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Una nueva vieja derecha

Fuente: Emir Sader | El Telégrafo Fecha: 20 de SEPTIEMBRE 2017 No podría ser tan similar la derecha que vuelve en países de América Latina y esa misma derecha en los años 1980/1990, en sus programas de Gobierno. Aplican duros ajustes fiscales, a partir de los mismos diagnósticos que criminalizan los gastos estatales, las políticas sociales, los derechos de los trabajadores. Los gobiernos de Macri y de Temer no toman en cuenta que ese mismo programa se ha agotado, ha terminado por fracasar y ha sido sucedido por gobiernos que han resultado, disminuyendo significativamente la pobreza y la exclusión social. Pero la derecha no tiene nada distinto a proponer, han fracasado los intentos de “terceras vías”, que han revelado no son tales, sino formas disfrazadas del mismo proyecto neoliberal. De ahí que no se trata de superación de los gobiernos antineoliberales, sino de retomada dura y pura, de los programas neoliberales que han llevado a países del continente -Argentina como modelo más acabado- a las peores crisis de su historia. Lo que cambian son las formas de acción de esa misma derecha, buscando nuevos esquemas de acción, para tratar de imponer su viejo modelo. Lo que caracteriza hoy la acción de la derecha latinoamericana no son nuevas propuestas para terminar con la desigualdades y la exclusión social, sino métodos de acción nuevos, para volver a sus antiguos proyectos. Es una tragedia para la democracia cuando el Judiciario, en lugar de ser el gran defensor del Estado de Derecho, se compromete, al contrario, con violencias en contra de la democracia. Más todavía cuando participa de una colusión con los medios monopolistas privados, para que se constituya como fuerza política -a veces incluso partidaria- de derecha. El uso de las leyes como instrumento con objetivos políticos concretos es lo que se llama de “lawfare”, palabra que conscientemente tiene orígenes en la palabra guerra, porque de eso se trata: de desatar una verdadera guerra en contra de líderes políticos democráticos y populares, buscando desgastar su imagen pública e incluso inviabilizar su participación política vía acúmulo de sospechas y de procesos judiciales. Lo que hay de nuevo en la forma de acción de la vieja derecha es una alianza explícita entre sectores del Judiciario -y de la Policía- con los medios, para la espectacularización de procesos judiciales y acciones policiales y para hacer efectiva la judicialización de la política. Una alianza sin la cual ni los medios tendrían mayor efecto en sus reiteradas denuncias, ni el Judiciario ni la Policía lograría pasar en la opinión pública la imagen de corrupción de los líderes populares y de sus partidos. En un testimonio al juez que lo acusa sin pruebas en tantos procesos, en Curitiba, ese juez intentaba impedir que Lula hablara del colusorio que él y sus comparsas llevan a cabo con los medios, alegando que era un tema fuera del proceso. Lula se impuso, reiterando cómo los jueces hacen llegar, de manera privilegiada y fuera de cualquier procedimiento legal, informaciones sigilosas a los medios. Como los jueces no solo hablan fuera de los autos de los procesos, como aparecen reiteradamente en portadas de revistas y diarios, así como sus mismas esposas, y en fiestas de líderes políticos de derecha, además de posturas subservientes con el mismo presidente Temer, el jefe de toda la corrupción en Brasil. Lula logró ‘imponer’ la idea de que es parte esencial de la operación de judicialización de la política, la participación de los medios, en promiscuidad absoluta con el Judiciario. Sin poder cuestionar las políticas de prioridad de los programas sociales, que responden, en gran medida, por el éxito de esos gobiernos y por el prestigio en las capas populares de los presidentes, los dirigentes de la nueva derecha intentan desplazar el debate hacia los gastos estatales, como si fueran los responsables por la crisis económica. Y tratan de desplazar el debate sobre el significado de los líderes de los gobiernos populares hacia supuestas irregularidades que habrían cometido, incluyendo a cuestionamiento judicial a medidas de gobierno. Cuando se acercan elecciones, se montan operativos especiales, para copar el clima político, buscando réditos electorales inmediatos. En las elecciones municipales del año pasado en Brasil, se han retomado acusaciones antiguas en contra de Lula, se han aprisionado exdirigentes del PT, todo con gran despliegue midiático, revelando que se trata de la gran carta de que dispone la derecha. En las vísperas de las Paso, en Argentina, se ha desplegado nueva ofensiva en contra de Cristina, así como, ahora, cuando se acercan las elecciones, se retoman casos como el de Nisman – con una indecente supuesta reconstrucción en imágenes de lo que habría sido su asesinato -, así como otras acusaciones en contra de la expresidenta, en perspectiva de la disputa electoral, en particular en la provincia de Buenos Aires. Esos los nuevos métodos de la vieja derecha, cuyos objetivos son los mismos: acaparar el poder político en manos de la banca privada, destruir el patrimonio público, así como los derechos de los trabajadores y los programas sociales, así como la soberanía en la política externa de nuestros países. Lo único nuevo es ese método de colusión entre el Judiciario y los medios.

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La política exterior de Donald Trump

