La carta escondida
Fuente: Hugo Presman* | La Tecl@ Eñe Fecha: 26 de JUL 2018 Hay una notable coincidencia entre el gobierno y un sector de la oposición, el que se conoce como peronismo racional, peronismo perdonable, peronismo sensato, peronismo republicano, peronismo amigable y que también podría denominarse peronismo alvearizado, menemizado, descafeinado o descremado. El gobierno tuvo un plan fundacional que implicaba demoler hasta los cimientos el modelo de sustitución de importaciones, volviendo a la Argentina pre crisis de 1929. Es decir, el país que emergió en el siglo XIX, después de los 60 años de guerra civil que concluyó con el triunfo del SUR en términos de la Guerra de Secesión norteamericana. Como la historia es juguetona e imaginativa, los descendientes de los derrotados sobrevivientes de aquel conflicto prolongado encontraron en la industria de sustitución de importaciones su lugar en la sociedad y una adscripción política que los dignificó que fue el peronismo. Los dueños del país, políticamente representados por los conservadores, que con su brazo armado interrumpieron el gobierno popular de Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930, inauguraron la primera década infame, pero tuvieron reflejos de autoconservación que no exhiben con la misma intensidad los actuales gobernantes: ante la crisis de 1929, no dudaron en tomar medidas de intervencionismo estatal y proteccionismo, que originaron un daño colateral para su concepción ideológica: el nacimiento y fortalecimiento de la industria nacional, de resultas de las dificultades para importar y el surgimiento de una nueva clase obrera. Los dueños del país, extremadamente dependientes de las exportaciones a Gran Bretaña, terminaron compelidos a firmar un acuerdo escandaloso, ante la amenaza de la primera potencia de entonces de suspender las importaciones provenientes de nuestro país. El intento de volver aún más atrás, a la Argentina del Centenario, es una reiteración de las intenciones de los golpes de 1955, 1966, y 1976, y con Menem y De la Rúa en democracia. No lo lograron, pero hirieron seriamente a la sociedad más igualitaria de América Latina, llevándola de un 4 % de pobreza y desocupación en 1974, a más de 54 % de pobreza y 21,5 % de desocupación en la crisis del 2001. Pero en el 2015 fue distinto porque el establishment llegaba por primera vez al gobierno en forma democrática y a la Rosada accedía uno de sus integrantes. De ahí el propósito de terminar definitivamente con un empate entre dos modelos de país, que es la originalidad de la Argentina y a su vez lo que determina un camino sinuoso, contradictorio, de avances intensos y retrocesos profundos. En los primeros dos años de CAMBIEMOS la denostación del pasado y de la herencia populista junto con las expectativas de un futuro promisorio, ocultaron que se estaba cortando la rama sobre la que se asienta la vida cotidiana de la mayoría de la población. Una justicia subordinada, una protección mediática abrumadora, abonó un camino que mientras ilusionaba con la felicidad en el horizonte avanzaba con la apertura de la economía, la desregulación financiera sin precedentes, el endeudamiento explosivo, la progresiva anulación de derechos, y una actualización de tarifas pensadas exclusivamente en el cuadro de resultados de las concesionarias. Cuando se cerró el grifo del endeudamiento, que cualquier análisis de los números macroeconómicos aconsejarían, el gobierno utilizó su bala de plata y dejó el gobierno en manos del Fondo Monetario, al punto que si en algún momento el mismo deja de financiar los diferentes déficits, la suerte de CAMBIEMOS está echada. Si esta realidad no puede calificarse de colonia, es imprescindible resignificar el lenguaje. La idea de 16 años de gobierno de la coalición restauradora alentada después del triunfo en las elecciones de medio término del 2017, se alejó en el horizonte y vuelve la posibilidad del regreso del “populismo”, obsesión de las finanzas internacionales, del gobierno norteamericano, del poder económico y sus escribas asalariados, motivo por el que buscan desesperadamente una carta de reemplazo. Si el macrismo con su perrito faldero, el radicalismo, que ha enterrado lo mejor de su pasado y es una sombra de la sombra que ya era en los últimos años, no garantizan la continuidad del proyecto refundacional, hay que encontrar la alternancia en el peronismo descafeinado. El as de espada hasta ahora, la gobernadora María Eugenia Vidal, no superaría el derrumbe del oficialismo. El macrismo no está aún muerto ni mucho menos, pero en un escenario económico progresivamente muy desfavorable, aplicar el brutal ajuste del Fondo se presenta como la peor solución para ser ganador dentro de un año. Héctor Magnetto como distribuidor del juego busca alternativas en el peronismo blanco que en última instancia es una variante con matices del macrismo, cercado e intimidado por la futura pesada herencia y las cadenas del FONDO, dos circunstancias disciplinadoras. Así se despliega la operación que el columnista de Clarín Fernando González, recientemente reincorporado, escribió el sábado 21 de julio bajo el título “El presidente del 2019, llevará la marca del FMI”: “La novedad de la Argentina es que el protagonista fundamental de las elecciones presidenciales del 2019 va a ser el Fondo Monetario Internacional. El próximo presidente conseguirá la victoria con el FMI o contra el FMI” (traduzco: esta última es la alternativa Cristina, que en el idioma del establishment es el peligro Cristina, que crece lenta pero firmemente en las encuestas, más allá de algunas pagadas intencionalmente por el gobierno, que intentan el doble objetivo: consolidar la base propia y recuperar a los desilusionados cuya bronca hacia el oficialismo cede cuando existe la posibilidad del retorno del kirchnerismo). Más adelante escribió: “Ya se sabe que Cristina culpará al FMI de todos los males y lo arrojará a la misma hoguera donde pretende arrastrar al presidente. El dilema lo tendrán los peronistas que buscan un camino alternativo. Massa, Urtubey o el que se anime a dar batalla deberán mostrar algún plan para gobernar un país emergente sin superávit. La economía tiene muchas utopías. Pero hacer populismo sin plata tal vez sea la más inalcanzable”. En página 20 en Clarín del mismo día, bajo el título “Encuentro en