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Cristina como parteaguas

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 30 de DIC 2018 La obviedad periodística suele decir que no hay una oposición unida y que el parteaguas de la oposición es la figura de Cristina Kirchner. Reconozcamos que no es habitual que a ese descubrimiento se le agregue la pregunta: ¿por qué? por qué semejante drama existencial alrededor de un nombre y un apellido. Algunos profesionales de la política peronista suelen decir cosas tan interesantes como que el límite de la unidad es que ésta no incluya corruptos. Y por supuesto los medios confirman, exaltan, argumentan acerca de ese hecho tan obvio y natural como es que en medio de la catástrofe económica, la discusión política en el peronismo tenga como centro excluyente la corrupción estatal. Una versión un poco menos desfachatada explica el fenómeno de la innegable centralidad de Cristina en el hecho de que el gobierno la busca como su contrincante. Es decir, no sería la dinámica de la discusión opositora la que la coloca en el centro sino una maquinación demoníaca –y como tal omnipotente– del dispositivo publicitario que lidera Durán Barba. Una vez más, no hay quien se pregunte por qué es posible que la decisión estratégica de un grupo de sabios se imponga de modo tan contundente. Pero en todos los casos ocurre que el periodismo (léase la coordinación ideológica del partido político del establishment) tiene en su ADN la práctica de no complejizar los argumentos más allá de lo que es compatible con una cierta interpretación del mundo. El hecho es que CFK es el centro de la escena política argentina. Si hay alguien que lo reconoce abierta y permanentemente es el macrismo: cada vez que hay que embarullar la agenda política, cada vez que un zarpazo de los poderosos, como el de estas horas, sacude el ambiente popular hay a mano una foto de la ex presidenta vinculada con  la investigación de un acto ilícito. En el propósito de esta nota no está el de la necesidad de la reflexión sobre el lamentable estado actual del poder judicial argentino; el asombro sobre la conducta de Bonadío y su pandilla no es privativo de los opositores, pocos pensaban que se podía ir tan lejos en el abuso de un poder corporativo. Lo que aquí se intenta reflexionar es cómo se construyó la centralidad política de la que estamos hablando. Maquiavelo centró su ciencia política en la cuestión de la virtud y la fortuna. La fortuna no es la casualidad ni la virtud el portarse bien. Se trata de otra cosa. Es el encuentro entre el liderazgo y el proceso histórico. De eso se trata siempre en política, la historia de cualquier protagonista del drama solamente puede contarse desde esa perspectiva. Y el caso es que los Kirchner son el emergente de una Argentina agonizante. Agonizante en el sentido original de la palabra, en el de la lucha entre la vida y la muerte. Quiso la fortuna que Néstor terminara ganando la presidencia sin disputar un ballotage al que había accedido con un segundo lugar y un exiguo porcentaje de votos en la primera vuelta. A esa contingencia original habría que ir sumando el proceso en el que el nuevo gobierno electo después del caos fue trabajosamente construyendo los caminos de la gobernabilidad, al que un temprano editorial de La Nación le adjudicaba una duración fugaz. Fue el liderazgo y las condiciones de su emergencia las que construyeron una fórmula de “gobernabilidad” sorpresiva: la palabra dejó de significar la garantía política y judicial de los grandes negocios corporativos para pasar a referirse a las condiciones de una paz social básica que solamente un cambio drástico de las políticas públicas podía intentar alcanzar. Como si los actores hubieran acordado un guión que reviviera el drama del primer peronismo: una vez más, igual que en la saga del coronel emergido del golpe del 43, la reacción de los poderosos ante una propuesta razonable orientada a una paz social que se lograría satisfaciendo demandas básicas de vastos sectores postergados, la idea de un nuevo pacto social más justo (y más gobernable) se convirtió en una gesta política revolucionaria. Una vez más, como cuando Perón les propusiera a los empresarios reunidos en 1944 en la Bolsa de Comercio, que para asegurar su éxito económico ayudaran a construir relaciones laborales y sociales no esclavistas y más o menos civilizadas, los grupos más poderosos del país fueron distanciándose, primero gradualmente y después –especialmente después de la asunción de Cristina– de modo intenso y con metodologías salvajes. Hoy el mito mediático dice que Argentina vive entre dos extremos: el neoliberalismo y el populismo extremo. ¿En qué consistió el populismo extremo de los doce años de gobiernos kirchneristas? Si se barre la hojarasca de la corrupción que en la jerga periodística dominante designa la conducta de los enemigos políticos, lo que queda es la realidad de un gobierno que orientó sus decisiones a satisfacer prioritariamente las demandas de los más débiles y una retórica que sustentaba esas decisiones en un “proyecto de país”.Esa retórica, que acompañó los actos fundamentales del gobierno fue la que revivió un mito que habla de justicia social y de soberanía política y la que construyó la centralidad política cuyas razones hoy se discuten. Los grandes grupos económicos locales y globales ganaron mucha plata en los años del kirchnerismo. Según algunas de sus expresiones más conspicuas, en estos últimos años han perdido dinero. La fórmula mágica de la buena letra con Estados Unidos y su inevitable consecuencia en forma de ayudas y grandes inversiones no les ha traído mejoras en sus rentas. Por supuesto ese no es el caso de bancos, grandes financieras, exportadores de granos y de minerales, sino ante todo los sectores empresarios vinculados al consumo interno. Sin embargo, las clases y los sectores sociales no son sujetos estables, constituidos en un espacio fantástico llamado “economía” sino inmersos en tradiciones, espacios sociales, formas ideológicas. Y el hecho es que la tradición central de la historia contemporánea argentina,

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Héctor Timerman: argentino, peronista y judío