Fuente: Immanuel Wallerstein | La Jornada Fecha: 17 de SEPTIEMBRE 2017 Donald Trump se aproxima al final de su primer año como presidente de Estados Unidos. Ahora todo mundo –simpatizantes, oponentes, aun los indiferentes– parecen coincidir en una cosa. Sus pronunciamientos y sus acciones son impredecibles. Ignora los precedentes y se comporta en modos que constantemente sorprenden a la gente. Los simpatizantes encuentran esto refrescante. Los oponentes lo encuentran aterrador. No obstante, muy pocos han comentado en torno a lo que creo es su logro más singular. Se ha manejado con la treta de ser el actor más impredecible en la escena estadunidense y mundial, y al mismo tiempo como el actor más predecible. Es deliberado que se rodea de una panoplia de asesores que lo empujan en direcciones opuestas en extremo. Constantemente despide a alguno de ellos y designa a otros. Ningún individuo parece durar mucho. El resultado es que a todo mundo le deja claro que la decisión final es suya –y suya solamente. Puede acceder por un tiempo a lo que los asesores le sugieren, pero algunas veces deshace al día siguiente lo aconsejado. Esto es lo que lo hace ver tan impredecible. Pero al final revierte siempre su decisiones hacia lo que algunas veces se le llama sentimientos de tripa, sea el asunto de la atención a la salud, la inmigración, la reducción de impuestos o la acción militar. Eso es lo que lo hace tan predecible. El resultado final es siempre el mismo. Cualquiera que lo observe o trabaje con él o se le oponga debe por tanto ser capaz de predecir a dónde va a terminar estando. Y para casi todo el mundo, dónde Donald Trump termina no es donde les gustaría que un presidente de Estados Unidos fuera. Trump y Estados Unidos se enfrentan con un gran número de asuntos acerca de los cuales existen fuertes y divisorias opiniones en ambos lados. Estas divisiones resultan intratables para muchos. No para Donald Trump. Él cree en sí mismo y en su habilidad para completar sus agendas nacional y mundial. Para él nada es intratable. En septiembre de 2017, las dos decisiones más urgentes de política exterior tuvieron que ver con Corea del Norte e Irán. En ambas, el conflicto con Estados Unidos gira en torno a un asunto crucial: las armas nucleares. Corea del Norte las tiene. Irán no las tiene, pero al menos algunos de los principales actores internos piensan que es esencial que Irán las adquiera. La posición oficial estadunidense es que Corea del Norte debería desmantelar su armamento nuclear y que Irán debería cesar cualquiera y todas las actividades que se muevan en la dirección de adquirir tales armas. Estas posturas no son nuevas o inventadas por Donald Trump. Han sido la posición pública de Estados Unidos, de todos los presidentes previos, por algún tiempo ya. Lo que es diferente con Trump es que se niega a admitir lo difícil que es conseguir estos objetivos de Estados Unidos y lo peligroso que sería perseguirlos mediante acciones militares. Por tanto, los presidentes previos han buscado soluciones (así llamadas) diplomáticas. En el caso de Irán, la diplomacia pareció funcionarle al presidente Obama con el acuerdo firmado por ambos países (y otras potencias). En contraste, la diplomacia ha logrado hasta ahora muy poco en el caso de Corea del Norte. En ambas situaciones, los sentimientos de tripa de Donald Trump parecen claros. Quiere usar las acciones militares para forzar a Corea del Norte a que desmantele sus armamentos nucleares. Quiere retirarse del acuerdo con Irán y utilizar una amenaza militar para obtener su renuncia permanente del desarrollo de armamentos nucleares. Hay dos preguntas en torno la política exterior de Trump. ¿Puede de hecho disponer que se comiencen acciones militares? Y si puede, ¿podrán lograr las acciones militares lo que él confía lograr? Donald Trump prometió a sus simpatizantes que probaría ser un amigo verdadero de los militares estadunidenses otorgándoles puestos clave en su administración y buscando expandir los fondos de las fuerzas armadas. Lo ha hecho. En su último reciclaje de su personal, colocó a un militar, John Kelly, en la posición de jefe del Estado Mayor con amplios poderes para cambiar al personal y servir de filtro para acceder al presidente. Por supuesto los militares aprecian obtener más fondos. Pero es curioso que la mayoría de sus asesores militares son relativas palomas. Sí favorecen una expansión de fondos para los militares. Pero todos parecen creer que las guerras son en verdad un recurso final, uno que tiene enormes e inevitables consecuencias negativas. Tienen un aliado en el secretario de estado, Rex Ti- llerson. Siempre que Trump ha seguido su consejo y ha proferido su retorica más áspera, eso le parece de lo más incómodo ejercerla por más de un breve momento. Siempre regresa a sus fundamentos. La primera pregunta es si Trump puede de hecho lanzar acciones militares serias. Esto sería menos fácil de lo que imagina. Los burócratas militares tienen toda suerte de modos para desacelerar, inclusive frenar, acciones con las que ellos no están de acuerdo. En el régimen de Trump, de hecho son impulsados a hacer esto por otro rasgo peculiar de la personalidad de Donald Trump. Le gusta asumir el crédito de los éxitos y culpar de los fracasos a los demás. Así que por si fuera el caso que las acciones militares fracasaran, está subcontratando las decisiones reales de los militares. Si hubiera un fracaso bien puede culparles. En caso de éxito será el primero en reclamar el crédito exclusivo. Sin embargo, subcontratar necesariamente significa retrasos e invita al sabotaje. Son diferentes los casos de los dos países. Corea del Norte tiene de hecho bombas, unas que sí pueden alcanzar el territorio de Estados Unidos. Es más, la inteligencia estadunidense parece estar diciendo que Corea del Norte está mejorando su capacidad militar a un ritmo muy rápido. El régimen de Trump habla ahora de una guerra preventiva –el oxímoron más maravilloso inventado alguna vez. Si Estados Unidos

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La larga sombra de Montichello

