Fuente: James North | Mondoweis
Fecha: 09 de JUNIO 2017
Título completo: Israel provocó la Guerra de los Seis Días en 1967 y no estaba luchando por su supervivencia
Soy lo suficientemente mayor como para recordar claramente cómo se informó acerca de la Guerra de los Seis Días en su momento. Casi todo lo que se nos dijo entonces era falso, ya que los principales historiadores de la época hoy lo reconocen. Vamos a empezar con la forma en que la crisis fue cubierta cuando sucedió, hace 50 años:
- Gamal Abdel Nasser, el líder de Egipto, fue representado como un demagogo peligroso, muy popular en el mundo árabe, que quería destruir a Israel. La prensa occidental lo demonizaba con regularidad y era claramente el líder árabe más reconocido hasta Saddam Hussein.
- En mayo de 1967 Nasser hizo su movimiento. Ordenó a las Naciones Unidas retirar las tropas de mantenimiento de la paz de la península del Sinaí, donde habían estado sirviendo como un cortafuegos para evitar conflictos entre Egipto e Israel.
- A continuación, mediante el cierre del estrecho de Tirán a la navegación internacional, Nasser intensificó el bloqueo del puerto del sur de Israel, Eilat, lo que comenzó a estrangular el país.
- Mientras tanto, Nasser estaba conspirando con otros países árabes, principalmente Siria y Jordania, para lanzar una invasión conjunta y empujar a Israel al mar.
- La existencia misma de Israel estaba en peligro. Por lo tanto, Israel lanzó un ataque “preventivo” el 5 de junio, por temor a no tener otra opción si se trataba de sobrevivir.
- Afortunadamente, a pesar de las probabilidades en contra de Israel, este ganó la guerra en sólo 6 días.
- Para protegerse de otro ataque, Israel ocupó el Sinaí, los Altos del Golán y Cisjordania. La ocupación fue la consecuencia puramente accidental de una lucha por la supervivencia de Israel.
Cincuenta años después esta corriente principal de narrativa permanece sin respuesta en la imaginación popular. Justo el otro día, un reportero del New York Times afirmó como un hecho que en 1967 “Israel desafió la aniquilación urdida por sus vecinos árabes”.
Norman Finkelstein, el distinguido académico, ha hecho más que nadie para descubrir la verdad sobre la Guerra de los Seis Días. En una extensa entrevista en su oficina de Brooklyn, refutó punto por punto la narrativa de los principales medios de comunicación. Se puede encontrar su relato revisionista detallado en un capítulo de su ya clásico Image and Reality of the Israel-Palestine Conflict, complementado por otra obra: Knowing Too Much: Why the American Jewish Romance with Israel is Coming to an End. Finkelstein es conocido como una persona combativa, un hombre que no ha tenido miedo de luchar por la verdad a pesar del daño a su carrera a lo largo del camino. Pero lo que también es vital reconocer es que es un estudioso serio, talmúdico en su intensidad, y que nadie ha desafiado con éxito su investigación.
Finkelstein hace hincapié en que en la actualidad, ningún académico, cualquiera que sea su orientación política, respalda la narrativa de los principales medios de comunicación. Comienza por identificar lo que ha denominado las “dos mentiras más grandes”.
- La verdad es que Nasser y los demás líderes árabes no tenían absolutamente ninguna intención de invadir Israel en junio de 1967.
- Y la existencia de Israel nunca estuvo en la más mínima duda, ya que tanto los líderes israelíes como los estadounidenses sabían que Israel podría fácilmente ganar cualquier conflicto, incluso en contra de una coalición de estados árabes.
Finkelstein insiste en que no podemos entender la Guerra de los Seis Días sin volver 11 años antes, a la crisis del canal de Suez en 1956. Ese año el líder egipcio Nasser nacionalizó el Canal e Israel, Gran Bretaña y Francia lanzaron una invasión conjunta no provocada a Egipto para revertir el estado de la vía fluvial. Sin embargo Estados Unidos, bajo el presidente Dwight Eisenhower, se opuso al ataque y presionó a la fuerza de invasión tripartita para retirarse y dejar el Canal de Egipto. Suez fue una catástrofe para las tres naciones invasoras y el primer ministro británico Anthony Eden fue obligado a renunciar. Mientras tanto la reputación de Nasser en el mundo árabe y en África, Asia y América Latina, alcanzó nuevas cotas.
Norman Finkelstein argumenta que el registro histórico muestra que en 1967 Israel anhelaba completar su misión fallida de 1956. En primer lugar, dice, “el principal objetivo de Israel era neutralizar a Nasser para dar un golpe de muerte a estos árabes engreídos y terminar con lo que se denominaba ‘nacionalismo árabe radical’”. Continúa con que el gobierno de Israel tenía un objetivo secundario, “la conquista de las tierras que había codiciado, pero no logró alcanzar en el 48: Jerusalén Este, Cisjordania, Gaza y el Golán”.
Los líderes israelíes tenían sólo una gran duda: ¿cómo iba a reaccionar EE.UU.? Si Israel atacase, ¿forzaría a Estados Unidos a humillarse como lo hizo en 1956? ¿O Washington miraría hacia otro lado?