Fuente: Cristina Fernández de Kirchner Fecha: 30 de DIC 2018 El Calafate, 30 de diciembre del peor año que se recuerde. Al bajar para desayunar miro mi teléfono: dos mensajes. En uno, Graciana Peñafort me avisa que en la madrugada falleció Héctor Timerman. En el otro, Alicia Castro en un twitt, muy preciso, lo despide en la red: “Héctor Timerman será recordado como el canciller que defendió la soberanía y la unidad regional. Cuando la Argentina era un ejemplo de dignidad en el mundo.” Tiene razón. Pero no es suficiente para dar cuenta de esta muerte que, seguramente, no pocos adjudicarán a los infortunios propios de la vida misma y sus enfermedades terribles. Pero lo cierto es que no fue así. Pienso y siento la necesidad de decir hoy lo que siempre dije en privado a quien quisiera escucharme: Héctor se enfermó por el dolor y el sufrimiento que le provocó el irracional e injusto ataque que ambos sufrimos con motivo de la firma del memorando de entendimiento con Irán para lograr el esclarecimiento del atentado terrorista contra la mutual judía y poder destrabar así la causa judicial de la AMIA, que a casi 25 años del hecho continúa paralizada y sin ningún condenado. Es que en esa gestión, a Héctor lo había guiado no sólo su responsabilidad como canciller. Creo que lo que más lo había movilizado era su condición de judío creyente y practicante. Es que Héctor era un judío hecho y derecho. Lo recuerdo organizando mi primer viaje a Israel y Palestina en el año 2005. Era cónsul en New York cuando me dijo que la Universidad Hebrea de Jerusalén me iba a invitar a dar una conferencia y le gustaría acompañarme. Me sugirió que debía también visitar Palestina para honrar la postura histórica de la Argentina y el peronismo del reconocimiento de los dos estados. Porque, claro, Héctor además de judío era por sobre toda las cosas argentino y peronista. Nunca he visto sufrir tanto a nadie por los ataques, las calumnias y las injurias que le propinaban. Me acuerdo en muchísimas oportunidades cuando venía a verme a mi despacho, lo notaba que estaba muy mal por los ataques de las instituciones de la comunidad judía. Me contaba en detalle lo que cada uno de ellos había dicho sobre él y nuestro gobierno por la firma del acuerdo. No me lo contaba enojado o indignado. Lo que Héctor transmitía, era una profunda angustia. Pude percibirlo desde el primer momento y me llevó en muchas oportunidades a decirle “Por favor Héctor no les des bolilla, te vas a enfermar, mirá cómo estás”. Es que a medida que me relataba las cosas que habían dicho o habían hecho se ponía muy tenso y nervioso. Me viene hoy a la memoria esa escena tantas veces repetida. La persecución judicial posterior, dirigida por el actual gobierno y la insólita, aunque no inédita, calificación de traidores a la patria lo acabaron de demoler. Pero hoy no sería justo, ni histórico, que esa fuera su última imagen. Lo recuerdo como el verdadero artífice, junto a Axel Kicillof, de la resolución de la ONU sobre la restructuración de deuda soberana, en el marco de nuestra defensa de los intereses nacionales contra la depredación de los fondos buitres. Héctor había asumido esa tarea con la pasión de siempre y una dedicación inclaudicable. El 10 de septiembre del 2015 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas votó por 136 a favor, seis en contra y 41 abstenciones la serie de principios básicos recomendados ante ese tipo de procesos. Héctor había logrado que el voto negativo de muchos países que estaban siendo presionados para votar negativamente se convirtieran en abstención y obtuvo una victoria inédita en la historia de la diplomacia argentina. En épocas de endeudamientos seriales. En tiempos de la vuelta al FMI y de diplomáticos que “reconocen” a los ingleses como autoridades en Malvinas, la figura de Héctor Timerman, no tengo ninguna duda, será recordada y reconocida por la historia por su dignidad y su incansable lucha por la defensa de los intereses nacionales. Querido Héctor: judío, peronista y por sobre toda las cosas argentino, gracias y hasta siempre. Nota relacionada: Ronald Noble: “Héctor Timerman fue un hombre íntegro”  