Fuente: Dardo Esterovich | Revista Convergencia Fecha: 10 de SEPTIEMBRE 2017 Charlottesville es una apacible ciudad del estado de Virginia de aproximadamente 45.000 habitantes. En estos días la tranquilidad se vio perturbada por la muerte de Heather Heyer al ser atropellado con un automóvil por un joven de 20, James Alex Fields Jr. quien también hirió en la embestida a una veintena de personas que formaban parte de una multitudinaria contramanifestación de un acto de supremacistas blancos, neonazis y del Ku Klux Klan. Estos protestaban por una iniciativa de la ciudad de retirar una estatua del Gral. del ejército confederado Robert E. Lee. Los supremacistas se convocaron bajo el consigna “Unite the Right” (Unir a la derecha) y el día anterior al acto realizaron una marcha que evocaba la estética de los nazis en la Alemania del 30 con svásticas, águilas fascistas, antorchas y consignas como “No nos reemplazarán, los judíos no nos reemplazarán”, “¡Blood and Soil!» (“¡Sangre y Tierra!”), pancartas con Trump y su consigna de campaña “Haremos grande de nuevo a Estados Unidos”. La propuesta de retirar la estatua en Charlottesville forma parte de una ola de iniciativas similares -cada vez más extendida en diversas ciudades de quitar los cientos de monumentos dispersos por todo el territorio estadounidense que glorifican a la Confederación y que fueron erigidas poco a poco después de la Guerra Civil por los derrotados, como una manera de perpetuar el espíritu racista y supremacista en la población. La reacción de los activistas que condenan al racismo es producto de la preocupación por la participación pública cada vez mayor de la derecha supremacista que considera al gobierno de Trump como “su gobierno”. Hasta aquí los hechos. Pero los hechos siempre admiten un antes y un después. Un antes Montichello –aledaño al ejido de Charlottesville simboliza una de las mayores contradicciones que atraviesan a la sociedad estadounidense desde los días de la independencia. Allí tenía su plantación y residencia Thomas Jefferson, que pertenecía a la aristocracia de los hacendados del Sur. Fue un estudioso que se fue acercando a las ideas de los iluministas, con grandes conocimientos de historia, literatura, derecho, arquitectura –diseñó su propia casa- ciencia y filosofía. Defendió la enseñanza pública y gratuita y la tolerancia religiosa. Fue el redactor principal del borrador de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos (1776) texto donde se defendía la democracia, la igualdad, la soberanía de los pueblos para decidir sobre sí mismos y el derecho de los hombres “a la vida en libertad y la búsqueda de la felicidad”. Pero no todo fue tan idílico. En el borrador – aunque finalmente no fue incorporado por la oposición de algunos estados sureños— Jefferson condenaba la institución de la esclavitud y prohibía la trata de esclavos aunque no serían emancipados los ya existentes ni sus descendientes. Tanto él como los otros grandes propietarios del Sur dependían del trabajo esclavo y no estaban dispuestos a renunciar al mismo. Jefferson llego a tener en su plantación en Montichello cerca de 600 esclavos a los que mantuvo hasta su muerte en 1826. Aunque contrario a la esclavitud aceptó voluntariamente las leyes que la permitían y cuando tuvo posibilidades de abolir todo signo de desigualdad entre todos los seres humanos, no lo hizo Esta contradicción tenía su sustento en que para Jefferson libertad e igualdad no era lo mismo, especialmente si la igualdad se refería a los negros. En los últimos tiempos muchos autores han hecho hincapié en las ideas racistas de Jefferson. Estos juicios se han basado fundamentalmente en su «Notes on the State of Virginia» (1787) donde para justificar sus opiniones favorables a la deportación futura de los negros, expone «las verdaderas diferencias hechas por la naturaleza y otras muchas circunstancias. . .». Considera las de nivel puramente físico –color, funcionamiento de las glándulas sebáceas y otras— y las del plano intelectuales –poca inclinación a la reflexión, poco raciocinio—. Llegó a alegar «creo difícil encontrar uno sólo capaz de seguir y comprender las investigaciones de Euclides». Esta contradicción se mantuvo casi inalterable hasta la Guerra de Secesión (1861-1865) entre el Norte industrial-abolicionista y el Sud agrario-esclavista. El régimen esclavista era una rémora que obstaculizaba la expansión industrial la que finalmente se resolvió mediante el conflicto armado en que el Norte resultó victorioso. Una de las consecuencias fue la liberación de los esclavos. Esta medida fue lacomplementación de la tarea inconclusa de la Declaración de la Independencia en cuanto a la libertad para todos los habitantes de las ex Colonias. Pero tampoco significó la obtención de la igualdad. Pasado un tiempo los estados sureños se fueron recuperando económicamente de las consecuencias de la guerra y volvieron al manejo político de sus gobiernos, ya que su reincorporación a los Estados Unidos significó la recuperación de su autonomía como Estados de acuerdo a la Constitución. La derrota militar no significó la derrota cultural ya que las ideas racistas siguieron siendo predominantes especialmente en el sector rural. Para mantener la discriminación se dictaron un conjunto de leyes conocidas como los Códigos Negros que rigieron en el Sur y las leyes de Jim Crow en todo el país. Durante la vigencia de estas leyes –fueron derogadas en 1964 por las luchas llevadas a cabo por el Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por Luther King–se erigieron miles de monumentos que glorifican a la Confederación, dispersos por toda la geografía estadounidense, destinados a perpetuar la ideología racista. Estas leyes ampararon durante 75 años la humillación, la vejación, el maltrato, los azotes, las violaciones, el terrorismo doméstico contra la población negra, incluyendo la horrorosa cifra de 5,000 linchamientos. El reverendo Wright, pastor de la parroquia de la United Church of Christ de Chicago y mentor del ex presidente Obama, en una conferencia en la Universidad Howard (Washington) en el 2006 afirmó: «Este país se fundó y está dirigido según un principio racista (…) Creemos en la superioridad blanca y en la inferioridad negra (…) más que en el propio Dios», según lo publicado por The

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El sionismo es el último refugio del sinvergüenza