Finkelstein desafía las narraciones convencionales con las consideraciones de los eventos específicos en los meses previos a la guerra. Su análisis no es del todo inusual y es compartido en gran medida por otros estudiosos. Sostiene que los hechos demuestran que Israel no estaba cuidando pacíficamente sus propios intereses, sino que provocaba regular y violentamente a sus vecinos árabes. En noviembre de 1966, en la acción militar más grande desde la invasión de Suez, Israel atacó la ciudad cisjordana de Samu, entonces bajo dominio jordano, matando a 18 soldados jordanos y destruyendo 125 casas. Israel continuó instigando a lo largo de su frontera con Siria en abril de 1967, lo que provocó una batalla aérea en la que seis aviones sirios fueron derribados, incluyendo uno sobre Damasco. Voces en el mundo árabe comenzaron a acusar a Gamal Abdel Nasser, el líder de los árabes, de quedarse quieto sin hacer nada.
Entonces Nasser pidió a las Naciones Unidas que retirara las fuerzas de paz asentadas en el Sinaí egipcio, sobre todo para que pudiera verse que tomaba alguna determinación. Pero Finkelstein señala que Israel podría haber pedido pacificadores de la ONU para colocarlos en su lado de la frontera, lo que habría mantenido la zona para parar actos de guerra. Israel no hizo tal cosa.
El cierre del estrecho de Tirán por parte de Nasser también ha sido distorsionado por el relato de la corriente masiva de información. Finkelstein explica que Nasser en realidad tenía derecho legal a cerrar el estrecho, que probablemente no tenía la intención de mantener el cierre y que se ofreció a llevar la controversia a la Corte Internacional de Justicia, pero Israel se negó. E Israel no se habría precipitado a ofuscarse porque el 95 por ciento de sus importaciones llegaba a través de sus otros puertos y tenía suministro de reserva de petróleo para varios meses.
Mientras tanto, dice Finkelstein, los diplomáticos israelíes aterrizaron en Washington, DC para averiguar si Estados Unidos les daría luz verde, o al menos una luz ámbar. Finkelstein ha buscado en los registros históricos y aquí está un resumen de lo que encontró:
- Estados Unidos acordó con Israel que Nasser no tenía planes para atacar.
- Estados Unidos aceptó que Israel podría fácilmente derrotar a Egipto en el campo de batalla, solo o con cualquier combinación de otras naciones árabes.
- Y EE.UU. tácitamente dio permiso a Israel para comenzar la guerra. O al menos señaló que no habría repetición del rechazo de Eisenhower tras la invasión de Suez en el año 1956.
Una vez que Israel atacó primero, continúa Finkelstein, el conflicto debería llamarse más adecuadamente “el fácil triunfo de los seis días“. De hecho, dice, “la guerra no duró seis días, sino unos seis minutos. Una vez que los aviones israelíes en un ataque sorpresa relámpago eliminaron la fuerza aérea egipcia estacionada en tierra, la guerra había terminado… Si la guerra duró más tiempo fue sólo porque Israel quería conquistar el Sinaí egipcio, la Ribera Occidental del Río Jordán y el Golán sirio“.
Finkelstein reconoce que el público israelí creyó la narrativa oficial, tomó en serio las mentiras y distorsiones con las que su Gobierno estaba alimentando al mundo y realmente tuvo miedo de que los estados árabes quisieran echarlos al mar. Explica que el Gobierno israelí “calculó que el pueblo israelí confiaría totalmente si temía que estaba contra la pared. Los líderes fueron culpables por partida doble, provocaron la crisis y después lanzaron un ataque no provocado».
Una vez terminada la guerra, en los Estados Unidos fue tratada como una broma, una emocionante aventura. Después de que Israel ocupase el Sinaí egipcio circularon chistes: “visite Israel para ver las pirámides “.
Pero no fue una broma para las personas que murieron en los combates: entre 10.000 y 15.000 egipcios; 6.000 jordanos; entre 1.000 y 2.500 sirios y cerca de 1.000 israelíes.
Israel ganó sus objetivos de guerra inmediatos. La imagen de Nasser quedó severamente dañada y murió tres años después con el estigma del descrédito de su nacionalismo árabe. Los soldados israelíes ocuparon Cisjordania, el Sinaí y el Golán.
Si la ocupación, ahora temblorosa en su 51 aniversario, ha sido buena para Israel, aún tiene que decirlo la historia.
Traducido del inglés por J. M.
Excelente e ilustrativo artículo. Me ha estimulado a releer el libro de Finkelstein «Image and Reality …» donde he encontrado pruebas bien documentadas y avaladas por funcionarios USA, funcionarios de la ONU, opiniones de periódicos como «Le Monde», etc., sobre que Israel saboteó en su momento todos los intentos que buscaban desactivar la tensión bélica. Todo indica que a Israel le interesaba esa guerra para poder ocupar los territorios que hoy ocupa, muy espacialmente Cisjordania (me da igual que haya quien quiera llamarla «Judea y Samaria») para hacer lo que está haciendo desde entonces, colonizar y apropiarse de cada vez más tierras palestinas. Si queremos una solución para los graves problemas actuales, los judíos argentinos debiéramos basarnos en la realidad comprobada de los hechos y no en lo que nos quieren hacer creer.