Beraja

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La DAIA y la AMIA ante la historia

Autor: Jorge Elbaum/Convergencia 30 de NOVIEMBRE 2016 Cuando se escriba la historia del rol de la DAIA en relación a la causa del atentado de la AMIA y al caso Nisman, los lectores de los informes quedarán impresionados por el inusitado y desmedido rol asumido por una institución que nació en 1935 para enfrentarse a los nazis y a la judeofobia. El primer dato que irrumpirá como evidencia será la connivencia con el estado menemista, que llevará a la institución en la figura de su ex presidente Rubén Beraja a ser cómplice del encubrimiento, para ser juzgada en compañía de los servicios de inteligencia, el juez de la causa y los fiscales intervinientes. El segundo elemento remitirá al vínculo que la propia institución consistió en entablar con los familiares y amigos de las víctimas, basado en el desconocimiento de su dolor, el desprecio de su rol como querellantes y el permanente ninguneo de sus puntos de vista. El tercer elemento, quizás el más grave, es la decisión estratégica de acompañar el giro ideológico reaccionario —como integrante y motorizador local del mismo—, pretendiendo alinear “lo judío”, al bloque conservador local e internacional, que desprecia inmigrantes, abona respuestas militaristas a todo conflicto internacional y plantea el enfrentamiento civilizatorio pregonado por Huntington en la década del 90 del siglo pasado. Este último indicador asume, además, características más complejas y peligrosas: pretende instaurar la idea de que asumen la “representación” de todos los judíos argentinos, reduciendo su historia compleja y plural a una unanimidad singular y derechizada. La DAIA y la AMIA han deicidio oponerse a todo proceso emancipador y construir como “enemigos” a todos los movimiento y fuerzas que pretenden cambios sociales. Este deslizamiento –cada vez más profundo y descarado— se ejecuta desde un sentido común persecutorio, según el cual, todos los posicionamientos progresistas y/o populares asumen un lugar de inmediata enemistad y conjura contra Israel y todas las tradiciones judías. Ese mecanismo de engaño ya ha sido descripto y explicado por las ciencia sociales en diferentes periodos históricos: se trata de tomar la parte por el todo, instituyendo justificaciones que amparen decisiones y posicionamientos prefijados. De esta manera, todos los que apoyan a los familiares de las víctimas del atentado —tal cual lo sugirió el ex presidente de al DAIA, Rubén Beraja, recientemente, refiriéndose al periodista “Tuni” Kollmann— “no pertenecen a la comunidad judía”. La operación de “reduccionismo judío”, es parte de una estrategia geopolítica que pretende encolumnar a todos los sectores reaccionarios en el mismo paraguas de “sociedades libres”, manteniendo la amenaza extorsiva sobre todo intento de democratización, emancipación o superación de inequidades a nivel global. La DAIA es parte de esas políticas de tenaza, que muchos analistas y periodistas están incapacitados de denunciar so pena de ser cuestionados como antisemitas o judeófobos. La DAIA que usurpa una identidad colectiva y plural, y que al mismo tiempo busca reducir dicha identidad a una visión reaccionaria del mundo, borrando todo vestigio de progresismo, se ha convertido en un ariete neo-conservador con un rol similar al asumido en la edad media por Torquemada. El viraje incluyó la articulación internacional con los sectores republicanos de Estados Unidos, que se oponían a cualquier tipo de negociación con Irán, ya sea para limitar su desarrollo nuclear, como para acordar mecanismos de comparecencia de los imputados en la Causa AMIA. En el primer caso apoyaron la fracasada intentona del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien llegó a dirigirse al Congreso de los Estados Unidos para exigirle a Obama y a los parlamentarios demócratas que desaprobaran el tratado —denominado 5 +1— que limitaba la proliferación nuclear persa. Esta operación simbólica desarrollada tanto por la DAIA como por la AMIA ha anexado un nuevo capítulo, el último miércoles 26 de octubre de 2016, con la visita a la Corte Suprema de Justicia. Por parte del Tribunal participaron Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. Como “representantes” de los judíos argentinos concurrieron el Director Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano, Claudio Epelman —entidad que está presidida por el millonario brasileño Jack Terpkins— y su asesor, Adrián Werthein, fuerte empresario local ligado a emprendimientos agrícolaganaderos, de seguros y de telecomunicaciones. Por parte de la DAIA concurrió su vicepresidente, Alberto Indij, y por la AMIA Thomas Saieg, actual titular de la mutual de la calle Pasteur, quienes se presentaron como voceros de una colectividad que nadie recuerda cómo es que fueron elegidos como representantes. Quizás una de las particularidades más sugestivas del ágape haya sido la participación de cuatro magistrados: Mariano Borinsky, Marcos Grabivker, Marcelo Aguinsky y Gustavo Meirovich, una pequeña parte de los operadores judiciales que proviniendo de tradiciones judeo-argentina fueron invitados por adscribir al rol asumido por la DAIA y la AMIA en los dos últimos años. Según testigos de la reunión realizada en el «Salón Oval» del Palacio de Justicia, los integrantes de la AMIA y la DAIA se habrían referido al ex fiscal Nisman como la última víctima del atentado de 1994, señalando la indudable connivencia entre los perpetradores de la masacre de 1994 y los responsables de la muerte del fiscal. Estos comentarios fueron realizados, curiosamente, en presencia del juez Mariano Borinsky que —como miembro de la Sala I de la Cámara de Casación Penal— debe expedirse a la brevedad, junto con otros dos magistrados, sobre el pedido de la DAIA para que la denuncia del ex fiscal Nisman sea reabierta, permitiendo de esta manera la continuidad del acoso a la ex Presidenta y a su ex canciller. Durante este último bienio, tanto la AMIA como la DAIA fueron parte integrante de una campaña desembozada para culpabilizar a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a su canciller, Héctor Timerman, de connivencia con el terrorismo internacional, por el solo hecho de haber enviado al Congreso de la Nación, para su aprobación, un memorándum de entendimiento con la Republica Islámica de Irán. Dicho “memorándum” estaba destinado a lograr la comparecencia de los imputados en la causa del atentado de 1994,