Fuente: Uri Avnery | Haaretz Fecha: 10 de SEPT 2017 Si hay una palabra en hebreo de la que estoy totalmente harto, es sionismo. Es una palabra llena de significado y vacía de todo significado. Es una palabra que se puede pegar en cualquier frase en que haya un hueco. Es buena para los políticos que no tienen nada que decir. Puede justificar cualquier cosa y descalificar cualquier cosa. Es buena para todos los estafadores y tramposos. Hace unos 300 años, el pensador inglés Samuel Johnson dijo: «El patriotismo es el último refugio de un sinvergüenza». En nuestros días y lugar podemos decir eso mismo acerca del sionismo. Entonces, ¿cuál es el verdadero significado de la palabra? El sionismo, como se conoce comúnmente, nació como término a fines del siglo XIX y llegó a expresar una idea perfectamente simple: sacar a los judíos de la Diáspora y concentrarlos en la Tierra de Israel. Fue una idea revolucionaria, una revolución geográfica que fue inevitablemente una revolución ideológica: convertir a los judíos de una comunidad etno-religiosa dispersos por todo el mundo, en una «nación» moderna concentrada en un país, acorde con un espíritu de nacionalismo que se intensificaba en Europa. Eso fue el sionismo. A lo largo de los años, muchos intelectuales han agregado significaciones al sionismo como mejor les parecía. Cada persona tenía su propio sionismo, de derecha y de izquierda, conservador y socialista, religioso y secular, occidental y oriental. Pero ninguno de estos aditamentos cambió la simple idea concebida por Theodor Herzl que creía que casi todos los judíos vendrían a Israel. El resto, pensó, simplemente se convertiría en alemanes, rusos, franceses, etc. Si Herzl hubiera conocido a los judíos orientales —los judíos habitantes de países árabes y/o musulmanes— habría pensado que ellos también, a menos que vinieran a Israel, se convertirían en marroquíes, turcos, persas, etc. Dejarían de ser judíos. Desde el punto de vista de Herzl, el término «sionista estadounidense» es un oxímoron, una contradicción absurda. Para él, un judío norteamericano podía ser sionista durante unos meses, pero para continuar como tal, debía abordar un barco rumbo a la Palestina otomana. Este sionismo, el verdadero sionismo, de Herzl llegó a su fin con el establecimiento de Israel como un Estado. La idea se había concretado. Los ciudadanos de Israel son una nación, como él soñó. Como en todas las naciones, quieren que su estado prospere, mientras que los judíos de todo el mundo siguen siendo una comunidad etno-religiosa, como lo fueron antes del nacimiento del sionismo. ¿Cuál es el carácter de esa comunidad? En el mundo moderno es una criatura única y extraordinaria, pero en el pasado era perfectamente normal. En el Imperio Bizantino toda la población estaba formada por esas comunidades. Cada comunidad tenía su propia religión y autonomía administrativa, gobernada por clérigos subordinados al gobierno central. La división entre las comunidades no era geográfica sino étnica y religiosa. Los judíos que fueron exiliados por Nabucodonosor a Babilonia no se convirtieron en babilonios, permanecieron judíos. Y cuando fueron devueltos a Jerusalén por Ciro el Grande, continuaron siendo judíos. Después del Imperio Persa vinieron el Imperio Macedonio, el Imperio Romano, el Imperio Bizantino y más tarde los musulmanes-árabes, mamelucos y turcos, hasta la llegada de los británicos, cuyas leyes heredamos. Hasta hoy, nuestras leyes matrimoniales se basan en esa antigua base. Un judío de Tel Aviv puede casarse con su amado judío de Nueva York sin dificultad, pero no puede casarse con un cristiano de Jerusalén o un musulmán de Haifa. Uno de los dos debe convertirse, o deben casarse en el extranjero. Este es el régimen comunitario, un flagrante anacronismo antisionista. Un americano judío es americano y no pertenece a la nación israelí. Puede enviarnos donaciones (y bendecirlo por ello), o visitarnos en el verano a expensas de alguna organización «sionista», pero es americano. Benjamín Netanyahu puede declararse el líder de todos los judíos, pero es sólo el primer ministro de la nación israelí en el pequeño Israel. Por cierto, los ciudadanos árabes de Israel podrían haber sido parte de la nación israelí, si hubieran querido hacerlo. Les daría la bienvenida. Pero parecen preferir ser una minoría nacional en el estado israelí y seguir siendo parte de la nación palestina. En estos días, en esta realidad, la marca sionista es innecesaria y un obstáculo. Es confuso y sirve como una herramienta para los políticos que buscan extorsionar dinero y apoyo político de los judíos de todo el mundo. Es una marca falsa mal utilizada para el fraude. Entonces, ¿cómo me defino? Como cualquier persona moderna consto de varias capas. Primero soy un ser humano, un hermano de cada hombre y mujer en la tierra. Luego soy israelí. Luego soy de ascendencia judía. (Una vez tuve una tormentosa discusión con Ariel Sharon sobre esto, le dije que yo era ante todo israelí y sólo luego judío, y él apasionadamente argumentó que era judío primero y sólo luego israelí). En resumen, hemos construido una estructura nacional llamada Israel. Para eso necesitábamos andamios. Este andamio fue llamado sionismo. Ahora, cuando el edificio está de pie, el andamio se ha vuelto redundante y es incluso como un obstáculo en el camino. Pero para todos los tipos de sinvergüenzas es un refugio útil. Traducción: Dardo Esterovich Nota original: clickear aquí  

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Chile: Salvador Allende, entre la memoria y el olvido

Fuente: Marcos Roitman Rosenman | La Jornada Fecha 09 de SEPT 2017 os hechos significativos marcan el devenir de la historia chilena en el siglo XX. El triunfo de la Unidad Popular el 4 de septiembre de 1970 y el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973. Fue el primer gobierno socialista salido de las urnas. En ambos acontecimientos la figura relevante fue Salvador Allende: médico nacido en 1908, fundador del Partido Socialista, declarado marxista, ministro de sanidad a los 30 años durante el gobierno del Frente Popular encabezado por Pedro Aguirre Cerda, en 1938. Diputado, senador, presidente del Senado; impulsor de numerosas leyes sanitarias, de seguridad social, protección de los trabajadores y viviendas sociales; declarado defensor de la revolución cubana antimperialista; infatigable luchador social y, por último, presidente de Chile entre 1970 y1973. Dejó su vida en el palacio de gobierno defendiendo las libertades públicas y los derechos de los trabajadores, las mujeres, la juventud y los campesinos; en definitiva, del pueblo chileno. Llamó traidores y rastreros a los generales que se levantaron contra la patria, rompiendo la tradición constitucionalista. Inauguraban una larga noche. Fueron genocidas, torturadores, asesinos. Encabezados por el general Augusto Pinochet, secundado por los comandantes de la fuerza aérea Gustavo Leigh, de la armada José Toribio Merino y el general de carabineros César Mendoza. No fueron los únicos golpistas. El golpe de Estado fue la unión de civiles y militares más el apoyo internacional del gobierno de Estados Unidos y sus aliados en la región. Los acompañaba el entonces presidente del Senado Eduardo Frei Montalva, demócrata cristiano y ex presidente (1964-1970). Hoy se le llora como víctima de la dictadura. A su lado, Patricio Aylwin bloqueó y torpedeó cualquier acuerdo entre la democracia cristiana y el presidente Allende. Conspiró y brindó con champán la muerte de miles de chilenos. Hoy, plazas, calles y escuelas llevan su nombre. Lo recuerdan como el primer presidente postiranía. Hace meses se hizo pública el acta de una reunión privada entre la dirección de los empresarios chilenos y Frei como presidente del Senado en agosto de 1973. Este fue su consejo: Vayan a las fuerzas armadas, pídanle su intervención. Para derrocar al gobierno marxista no hay diálogo: esto se resuelve con balas. Junto a la plana mayor del Partido Nacional, citaré sólo a Onofre Jarpa, más tarde ministro del Interior de la tiranía. Son venerados como próceres, estandartes de las luchas democráticas. Pocos, los ya ancianos, los relacionan con el genocidio y menos se les confieren responsabilidades. Tal vez a los ya jubilados, chilenos o no, este recordatorio les resulte banal e injustificado. Sin embargo, vale la pena preguntarse cómo perciben esta etapa de la historia las nuevas generaciones. Y no me refiero a la militancia juvenil de los partidos políticos, sino a la juventud de la era digital, desenfadada, muchas veces desideologizada y, sobre todo, víctima de una educación de cuatro décadas, en la cual priman la manipulación, el olvido, la competitividad y la desafección por la memoria histórica. ¿Son conscientes de los crímenes de lesa humanidad de su pasado o siguen defendiendo, como hace el ex vicepresidente de Chile de la concertación y primer gobierno de Michelle Bachelet, Alejandro Foxley, que Pinochet cambió el destino de los chilenos para bien, convirtiéndole en el prohombre que puso al país en el umbral del progreso y en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos? Tal vez esto nos haga pensar. Muchos no quieren hacerlo. Es fatigoso y en ocasiones causa dolor. Saber la verdad de los hechos no les interesa y, lo que es peor, se sienten cómodos en su indolencia. Les basta una caricatura para identificar al gobierno de Salvador Allende y sus reformas: era un izquierdista cuyo proyecto era instaurar un Estado totalitario. Los chilenos se opusieron, lucharon y ganaron la batalla al comunismo y el marxismo-leninismo. No resulta extraño que la hoy candidata a la presidencia de Chile por la nueva izquierda –el Frente Amplio–, Beatriz Sánchez, de 46 años, universitaria, periodista, ex conductora de programas de televisión, cara conocida en los medios de comunicación, autoproclamada de izquierda y feminista, apoyada por los diputados Giorgio Jackson y Gabriel Boric, fundadores de Revolución, Democracia e Izquierda Autónoma, se despachaba de la siguiente manera en la entrevista concedida a la revista del corazón Paula, el 30 de junio de este año. Pregunta: ¿Te sientes cómoda con el modelo de Salvador Allende? Respuesta: No es lo mismo, porque estamos en otro contexto. Yo prefiero un Estado que no sea totalitario, porque no creo en un Estado totalitario. ¿Era Allende un tirano, un dictador cualquiera? Eso parece insinuar su respuesta. Ante la repercusión de semejante metedura de pata se vio obligada a pedir perdón, eso sí, a petición de sus avales, los diputados Jackson y Boric. Lo peor no es lo dicho, sino que lo crea y no tenga pudor en decirlo. Además, es la opinión generalizada de las nuevas generaciones educadas en la desmemoria, el olvido y la mentira. Son pocos los interesados en romper la amnesia colectiva que encubre a canallas, traidores, golpistas y genocidas. Rescatar de la manipulación histórica al gobierno de la Unidad Popular y a su presidente, Salvador Allende, señalando que fue el momento más democrático y en el que la dignidad de un pueblo soberano brilló en el escenario internacional, sigue siendo la signatura pendiente. Mientras tanto, sus dirigentes –los mismos que fueron exiliados y sufrieron torturas– abandonan sus principios, olvidan y hoy participan de las acciones golpistas contra el gobierno de Venezuela. Hace 47 años estarían con Pinochet señalando que Allende quería instaurar un régimen totalitario y, por tanto, el golpe de Estado fue una liberación. La posverdad se impone. Salvador Allende fue dictador, marxista-leninista y comunista. El resto es irrelevante.

