Fuente: Hugo Presman | Blog de Hugo Presman
Fecha: 27 de DIC 2018
Una oposición fragmentada en busca de una unidad aún lejana. Un oficialismo que tiene todos sus números en rojo, cuya evaluación después de tres años es un atropello superlativo contra la sociedad. Una oposición en la que hay cómplices y colaboracionistas con el gobierno, que han permitido que Mauricio Macri cumpla buena parte de sus objetivos que son el parte de guerra de una derrota para la mayoría de los argentinos. Un gobierno que destruye buena parte de la industria, cierra escuelas, desfinancia a las universidades públicas, considera innecesarias las universidades populares del conurbano porque los pobres no llegan a la universidad contrariando toda evidencia; arrincona a la ciencia, amputa derechos, endeuda al país colocándole una soga al cuello del futuro; va por su reelección y sus posibilidades son muy superiores al escenario de tierra arrasada que ha consumado. Un sector de la oposición que durante buena parte de estos tres años y aún al finalizar el 2018, consideró que el adversario era Cristina Fernández y no Mauricio Macri.
Un modelo excluyente que deja afuera muchos de los presuntos beneficiarios empresariales. Un gobierno que ha hecho de la mentira no una excepción sino un sistema. Que va a contramano del mundo al tiempo que se enorgullece de entrar al mundo que lo elogia superlativamente porque ha convertido al país en el paraíso de los capitales especulativos. Que mendiga inversiones que descontaba, mientras desregula el movimiento de capitales haciendo que lo que se fuga o se atesora, equivale a los dólares que entran como deuda. Como muy bien sintetiza el periodista Claudio Scaletta: “Lo que ingresa por la ventanilla de la deuda se va por la canaleta de la fuga”.
Una oposición que le pide la rectificación de la política económica como si no comprendiera que CAMBIEMOS no viene a hacer lo que está haciendo, porque por primera vez llegó el establishment económico por vía electoral para terminar con el empate histórico entre dos modelos. De ahí su consigna: “Haciendo lo que hay que hacer”: bajar salarios y jubilaciones, ser el ejecutor de las políticas del FMI, transferir recursos desde la base hacia arriba, beneficiar a los sectores financieros, a los agro-extractivos, a las concesionarias. Es tan excluyente que una parte del establishment también queda afuera, aunque su ceguera ideológica los lleva a seguir apoyando, en una actitud suicida, atrincherándose en el espantapájaros del populismo que le bajan desde EE. UU como la lucha continental.
Como gladiadores del circo romano, se acercan al presidente y le dicen en su inconciencia: “Ave Cesar Mauricio Macri: los que van a morir te saludan”
El gobierno y los gigantescos medios privados colaboracionistas han hecho de la corrupción el caballito de batalla más corrosivo. Que el “círculo rojo” y sus medios, y que un gobierno de empresarios y Ceos sean los adalides de la batalla contra la corrupción, es tan patético como que Jack el Destripador diera lecciones de derechos humanos y cirugía. Diariamente miles de camiones atmosféricos se vuelcan sobre la sociedad para que periodistas mercenarios, en los que confluyen ineptitud e ignorancia, procesen las heces derramadas y las transformen en “verdades de a puño” como las de Fernando Carnota, quien puede decir indignado y sin que sus restantes compañeros de mesa lo contradigan, que el kirchnerismo “se robó dos PBI”.
Hablo de un gobierno que ha mentido sistemáticamente, que ha arrojado al barro sus tres banderas electorales: pobreza cero (la que incrementó considerablemente); unir a los argentinos (mientras fomenta la división y el resentimiento), éxitos en la lucha contra el narcotráfico (desmentidos por su principal aliada Elisa Carrió).
Un gobierno que se vanagloria publicitariamente de salvarnos de una crisis y del default y que al final de su mandato nos deja en la necesidad de reestructurar la deuda contraída o declarar default liso y llano en el 2020, y una crisis real cuya salida dejará atrás un desierto.
Una sociedad donde el dirigente sindical Rubén Darío “el pollo” Sobrero propone un gobierno socialista y coincide con el ultraliberal economista Javier Milei que entre otras medidas propone la supresión de la participación del Estado en la economía y la eliminación del Banco Central, en un fraternal diálogo en el escenario televisivo propicio de Mauro Viale.
Un gobierno con su republicanismo de cartón, donde los jueces que dictan fallos que van contra sus propósitos son denunciados ante el Consejo de la Magistratura y donde se intenta una Corte Suprema adicta que por el momento ha sido un disparo en los pies.
Un gobierno con una política exterior de rodillas ante los poderosos y que pretende disputar con Brasil el papel de Israel y Arabia Saudita en el Medio Oriente.
Un gobierno que hasta renuncia al reclamo de soberanía de Malvinas. Lo que es coherente con la entrega de vastos sectores territoriales.
