enero 2020

Internacionales, Medio Oriente, Portada

El «Acuerdo del Siglo» no es un acuerdo, pero sí es de este siglo

Fuente: Kevin Ary Levin * | Nueva Sión Fecha:  31 enero 2020 El plan anunciado por Trump y Netanyahu es evidencia de la aparición en escena de un nuevo Medio Oriente, donde gobiernos de la región ya no necesitan ni siquiera fingir apoyo a la causa palestina. El pasado martes, Donald Trump y Biniamin Netanyahu anunciaron ante una sala llena de periodistas, representantes de monarquías árabes y ningún palestino el largamente prometido plan de la administración para la paz entre israelíes y palestinos que ya hace mucho tiempo tomó el nombre rimbombante (¿qué en la era Trump no lo es?) de «Acuerdo del siglo». En el documento, atribuido al heredero inmobiliario y yerno presidencial convertido en alto diplomático Jared Kushner (cuya fundación familiar, bajo su dirección, donó docenas de miles de dólares a los asentamientos judíos en Cisjordania), se delinea un proyecto basado a grandes rasgos en la anexión israelí de partes de Cisjordania (incluyendo asentamientos y la frontera con Jordania), la negación del derecho de retorno de los refugiados palestinos y la afirmación de la soberanía israelí sobre una Jerusalén indivisa. A los palestinos les ofrece la meta en última instancia de la creación de un Estado palestino desmilitarizado en las zonas no anexadas por Israel, en un plazo de cuatro años si están dadas las reformas ordenadas y con consentimiento israelí. Ese Estado tendría un túnel que conectaría a Gaza con Cisjordania y una promesa de inversión de unos 50 mil millones de dólares para mejorar la calidad de vida de los palestinos, aunque el programa ofrece pocos detalles sobre cómo se producirían y de dónde provendrían las inversiones. El futuro Estado palestino limitaría entonces con Israel y (en su frontera sur) con Egipto y quedaría delimitado por un trazado complejo e improbable de fronteras controladas por Israel, con el objetivo de dejar intactos todos los asentamientos judíos en Cisjordania. El plan también deja abierta la posibilidad de transferencia al Estado palestino del llamado «Triángulo», un conjunto de localidades árabes ubicadas del lado israelí a lo largo de la frontera con Cisjordania. El programa establece objetivos que están muy por debajo de la mínima exigida por los palestinos en aspectos clave y reconoce sólo las demandas israelíes (que en realidad son en buena parte demandas de colonos y de halcones en materia de seguridad) en aspectos clave como fronteras, Jerusalén y derecho del retorno de los palestinos. De forma aún más clara, la voz de los palestinos no fue incluida en la redacción del plan. Si el plan se juzgara entonces de acuerdo a sus chances de ser aceptado por los palestinos, estaríamos entonces hablando de un plan claramente condenado al fracaso. Vale la pena pensar entonces cuál es la lógica detrás de proponer un «acuerdo» que jamás será acordado. La clave la podemos encontrar en la forma en la que el plan da a entender la línea de tiempo de las acciones a tomar. Un análisis más cercano revela que Israel puede obtener todos los beneficios de forma más o menos inmediata, mientras que los relativamente bajos incentivos prometidos a los palestinos constituyen objetivos a largo plazo y condicionados. El rechazo de los palestinos permite solidificar la narrativa según la cual los palestinos son rechazadores seriales de iniciativas de paz, lo cual significaría que en realidad sólo buscan la destrucción de Israel. Este argumento (que, por cierto, ignora la baja calidad de estas iniciativas en el pasado y las instancias en las cuales la negativa estuvo del lado israelí) le otorga a Israel una luz verde para avanzar con el plan de forma unilateral ante la supuesta ausencia de un interlocutor. El plan no puede ser pensado en un vacío: constituye de hecho un paso más en el reconocimiento legal de la gradual anexión de Cisjordania que Israel viene implementando mediante la construcción de asentamientos, instalación