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Una sociedad compleja

Fuente: Hugo Presman | Blog de Hugo Presman Fecha: 27 de DIC 2018 Una oposición fragmentada en busca de una unidad aún lejana. Un oficialismo que tiene todos sus números en rojo, cuya evaluación después de tres años es un atropello superlativo contra la sociedad. Una oposición en la que hay cómplices y colaboracionistas con el gobierno, que han permitido que Mauricio Macri cumpla buena parte de sus objetivos que son el parte de guerra de una derrota para la mayoría de los argentinos. Un gobierno que destruye buena parte de la industria, cierra escuelas, desfinancia a las universidades públicas, considera innecesarias las universidades populares del conurbano porque los pobres no llegan a la universidad contrariando toda evidencia; arrincona a la ciencia, amputa derechos, endeuda al país colocándole una soga al cuello del futuro; va por su reelección y sus posibilidades son muy superiores al escenario de tierra arrasada que ha consumado. Un sector de la oposición que durante buena parte de estos tres años y aún al finalizar el 2018, consideró que el adversario era Cristina Fernández y no Mauricio Macri. Un modelo excluyente que deja afuera muchos de los presuntos beneficiarios empresariales. Un gobierno que ha hecho de la mentira no una excepción sino un sistema. Que va a contramano del mundo al tiempo que se enorgullece de entrar al mundo que lo elogia superlativamente  porque ha convertido al país en el paraíso de los capitales especulativos. Que mendiga inversiones que descontaba, mientras desregula el movimiento de capitales haciendo que lo que se fuga o se atesora, equivale a los dólares que entran como deuda. Como muy bien sintetiza el periodista Claudio Scaletta: “Lo que ingresa por la ventanilla de la deuda se va por la canaleta de la fuga”. Una oposición que le pide la rectificación de la política económica como si no comprendiera que CAMBIEMOS no viene a hacer lo que está haciendo, porque por primera vez llegó el establishment económico por vía electoral para terminar con el empate histórico entre dos modelos. De ahí su consigna: “Haciendo lo que hay que hacer”: bajar salarios y jubilaciones, ser el ejecutor de las políticas del FMI, transferir recursos desde la base hacia arriba, beneficiar a los sectores financieros, a los agro-extractivos, a las concesionarias. Es tan excluyente que una parte del establishment también queda afuera, aunque su ceguera ideológica los lleva a seguir apoyando, en una actitud suicida, atrincherándose en el espantapájaros del populismo que le bajan desde EE. UU como la lucha continental. Como gladiadores del circo romano, se acercan al presidente y le dicen en su inconciencia: “Ave Cesar Mauricio Macri: los que van a morir te saludan” El gobierno y los gigantescos medios privados colaboracionistas han hecho de la corrupción el caballito de batalla más corrosivo. Que el “círculo rojo” y sus medios, y que un gobierno de empresarios y Ceos sean los adalides de la batalla contra la corrupción, es tan patético como que Jack el Destripador diera lecciones de derechos humanos y cirugía. Diariamente miles de camiones atmosféricos se vuelcan sobre la sociedad para que periodistas mercenarios, en los que confluyen ineptitud e ignorancia, procesen las heces derramadas y las transformen en “verdades de a puño” como las de Fernando Carnota, quien puede decir indignado y sin que sus restantes compañeros de mesa lo contradigan, que el kirchnerismo “se robó dos PBI”. Hablo de un gobierno que ha mentido sistemáticamente, que ha arrojado al barro sus tres banderas electorales: pobreza cero (la que incrementó considerablemente); unir a los argentinos (mientras fomenta la división y el resentimiento), éxitos en la lucha contra el narcotráfico (desmentidos por su principal aliada Elisa Carrió). Un gobierno que se vanagloria publicitariamente de salvarnos de una crisis y del default y que al final de su mandato nos deja en la necesidad de reestructurar la deuda contraída o declarar default liso y llano en el 2020, y una crisis real cuya salida dejará atrás un desierto. Una sociedad donde el dirigente sindical Rubén Darío “el pollo” Sobrero propone un gobierno socialista y coincide con el ultraliberal economista Javier Milei que entre otras medidas propone la supresión de la participación del Estado en la economía y la eliminación del Banco Central, en un fraternal diálogo en el escenario televisivo propicio de Mauro Viale. Un gobierno con su republicanismo de cartón, donde los jueces que dictan fallos que van contra sus propósitos son denunciados ante el Consejo de la Magistratura y donde se intenta una Corte Suprema adicta que por el momento ha sido un disparo en los pies. Un gobierno con una política exterior de rodillas ante los poderosos y que pretende disputar con Brasil el papel de Israel y Arabia Saudita en el Medio Oriente. Un gobierno que hasta renuncia al reclamo de soberanía de Malvinas. Lo que es coherente con la entrega de vastos sectores territoriales. Contradictoriamente, se llega a un diciembre del peor año desde el 2001, sin saqueos, ni asaltos a supermercados por la política “populista” de distribución masiva de alimentos en los lugares más explosivos. Esto revela también que el gobierno tiene en determinadas circunstancias olfato político muy lejos de ser confundido con sensibilidad social. Paradojalmente es un gobierno que abrió una Caja de Pandora con las fotocopias de los cuadernos para destruir al kirchnerismo bajo la imputación de asociación ilícita, pero que tiene como daño colateral que excepcionalmente los poderosos tengan que pasar por Comodoro Py a través de un juez como Claudio Bonadío, quien como Sergio Moro en Brasil, parece responder a políticas judiciales originadas en EE.UU. El intento de disminuir el riesgo judicial de los empresarios y CEOS no disminuye la muesca que en la impunidad del poder económico plantea la situación. El gobierno, y por lo tanto la sociedad, están sentados sobre una bomba neutrónica y el único objetivo del macrismo es llegar a las elecciones de octubre del 2019 sin estallar.  Y, sin embargo, el gobierno sin ningún éxito, puede llegar a ser reelecto, si la oposición se onaniza. La