Contradictoriamente, se llega a un diciembre del peor año desde el 2001, sin saqueos, ni asaltos a supermercados por la política “populista” de distribución masiva de alimentos en los lugares más explosivos.
Esto revela también que el gobierno tiene en determinadas circunstancias olfato político muy lejos de ser confundido con sensibilidad social.
Paradojalmente es un gobierno que abrió una Caja de Pandora con las fotocopias de los cuadernos para destruir al kirchnerismo bajo la imputación de asociación ilícita, pero que tiene como daño colateral que excepcionalmente los poderosos tengan que pasar por Comodoro Py a través de un juez como Claudio Bonadío, quien como Sergio Moro en Brasil, parece responder a políticas judiciales originadas en EE.UU. El intento de disminuir el riesgo judicial de los empresarios y CEOS no disminuye la muesca que en la impunidad del poder económico plantea la situación.
El gobierno, y por lo tanto la sociedad, están sentados sobre una bomba neutrónica y el único objetivo del macrismo es llegar a las elecciones de octubre del 2019 sin estallar. Y, sin embargo, el gobierno sin ningún éxito, puede llegar a ser reelecto, si la oposición se onaniza.
La sociedad argentina es extremadamente compleja. El peronismo dividido abre la posibilidad como en el 2015 al triunfo del antikirchnerismo unido que no es otra cosa que el viejo antiperonismo en otro envase.
La sociedad argentina está a la cabeza del movimiento de mujeres, de las organizaciones de derechos humanos, de la enorme capacidad de movilización, de concretar en pocas décadas hitos históricos que son verdaderas bisagras.
Sin embargo la penetración neoliberal y el accionar mediático han logrado enormes triunfos culturales. La meritocracia, el emprendedurismo, el que otro deba permanecer abajo para acrecentar el mérito de estar un poco más arriba, se adereza con una considerable dosis de odio que baja de los sectores medios y altos, incluso en sectores populares cooptados por prejuicios neoliberales.
Buda decía que odiar es como tomar un vaso de veneno y esperar que el otro se muera.
Muchos de los perjudicados por las políticas del macrismo pero con odio acumulado hacia el pasado, deberían recordar este ejemplo: “Una hormiga por bronca contra la cucaracha votó a favor del insecticida. Todos murieron. Hasta el grillo que se abstuvo de votar” El grillo posiblemente pertenecería a algún partido de la izquierda trotskista.
Una sociedad que si le abre la posibilidad a CAMBIEMOS de ser reelecto por cuatro años más, dejará un país al que le sobrará más de la mitad de la población.
Haría realidad aquella frase del humor metafísico de Macedonio Fernández: “Fue un desastre tan completo, que hasta los sobrevivientes perecieron”
¿Será posible que como dice el redactor de los discursos del ex presidente de la Sociedad Rural, el licenciado en filosofía Santiago Kovadloff: “El miedo al populismo es mayor a los desaciertos del gobierno”
¿Será posible que eso suceda en la sociedad del 17 de octubre, del Cordobazo, del 19 y 20 de diciembre del 2001, del Juicio a las Juntas, de las gigantescas marchas de recuerdo y repudio al 24 de marzo, de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, de las movilizaciones de mujeres, de la resistencia de las organizaciones sociales, de una clase obrera con la mayor sindicalización de América Latina?
¿O será la otra parte de la sociedad que apoyó el bombardeo a la Plaza de Mayo, de la proscripción del peronismo, de ser un delito mencionar a Perón y Evita, que se ensañó con su cadáver, que dio el sustento civil a todos los golpes establishment-militares, que se embanderó con la consigna “los argentinos somos derechos y humanos” mientras desaparecían miles y miles de argentinos en los más de 350 campos de concentración; la que destruyó la Argentina como si hubiera padecido una guerra de 1976 a 1983, la que se enamoró del menemismo que fue la continuación en democracia de las políticas neoliberales y apoyó a una Alianza a la que le explotó la convertibilidad?
Una enumeración que sólo se reduce a la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI.
Parafraseando al enorme poeta español Antonio Machado:
“Ya hay un argentino que quiere/vivir y a vivir empieza,/entre una Argentina que muere, y otra Argentina que bosteza./ Argentinito que vienes al mundo te guarde Dios/una de las dos Argentinas/ha de helarte el corazón.”
El futuro está abierto, para bien o para mal. Pero sólo se puede seducir la historia en el mejor sentido como dice Pepe Mujica, sabiendo que “Los únicos derrotados son los que bajan los brazos, los que se resignan a la derrota.”
Vengo del futuro. Por fin nos sacamos de encima a estos cipayos vendepatria neoliberales! Ahora sí que estamos bien en Argentina! Ah si… Votamos de nuevo al insecticida, porque en el 2015 no nos había llegado a matar.