de infraestructura y desarrollo institucional. Esta situación refleja una realidad subyacente al texto del documento: el plan es una declaración de lo que se impondrá, al menos parcialmente, una vez confirmado el rechazo de los palestinos a colaborar en su propia degradación nacional. Es a la vez una forma de afirmar ante sus fieles la habilidad política de Bibi y de Trump, dos líderes que hacen frente a crisis políticas y legales al interior de sus países y que, mediante este acuerdo, demuestran que tienen dotes de estadistas que les otorgan el poder de rediseñar las relaciones de poder a nivel internacional e imponer sus propias condiciones sobre otros. Si esto es suficiente para enterrar la idea de un acuerdo, hace falta aclarar que el «Acuerdo del Siglo» es sólo media mentira, en tanto es, efectivamente, una consecuencia del Medio Oriente del siglo XXI. Es que este 2020 comienza con una crisis en el liderazgo palestino, que se encuentra fragmentado, desprestigiado y tiene pocos éxitos políticos y económicos que mostrar ante su propia población, con un proceso de reconciliación entre sus principales facciones políticas paralizado y una dirigencia anciana y en muchos sentidos desconectada de la realidad. Un final para el tema palestino La era Trump lanzó a los palestinos a una crisis política sin precedentes. Nunca antes el supuesto árbitro del proceso de paz, Estados Unidos, había actuado de forma tan evidente como juez y parte, haciendo eco de todos los argumentos de Netanyahu. Conscientes del fracaso del proceso diplomático de Oslo y de su creciente desconexión con la realidad en el terreno, el liderazgo palestino sabía también que no tenía ningún interés en permitir una escalada de violencia contra un Israel más fuerte que ellos y mucho más fuerte que nunca a nivel político. Se dedicaron entonces a esperar que esta realidad cambie mientras buscaban contener la situación, estrategia que nunca podía rendir muchos frutos para empezar. Sumándose a esta realidad interna, vemos el aislamiento político de los palestinos a nivel regional, provocado por el abandono en varios países del histórico apoyo (muchas veces sólo nominal y a menudo contraproducente) a los palestinos en su lucha por la autodeterminación nacional.

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El holocausto, el gran capital y Palestina

Fuente: Luis Varese(*) | Agencia Latinoamericana de Información Fecha:  31 enero 2020 Dos primos hermanos de mi mamá, Nanni y Salvatore Tuo Ivaldi, estuvieron en el campo de concentración de Mathausen. Ingenieros genoveses que trabajaban en la Ansaldo fueron secuestrados y llevados a Alemania como diseñadores industriales, probablemente de barcos. Regresaron vivos a Génova después de tres años, pesando 37 y 39 kilos respectivamente. Los conocí. Algún día traduciré el libro que escribieron. Las dantescas escenas que vivimos estos días por la televisión, haciéndonos recordar la barbarie nazi, son desgarradoras, repudiables. El exterminio planificado y sistemático de 11 millones de personas (6 millones de judíos y 5 millones de polacos, gitanos, homosexuales, comunistas, socialistas y cualquier otro que le cayera mal al nazi de la esquina o la chica que no le dio cabida al sargento Schmidt). En los campos de concentración, auténticas fábricas alemanas de producción y de molienda de seres humanos. Esta gran industria del exterminio enriqueció a muchas familias de industriales de la época de varios países. La familia Thyssen-Krupp que hasta hoy vende ascensores (los hay en Quito) entre otras cosas, era una de las principales productoras de armas de la época. La Bayern que producía los insumos para las cámaras de gas, Hugo Boss, los uniformes o la General Motors y la Coca Cola, solamente para dar algunos ejemplos (Sugiero a los lectores investigar estos temas). Los más bestias, comerciaron con los dientes de oro de los muertos y las muertas. La banca suiza se benefició de todo ello. El holocausto no tiene parangón por lo sistemático