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La Colombia que visita Francisco

Fuente: Fernando Collizzolli | Revista Zoom Fecha: 07 de SEPT 2017 El Papa Francisco emprendió esta semana, una visita de Estado a Colombia que lo llevará durante cinco días por cuatro ciudades (Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena), con el objetivo principal de apuntalar el proceso de paz que atraviesa el país cafetero. La primera visita de Jorge Bergoglio a Colombia como máximo responsable de la Iglesia Católica y la quinta de Francisco a la región se produce en el marco de una coyuntura política particularmente intensa e inédita en un país acostumbrado durante décadas, de algún modo, a que el pasado no pase. Rebobinemos un poco, antes de avanzar en el análisis de este complejo escenario en el que se enmarca la estadía de Francisco. Desandando el proceso de paz ¿Cómo se alcanzó esta instancia de posacuerdo entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)? Juan Manuel Santos llegó a la presidencia de Colombia en las elecciones del 2010, como continuador de las políticas de Álvaro Uribe, y en parte, eso hizo, al sostener la “Política de la Seguridad Democrática”, una amplia y sistemática ofensiva militar que despejó territorios para el establecimiento de condiciones favorables para la “Confianza Inversionista”. No obstante, la conformación de una amplia coalición de gobierno, la reconstrucción de las relaciones diplomáticas con los países de la región, el reconocimiento de la existencia del conflicto armado y de la responsabilidad del Estado y, finalmente, la apertura de una mesa de negociaciones de paz con las FARC y luego con el ELN llevaron al enfrentamiento de Santos con Uribe, quien había edificado su construcción política sobre la base de sostener un discurso “antifariano” que transformó a las guerrillas en general, y a las FARC en particular, en enemigos narco-terrorista de la nación colombiana.[i] “La primera visita de Jorge Bergoglio a Colombia como máximo responsable de la Iglesia Católica y la quinta de Francisco a la región se produce en el marco de una coyuntura política particularmente intensa e inédita en un país acostumbrado durante décadas, de algún modo, a que el pasado no pase” En ese sentido, en este desarrollo de las negociaciones de paz convergieron una serie de elementos como: a) la correlación de fuerzas en el campo de batalla (con las FARC replegadas y en situación de debilidad relativa ante un Estado, sin capacidad de desarticularlas); b) la estrategia política de los principales actores involucrados (mientras que a Santos, le permitieron diferenciarse de Uribe, conseguir la re-elección en 2014 y concitar un amplio apoyo internacional; para las FARC, supusieron la posibilidad de iniciar la disputa por otros medios); c) la deslegitimación de la “solución armada” ante los escándalos públicos producidos por las sucesivas violaciones a los derechos humanos; d) y el reconocimiento por parte de las elites de que tendrían negocios más rentables y seguros en tiempos de paz. Todo ello en un contexto de transformaciones en el escenario internacional, en el que los gobiernos progresistas de la región presionaron a las partes para sentarse a negociar. Fueron, precisamente, estos elementos los que permitieron “salvar” el proceso de paz ante el (no tan) sorpresivo triunfo del NO en el plebiscito popular de octubre de 2016, en el que confluyeron desde la apatía de la gran mayoría de la población colombiana y el rechazo a los acuerdos por parte de aquellas poblaciones que ya no registran el conflicto en su cotidianidad, hasta la prédica opositora de las iglesias cristianas evangélicas, pasando por el liderazgo de Uribe y la eficacia de una campaña articulada en torno a la desinformación y la generación de indignación.[ii] Así las cosas, incorporando algunas de las recomendaciones planteadas por los principales impulsores de la campaña del NO, los acuerdos resistieron y se terminaron rubricando en noviembre del año pasado en el Teatro Colón de Bogotá. Los desafíos del posacuerdo Desde entonces, Colombia enfrenta el desafío de materializar el Acuerdo Final, en un proceso que ha tenido, hasta el momento, su mayor logro en el histórico desarme cumplido por las FARC el pasado mes de junio –6800 guerrilleros entregaron 7132 armas y las coordenadas de 949 caletas donde se encuentran los restantes recursos bélicos–, y su conformación como partido político a través de la realización de un congreso partidario, en el que se acordó mantener la sigla de la organización, ahora como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, con la rosa roja como símbolo, un discurso amplio para interpelar a los sectores populares, y la apuesta por un “gobierno de transición” en las próximas elecciones. Sin embargo, desde el inicio, las dificultades del Estado colombiano para cumplir con lo acordado se hicieron, a todas luces, evidentes. Uno de los graves problemas actuales es la ocupación por parte de grupos paramilitares, guerrilleros del ELN, y de una fracción disidente de las FARC (el Frente Primero) de alrededor de 46 municipios liberados por las FARC, y la conversión de otros 16 en “zonas de anarquía”, en los cuales se ha producido un incremento de la violencia. “A la lamentable continuidad de los ataques contra dirigentes sociales –entre noviembre de 2016 y julio de 2017 fueron asesinados 55 líderes–, deben agregarse ahora los actos de violencia contra familiares y exguerrilleros desmovilizados de las FARC” A la lamentable continuidad de los ataques contra dirigentes sociales –entre noviembre de 2016 y julio de 2017 fueron asesinados 55 líderes–, deben agregarse ahora los actos de violencia contra familiares y exguerrilleros desmovilizados de las FARC. Finalmente, como elemento nodal de este cuadro de situación, se destacan los importantes retrasos en la institucionalización normativa de los contenidos del Acuerdo: hasta el momento se llevan aprobadas media docena de leyes y actos legislativos en el Congreso Nacional cuando se había contemplado la necesidad de aprobar alrededor de 20 durante el 2017.[iii] Estas demoras responden, entre otras cuestiones, a las limitaciones impuestas por sectores de las elites que intentan incidir en el escenario de posacuerdo a través del poder judicial, la persistencia de los factores que llevaron al rechazo de