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Hasta siempre

Fuente: Silvina Freira | Página 12 Fecha: 26 de DIC 2018 La patria de Osvaldo Bayer es la rebeldía. “Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”, explicó el queridísimo periodista, historiador y escritor, que tuvo acaso un último “gesto” de rebeldía: morir el día de la Nochebuena, a los 91 años, en El Tugurio, su casa sobre la calle Arcos, en el barrio de Belgrano. El viejo rebelde, que prometió que viviría hasta los 100 años, deja una obra fundamental para la cultura política argentina: La Patagonia Rebelde y la biografía de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Osvaldo vivió luchando por un país más democrático e igualitario desde muy joven, cuando denunció la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y demostró cómo las familias patricias y los sectores dominantes oprimen a los obreros y trabajadores. Siempre alzó la voz con coraje, valentía, coherencia y una ética que lo convierten en el último gran anarquista del siglo XX. Las amenazas, la persecución y la censura de la Tripla A lo obligaron a exiliarse en Alemania, desde donde denunció el terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico-militar. La tristeza no tiene fin en estas fiestas, las primeras sin Osvaldo. Había nacido el 18 de febrero de 1927 en la provincia de Santa Fe. Se negó a hacer el servicio militar y a modo de castigo lo destinaron a barrer y encerar pisos de los despachos de los oficiales durante dieciocho meses. En 1952 estudió Historia en la Universidad de Hamburgo (Alemania). En la ciudad de Esquel, en Chubut, fundó junto a Juan Carlos Chayep La Chispa, un periódico del que circularon solo ocho números, entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959, que el sello Editores Ignorantes publicó en una notable edición facsimilar. No viene mal recordar que la primera edición La Chispa desplegó una serie de notas de investigación que explican paso a paso el despojo de las tierras del Cushamen mediante tretas comerciales, en el que estaban implicados comerciantes locales y Julio Telleriarte, que luego sería elegido diputado provincial por la Unión Cívica Radical (UCR); las mismas tierras que hoy sigue reclamando la comunidad mapuche a su nuevo dueño, Benetton, y que en febrero de 2017 terminó con una salvaje represión de la gendarmería contra los integrantes de esa comunidad. La vida de Osvaldo es una catarata de anécdotas trenzadas por la atípica convivencia de la ingenuidad y la radicalidad. Un año después de haber ingresado a Clarín –donde realizó la primera huelga en la historia de la redacción de ese diario– viajó a Cuba como secretario general del Sindicato de Prensa, invitado al primer aniversario de la Revolución, en 1960. Y se reunió con el Che Guevara, quien durante dos horas y media habló sobre cómo haría la revolución en Argentina. Casi nadie de los presentes se animaba a preguntar o balbucear algún comentario. Excepto uno. “Compañero Che, es muy interesante, hasta poético lo que usted nos ha relatado, pero la represión en la Argentina es más dura que la del dictador Batista en Cuba –le retrucó Bayer–. Son fuerzas de represión muy importantes, torturan, asesinan, tienen las armas más sofisticadas y modernas”. El Che lo miró muy fijo y luego de un silencio prolongado le respondió: “Son todos mercenarios”; frase que para el historiador en ciernes fue como si le dijera “no hay que tenerlos en cuenta”. La espina de esa intervención se clavó en el imaginario del entonces joven Bayer. “Así que quedé muy mal conmigo mismo –le confesó muchos años después al periodista Julio Ferrer–. Porque digo, qué le estoy poniendo impedimentos a alguien que hizo la revolución. No tengo ningún derecho (…) Siempre pensé que para qué le hice esa pregunta; era una pregunta demasiado racional”. Para colmo de males, Susana “Pirí” Lugones se coló en un agasajo al Che, acompañada por Bayer. Aunque la guardia cubana dejó entrar a “Pirí” sin invitación, el que pagó “los platos rotos” fue Osvaldo. Lo acusaron de jugar con la seguridad del Che y lo expulsaron de la isla. Recién pudo volver en 1995. Luchador infatigable que viajaba por los pueblos de todo el país para acompañar las causas contra los genocidas del pasado –ya sea el genocidio contra los indios como contra los militantes políticos en los años 70–, lo que vamos a extrañar de Osvaldo es su extrema persistencia, ese no bajar los brazos ni embargar la voz, aun en las peores condiciones políticas. Esa maestría con la que peleaba, con la palabra como su principal arma de combate. En la ciudad bonaerense de Rauch promovió una consulta en 1963 para cambiar el nombre del coronel prusiano por “Arbolito”, el nombre del indio ranquel que le había dado muerte. Terminó detenido por orden del general Juan Enrique Rauch, ministro del Interior de la dictadura, bisnieto de Federico Rauch. Estuvo 62 días preso en la cárcel de mujeres de la calle Riobamba. Investigó durante más de diez años la historia de los 1500 obreros rurales de Santa Cruz asesinados entre 1920 y 1921. Tuvo la suerte de encontrar a muchos sobrevivientes entre los soldados fusiladores, suboficiales y estancieros. La Patagonia Rebelde es el volumen que reúne los cuatro tomos de Los Vengadores de la Patagonia Trágica, publicados los tres primeros en Argentina, entre 1972 y 1974, y el cuarto tomo fue editado en Alemania, en 1978. “Por Dios, patria y hogar”, los tres primeros tomos La Patagonia Rebelde fueron quemados. “Jamás se hizo nada contra los quemadores de libros; no se hizo una reivindicación de

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La navidad de un judío

Fuente: Jorge Elbaum | www.institutopatria.com.ar   Fecha: 24 de DIC 2018 Voy a brindar como Ieshua (así se llamaba y ese fue el único apelativo que escuchó en su vida). Como su madre Miriam, habitante de una Galilea ocupada por los pretores del sometimiento, la mezquindad y la opresión. Hasta su nombre le robaron para reconfigurarlo en el juego de la domesticación y la entrega a los poderosos. Los romanos del imperio lo rebautizaron en latín antiguo –lengua de los invasores– como Jesús, apelativo de un idioma desconocido para el propio Ieshua, lengua con la que se comunicaban quienes lo asesinaron. Cuando llegó a lo que Ieshua consideraba el sagrado Tempo de Ierushalaim (Jerusalém es el nombre en latín) expulsó a los mercaderes y a los sacerdotes fariseos que se habían vendido a los romanos, esos que se volvieron socios en la opresión a su propio pueblo (algo similar a la DAIA de hoy). De ese Templo, en el que Ieshua descargó su furia contra los empleados de los opresores, solo sobrevivió una de sus paredes, la occidental. Esa pared es la que se conoce como el Muro de Los Lamentos. Frente a la destrucción del Templo algunos lloraron junto a sus piedras, pero otros –como los combatientes de Metzadá–, decidieron enfrentar al imperio en forma militar, y eligieron morir colectivamente antes que ser tomados como esclavos. Hoy y mañana voy a levantar mi copa, con quienes conmemoran el renacimiento caprichoso de la esperanza humana. Su hilacha de ilusión, su compromiso de futuro creativo, su abrazo solidario y su entrono de vida pacificada. Pero no voy a olvidar a quienes fueron asesinados, como Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Ni a quienes son rehenes (Presxs Políticxs) del régimen neoliberal represivo. No voy a obviar el recuerdo vívido de los gases que enturbian el aire, las balas de goma y de plomo y las sistemáticas reducciones salariales y jubilatorias. Esta Navidad, al igual que las cuatro últimas, se anuncian con nuevas extorsiones para los más vulnerables y automáticos beneficios para los más pudientes. Con risas sucias clavadas en los acomodaticios salones del poder. Con revanchismos mediático-judiciales dirigidos hacia quienes intentaron contribuir a una Patria más inclusiva. Con acosos perversos contra quienes se atrevieron –y se atreven– a resistir la recurrente invasión imperial. Esta Navidad se da en un contexto de lenguajes y pátinas neoliberales, “meritocráticxs”, desplazados en versículos de un dogma fariseo que endiosa a todos los repetidos becerros de oro y que al mismo tiempo insiste en la asociación apócrifa del dinero con la belleza y la verdad. La paradoja de la Navidad es que supone la supremacía de la vida y la autenticidad, el trabajo por sobre la malevolencia y el desprecio. La fraternidad y la sororidad por sobre quienes se perciben como seres incontaminados con los dolores de lxs otrxs, lxs actuales crucificadxs. Eso es lo que hace que para muchxs de nosotrxs este sea un brindis presencial de millones de personas unidas por hilos invisibles de afecto tierno, que paralelamente siente el descontento con el mundo que los rodea. Eso es lo que hace que nos sintamos parte –incluso sin conocernos—de un abrazo inquebrantable enfrentado al egoísmo, la crueldad y el cinismo de los romanos / macristas. Con la certeza de ser parte de ese entramado silencioso que se yergue desafiante ante las formas mutantes del imperio es que mañana –a pesar de encarnar un agnosticismos limítrofe con el ateísmo– levantaré mi copa desde el mismo balcón en el que Agustín Tosco exigió Navidad sin Presxs Políticxs hace 45 años. Salú  

