en los múltiples house organs que en la solidez de sus escritos como juez. Ante esa falta de confianza, la solución del poder fue nombrar jueces de apelaciones que estén dispuestos a olvidar lo que saben

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