y organizado y por la dimensión del exterminio planificado. La guerra es el gran negocio del capital y esta planificación permitió sistematizar los ingresos de esa oligarquía industrial, de manera ordenada y diabólica. Todo ello propagandizado por una ideología racista, excluyente, nacionalista, que daba instrumentos y justificación en nombre de una raza superior (la supremacía aria) y de una nacionalidad única y dirigente (¿No les hace recordar algunos discursos recientes de Bolsonaro, el Ministro de Interior del Perú contra los venezolanos o el omnipresente Mr. Trump?). La crueldad y el odio son inherentes al ser humano. Forman parte de nuestra esencia, el bien y el mal. Unos caen en ello sin querer, sin tomar la opción, otros escogen esa ruta como sistema de vida. Brutales, no menos sanguinarios, sistemáticos los treinta mil asesinados/ desaparecidos de la Argentina. El exterminio de comunidades indígenas en Perú; los desaparecidos y torturados de Chile; las bestialidades de los Kaibiles contra 250 mil indígenas en Guatemala; los recientes muchachitos de Ayotzinapa, los asesinados de las comunidades indígenas o negras de hoy en Colombia u Honduras, o lo que están haciendo y preparando en Bolivia. El gran capital elimina lo que le molesta y el ser humano, los seres humanos estamos dispuestos a cometer atrocidades en todo momento de la historia, pero las bestialidades planificadas y la acumulación de dinero vienen mayoritariamente del gran capital (Pongo mayoritariamente porque hay casos de genocidio como en Camboya o Ruanda donde el leitmotiv no es ese). Gente como Álvaro Uribe Vélez que crea cuerpos paramilitares para sostener su poder y riqueza o su deseo de exterminio ideológico, es parte de este sector de la humanidad perversa, el de la codicia desmedida. El otro elemento demoniaco es el poder para jugar a ser Dios o el Demonio. Hitler ejerció como tal y su entorno lo secundó en las matanzas. Otros muy conscientes lo apoyaron y lucraron, se enriquecieron con ello. Ellos existen y existirán. Trump es un genio del mal como lo son Mike Pompeo, Elliot Abrams o Jair Bolsonaro Palestina y los y las palestinas, grandes sacrificados inocentes Lo que hacen los Estados Unidos y el Estado de Israel (no los judíos) contra los palestinos es algo similar, sistemático, organizado brutal contra hombres, mujeres, niñas y niños. Confinándolos desde hace más de 70 años, persiguiéndolos, cercándolos, reduciéndolos a cada vez menos espacio, solamente por ser palestinos y ocupar el espacio donde ellos vivieron, viven y tienen enterrados a sus ancestros. Esta es una guerra que tiene que ver con temas históricos, religiosos, de 5000 años, pero hoy en día tiene que ver con el papel que le ha asignado Occidente al Estado de Israel. Y esto no es antisemitismo, es antiimperialismo y defensa del derecho internacional, de los derechos humanos, derecho a tener una nacionalidad un pasaporte, derecho al libre tránsito, a una Patria con su capital, una tierra donde cultivar la vid y el olivo. En este contexto, y utilizando el 75 aniversario de la liberación del campo de Auschwitz por las tropas soviéticas, la bestia apocalíptica de Donald Trump hace una propuesta de solución del conflicto palestino-israelí, evidentemente inaceptable, que nadie cree, nadie que busque la Paz. Tan descarado es el planteamiento en favor de Israel, que lo presenta conjuntamente con Benjamín Netanyahu , Primer Ministro Israelí, sin ni siquiera conversar con la otra parte: los palestinos y palestinas. Qué importante que el presidente de Alemania haga una autocrítica desde su pueblo y su gobierno, como alemanes, sobre el holocausto. Qué importante que se haga un esfuerzo por tomar conciencia contra el fascismo y el nazismo que crece en Europa. Lo más importante para las nuevas generaciones y las viejas, es tomar conciencia contra el capitalismo voraz, que destruye a la humanidad. No hay que aceptar todo este esfuerzo informativo como un hecho aislado. Es inherente al capitalismo y las guerras de agresión, el imperialismo, el colonialismo construyen matanzas. La educación por la paz, el respeto al Estado de derechos, el derecho a crear su propio destino y el derecho a construir sociedades distributivas, solidarias y soberanas es el único camino para cambiar la historia. Trump, el Imperio y sus serviles se oponen a ello y nos exponen a un holocausto planetario de manera consciente y planificada, sin importarle las generaciones futuras, ni siquiera las presentes. Nosotros hemos optado por la Patria Grande, por la redistribución de las riquezas abundantes de nuestros países a través

