Trump y los judíos estadounidenses

Autor: Dardo Esterovich/Convergencia
30 de NOVIEMBRE 2016

El general Omar Torrijos, expresidente de Panamá que murió en un sospechoso accidente de aviación que muchos calificaron de intencional, acuñó una frase que se ajusta como anillo al dedo a lo sucedido en la elecciones de Estados Unidos: «En política no hay sorpresas, hay sorprendidos”. En efecto, no es sorpresivo que una parte importante de la población, especialmente la del centro del país y en particular la de los Estados denominados Rust Belt (cinturón oxidado), estuviera enojada con las políticas neoliberales del gobierno de Obama y sus antecesores. El problema era cuantificar ese enojo y si iba a cambiar su voto tradicional. Las políticas neoliberales que se comenzaron a aplicar desde la presidencia de Regan, destruyeron millones de puestos de trabajos industriales en Pennsylvania (acero), Michigan (automotriz), Wisconsin y Ohio (pymes y medianas empresas autopartistas y proveedoras de grandes industrias). Las multinacionales se trasladaron a México y al Sudeste Asiático donde los costos laborales e impuestos eran mucho más bajos al mismo tiempo que esto presionaba a la baja los salarios domésticos. Los tres primeros estados mencionados, tradicionalmente demócratas, fueron ganados por los republicanos por escasísima diferencia y sus 46 electores podían haberle dado el triunfo a H. Clinton. Evidentemente los encuestadores no pudieron o no quisieron —para favorecer a la candidata de Wall Street— evidenciar la magnitud del enojo. Sin embargo, ignoraron sus propios sondeos realizados cuando estaba por finalizar la interna demócrata y Trump ya era ganador de la republicana. Esos sondeos indicaban que si la confrontación era Trump-Sanders, el ganador sería el demócrata; en cambio si fuera Trump-Clinton el ganador sería el republicano. Entonces la sorpresa no fue tanta.
Sobre la cuestionable calidad democrática del sistema electoral estadounidense podemos señalar que el triunfo de Trump para el Colegio Electoral no se reflejó en la cantidad de votos totales. Los últimos resultados conocidos le dan a Clinton 64.247.231 votos (47.9%) y a Trump 62.240.741 (46.4%), una diferencia de 2.006.490 votos (1.5%). Por márgenes porcentuales muy parecidos resultaron electos presidentes en Venezuela, Brasil y Argentina en las últimas elecciones en esos países. A esto se le agregan innumerables denuncias sobre el deficiente funcionamiento del voto electrónico y de fraude informático particularmente en los lugares donde Trump ganó por muy poco margen.
Independientemente de lo anterior, el análisis de los votos marca que Trump logró perforar ciertas fidelidades como la de la clase obrera blanca en los denominados estados oscilantes, logrando porcentajes que no lograron otros candidatos republicanos en elecciones anteriores. En el padrón general Clinton ganó entre las mujeres por el 10% de los votos, mientras que el electorado femenino blanco le dio el triunfo a Trump también por un 10% pese a las declaraciones misóginas del candidato.
Los electores que se declaran católicos están divididos: los blancos votaron mayoritariamente por Trump mientras que los hispanos lo hicieron por Clinton. Entre los blancos evangelistas el triunfo de Trump fue abrumador: (80% a 16%). Clinton recibe la mayoría de los votos de gente con alto nivel de educación e ingresos superiores a u$s 200.000 (48 % a 45 % de Trump). Salvo Obama en este nivel de ingresos (5 % de la población) siempre ganaban los republicanos, señal que esta vez Wall Street se inclinó por Clinton.
El grado de rechazo a ambos candidatos es muy alto, Clinton 54 % en contra y 44 % a favor, Trump 61 % en contra y 37 % a favor. Si se lo compara con los votos recibidos se concluye que, salvo los que votaron los candidatos alternativos, muchos emitieron su vota a pesar de no tener opinión favorable por su elegido. Respecto a cómo se está conduciendo la lucha contra ISIS, la mayoría opina que va muy o algo mal (52 %) contra bien o algo bien (42 %). La mayoría opina que el principal problema es la economía (52 %) seguidos muy distante por el terrorismo (18 %), la política exterior (13 %) y la inmigración (12 %). Es interesante comprobar que pese al discurso xenófobo de Trump contra los inmigrantes, es el tema que menos preocupa a la población estadounidense. Toda esta información ha sido tomada del informe de Data Point, un destacado grupo interno de análisis político de la cadena de televisión NBC News, sobre la base de la encuesta en boca de urna llevada a cabo por la misma cadena. Los que quieran profundizar en los resultados pueden hacerlo en la página web de NBCNews.
En este marco general veamos cómo se comportaron los estadosunidenses que se asumieron como judíos. La encuesta en boca de urna fue encargada, como lo viene haciendo durante las elecciones de los últimos años, por JStreet* y conducida por GBA Strategies a nivel nacional. El voto de los judíos siguió siendo fiel a los demócratas recibiendo Clinton el 70% de los votos contra el 25% de Trump, el 3% de Johnson (Partido Libertario) y 2% de Stein (Partido Verde). Los números coinciden con la encuesta realizada por el New York Time y se corresponde con el promedio de las últimas elecciones presidenciales. El apoyo a Clinton fue mayor entre los no ortodoxos que entre éstos. Los que no se identificaron con ninguna de las corrientes religiosos fueron el 29% del total lo que representa el mayor porcentajes con respecto a otras minorías.