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El juguete rabioso del doctor Glock

Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna Fecha: 16 de DIC 2018 Tal como venimos anunciando desde hace meses, una vez agotada la ofensiva contra el kirchnerismo, el juguete rabioso del Doctor Glock ha girado hacia los prohombres de la Patria Contratista y dispara sobre los jefes de las famiglias Rocca y Macrì, que junto con Pérez Companc participaron en el primer caso documentado de sobornos para la realización de obra pública, como detallé hace 25 años en mi libro Robo para la Corona. El presidente Maurizio Macrì solo puede presionar a la Cámara de Apelaciones para que blinde a algunos de los heridos e intentar un módico control de daños, mediante la afirmación de uno de sus voceros voluntarios, de que este es “un giro impensado que dejó sin discurso al kirchnerismo”. No impensado para los lectores del Cohete, que saben muy bien que las terminales del Doctor Glock no están en el gobierno de Cambiemos, sino en la embajada de los Estados Unidos y en el Peornismo Federal. “Te lo anticipé”, se relame Sergio Massa, porque entiende que potencia sus aspiraciones electorales. El ex intendente de Tigre es el político argentino que más viajes ha hecho a Estados Unidos en los últimos tiempos, donde su principal contacto es el abogado personal del presidente Donald Trump y ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Es verdad: hace ya dos meses, Massa anticipó a un grupo de contertulios políticos que era el turno de Franco y de Gianfranco Macrì. Esa es su división del trabajo con Pichetto, quien califica de desastre la indagatoria a los familiares del Presidente, cuyo apoyo precisa para renovar su banca de senador opoficialista. El fiscal Carlos Stornelli sí forma parte del dispositivo judicial del macrismo, desde que asumió como jefe de seguridad del club Boca Juniors. Pero contra la opinión generalizada de que el doctor Glock fuera un títere del gobierno nacional, desde El Cohete sostuvimos que la causa de las fotocopias de los cuadernos surgió de una operación de Inteligencia de los servicios militares con conexión directa con intereses estadounidenses, lo mismo que el Lava Jato brasileño. Expusimos incluso la relación del sargento Oscar Centeno con el también suboficial del Ejército Jorge Orlando Pacífico (ambos compañeros de curso en el arma de Ingenieros), quien fue el denunciante contra Amado Boudou en la causa Ciccone, en forma aún más extravagante que la del chofer grafómano. También revelamos la sociedad global que Macrì mantiene con Odebrecht y los aportes de su asociado brasileño desde un banco offshore para prevalecer en el concurso del Correo Argentino, donde compró por 400 millones de dólares créditos que valían ocho millones. Estas son razones de sobra para que el Presidente esté preocupado y vea al poder como salvoconducto de impunidad, hasta que le llegue el momento del juicio de residencia, en su caso ineludible. Nada de esto puede desdeñarse como visión conspirativa porque todo está documentado. We are the champions El 16 de marzo de 1981 la revista Time abrió su sección de Economía y Negocios con un ranking de los Grandes Receptores de coimas en el mundo. La Argentina figuraba en primer lugar, con un 20 por ciento sobre los contratos, y la displicente observación: “Los diamantes son eternos”. Un mes antes de las elecciones del 6 de septiembre de 1987, la Unión Transitoria de Empresas constituida por Macrì, Rocca y Pérez Companc para construir el gasoducto Neuba II, pagó más de 11,5 millones de dólares a funcionarios y políticos, tanto radicales como peronistas, y a empresas competidoras excluidas del negocio, para que no protestaran. Fueron 11.527 USS x 10 a la tercera, expresado con la técnica de Santa María, la financiera cautiva de Techint, que recaudaba entre los socios y pagaba lo que llamaba “prestaciones en sede”. El facsímil de la planilla con los pagos me fue entregado por un ex colaborador del actual Presidente. Antes, recortó los nombres de los beneficiarios, porque él también era dirigente político del justicialismo y había sido directivo de SOCMA. Esto ridiculiza la pretensión de que el kirchnerismo extorsionó a los empresarios para enseñarles cómo debían organizar el deporte que practicaban por lo menos desde un año antes de que Néstor Kirchner llegara por primera vez a la intendencia de Río Gallegos. Si la clave está en la relación promiscua entre funcionarios y empresas, el curioso nexo entre el ex secretario de Obras Publicas José López y el obispado de Mercedes-Luján, en cuya jurisdicción está el monasterio del que López tenía llave, también roza a la familia presidencial. Según el portal La Voz Pública/Chequeado, dos de las tres licitaciones para recauchutar los edificios del obispado por cuenta del ministerio de Planificación, fueron adjudicadas a Creaurban S.A., una de las principales constructoras del Grupo ODS, del grupo Macrì. Según se extrae de los balances de la empresa IECSA, del grupo ODS, la última etapa se adjudicó por 47 millones de pesos, y a septiembre de 2015 el monto de la obra ya ascendía a 127 millones. Sólo un genio de la publicidad pudo construir una imagen de transparencia en torno de un empresario cuyas compañías aparecen cada vez que se descubre algún negocio dudoso con el Estado. Como dice el mismo genio publicitario, en todo estás vos. Desde fines de siglo, Pérez Companc dejó la obra pública y el petróleo y se refugió en el nicho de la agroindustria alimentaria, que no afecta las relaciones con la superpotencia y permite una vida más tranquila. En cambio, Macrì y Rocca persistieron en la obra pública, con acento en energía, que es uno de los rubros más sensibles, porque la estrategia de seguridad nacional del Presidente Donald Trump lo considera parte de su seguridad interior. El gasoducto Neuba por el que se pagaron aquellas coimas hace 31 años comenzaba en el mayor yacimiento de gas conocido hasta entonces, Loma La Lata, donde hoy se asienta el yacimiento Vaca Muerta. A través de Tecpetrol, Rocca ya es el principal productor de gas allí. Paolo seguramente conoce las desventuras del

