Fuente: Emiliano Guido | Nuestras voces
Fecha: 29 junio 2019
Mauricio Macri festejó ayer con globos y épica el pre-acuerdo político entre la Unión Europea y el Mercosur. Este convenio es el camino hacia un pacto comercial primarizador que destrozará la competencia de nuestras economías regionales. Europa ingresará al mercado latinoamericano sin aranceles y a cambio ofrecerá mínimas cuotas de acceso a su mercado agrícola. Sin embargo, el consenso logrado implica solo el aval para una negociación técnica que deberá ser aprobada luego por el Congreso. ¿Es el fin de la soberanía de América Latina?
El gobierno nacional dio ayer un carácter de histórico al pre-acuerdo político alcanzado entre el Mercosur y la Unión Europea. Sin embargo, el consenso logrado implica solo el aval a una negociación técnica donde aún no se ha suscripto la letra chica del tratado. En lo concreto, Cambiemos festeja la posibilidad de pactar un tratado de libre comercio que, dada las asimetrías del bloque zonal con Bruselas, ahondará la primarización nacional, pulverizará la competencia de nuestras economías regionales, pondrá en un pie de igualdad a las empresas europeas que busquen competir en las licitaciones locales de compras gubernamentales y fortalecerá el poder de arbitraje de los tribunales extranjeros cuando una corporación pretenda litigar al Estado nacional. En 2016 el Secretario de Comercio Miguel Braun advirtió que el verdadero objetivo del tratado era “cerrar la puerta de la región al populismo”.
“Car for cows”, autos por vacas, advirtió el día jueves el portal Político explicitando cuáles eran los nichos negociables entre el Mercosur y la Unión Europea. De esa manera, el medio europeo, con acceso a fuentes diplomáticas que estaban pujando en la letra final del anuncio, visibilizaba con mucho ingenio las expectativas de cada bloque: Bruselas intentando consolidar la entrada de su producción industrial de autos en el Cono Sur, y el bloque mercosureano con el horizonte puesto en buscar acrecentar el ingreso de nuestras exportaciones de carne y lácteos en el amurallado comercio europeo, donde su sector primario está muy subsidiado.
Un día después, y tras veinte años de un diálogo intrabloque sin consensos, ayer se alcanzó un acuerdo de carácter político entre las dos ententes comerciales para avanzar en un tratado de libre comercio que profundiza el rol de Argentina y de la región como abastecedora de materias primas a los países centrales; en este caso, a Europa. Lo que no pudo lograr la administración de Fernando De la Rúa, a inicios de siglo, cuando su gobierno, y los pares zonales alineados con su visión aperturista, intentaron avalar el pacto desregulatorio interamericano conocido como ALCA, sí pudo ser concretarlo –aunque a nivel transoceánico– la gestión de Mauricio Macri y la de su colega brasileño Jair Bolsonaro, que traccionaron con su voluntad a economías menores como la de Paraguay y Uruguay, el último país en pleno cronograma electoral, al igual que nosotros.
Es decir, sobre la narrativa autocelebratoria de los medios argentinos que ayer sobrevendieron el acuerdo con Bruselas dándole una capa de épica a una negociación diplomática incluyendo pasajes literarios en sus crónicas –La Nación consignó que Macri “no pudo dormir en las horas finales de las negociaciones” y Clarín detalló que el Canciller Jorge Faurie “lloró” al momento de comunicarle la noticia al Jefe de Estado– lo que terminó de plasmarse es una hoja de ruta que redibuja el comercio intrabloque con el clásico sesgo de metrópoli y periferia. Nosotros exportaremos vacas, ellos nos venderán autos. “Car for cows”.
Varios sectores políticos, sociales y referentes de la investigación académica salieron a dar su mirada crítica acerca de lo suscripto por Cambiemos. “Este acuerdo comercial es una expresión actualizada de la presión que la Unión Europea y Estados Unidos vienen sistemáticamente realizando en las negociaciones comerciales, promoviendo una apertura indiscriminada de las economías de la región y buscando las mayores garantías para la colocación de sus productos, tal como se intentó con el ALCA”, comienza advirtiendo un comunicado de los sindicatos de la CGT nucleados en la Corriente Federal de Trabajadores.
Ese documento difundido ayer con el título “No al acuerdo Mercosur- Unión Europea” alerta que gracias al TLC suscripto con Bruselas, la Unión Europea “obtendrá mayores nuevas aperturas y concesiones en las áreas de inversiones, compras gubernamentales, servicios (educación, salud) y propiedad intelectual. En contrapartida, el acuerdo incluirá en la oferta mínimas cuotas de acceso a su mercado agrícola. De esta manera, el Tratado le asegura a la UE poder continuar con su política de subsidios a sus agricultores para competir vendiendo sus productos a precios inferiores a los costos de producción, lo que constituye una práctica comercial desleal conocida como dumping”.