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Trump declaró la tercera Nakba

Fuente: Gideon Levy | Haaretz  Fecha:  30 enero 2020 Con una bata de hospital endeble, herido, descalzo y confundido, sin comida ni agua, con un catéter conectado y usando un pañal, el residente de Gaza, Omar Abu Jeriban, fue arrojado al costado de la carretera el 13 de junio de 2008 y murió. Chaim Levinson informó la historia en Haaretz en ese momento, David Grossman estaba horrorizado por ella. El otro día, todo el pueblo palestino se convirtió en Abu Jeriban. El papel de la policía que arrojó a un hombre herido en medio de la noche fue asumido por el presidente estadounidense, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. El papel del hospital que acaba de mantenerse en pie fue asumido por el mundo. En 2008 fue una tragedia humana; hace dos días, fue una tragedia nacional: la Casa Blanca declaró el comienzo de la tercera Nakba. Los palestinos fueron arrojados al costado del camino y abandonados a su suerte. El Israel de derecha está encantado, el Israel de izquierda está perdido como siempre, y el mundo está en silencio. Es el fin del mundo. La Casa Blanca se parecía el otro día a Habayit Hayehudi (1), inundada de kippot e Yiddishkeit (2). ¿Hay que ser antisemita para preguntarse sobre esto? Con todos los comerciantes inescrupulosos asumidos en  pacificadores, todos estos Friedmans, Adelsons, Greenblatts, Kushners y Berkowitzes, estos mediadores supuestamente justos e imparciales, es imposible siquiera pensar en el comienzo de un acuerdo justo. No es difícil adivinar lo que pasa por la mente de todos los palestinos y todos los buscadores de justicia al ver esta imagen de todos los judíos y de toda esta clase de derecha. Pero los palestinos no solo se habían perdido por completo la ceremonia, tampoco estaban en ningún lugar del plan que pudiera sellar su futuro y que anunciara la eliminación de su última oportunidad de alguna decencia tardía, un poco de justicia, una gota de compasión. Los dejaron sangrando al costado del camino. Esta es su tercera Nakba. Después de perder la mayor parte de su tierra, propiedad y dignidad en la primera y su libertad en la segunda, ahora viene la tercera para aplastar lo que queda de su esperanza. Lo han intentado todo. Lucha diplomática y lucha armada, protesta no violenta y boicot económico. Nada ha ayudado. El «acuerdo del siglo» solo confirma lo que se sabía: el mal prospera, esta vez en una edición particularmente extrema de unilateralidad, racismo y arrogancia. Los poderosos se llevan todo. Todo. Los palestinos obtienen una caricatura de un estado independiente después de muchos años, si acaso, y solo mientras estén de acuerdo con una serie de condiciones degradantes de rendición que incluso el colaboracionista más bajo nunca aceptaría. Israel, por otro lado, obtiene casi todo, y de inmediato. ¿Por qué solo los palestinos tienen que demostrar su valía antes de obtener algo? ¿Se ha distinguido Israel en el medio siglo de ocupación? ¿Ha obedecido absolutamente el derecho internacional? ¿Ha prestado atención a la comunidad internacional? ¿Debería haber un premio para el brutal ocupante? ¿Para los colonos? ¿Para qué y por qué EE.UU.? Israel lo consigue todo y sin condiciones, mientras que los palestinos, un pueblo bastante refrenado dado el terrible abuso que padece, todavía tienen que demostrar su valía para recibir las pequeñas migajas