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Comunicados y Declaraciones

La DAIA y el encubrimiento

Autor: Dr Luis Kon / Comisión de Asuntos Jurídicos 10 de ENERO 2017 La reactivación de la denuncia formulada hace dos años por el fiscal Alberto Nisman contra Cristina Kirchner, el excanciller Héctor Timerman y otros acusados, que fuera impulsada con gran empeño por la conducción actual de la DAIA, no tiene como objetivo lograr el esclarecimiento del atentado a la AMIA. Pretenden —junto con otros objetivos relevantes que expondremos más adelante— desviar la atención del público y beneficiar a los acusados de encubrimiento que están siendo hoy juzgados por el Tribunal Oral Federal 2, integrado por los jueces Jorge Luciano Gorini, Néstor Costabel y Karina Perilli. Para llegar al actual juicio oral fue necesario que —luego de diez años— se anularan las diligencias tramitadas por el destituido juez Galeano quien montó un artificio para cerrar la causa acusando a inocentes de la autoría del atentado. Dicha escenificación parece haber contado con la complicidad de todos los que actualmente están siendo juzgados acusados de las diabólicas maniobras. Uno de los implicados es el expresidente de la DAIA, Rubén Beraja, quien está acusado en el proceso que se tramita desde el 6 de agosto de 2015. La imputación que pesa sobre el exdirigente comunitario es el haber encubierto a los autores del atentado construyendo “pistas falsas” y desviando la investigación de modo intencionado, con detenciones arbitrarias, permitiendo la pérdida de diez valiosos años que demoraron el avance del proceso. Los otros exfuncionarios acusados son el expresidente Carlos Menem, el exsecretario de la exSIDE, Hugo Anzorreguy; el comisario Jorge “Fino” Palacios; el exjuez Juan José Galeano; los exfiscales Eamon Mullen y José Barbaccia; el testigo (comprado) Carlos Telleldín y el almirante Juan Carlos Anchezar también integrante de la exSIDE. Se suman a los procesados el abogado Víctor Stinfale y otros personajes menores. Sin estar vinculados, formalmente, buena parte de los miembros de las comisiones directivas de DAIA —contemporáneos y sucesores de Beraja— mantienen indudables compromisos con quien fuera también titular del Banco Mayo. Como titular de esa entidad financiera fue juzgado y condenado por defraudaciones al Estado ejecutadas mediante autopréstamos, maniobras financieras en el exterior y otros delitos que provocaron la desaparición de la institución bancaria. Es en este sendero de caída libre de la autoproclamada “representación política de la comunidad judía” en el que sus inescrupulosos operadores utilizan un suceso político para intentar borrar su trayectoria vergonzante. La polémica decisión del gobierno kirchnerista de intentar avanzar en el proceso judicial firmando un Memorándum de Entendimiento con el gobierno iraní con la intención de lograr la declaración de los sospechosos presuntamente implicados en el atentado, le dio a la DAIA la pretendida oportunidad de disimular su bochornoso presente. El Memorándum ha sido utilizado por la DAIA para victimizarse y generar una actividad judicial destinada, por un lado a lograr la declaración de inconstitucionalidad