Fuente: Gideon Levy | Haaretz
Fecha: 13 de marzo de 2021
Elimine el odio o la idolatría a Benjamin Netanyahu y las próximas elecciones no tienen importancia. ¿Usted quiere saber por qué? Porque salvo el odio y la idolatría al primer ministro, todos los partidos judíos están diciendo lo mismo: todos afirman el sionismo, la supremacía judía y la continuación de la ocupación. Por lo tanto, esta elección está desprovista de opciones reales, una elección que no ofrece alternativas, una elección que no es una elección real.
Nótese, por ejemplo, la reacción de los jefes de todos los partidos sionistas ante la decisión tomada en La Haya de investigar a Israel, decisión que en un día realmente bueno podría generar un cambio radical en la conducta de Israel. Desde Benjamin Netanyahu hasta Merav Michaeli y todos los demás, todos repitieron las mismas frases: todos confían en las FDI y confían en sus investigaciones. En otras palabras, todos coinciden en que no ha habido crímenes de guerra. Un coro de niños, el coro de los santurrones. Solo el líder de Meretz, Nitzan Horowitz, dijo algo diferente, no lo suficientemente diferente, pero la elección no gira en torno a Meretz.
Esta reunión ciega detrás de las FDI y el estado en un tema importante como la ocupación que genera desesperación. Después de todo, la mayoría de los políticos de centro izquierda, desde Michaeli hasta Yair Lapid, conocen la verdad. Saben todo sobre las FDI y casi todo sobre sus crímenes y la forma en que se «investiga» a sí misma, pero les falta el coraje para decir la verdad. Se mienten a sí mismos, en su silencio y en el respaldo que dan al ejército.
La derecha, por el contrario, cree que a Israel y las FDI se les permite hacer lo que les plazca, sin que nadie en el mundo pueda cuestionar esto, y que solo el antisemitismo impulsa cualquier crítica al estado. Entre la derecha, que cree que a Israel se le permite todo, y la izquierda, que no se atreve a decir la verdad, la elección es difícil. No hay diferencia y el resultado es el mismo: apoyo a todo lo provocado por la ocupación y falta de voluntad para asumir responsabilidad alguna.
Durante dos generaciones ha habido un ejército de ocupación en una tierra ocupada, sin que pase un día en que sus soldados no violen el derecho internacional, con todo un país animándolo. Existe una empresa de asentamiento, de 53 años, con 700.000 colonos, establecida bajo gobiernos de izquierda y fortificada bajo gobiernos de derecha. La mayor parte del mundo dice que se trata de una clara violación del derecho internacional, y el coro israelí ataca furiosamente a cualquiera que desee investigar y castigar a los responsables del crimen de los asentamientos.
Tomemos, por ejemplo, el sábado, un hermoso día de fin de semana. Una familia palestina, padres y ocho hijos, salen a su propio terreno para hacer un picnic, donde son atacados y apedreados por colonos enmascarados que vienen del asentamiento de Mitzpeh Yair, en las colinas del sur de Hebrón. Se pueden escuchar gritos de terror en un video grabado por B’Tselem, donde se puede ver al padre llevado a un hospital con la cara sangrando.
¿Es un crimen o no es un crimen? No es la primera vez que el ataque proviene de este violento asentamiento. Y tampoco por última vez, obviamente. No hay ejército, ni policía, ni justicia. Pero hay una respuesta de las autoridades de ocupación: «Israel está al tanto del incidente». Nadie fue arrestado y nadie será arrestado, al igual que nadie fue arrestado después de un asalto a Khalil Haryani, un pastor de 78 años que fue atacado con cadenas, palos y piedras hace dos meses por colonos de la misma Mitzpeh Yair.
«Israel está al tanto del incidente». El conocimiento no conduce a ninguna acción. Conocimiento y estímulo. Así es como Israel se investiga a sí mismo. Los líderes de la izquierda y del centro lo saben muy bien. Saben que solo un organismo internacional podría poner fin a esto, pero les falta la integridad y el coraje para decirlo.
Aquí es precisamente donde el tribunal de La Haya debe entrar en escena. Aquí es precisamente donde la izquierda debería haber invitado a la corte a hacerlo, y ese es precisamente el lugar donde la política israelí canta en un coro estridente que induce a la desesperación, casi de pared a pared.
La identidad del próximo director de este coro es de mucha menos importancia de lo que uno podría pensar. El estilo puede ser diferente, así como el arreglo, pero la canción seguirá siendo la misma canción y el coro el mismo coro.
Traducción: Dardo Esterovich