de justicia que el presidente estadounidense les arroja. ¿Por qué la seguridad de Israel tiene que estar garantizada una y otra vez, a lo largo de las generaciones y contra todo riesgo, sin que nadie tenga que mover un dedo para garantizar la seguridad de los palestinos, cuya sangre es tan barata derramada por Israel? Una niña en Gaza también merece una noche de sueño reparador, pero ¿a quién le importa ella en Habayit Hayehudi, el Hogar Judío, en 1600 Pennsylvania Avenue? Si este plan se cumple, Dios no lo quiera, será el fin del pueblo palestino. No es el fin físico, el fin nacional. Quien piense que esta es una razón para celebrar, está invitado a unirse a la celebración en la Plaza Rabin por la liberación de Naama Issachar (3) y a votar a Likud o Kahol Lavan. ¿Cuál es la diferencia? Pero cualquiera que todavía tenga una gota de compromiso moral debería estar horrorizado por esta terrible paz de los vencedores que puede terminar bien para Israel pero nunca terminará bien para los israelíes. Israel nunca asumió la responsabilidad de la primer y segunda Nakbas, quizás también evadirá su responsabilidad por la tercera. Pero nunca podrá escapar de la culpa y la desgracia por acabar con otras personas. Notas del Traductor Hogar Judío. Partido de los colonos judíos religiosos ultranacionalistas (N. del T.) Apego emocional e identificación con el pueblo judío. Se expresa generalmente en idish, idioma que usan los judíos ultra ortodoxos. Israelí recientemente indultada por Putin, que permaneció 10 meses presa en Rusia por posesión de marihuana. Traducción: Dardo Esterovich

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Gitanos, el genocidio olvidado de la Segunda Guerra Mundial

Fuente: Barbara Warnock/Toby Simpson | Rebelión Fecha: 28 de enero 2020 Comparado con el Holocausto, el asesinato en masa de medio millón de gitanos (romaníes, sintis y otros grupos) en Europa permanece ignorado y no reconocido. Esta ausencia y la persecución de la que siguen siendo víctimas nos plantean preguntas para las que todavía no hay respuestas claras. Se trata del «genocidio olvidado» de la Segunda Guerra Mundial: alrededor de 500.000 gitanos fueron asesinados en Europa por los nazis y sus colaboradores durante la Segunda Guerra Mundial, tras la aplicación de políticas destinadas específicamente a perseguirlos. ¿Por qué ha sido olvidado el genocidio de los gitanos? ¿Por qué el reconocimiento aunque sea parcialmente, de esas muertes tardó tanto? ¿Cuáles son los obstáculos que nos impiden aún hoy reconocer plenamente la importancia de este genocidio? Actualmente, y hasta marzo del 2020, tiene lugar la exposición Víctimas olvidadas: El genocidio nazi de los sintis y los romaníes, en la Biblioteca del Holocausto de Viena en Londres, dedicada a examinar la destrucción nazi de la vida de los gitanos, a examinar las políticas que precedieron a la masacre y a sacar a luz aspectos de esta historia que permanecieron ocultos y en gran medida desconocidos durante décadas. (1) Ya antes de 1933, los romaníes y los sintis eran víctimas de prejuicios y discriminación en Alemania, pero cuando los nazis llegaron al poder la persecución se acentuó. A mediados de la década de 1930, se prohibió a los gitanos el ejercicio de ciertas profesiones y muchos fueron trasladados a campos de concentración. A finales de los años 1930, la ideología racial nazi se amplió para incluir la noción de que los gitanos eran de «sangre extranjera» y representaban una amenaza para la fuerza racial de la «raza maestra aria». Como parte del desarrollo de estas ideas, los gitanos fueron sometidos a un programa masivo de investigación pseudocientífica y a programas de esterilización forzada. Durante la Segunda Guerra Mundial, los gitanos de los territorios ocupados por los nazis fueron víctimas de deportaciones a campos y guetos, condenados a trabajos forzados y malos tratos, muchos murieron de inanición, fueron víctimas de fusilamientos masivos o murieron en las cámaras de gas en campos como el de