Por Emir Sader / La Jornada / México
05 de NOVIEMBRE 2016
La nueva ola de derecha en América Latina no tardó en decir a qué vino. Los gobiernos de Mauricio Macri en Argentina y de Michel Temer en Brasil se dedican, única y exclusivamente, a aplicar el mismo tipo de duro ajuste fiscal que ya había sido aplicado en esos y otros países del continente, con las desastrosas consecuencias económicas y sociales que se conocen.
Para ello tuvieron que reimponer el viejo diagnostico, según el cual los problemas son resultado de gastos excesivos del Estado, diagnóstico totalmente desmentido por la forma en que en esos mismos países los gobiernos han reaccionado a los duros efectos de la crisis internacional iniciada en 2008. Se podría haber hecho lo que se hace ahora, cortando hondamente los presupuestos en los recursos para políticas sociales. Las economías habrían ingresado en recesiones profundas y prolongadas, de las cuales no habrían salido, como ocurre con las economías europeas.
Sin embargo, los gobiernos de Argentina y de Brasil, con orientaciones distintas de las actuales, no se han dejado llevar por la crisis y han reaccionado en contra de la recesión con medidas anticíclicas. Con ello han podido recuperar rápidamente sus economías de la recesión; han vuelto a crecer, a superar el desempleo y a retomar la dinámica de expansión económica con distribución de la renta, lo que ha permitido el momento más virtuoso de la historia de esos y otros países del continente en este siglo.
La derecha vuelve a los gobiernos de esos países como si no hubiera pasado nada desde que se aplicaron por primera vez esos modelos. Como si éstos no hubieran fracasado y no se hubiera sacado a los países de las peores crisis recesivas en mucho tiempo, con altos niveles de desempleo y profunda crisis social. Como si no se hubieran dado gobiernos que han recuperado esas economías, superado la crisis social y desarrollado los programas de inclusión social más amplios de su historia.
La derecha retoma el mismo diagnóstico que ha llevado a los ajustes, las recesiones, a las crisis sociales. Necesita, para ello, borrar o descalificar todos los avances logrados a lo largo de este siglo. Como si Argentina y Brasil no fueran mucho mejores, desde todos los puntos de vista, con las políticas de reacción a la crisis que con las que la han ahondado.
Tratan de hacer pasar la idea de que la crisis actual es generada por el modelo que más resultó en nuestra actualidad. Se habría gastado demasiado. Los gastos en políticas sociales serían la causa del desequilibrio de las cuentas públicas. No las tasas de interés muy altas, no el pago de las deudas interna y externa, no el encubrimiento de impuestos, no los paraísos fiscales, no los subsidios a los grandes empresarios, no la especulación financiera.
En realidad, la derecha vuelve para destruir lo que fue construido a lo largo de este siglo en los países donde logra, por una u otra vía, volver al gobierno. Su agenda es estrictamente negativa: privatización de propiedades públicas, menos recursos para políticas sociales, menos derechos para los trabajadores, más recesión, más desempleo. Y más Estados Unidos en el continente y menos integración regional.
No pueden decir que son lo nuevo porque rescatan viejos economistas neoliberales. Ni que van a retomar el crecimiento económico, porque ahondan la recesión. Ni que van a controlar las cuentas públicas porque aumentan la inflación y el déficit público. No tienen que prometer, porque lo que hacen no tiene nada de popular, ni de democrático. Sólo pueden sobrevivir, blindados por los medios.
¿Cómo deben reaccionar las fuerzas populares frente a esa ofensiva conservadora? Antes que nada, buscando el más amplio proceso de conciencia, de movilización y de organización de los sectores populares, víctimas de las políticas de esos gobiernos. Sin eso no será posible revertir la situación.
En segundo lugar, buscando la más amplia unidad de las fuerzas opositoras, tomando como línea divisoria entre los dos campos el modelo neoliberal. Unir a todas las fuerzas antineoliberales.
En tercer lugar, haciendo un balance del pasado reciente, pero antes de todo valorar todo lo conquistado, antes de criticar los errores.
En cuarto, finalmente, reconquistar la hegemonía de los valores que han llevado a los gobiernos progresistas a ser elegidos por la mayoría. Relaborar los temas de la justicia social, de la democracia política, de la soberanía nacional, entre tantos otros, en los términos actuales, después de los avances de la derecha.
Total, como cada vez que se da una victoria política de la izquierda o de la derecha, es antecedida de una victoria en el plano de las ideas, hay que reimponer como objetivos fundamentales del país el desarrollo económico con distribución de la renta, después de desarticular las falsedades con que la derecha vuelve a países de América Latina.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/11/05/opinion/020a2pol
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