Un frío bárbaro
Fuente: Jorge Elbaum | elcohetealaluna.com Fecha: 28 de ENE 2018 El demorado arribo de las inversiones pronosticadas por el gobierno de Cambiemos, la reticencia de Estados Unidos y Europa occidental a ampliar la adquisición de productos argentinos y el consecuente fracaso de la catalogada “apertura inteligente al mundo”, han llevado a Macri a visitar a su par ruso, Vladimir Putin. El periplo iniciado en Moscú se desarrolló mientras en el ARA San Juan continúa siendo buscado por naves de cuatro países, entre las cuales se encuentran navíos del Reino Unido de Gran Bretaña. Según el agregado adjunto de defensa de la Embajada de la Federación Rusa en Argentina, el coronel Vyasheslav Safranov, la coordinación unificada de la exploración incluye la participación cotidiana, cooperante y unificada de cuatro comandancias navales: la argentina, la rusa, la estadounidense y la británica. Las reales o fantasiosas sospechas acerca de que el submarino argentino pudiese haber sido hundido por error o disposición voluntaria por parte de integrantes de la flota de la OTAN, ubicado en la zona de influencia de Malvinas, no parece guardar coherencia con la participación activa, en la búsqueda, de uno de los potenciales sospechados. Y menos aún con la participación en la coordinación unificada de la búsqueda. El viaje de Macri a Moscú permitió además relevar algunos detalles del intercambio sucedido el 21 de enero de 2018, cuando el premier ruso propuso, por primera vez, la colaboración en las tareas de rastrillaje marino. En aquella ocasión, se entabló un dialogo de veinte minutos en el que Putin ofreció la tecnología rusa de búsqueda. El presidente argentino tardó casi diez horas en aceptar. Las diversas conjeturas sobre la lentitud en consentir la asistencia rusa se relacionan con las consultas realizadas con la Armada argentina y sus colegas de EEUU y el Reino Unido, curiosos copartícipes iniciales de la exploración. La demora fue interpretada, literalmente, como una forma de subordinación del gobierno de Macri a las sugerencias digitadas en última instancia por la OTAN. La ulterior aceptación de la colaboración rusa requirió de un maquillaje de la insondable Doctrina Carrió, cuyos capítulos fueron transmitidos por cables diplomáticos desde Buenos Aires a Moscú, mediante los diplomáticos rusos acreditados. En 2015 la diputada chaqueña, integrante de la Primera y de la Segunda Alianza, aseveró que “este gobierno es igual al del pacto Roca-Ruciman, que era un gobierno que necesitaba dinero y se entrega a Gran Bretaña. El de Cristina Kirchner lo hace con Putin, que dice que la Argentina es su socio estratégico. Ahí vemos de qué manera se posiciona geopolíticamente”. Fue la misma legisladora quien catalogó años atrás a Vladimir Putin como “un desalmado que fue jefe de la Gestapo”, sin que ninguno de sus sesudos asesores le advirtiera que el primer mandatario ruso fue víctima directa de la maquinaria nazi, al perder un hermano de apenas dos años de vida en 1942, durante el sitio de Leningrado. Viktor Vladimirovitch Putin nació en 1940 y falleció producto del hambre y el frío en 1942, ante el asedio de las tropas de la Wehrmacht. La denominada por los rusos Gran Guerra Patria supuso la muerte de treinta millones de soviéticos, de los cuales sólo catorce fueron militares o milicianos activos. El resto fueron civiles. Entre ellos dos millones de niños menores de diez años. La mitad de todos los asesinados y muertos durante la Segunda Guerra fueron soviéticos. En ese marco trágico, Macri y Awada visitaron la tumba del soldado desconocido, sin guardar la ubicuidad que exigía la visita. Ambos sonrieron despreocupados frente a lo que en Rusia es uno de los centros más sagrados y conmovedores de la memoria social y la risa desubicada se constituyó en el disparador para postear feroces críticas. En Vkontakte (cuya traducción es En Contacto, algo similar al Facebook con cien millones de cuentas), las sátiras y las maldiciones tuvieron el mismo nivel de viralización y desprecio. La Doctrina Carrió, además, postula(ba) el vínculo político y comercial prioritario con los Estados Unidos e Israel, al tiempo que cuestionaba (y proponía congelar) todos los mecanismos de integración regional con el resto de América Latina, como la CELAC, la UNASUR y el MERCOSUR. Gran parte de esa agenda imprecisa continúa con su impulso confuso: el encuentro de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños sin la presencia de Canadá y EEUU) con China, que se llevó a cabo en Santiago de Chile durante la gira macrista, fue obviado por la cancillería argentina. El modelo de la integración inteligente al mundo —título rimbombante con el que se pretende describir las relaciones exteriores del actual periodo macrista—suma la discontinuidad de los acuerdos estratégicos con China y Rusia, por ser considerados ajenos a los modelos occidentales y republicanos. La descomposición parcial del paradigma diplomático eurocéntrico-norteamericano, basado únicamente en los prejuicios raciales e ideológicos, empezó a recibir los crudos embates de la realidad: la guerra al biodiesel argentino por parte de la comunidad económica europea y las pequeñas cuotas de cítricos para el mercado estadounidense son algunos de los límites que se impusieron. La presentación de credenciales del nuevo embajador argentino ante Washington, Fernando Oris de Roa, el último 24 de enero, confirmó el lugar que Argentina tiene para Donald Trump: “Lemons, lemons, lemons” fue la humorada con la que Trump recibió al nuevo enviado diplomático. El macrismo parece empezar a asumir —tardía, desordenadamente y a regañadientes— que la multipolaridad internacional promovida por el kirchnerismo no era tan extraviada y que la inserción inteligente en el mundo promovida por Cambiemos no era tan perspicaz ni lúcida. Con contradictorios manotazos de ahogado se empieza a filtrar la realidad de un mundo multipolar donde China y Rusia tienen un rol relevante, no asociado a coordenadas ideológicas sino geopolíticas. Pero —como era de esperar— la ineptitud y la impericia no parecen evaporarse del todo: según el primer mandatario, la conversación mantenida con Putin incluyó, por decisión de Macri, la temática de Venezuela, nación que mantiene convenios con Moscú por 20.000 millones de dólares en áreas estratégicas, sobre