Chelmno o el de Auschwitz. Algunos regímenes colaboracionistas, como los Ustachas en Croacia, cometieron también asesinatos en masa contra las poblaciones judías y romaníes. En un relato donado a la biblioteca de Viena, el doctor Max Benjamin, sobreviviente judío de Auschwitz, describe la «liquidación» del «campo de gitanos» el 2 y 3 de agosto de 1944: esa noche, «todos los gitanos que formaban parte de la población de ese campo fueron asesinados en las cámaras de gas». A pesar del terrible sufrimiento y de la injusticia sufridos por la población gitana de Europa durante el período nazi, el genocidio de los gitanos ha sido a menudo relegado o minimizado. Una de las principales razones de ello es la multiplicidad de prejuicios, la discriminación y la marginación que los sobrevivientes romaníes y sintis siguieron sufriendo después de la liberación. La hostilidad y los estereotipos negativos sobre los gitanos permanecieron después de 1945. En muchos países, la exclusión de los gitanos de la representación política y del poder económico ha sido un obstáculo para toda campaña en favor del reconocimiento de la persecución y del genocidio. Esta marginalización se manifiesta en el hecho de que no se procesó a los autores de los crímenes contra los gitanos en los primeros juicios por crímenes de guerra. En la Alemania occidental de la posguerra, existía un clima de negación de la importancia de los horrores cometidos contra las víctimas gitanas, que a menudo no recibían siquiera la indemnización otorgada a otras víctimas de la persecución racial nazi. Muchos memoriales construidos en las décadas posteriores a la guerra no dejaban lugar para las víctimas gitanas. Alemania reconoció oficialmente los crímenes nazis contra los gitanos como genocidio recién en 1982. La primera disculpa de Francia por haber colaborado en los crímenes nazis contra los romaníes y sintis recién tuvo lugar en 2016. En la Unión Soviética y en Europa del Este, el genocidio gitano fue también en gran medida ignorado. Los gitanos, que deseaban seguir siendo nómadas, debieron asentarse por la fuerza. En el período poscomunista, la discriminación contra los gitanos aumentó aún y al mismo tiempo, las condiciones de vida y el acceso a los servicios se deterioraron drásticamente. Nuestra exposición intenta abordar la amnesia colectiva con respecto al genocidio de los gitanos. La Biblioteca del Holocausto de Viena cuenta con colecciones importantes sobre este tema, incluyendo los primeros testimonios de sobrevivientes gitanos (2) recopilados en el marco de un proyecto dirigido por la doctora Eva Reichmann, miembro de la biblioteca, a partir de los años 50. La Biblioteca tiene proyectado publicar algunos de estos testimonios en el correr del año 2020. También contamos con material recogido en ocasión del primer proyecto de investigación que intentó documentar sistemáticamente el genocidio, un proyecto llevado a cabo por Donald Kenrick y Grattan Puxon a finales de la década de 1960. En la exposición se presentan varias piezas de esta colección, incluidos resúmenes de testimonios de sobrevivientes. Otro elemento destacado de la exposición es una fotografía de posguerra de Margarete Kraus en la que se puede ver, pese a que no aparece con claridad en la foto, el tatuaje del número de campo en su antebrazo izquierdo. Margarete Kraus fue una romaní checa sobreviviente de Auschwitz, donde fue víctima de experimentos médicos forzados. El retrato de Kraus fue realizado por el periodista de Alemania Oriental Reimar Gilsenbach en la década de 1960. Gilsenbach investigó la persecución de los romaníes durante el período nazi. Una pieza muy diferente en esta exposición es un documento titulado «Prohibiciones publicadas con respecto a los polacos, judíos y gitanos», presentado en el Juicio de Crímenes de Guerra de Nuremberg como prueba de los crímenes nazis. Con fecha del 10 de marzo de 1944, se trata de una circular enviada por Heinrich Himmler a un grupo

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