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La discreta guerra de Netanyahu en Siria

Fuente: Juan Carlos Sanz | El País Fecha: 23 de AGOSTO 2017 Benjamín Netanyahu visitó este miércoles al presidente Vladímir Putin en Rusia por sexta vez en menos de dos años. El primer ministro israelí viajó hasta Sochi, en la costa del mar Negro, para advertirle “por anticipado” del riesgo de un enfrentamiento armado con Irán en Siria si las fuerzas de Teherán y de sus aliados chiíes se despliegan ante los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por el Ejército de Israel desde hace 50 años. Durante los más de seis años de conflicto civil en el país árabe, el Estado hebreo ha mantenido la estrategia de establecer una zona tapón de seguridad –mediante un discreto apoyo humanitario y logístico– con fuerzas rebeldes que combaten al régimen de Bachar el Asad en el país vecino. Cuando la guerra en Siria parece aproximarse a su fin —entre otras medidas, tras el cese de hostilidades pactado hace un mes por Estados Unidos y Rusia en la región colindante con Israel y Jordania—, Netanyahu teme que los 18.000 combatientes de la Guardia Revolucionaria iraní y de la milicia libanesa Hezbolá alistados en las filas del régimen acaben cruzando la línea roja de la meseta del Golán. “Nos defenderemos con todos los medios ante esta amenaza”, advirtió tras reunirse con Putin, de acuerdo con la información facilitada por la Oficina de Prensa del Gobierno israelí. En una inusual comparecencia ante la prensa en Jerusalén, un dirigente de la oposición siria en el exterior reclamaba también este miércoles “ayuda internacional” para la población civil en la etapa final de la guerra. Issam Zaitoun, que se presentó como exiliado en Alemania desde hace tres décadas, dijo que había podido viajar a Israel gracias a su pasaporte europeo. “Hace falta de todo y hay que actuar ya para evitar una catástrofe”, remachó para denunciar que el Gobierno de El Asad ha dejado abandonadas a su suerte las provincias insurgentes de Quneitra y Deraa (sur), donde aseguró que el alto el fuego sigue sin entrar en vigor pese al anuncio oficial. Un comandante insurgente en Jerusalén Tras alertar de que las alternativas a la oposición moderada son “o el ISIS o las milicias iraníes”, Zeitoun dio paso a la intervención de un comandante insurrecto —que se identificó por su nombre de guerra, Abu Hamad— a través de videoconferencia desde la frontera con el Golán. “La situación es muy mala ahora”, refirió el jefe rebelde, “no hay servicios sanitarios ni de educación, y los alimentos tienen precios muy elevados”. “Sobrevivimos en parte gracias al respaldo de Israel, que atiende a nuestros heridos y nos envía ayuda humanitaria, como leche para los niños”, explicaba sin precisar si recibía también algún tipo de colaboración económica o militar. Abu Hamad reconoció en la comunicación vía Skype que otros grupos les acusan de traición por mantener contacto con militares israelíes. “No nos importa de donde viene la ayuda, la necesitamos”, zanjó las preguntas. Israel ha admitido abiertamente que presta ayuda humanitaria a rebeldes moderados en zonas próximas al Golán. En centros sanitarios del norte del país y en una clínica de campaña en la misma frontera ha atendido en los cuatro últimos años a unos 3.000 heridos sirios, en su mayoría hombres en edad militar, según pudo comprobar este corresponsal en el hospital de Nahariya, próximo a la frontera con Líbano. Una investigación del diario The Wall Street Journal sostenía el pasado mes de junio que —además de medicinas, ropa y alimentos—, el Estado hebreo estaba entregando dinero en metálico a los insurgentes para que pudieran pagar sueldos a los combatientes y comprar armas y municiones. Uno de los beneficiarios de estas ayudas era el grupo rebelde llamado Caballeros del Golán, integrado por unos 400 combatientes en la provincia de Quneitra, que mantiene una alianza operativa con unidades del Ejército Libre de Siria, a su vez respaldado por Turquía y varios países occidentales. Los combates se recrudecieron a comienzos de este verano en la frontera de los Altos del Golán. El Ejército de Israel respondió entonces con ataques aéreos y de artillería cada vez que caían proyectiles sobre territorio bajo su control. A su vez, el régimen de Damasco denunció que las represalias israelíes solían coincidir con avances de los yihadistas del antiguo Frente al Nusra, que cuentan con una fuerte presencia en la región, en la pugna con las tropas gubernamentales por el control de la ciudad nueva de Quneitra. Observadores de la ONU El contingente de observadores de la ONU en el Golán (UNDOFOR) —cuya misión es velar por el cumplimiento del armisticio entre Siria e Israel que puso fin a la guerra del Yom Kipur (1973)— ha informado al Consejo de Seguridad de un significativo aumento de los contactos mantenidos entre el Ejército de Israel y las fuerzas rebeldes en la zona, según la información recabada por el diario Haaretz. La intervención israelí en la guerra de Siria no ha sido siempre tan discreta. El jefe saliente de las Fuerzas Aéreas, el general Amir Ethel, ha confirmado recientemente que Israel ha atacado casi en un centenar de ocasiones arsenales y convoyes de transporte de armamento de Hezbolá a lo largo del conflicto. El pasado mes de marzo, tras una de estas incursiones aéreas, el Ejército sirio disparó misiles contra los aviones de combate israelíes, en el considerado incidente más grave entre ambos países en seis años. El escudo antimisiles Arrow tuvo que interceptar uno de los cohetes, que iba a impactar en un área situada al norte de Jerusalén. Siria e Israel nunca han firmado la paz y siguen técnicamente en guerra desde hace siete décadas. Leer más: UN Sees Spike in Meetings Between Israeli Army, Syrian Rebels, Warns of Escalation Israel Gives Secret Aid to Syrian Rebels  