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La línea divisoria y la izquierda

Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 16 de DIC 2018 La izquierda que se reconoce como tal nunca ha tenido muchos votos en Argentina. Sin embargo, su cultura, su modo de mirar el mundo fue adquiriendo una notable influencia, a partir de su sólida implantación en los principales núcleos urbanos de nuestro territorio. Gran parte de esa subcultura de izquierda ha reconocido como propia la experiencia del kirchnerismo. Ha vivido la experiencia de Néstor y Cristina como la recuperación de un sentido ético-político que los vientos de la sangrienta derrota y el triunfo universal del neoliberalismo habían dispersado con pretensión definitiva. Desde esta perspectiva se entiende por qué las palabras de la ex presidenta en el congreso de Clacso provocaron un revuelo importante en un sector del espacio político que ella lidera. El frente patriótico, dijo más o menos, no debe aceptar la línea divisoria entre derecha e izquierda. La frase pegó en el corazón de esa parte de su audiencia que comprendió al kirchnerismo como una bienvenida resurrección de la pareja de metáforas espaciales que nació en la Francia de la revolución y tuvo su apogeo en el siglo XX. ¿Qué quiere decir estar más allá de la izquierda y la derecha? Para los neo-laboristas británicos, en la década del noventa del siglo pasado, significaba que en el mundo de la globalización y la incertidumbre, izquierda y derecha ya no significaban nada. Para un sector del peronismo más bien conservador significaba el “centro nacional”, alejado por igual de ambos “extremos”. Y para una parte de la intelectualidad de la subcultura de izquierda empezó a ser una vaga referencia ético-artística, una manera buena de ser “moderno”. En los tiempos finales del menemismo surgió una representación política que se presentó como progresista (equivalente a ser de izquierda pero no tanto). Y alcanzó un éxito tan impresionante como fugaz, sobre la base de apelaciones a la moderación, la ética y el espíritu republicano. El éxito se explica en las condiciones de una hegemonía neoliberal que aparecía exitosa y duradera y de un gobierno que presentaba otros flancos interesantes para criticar, sin que esa crítica supusiera ningún compromiso orgánico con una propuesta alternativa de sociedad. El Frepaso de Chacho Alvarez fue el gran aglutinador de la cultura de izquierda no trotskista en la Argentina. Que incluía un amplio marco de variantes, incluso algunas avanzadas que asociaban la corrupción y el decisionismo político de Menem al programa económico neoliberal de Cavallo. Pero ese último sector no tendría ninguna influencia decisiva en la política del espacio. Curiosamente el kirchnerismo, cuyos líderes venían de un lugar particular de esa cultura, la del peronismo de izquierda. Y la curiosidad se debe a que ese sector no era culturalmente hegemónico en el universo de la izquierda argentina. Tal vez lo fue fugazmente en el breve período que va entre el primer regreso de Perón al país y la muerte del general. Con el retorno de la democracia la cultura de izquierda peronista se diluyó en la renovación primero y en el Frepaso después. La renovación tuvo como desembocadura al menemismo; el Frepaso terminó envuelto en las llamas del incendio de diciembre de 2001. Lo que logró el kirchnerismo es articular al peronismo con un sector influyente de la cultura de izquierda. A tal punto que la derecha, incluida la del peronismo, lo identificó como “montonero”. Este tipo de fenómenos suele ser interpretado como una cooptación de la izquierda por un sector ajeno, el peronismo. Pero no hay tal cooptación, hay una mezcla mutuamente productiva. El kirchnerismo puso en contacto ambos mundos. El kirchnerismo relacionó a esos sectores y convirtió esa relación en una fuerza decisiva para su propia conformación. Hizo más peronista a la izquierda y más de izquierda al peronismo. Lo más interesante es que conectó a la izquierda (incluidos algunos de sus segmentos peronistas) con una visión real del ejercicio del poder y al peronismo realmente existente en 2003 le devolvió la savia vital de su mitología original, las tres banderas, el nacionalismo popular. El discurso de Cristina en Ferro no fue un discurso teórico-filosófico; fue un discurso político. La urgencia argentina –el aquí y ahora de la política– no es la de delimitar apropiadamente ciertas categorías político-culturales, sino la de construir una herramienta vencedora de lo que hoy es una importante mayoría de la población, que está sufriendo las políticas del FMI ejecutadas por Cambiemos. Es necesario convertir esa mayoría social, en una fórmula política ganadora, ni más ni menos que eso. El célebre liberal-socialista italiano Norberto Bobbio escribió hace más de dos décadas un breve libro que se llamó “Derecha e izquierda”. Dice allí que la estrella polar de la izquierda, lo que la separa de la derecha es la igualdad. No puede haber duda de qué fuerza política y qué liderazgo expresa hoy mejor esa guía en nuestro país, si hablamos de alternativas reales de gobierno y no de las meras posibilidades retóricas de una campaña electoral. Pero el triunfo electoral no se logra con los votos de la cultura de izquierda, sino con los votos de la mayoría. Y esa mayoría es muy heterogénea en sus referencias culturales, alberga profundas diferencias en aspectos políticamente sensibles, como es, por ejemplo, la cuestión de género. No hay que confundir la estrella polar de la izquierda con una vastedad de significados reales que esta expresión ha ido adquiriendo en el país, incluido el encono con que los partidos de izquierda enfrentaron al peronismo desde sus orígenes. Hoy, además, decir izquierda  es también, en parte, decir agnosticismo religioso, modernidad liberal y otros dogmas hoy perfectamente asimilados y hasta muy estimulados por la ideología globalmente dominante. Lo que ocurre es que este capitalismo –el de la hiper-concentración de la riqueza, el del descarte de grandes masas de la población del planeta, el de la destrucción de las condiciones ambientales de la tierra– no tiene frente a sí como su enemigo a las izquierdas del siglo XX. Se tiene que enfrentar contra un vasto, plural y