La encuesta mostró que Israel no es un ítem clave para los votantes judíos. Entre 10 temas de mayor preocupación, ocuparon los tres primeros puestos la economía, la atención de la salud e ISIS y el terrorismo, igual que en la población estadounidense en general, mientras que Israel ocupó el 8vo. lugar. El 81% de los americanos judíos apoya la solución de dos estados para el conflicto israelo-palestino, porcentaje semejante a año anteriores y el 78% opina que Israel debe detener la construcción de los asentamientos en Cisjordana. También una substancial mayoría, el 63% apoya el tratado nuclear con Irán.
Al igual que el resto de sus compatriotas, ambos candidatos tuvieron un alto nivel de rechazo. Entre los votantes de Clinton el 32% contestó que votó “contra Trump y de los que votaron a Trump el 45% lo hizo “contra” Clinton. Mayor información sobre otros aspectos sociológicos de los americanos judíos que surgen de la encuesta, como su composición etaria, grado de instrucción, nivel de ingresos, grado de vinculación con la vida religiosa y otros, se pueden consultar en la página web de JStreet.
Estos resultados derrumban el mito sobre los americanos judíos a los que la prensa y las autoridades del establishment comunitario local tratan de identificarlos con sus propias posturas de derecha y las de los poderosos lobbies como AIPAC, con la de Paul Singer dueño de fondos buitres, el magnate del juego Sheldon Adelson o los hermanos Koch dueños del emporio Koch Industries, todos ellos grandes aportistas de los candidatos republicanos. En su gran mayoría siguen manteniéndose fieles a los ideales progresistas de los liberales estadunidenses -en el sentido que éstos le dan al término liberal- y son mayoritariamente críticos de las políticas del gobierno de Netanyahu en lo referente al conflicto palestino-israelí.
Solamente así se entiende la gran preocupación que le generó a esa comunidad los primeros pasos que dio el presidente electo Trump, quien seleccionó a personajes ampliamente conocidos por sus posturas xenófobas y antisemitas, entre los que se destaca el nombramiento como su jefe de estrategia y asesores de la Casa Blanca, Steve Bannon. Este nombramiento provocó euforia en el Ku Klux Klan y en una agrupación de extrema derecha, denominada Alt– Right, que festejó el triunfo de Trump con un acto donde los concurrentes hacían el saludo nazi con brazo derecho al tiempo que gritaban “Heil Trump”. Los ataques y expresiones antisemitas se multiplicaron notablemente, lo que dio motivo a que cerca de 1000 dirigentes de las principales instituciones del establishment judío estadounidenses se reunieron convocados por la Liga Anti-Difamación. Allí dieron cuenta de las innumerables expresiones de odio y vandalismo durante la campaña electoral que recrudecieron inmediatamente después del triunfo de Trump. «No debemos de callarnos, debemos de levantar nuestras voces, debemos de actuar, y para actuar tenemos que entender con quién nos enfrentamos», dijo Jonathan Greenblatt, director ejecutivo de la ADL, en la reunión en Manhattan. Sin embargo las opiniones estuvieron divididas en enfrentar directamente a Trump por la designación de Bannon.
En cambio una docena de organizaciones americanas judías progresistas enviaron una carta al presidente electo Trump denunciando el antisemitismo que rodeo su campaña, expresando su preocupación por la situación de las otras minorías e instando a la nueva administración a defender el compromiso de larga data de los Estados Unidos con la solución de dos estados para el conflicto israelo-palestino. En duros términos en la carta también le piden a Trump que rescinda el nombramiento de Bannon.
La carta fue enviada por Ameinu, Americans for Peace Now, J Street, the Jewish Labor Committee, Hashomer Hatzair, Habonim Dror North America, the National Council of Jewish Women, the New Israel Fund, Partners for Progressive Israel, the Workmen’s Circle, Truah: The Rabbinic Call for Human Rights, and Uri L’Tzedek: The Orthodox Social-Justice Movement. Juntas, de acuerdo a la carta, esas organizaciones representan a cientos de miles de americanos judíos profundamente comprometidos con los valores del pueblo judío, la democracia de Estados Unidos y su relación con el pueblo israelí y su Estado. Luego de recorrer otros aspectos como la discriminación de género, las amenazas a los inmigrantes, la misoginia y otros disvalores que aparecieron durante la campaña, urge a Trump a comprometerse públicamente a dejarlos de lado y en ese caso tendrá el apoyo de la gran mayoría del pueblo democrático estadounidense incluyendo los judíos. Pero, termina diciendo, que en caso contrario “no nos quedaremos de brazos cruzados”.
Como vemos, no están dispuestos a resignarse en la defensa de los valores democráticos tradicionales del pueblo estadounidense.

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