del tratado y, por otro, para plegarse a la denuncia del exfiscal Nisman contra la expresidente de la Nación. Dicha acción fue ejecutada en oposición a la opinión de las organizaciones de familiares de las víctimas que, sin mucho entusiasmo, apoyaban cualquier medida que sacara la investigación de su estado de parálisis, al tiempo que criticaban la actuación del fiscal Nisman a quien acusaban de (a) viajar mucho sin producir resultados, (b) acumular documentación inútil para el progreso de la causa y (c) dilapidar recursos. La iniciativa de al DAIA se instaló en oposición al Congreso de la Nación que había ratificado el Memorándum para convertirlo en Tratado a pesar que el mismo no resultaba ser tan beneficioso para los propios iraníes quienes nunca llegaron a aprobarlo. En 1996, mientras Beraja, el juez Galeano y el titular de la SIDE, con el aval del gobierno menemista, disponían una pista falsa, Cristina Kirchner integraba el grupo de legisladores —en conjunto con “Chacho” Álvarez y Federico Storani— que conformaron la Comisión Bicameral destinada a fiscalizar la investigación del atentado y evitar que terminara consagrando un estado de impunidad como había sucedido con el atento a la Embajada de Israel. Durante aquel período, Cristina Kirchner firmó un dictamen en disidencia cuestionando la investigación sin referirse a la labor de Galeano por entender que quitarle respaldo supondría hacer caer el proceso. Ese proceder estuvo guiado por una conducta auténtica encaminada a esclarecer el atentado. Es más, dejó de respaldar a Galeano, mientras otros legisladores lo hacían, cuando las diferentes agrupaciones de Familiares de las Víctimas le advirtieron acerca de lo que sucedía en el Juzgado. La DAIA no ignora, ni puede desconocer, cuál fue la actitud de la expresidente y los integrantes de esa Comisión. Tampoco puede eludir el motivo por el que las organizaciones de familiares —en abrumadora mayoría— tomaron distancia de la institución comunitaria y pasaron a denunciarla. No puede ignorar que carece de representación, incluso, en referencia a los familiares de las víctimas, salvo tres o cuatro a quienes usa como propaganda frente a la prensa. No lo ignora pero intenta simularlo una y otra vez y apuntando la mirada hacia otro lado. Como coronación de ese comportamiento, y respondiendo a su actual posicionamiento al que fue arrastrada por una dirigencia cooptada por el oficialismo, con la complicidad de un enorme blindaje mediático, la DAIA se alinea con la derecha republicana de EE.UU. y la política exterior israelí, en consonancia con el flamante presidente Donald Trump y el reposicionamiento del gobierno macrista. La dirigencia de la DAIA decide jugar —con aparente éxito publicitario— una carta que la convierte en denunciante de un encubrimiento inexistente. Frente a esos hechos, desde el LLAMAMIENTO Argentino Judío sostenemos que la DAIA sólo habla en nombre de un reducido número de argentinos judíos, aquellos que se encuentran complotados —únicamente— para desacreditar, escarmentar e inhabilitar políticamente a la expresidenta de la Nación. Dr. Luis Kon Comisión de Asuntos Jurídicos

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