Por su parte, días atrás la Red Observar –un capítulo integrado por usina de ideas populares como el centro de investigación económica CEPA– publicó un interesante informe titulado “Mercosur- Unión Europea: un ALCA silencioso” donde, al contrario de lo que puede pensarse, vaticinan que el TLC en marcha no sólo va a impactar sobre el capítulo económico del Cono Sur. “Parte de la opacidad existente en torno al proceso negociador entre el Mercosur y la Unión Europea es atribuible a un equívoco fundamental: que las negociaciones en marcha serían sobre todo de tipo comercial. Lejos de ser así, la mayor parte de los temas en discusión son de carácter estructural y comprometen ámbitos críticos para el desarrollo nacional”, sostiene la Red Observar en uno de los párrafos significativos de su documento.
A su vez, el paper “Mercosur- Unión Europea: un ALCA silencioso” justifica lo explicitado con las siguientes líneas argumentales: “El Secretario de Comercio Miguel Braun indicó en el año 2016 que el Acuerdo contribuiría a que el populismo no retorne a América Latina. En el marco de la negociación la UE no reconoce en ningún tramo el concepto de asimetría entre las partes, y avanza en consecuencia. Pese a que quintuplica en PBI al Mercosur, registra casi 10 veces más patentes al año, y más que duplicó sus exportaciones a la región en los últimos diez años, ha obtenido hasta el momento un sinnúmero de concesiones en materia de desgravación de bienes, reglas de origen, compras públicas, servicios y establecimiento y propiedad intelectual, entre otras. El acuerdo apunta a consolidar una especialización productiva en donde nuestro país se limitará a funcionar como un proveedor internacional de materias primas, sin posibilidad alguna de diversificar sus exportaciones. Mientras tanto, la UE busca facilitar el acceso a sus productos industriales, ampliando su participación en el suministro de productos y servicios intensivos en capital y tecnología”.
Las críticas vertidas ayer por el candidato a Gobernador por la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof –quien compartió en sus redes sociales un artículo publicado días atrás por su asesor de confianza y ex funcionario de Cancillería Carlos Bianco– a la puesta en escena mediática montada ayer por Cambiemos para festejar un pacto comercial primarizador es un buen punto de partida para tomar lo advertido por el propio Bianco en una entrevista concedida tiempo atrás a la argentina Fundación SES.
En dicho reportaje el investigador académico de la Universidad Nacional de Quilmes y asesor de la Central de Trabajadores liderada por Hugo Yasky explicita porque, según su criterio, el acuerdo con la Unión Europea sólo va a servir para que la región le venda a la Unión Europea un flujo comercial menor, algo así como “tres empanadas”. En ese artículo Bianco explica lo siguiente: “Bruselas nos compraría una cuota anual de carne que equivale a una ingesta de menos de 150 gramos por europeo. Una cantidad suficiente para que cada ciudadano de la eurozona cocine tres empanadas. Parece poca atractiva la oferta. Recordemos que la carne, sobre todo la bovina, es el principal producto que el Mercosur puede colocar en la Unión Europea. Bueno, las cuotas de compra que hoy nos ofrece la Unión Europea son, incluso, más bajas al piso que había establecido la región en negociaciones anteriores. Conclusión, estamos accediendo a un entendimiento económico con más prerrogativas que antes. Además, en el segmento de bienes de capital, autopartes, productos químicos, derivados del caucho, también vamos a ceder en lo que hace al intercambio intrarregional ante el avance de un nuevo socio más competitivo y eficiente”.
En los próximos días, y tras la finalización de la cumbre del G20 que termina hoy en Japón, el gobierno nacional buscará sobrevender lo que, en los hechos es, sólo el prólogo de una hoja de ruta comercial donde aún deben alcanzarse los consensos finales. De esa manera, el gobierno de Mauricio Macri intentará transmitir la narrativa con la que buscó autocongratularse durante su rol como anfitrión de la cumbre del G20. Esto es intentar mostrarse como una administración que logra hitos trascendentes a nivel exterior.
Es muy fácil imaginar que los primeros spots de campaña de la fórmula de Cambiemos muestre el apretón de manos dado con el Viejo Continente. De esa manera, Macri parece afirmar que lo dicho tiempo atrás ante un grupo reducido de empresarios va en serio, en caso de ganar en octubre, Cambiemos va por todo: más ajuste previsional, más achique del Estado, y una voluntad integral para reinstalar a la Argentina como el granero del mundo.