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La restauración neoliberal tropieza en América Latina

Fuente: Emir Sader* | ALAI Fecha: 21 AGOSTO 2017 Parecía todo redondo: los gobiernos “populistas” serian un breve paréntesis breve en el continente, a contramano de las corrientes globales. En la derecha y en la ultra izquierda, el análisis estaba listo: “fin de ciclo” de los gobiernos antineoliberales. Problemas graves en Venezuela, derrota electoral en Argentina, revés en Bolivia, golpe en Brasil, entre otros, prenunciaban que la derecha volvería. La anunciada restauración neoliberal ganaba cuerpo en Argentina con el flamante gobierno de Mauricio Macri y en Brasil con el de Michel Temer. La derecha se preparaba para conmemorar victorias en Ecuador, en Chile, en México, en Colombia, a lo mejor incluso en Bolivia, entre otros países del continente. EEUU proclamaba que su período de más grande aislamiento en América Latina terminaba. Los que se incomodaban con los gobiernos que más conquistas habían logrado en el continente, pero que no correspondían a sus equivocadas previsiones, volvían a aparecer, después de haber estado ausentes, sin discurso alguno. Fueron los más contundentes en prever el “fin de ciclo” de gobiernos que desmienten todo lo que ellos han dicho. Alivianados, podrían volver a sus viejas y siempre desmentidas tesis académicas. Pero las cosas no han evolucionado como preveían los conservadores. Ni los gobiernos de Macri y de Temer logran cumplir con lo que prometían, ni tampoco en otros países el panorama corresponde a lo que la derecha esperaba. Los modelos de restauración neoliberal, puestos en práctica en Argentina y en Brasil, ni han retomado el crecimiento económico, ni tampoco han superado la crisis. La recesión se perpetúa y se profundiza en esos países, el desempleo llega a niveles records, la situación social se degrada, los apoyos de esos gobiernos caen, al punto de que el gobierno de Temer tiene menos del 5% de apoyo. Se confirma que retomar el viejo proyecto, ya aplicado en los 80 y los 90 del siglo pasado en varios países de la región, no tiene ninguna capacidad de dar solución a los problemas de esos países. Al contrario, disminuir las inversiones estatales, los recursos para las políticas sociales, cortar los derechos de los trabajadores, solo ha ahondado la crisis. La restauración neoliberal desemboca en un fracaso. Por otra parte, la crisis venezolana, frente al agotamiento de los métodos de acción de la oposición y de las amenazas desastrosas de Trump, así como frente a la elección de una Asamblea Constituyente, han generado una situación de crisis para la oposición. Sus manifestaciones han bajado de tono, el desconcierto cunde en sus filas. En países como México, Colombia, Chile, a su vez, la izquierda tiene perspectivas reales de victoria en las próximas elecciones presidenciales. Andrés Manual López Obrador aparece como favorito en las encuestas, al tiempo en que los partidos tradicionales de la derecha, el PRI y el PAN, tiene hasta dificultades de unificarse mínimamente a su interior y lanzar candidatos competitivos. En Colombia, Gustavo Petro, ex-alcalde de Bogotá, disputa en las encuestas el liderazgo con el candidato más connotado de la derecha, Vargas Peñaloza, mientras el partido de Uribe busca un nombre, en medio de la parálisis del respaldo del ex-presidente, que por primera vez tiene un nivel de rechazo más alto que el de apoyo. En Chile, cuando la derecha ya se preparaba para conmemorar el retorno de Sebastián Pinera, frente a la incapacidad del gobierno de Bachelet de siquiera tener un candidato propio, el Frente Amplio desarrolla una importante campaña con la candidatura de Beatriz Sánchez, una gran líder del sector de la educación en el país, y se ubica en segundo lugar en las encuestas. En Ecuador, aun con un resultado apretado, el problema no viene del retorno de la derecha, sino de disensiones dentro del gobierno de Lenin Moreno y de Alianza País. Conflictos que no dejan de preocupar, aún más por el tono que asumen los reproches mutuos. Pero son diferencias al interior de un mismo proceso. En Bolivia, desecha completamente la farsa de las acusaciones personales en contra de Evo Morales, que se han revelado un completo montaje de la oposición, el MÁS se prepara para encarar la forma de poder volver a presentar la candidatura de Evo, apoyado en el respaldo masivo que tiene su gobierno. Ha pasado el auge de la contraofensiva de la derecha, que pierde aliento y no presenta ninguna propuesta novedosa, que pudiera configurar realmente un fin de ciclo, superado por nuevo período histórico. Son intentos de volver al viejo modelo neoliberal que, ni en América Latina, ni en ningún otro lado, presenta capacidad de superar la crisis generalizada a la que ese mismo modelo ha arrojado a la gran mayoría de las economías de Europa, EEUU y América Latina. Es de las mismas fuerzas que han protagonizado el extraordinario proceso de lucha en contra del neoliberalismo, que pueden surgir nuevas perspectivas para retomar y dar continuidad, en las nuevas condiciones históricas, a ese proceso. Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

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¡Yo creé el terrorismo yihadista y no me arrepiento!