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Rita Segato: «El feminismo punitivista puede hacer caer por tierra una gran cantidad de conquistas»

Fuente: Camila Alfie | Ag. Paco Urondo Fecha: 12 de DIC 2018 En la Argentina, como lo demostró ayer Thelma Fardin, las mujeres ya no nos callamos más. Contra el acoso, la violencia y la justicia patriarcal, el escrache, ya sea anónimo o con nombre y apellido, se posicionó como un dispositivo para alertar de posibles violentos, pero también como una búsqueda de ajusticiamiento mediante la condena social. A través de este método, que virtualmente está en manos de todos y todas, hemos visto caer desde ídolos rockeros hasta actores -Juan Darthés, el último-, docentes prestigiosos, cuadros políticos de organizaciones y partidos, todo tipo de “ciudadanos de a pie”. Sin embargo, dispara interrogantes que todavía no parecen saldados: ¿Podemos ponerlo en duda? ¿Puede el punitivismo, frente a la impunidad, ser una forma de “justicia popular”? Este fin de semana se celebró en La Plata la cuarta edición del Encuentro Latinoamericano de Feminismos, donde la antropóloga Rita Segato junto la periodista e integrante de HIJOS Lucía García Itzigsohn, entre otras invitadas, debatieron acerca de estas cuestiones en la rueda “Seguimos persiguiendo justicia —  Homenaje a Chicha Mariani”. En conjunto, abordaron cuestiones como la búsqueda de una reparación, el significado de la memoria, y repasaron la historia del escrache como método de lucha; sin embargo, la charla terminó con más interrogantes que respuestas. Itzigsohn, que contó su experiencia como hija de detenidos desaparecidos, sostuvo que estas acciones surgieron “como una instancia de justicia en acto, perfomática”. “Hoy estoy en otra posición, la vía institucional es importante porque inscribe las cosas en otro nivel”, señala, y recuerda: “Nosotros hacíamos una investigación copiada de las Abuelas. Íbamos a las casas y hacíamos guardia, trabajábamos con los vecinos, les contábamos que íbamos a marcar ese domicilio”, previo al momento de la icónica bombita roja. “Era un momento festivo”, con murga incluida: “Bailábamos, porque podíamos transformar la impunidad en algo que poníamos en la discusión social. Era una catarsis colectiva”. Si hay o no reparación, Itzigsohn define que la violencia es justamente “lo irreparable”; sin embargo, poder sanar colectivamente y vivir desde el cuerpo que lo que le había pasado a ella también lo atravesaron otros, le permitió “una línea de fuga del lugar de víctima”. Para la antropóloga Rita Segato, el “bien colateral” de la dictadura fue justamente eso: escenas como la de los escraches, que promocionaron el debate para desarrollar así una inteligencia social “más sofisticada”, que permitió “salir de los lugares comunes”, y promovió que las mujeres profundicen “una nueva forma de hacer política”, que reafirma: “Surgió con las Madres”. Por eso, para ella, los homicidios de Berta Cáceres y de Azucena Villaflor fueron femicidios; aunque muchos hombres fueron asesinados por las mismas causas, señala que la diferencia radica en que lo que se quería matar “era un estilo de hacer política, una politicidad propia de las mujeres”. Sin embargo, menciona que estos métodos usados en el período de post-dictadura “nunca fueron un linchamiento”, sino el fruto de “un convenio colectivo a través del cual concluyeron que había que llegar a un castigo”: aunque no hubo una instancia judicial, sí hubo una de “juicio justo”. Por eso reconoce que “desde el feminismo podría haber una instancia de juicio justo”, -en vez de las escraches como se los conoce ahora, –“como una asamblea, para que la situación no sea un linchamiento sin sumario”. “Si defendemos el derecho al proceso de justicia, nuestro movimiento no puede proceder de esa forma que ha condenado”. Para ella, la impunidad radica en que ahora es exhibida como un show, como en el caso de Lucía Pérez, donde se le dijo a la gente que “el mundo tiene dueños”, y que ellos “no van a ceder ante ningún pedido de la sociedad”: hay un “mensaje de la dueñidad”, donde lo que queda en claro es que “la institucionalidad” es una ficción. “Entonces, ¿qué es lo contrario a la impunidad? ¿El punitivismo?”, se pregunta Rita. Sabiendo que estaba entrando en un terreno complicado, invitó a salir “de los binomios mas paridos, como el abolicionismo o el regulacionismo, que simplifican la realidad”. Y agregó: “No quiero un feminismo del enemigo, porque la política del enemigo es lo que construye el fascismo. Para hacer política, tenemos que ser mayores que eso”. “Antes de ser feminista soy pluralista, quiero un mundo sin hegemonía. Lo no negociable es el aborto y la lucha contra los monopolios que consideran que hay una única forma del bien, de la justicia, de la verdad: eso es mi antagonista”, describió. Para la investigadora, “el feminismo punitivista puede hacer caer por tierra una gran cantidad de conquistas”, es “un mal sobre el que tenemos que reflexionar más”, y recuerda la violencia que se vive en las prisiones: “¿Puede un estado con las cárceles que tiene hacer justicia? Esa no puede ser la justicia; ser justo con una mano y ser cruel con la otra”. Profundizando este concepto, la antropóloga expuso que hay que tener “cuidado con las formas que aprendimos de hacer justicia” desde lo punitivo, que están ligadas a la lógica patriarcal. El desarrollo del feminismo, recalca, no puede “pasar por la repetición de los modelos masculinos”. Frente a eso, sabe que la respuesta no es fácil: “No hay una solución simple, pero es necesario pensar más y estar en un proceso constante. Cuando el proceso se cierra, es decir, cuando la vida se cierra, se llega a lo inerte”, en cambio, “la política en clave femenina es otra cosa, es movimiento”. Además, señaló que “la única forma de reparar las subjetividades dañadas de la víctima y el agresor es la política, porque la política es colectivizarte y vincular”, propuso Segato. “Cuando salimos de la subjetividad podemos ver un daño colectivo”, y eso no puede curarse “si no se ve el sufrimiento en el otro”. Por eso, considera clave el proceso de debate y búsqueda de justicia: “Fuimos capturadas por la idea mercantil de la justicia institucional como producto y eso hay que deshacerlo. Perseguimos la sentencia como una cosa, y no nos dimos

