México regresa a América Latina
Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la Luna Fecha: 01 de JUL 2018 Este domingo se realizan las elecciones en México. La totalidad de los pronósticos coinciden que el ganador será Andrés Manuel López Obrador, más conocido como AMLO o “El Peje”. Ese resultado –de no ser alterado por las aceitadas maquinarias electorales ilícitas— supondría la primera vez en 70 años que se consagra como Jefe de Estado un candidato que proviene de un partido de izquierda. El 7 de octubre de este año se desarrollarán las elecciones en Brasil, donde el PT, incluso sin la candidatura de Lula, aparece como el partido con mayores expectativas de voto. Las recientes elecciones en Colombia, donde por primera vez en 60 años llegó a segunda vuelta un candidato progresista, se suma a un fenómeno donde las alianzas neoliberales vuelven a ser cuestionadas con fuerza desde diversos sectores sociales y empiezan a mostrarse con deslices de debilidad vacilante. Las secuelas de estas dos compulsas electorales, de México y de Brasil, tendrán un gran impacto en el proceso electoral argentino de 2019, y generarán un nuevo vínculo de Latinoamérica con EE. UU. Para las elecciones del 1 de julio están inscriptos 89 millones de mexicanos. Casi 5 millones de ellos son jóvenes –entre 18 y 21 años– que podrán votar por primera vez. Además de la elección presidencial, se eligen gobernadores, senadores nacionales, legisladores federales, regionales, alcaldes y concejales. En total es una disputa por 18.311 cargos públicos en las distintas instancias, entre ellos 500 diputados y 128 senadores. Los cuatro aspirantes que lograron acceder a la candidatura presidencial son José Antonio Meade, postulado por la coalición Todos por México, alianza formada por el actual partido gobernante, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), junto a dos pequeños partidos, la Nueva Alianza (PANAL, que sustenta una impronta neoliberal) y el Verde Ecologista de México (PVEM), que –al igual que varios de sus parientes en otros países latinoamericanos– se suma a cualquier conglomerado que estipule alguna medida genérica de cuidado del medio ambiente. Otro de los candidatos es Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, creada por los partidos de la Revolución Democrática (PRD) –otrora el agrupamiento político de izquierda del cual proviene AMLO, hoy parte del centro de espectro político—, en alianza con el Movimiento Ciudadano (MC) y el PAN (ambos conglomerados de derecha). Al igual que lo sucedido en la Argentina durante los años ’90, cuando Menem utilizó el PJ para llevar a cabo políticas neoliberales, el PRD ha sido inficionado por la misma experiencia, situación que motivó el abandono de AMLO de esa configuración política. El tercer candidato es un independiente: Jaime Rodríguez Calderón, alias “El Bronco”, gobernador del Estado de León y antiguo integrante del PRI. Su pretensión electoral original tenía como motivación disputarle caudal electoral a MORENA, pero el desarrollo de los acontecimientos llevó a que sus potenciales votantes aparezcan más ligados a la coalición Por México al Frente. Por su parte, AMLO conformó la coalición Juntos Haremos Historia donde se ha sumado su propia organización, MORENA, a los aportes de PT (Partido del Trabajo) y el Partido del Encuentro Social (PES), una agrupación evangelista conservadora que priorizó la faceta de honestidad (y lejanía de las mafias) del Peje, a quien nombran de esa manera en referencia al pejelagarto, un animal que es una combinación entre pez y lagarto, originario de Tabasco, su estado natal. López Obrador es hijo de comerciantes, estudió Ciencia Política y Administración Pública en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y entre 1977 y 1982 volvió a Tabasco para convivir en las comunidades chontales, territorio de un pueblo originario de origen Maya, con quienes desarrolló programas de mejora agrícola y la generación de una línea de créditos –sin garantía— destinados a la construcción de viviendas, supletorias de la choza en las cuales vivía la comunidad desde siglos atrás. Durante los años ’90 AMLO volvió a activar junto a los chontales y encabezó varias protestas contra los daños ecológicos provocados por los pozos petroleros instalados en las cercanías de sus comunidades. La pobreza no se apaga con NAFTA Los sectores de la derecha neoliberal del continente vienen asumiendo con preocupación manifiesta el probable triunfo de López Obrador, luego de haber fracasado en su intentona de deslegitimación a través de su asociación con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. La feroz campaña que lo tuvo como destinatario fue producida en Miami y tuvo como leit-motiv su caracterización como populista, etiqueta con la que la derecha latinoamericana denomina a todo lo que no es neoliberal. El sexenio de gobierno de Peña Nieto ha finalizado con un incremento colosal de la violencia, la corrupción y la pobreza. Según guarismos oficiales del instituto de demografía mexicano, el 43,6 por ciento de la población –54 millones de personas—viven en situación de pobreza y 26 millones de ellos con carencias alimenticias severas. Una gran parte de la economía del país depende de las trasnacionales automotrices y de empresas extranjeras que se implantan en territorio mexicano con el único objetivo de abonar salarios paupérrimos en relación con los que deben pagar en sus metrópolis. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, también conocido como NAFTA por sus siglas en inglés) ha beneficiado a un sector minoritario de la sociedad, exiguas contribuciones que el gobierno de Trump busca limitar para repatriar capitales hacia EE. UU. México, que había intentado una política de sustitución de importaciones hasta los años ’80, se enfrentó al problema crónico de quienes lo intentan: la carencia de divisas. Para solucionar ese cuello de botella –a diferencia de Japón o Corea del Sur (entre otros)—, apeló a la solución facilista neoliberal de extranjerizar su economía beneficiando prioritariamente al sector trasnacional, lo que motivó una ampliación de las desigualdades sociales, una mayor dependencia de la economía norteamericana y una profundización del vínculo delictivo con las mafias del narcotráfico de los EE. UU., sin tener desarrollado un sistema de seguridad pública adecuado a esa apertura. La inversión extranjera creció –desde que se aprobó el NAFTA— en más de 300% y las