Fuente: Nazanín Armanian | http://blogs.publico.es Fecha: 20 de AGOSTO 2017 “¿Qué es lo más importante para la historia del mundo? ¿El Talibán o el colapso del imperio soviético?” Es la respuesta de quién fue el asesor de seguridad del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, a la pregunta de la revista francesa Le Nouvel Observateur (del 21 de enero de 1998) sobre las atrocidades que cometen los yihadistas de Al Qaeda. Una escalofriante falta de ética de individuos como él que destruyen la vida de millones de personas para alcanzar sus objetivos. En esta entrevista, Brzezinski confiesa otra realidad: que los yihadistas no entraron desde Pakistán para liberar su patria de los ocupantes infieles soviéticos, sino que seis meses antes de la entrada del Ejército Rojo a Afganistán, EEUU puso en marcha la Operación Ciclón el 3 de julio de 1979, enviando a 30.000 mercenarios armados incluso con misiles Stinger a Afganistán para arrasar el país, difundir el terror, derrocar el gobierno marxista del Doctor Nayibolá y tender una trampa a la URSS: convertirlo en su Vietnam. Y lo consiguieron. A su paso, violaron a miles de mujeres, decapitaron a miles de hombres y provocaron la huida de cerca de 18 millones de personas de sus hogares, casi nada. Caos que continúa hasta hoy. Esta ha sido la piedra angular sobre la que se levanta el terrorismo “yihadista” y al que Samuel Huntington dio cobertura teórica con su Choque de Civilizaciones. Así, consiguieron dividir a los pobres y desheredados de Occidente y de Oriente, haciendo que se mataran en Afganistán, Irak, Yugoslavia, Yemen, Libia y Siria, confirmado la sentencia de Paul Valéry: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para el provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”. Consiguieron neutralizar la oposición de millones de personas a las guerras y convertir en odio la empatía. Con el método nazi de «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad»: El atentado del 11S no lo cometieron los talibanes afganos. La CIA en 2001 había implicado al gobierno de Arabia Saudí en la masacre. ¿Por qué, entonces, EEUU invadió y ocupó Afganistán? Las armas de destrucción masiva no las tenía Irak. El único país en Oriente Próximo que las posee, y de forma ilegal, es Israel y gracias a EEUU y Francia. Tampoco EEUU necesitaba invadir a Irak para hacerse con su petróleo. Demoler el estado iraquí tenía varios motivos, como eliminar un potencial enemigo de Israel y ocupar militarmente el corazón de Oriente Próximo, convirtiéndose en el vecino de Irán, Arabia Saudí y Turquía. Las cartas con ántrax que en EEUU mataron a 5 personas en 2001, no las enviaba Saddam Husein como juraba Kolin Powell, sino Bruce Ivins, biólogo de los laboratorios militares de Fort Derrick, Maryland, quien “se suicidó” en 2008. Ocultaron la (posible) muerte de Bin Laden agente de la CIA, hasta la pantomima organizada el 1 de mayo del 2011 por Obama, en el asalto hollywoodiense de los SEAL a un domicilio en Abottabad, a pesar de que la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, ya había afirmado el 2 de noviembre del 2007 que el saudí había sido asesinado, por un posible agente de MI6 (quizás en 2002). Benazir fue asesinada casi un mes después de esta revelación. Mantener “vivo” a Bin Laden durante 8-9 años le sirvió a EEUU aumentar el presupuesto del Pentágono (de 301.000 millones de dólares en 2001 a 720.000 en 2011), incrementar los contratos de armas de Boeing, Lockheed Martin, Raytheon, etc. y vender millones aparatos de seguridad y cámaras de vídeo-vigilancia, montar cárceles ilegales por el mundo, legitimar y legalizar el uso de la tortura, practicar asesinatos selectivos y colectivos (llamados “daños colaterales”) y concederse el derecho exclusivo de invadir y bombardear al país que desee. Una vez testados en Afganistán, la OTAN envió a éstos “yihadistas” a Yugoslavia con el nombre del Ejercito de Liberación de Kosovo; luego a Libia y les puso el nombre de “Ansar al Sharia», y a Siria, donde primero les denominó “rebeldes” y luego les dio otros 5-6 nombres diferentes. En esta corporación terrorista internacional, la CIA se encarga del entrenamiento, Arabia Saudí y Qatar de “cajero automático” como dijo el ministro alemán de Desarrollo, Gerd Mueller, y Turquía, miembro de la OTAN, acoge, entrena y cura a los hombres del Estado Islámico. ¡Son los mismos países que forman la “coalición antiterrorista! ¿Cómo decenas de servicios de inteligencia y los ejércitos de cerca de 50 países, medio millones de efectivos de la OTAN instalados en Irak y Afganistán, que han gastado miles de millones de dólares y euros en la “guerra mundial contra el terrorismo” durante 15 largos años, no han podido acabar con unos miles de hombres armados con espada y daga de Al Qaeda? Así fabricaron al Estado Islámico Siria, finales del 2013. Los neocon aumentan la presión sobre el presidente Obama para enviar tropas a Siria, y necesitan una casus belli. El veto de Rusia y China a una intervención militar en el Consejo de Seguridad, la ausencia de una alternativa capaz de gobernar el país una vez derrocado o asesinado el presidente Asad, el temor a una situación caótica en la frontera de Israel, eran parte de a los motivos de Obama a negarse. Sin embargo, el presidente y sus generales pierden la batalla y los sectores más belicistas del Pentágono y la CIA, Qatar, Arabia Saudí, Turquí y los medios de comunicación afines asaltan la opinión pública con las imágenes de las decapitaciones y violaciones cometidas por un tal Estado Islámico. Una vez que el mundo acepta que “hay que hacer algo”, y al no tener el permiso de la ONU para atacar Siria, el Pentágono, el bombero pirómano, diseña una especial ingeniería militar: metidas por un tal Estado Islámico. Una vez que el mundo acepta que “hay que hacer algo”, y al no tener el permiso de la ONU para atacar Siria, el Pentágono, el bombero

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