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El chantaje moral

Fuente: Horacio Lutzky | Convergencia Fecha: 05 de DIC 2018 La imputación ligera de “nazismo”, frecuentemente indebida y malintencionada para descalificar adversarios políticos, o la banalización del Holocausto -la masacre planificada e industrializada de seis millones de hombres, mujeres y niños por su sola condición de judíos- distorsionan la memoria histórica. Y al igualarlo todo, neutralizan los reflejos defensivos que debe mantener en alto un sistema democrático ante reales amenazas latentes, que aguardan el momento de levantar su cabeza criminal nuevamente. A esas amenazas se refirió la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en Ferro, en el marco del foro de Pensamiento Crítico organizado por CLACSO. Aludió a “algunos Hitler modernos que acusan a los inmigrantes de tener la culpa de que no haya trabajo”. Y agregó que “la culpa por la falta de trabajo, fábricas y comercios que se cierran, debe buscarse no en los inmigrantes sino en las políticas públicas que se han implementado”. “Cuando se agota la argumentación del capitalismo en algunos sociedades comienzan a surgir los movimientos de extrema derecha que tratan de explicar los problemas encontrando culpables”, planteó Cristina luego de comparar esos discursos con los relatos sobre los que se montaron el nazismo y el fascismo en la Europa de la preguerra, y con el actual crecimiento de movimientos de extrema derecha en distintos países. Huelga señalar que no es CFK la única analista o dirigente en advertir sobre la peligrosidad de los renovados discursos de exclusión y estigmatización de pobres e inmigrantes, y en recordar su utilización en los años 30 y 40 por el nacionalsocialismo en su camino al totalitarismo. Sin embargo, esta mención motivó un inmediato y durísimo comunicado de repudio por parte de la Organización Sionista Argentina, que imputa a la senadora banalizar la Shoá “de un modo inaudito e inaceptable” por usar la expresión “Hitler modernos” para señalar políticas que condenan cruelmente a millones, prescindiendo el comunicado de contemplar el marco conceptual del planteo de Cristina, y descontextualizándolo. De tal modo, puede decirse que quien en verdad banaliza el recuerdo de la Shoá es la propia entidad judía, que sacraliza ciertos términos como si no hubieran sido un producto humano que se dio en un contexto económico y social, “prohibiendo” su utilización como advertencia ante movimientos que pudieran propiciar alguna forma de resurgimiento de sistemas genocidas. Bien entendido, en eso consiste el “Nunca Más”. El camino a la Shoá no comenzó con Auschwitz, sino muchos años antes, con las primeras medidas discriminatorias y persecutorias. Es de lamentar el uso políticamente sesgado y oportunista, y la indignación selectiva que desde hace años evidencian las autodenominadas “entidades centrales de la comunidad judía” respecto de estas cuestiones, a tono con el grado de simbiosis desarrollado con el gobierno de Macri. Así por ejemplo se vio cuando la DAIA difundió en julio de 2016 un comunicado de repudio al periodista Víctor Hugo Morales. La nota fue firmada por el negociador de dispensas por ofensas negacionistas (Ariel Cohen Sabban) y por un entonces funcionario del gobierno de Macri que ejercía al mismo tiempo como Secretario General de la DAIA (o funcionario de la DAIA que ejercía al mismo tiempo un cargo público directivo, designado por el rabino Sergio Bergman en el gobierno de Macri), el Dr. Santiago Kaplún. ¿Qué fue lo que motivó la indignada reacción?: el periodista había tenido la descabellada ocurrencia de señalar que “AMIA y DAIA se han convertido en nidos políticos del PRO”, y que “están en línea con sectores de la sociedad” que “terminaron entrando nazis en la Casa Rosada”. Esto último hacía referencia a que en Casa Rosada fueron recibidos oficialmente jóvenes militantes de un partido neonazi liderado por el führer criollo Biondini (hecho luego agravado con el adoctrinamiento efectuado por sus integrantes en un colegio público de la provincia de Buenos Aires). La DAIA no emitió por ninguno de los dos hechos comunicado alguno de repudio que pudiera incomodar al PRO y entendió que a cualquiera le puede pasar que se le metan militantes neonazis en una reunión oficial. O que, días después, integrantes de esa banda den clases en un colegio que depende de la más importante gobernadora del PRO, María Eugenia Vidal. ¿Pero que un periodista critique a la DAIA, diciendo que está alineada al PRO, eso sí que es grave? Rápido de reflejos (como en sus tiempos de arquero en Atlanta), el ex vicepresidente de DAIA y diputado por el PRO Waldo Wolff salió entonces del área tratando de “ridículo” y de “precariedad intelectual” a Víctor Hugo Morales. ¿A quién se le puede ocurrir sostener que la DAIA y el PRO actúan en yunta? Luego, y como era de esperar, se activó el REPUDIÓMETRO DE LA DAIA, haciendo llegar a todos los medios el comunicado rechazando estas expresiones periodísticas “que carecen de toda relación con la realidad”. Por esos días, el conducto de repudios se atascó con comunicados contra opositores al PRO (contra el actor Gerardo Romano, el político Agustín Rossi, Víctor Hugo), y no permitió fluir mensajes de denuncia respecto de la minimización oficial del accionar de neonazis declarados. En cambio, si un “intelectual orgánico” del macrismo taxativamente proclama que el kirchnerismo es lo mismo que el nazismo y “la Cámpora” es como las SS, no es para escandalizarse. En los últimos tiempos así lo hizo el ex actor cómico y hoy alterado referente de Cambiemos Alfredo Casero. Pero antes, lo hizo el escritor macrista Marcos Aguinis en una columna para el diario “La Nación” publicada el 21 de agosto de 2012 (El veneno de la épica kirchnerista) donde expresó: “Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo

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