El mundo según Rockefeller

Ernesto Cazal/Misión verdad
21 de MARZO 2017

La historia del clan Rockefeller está íntimamente unida a la de un mundo que desde el siglo XIX ha experimentado sucesivas revoluciones, guerras y órdenes geopolíticos.

Uno de los factores clave a escala global fue (y es) el petróleo, por lo que el comerciante John Davison Rockefeller decidió instalarse en el negocio del petróleo con la compañía Standard Oil de Ohio, en 1870. Pactó acuerdos secretos con la industria del ferrocarril para así facilitar el transporte del petróleo si le hacían descuentos. Su expansión monopólica abarcó diferentes puntos del mapa de los Estados Unidos.

Primero los EEUU

Rockefeller (1839-1937) recibió el subsidio y estímulo por parte del gobierno para que la Unión ampliara su influencia de poder luego de la Guerra de Secesión. Esto le facilitó a la Standard Oil manejarse holgadamente en el terreno de la corrupción de cuello blanco y la violencia como forma de acumulación de capitales.

Cuenta Howard Zinn en La otra historia de los Estados Unidos que de esta forma «en las décadas de 1880 y 1890, el petróleo llegó a ser un importante artículo de exportación: en 1891, la compañía Standard Oil, de la familia Rockefeller, daba cuenta del 90% de las exportaciones americanas de queroseno y controlaba el 70% del mercado mundial. Ahora el petróleo era, tras el algodón, el segundo producto de exportación».

Las implicaciones geopolíticas del petróleo se hallaban en consonancia con el afán de lucro y monopolio de John D. Rockefeller, por lo que decidió expandirse a comienzos del siglo XX hacia las instituciones financieras que no sólo financiarían la industria del crudo sino que asimismo fortalecerían el dólar frente a otras monedas, para posteriormente crear la Reserva Federal de los EEUU junto con otras poderosas familias financieras. A su vez, la Standard Oil formaba parte de las «siete hermanas» más poderosas del mundo petrolero.

De acuerdo a los datos en el obituario de John D. Rockefeller en el New York Times, su fortuna equivaldría a unos 340 mil millones de dólares en la actualidad.

Con las dos guerras mundiales, el negocio petrolero y financiero del clan Rockefeller se afianzó en casi todo el mundo con las áreas de influencia de los EEUU como pivotes corporativos.

Un mundo corporativo feliz

Como todas las familias multimillonarias, los Rockefeller están involucrados en todos los sectores económicos y financieros de la economía global. El petróleo y la banca han sido sus principales activos financieros, sin embargo se han adentrado en otros terrenos que se interconectan directa e indirectamente con las dos industrias mencionadas: el negocio de los alimentos, la innovación tecnológica-científica y la formación académica acorde a su visión mercantil del mundo.

Por un lado, es conocido el financiamiento del clan a diversas universidades en los EEUU como la de Chicago y la de Columbia, así como las millonarias «donaciones» a la Universidad de Harvard, previa gestión a través de la Fundación Rockefeller.

Esa misma institución se encarga de invertir en un sinfín de actividades y campos de la producción como:

los programas de manipulación genética de alimentos a las que Bayer-Monsanto hoy le deben tanto;
los experimentos eugenésicos de Josef Mengele y la campaña de guerra nazi;
y los primeros estudios de guerra psicológica aplicada.
Aunque de esto no quieran hablar los medios corporativos.

Por otro lado, las conexiones de los Rockefeller con el gobierno estadounidense son de vieja data y tan estrechas que:

Nelson Rockefeller (1908-1979) llegó a ser gobernador de Nueva York y vicepresidente durante la administración de Gerald Ford;
Winthrop Rockefeller (1912-1973) fue gobernador de Arkansas en algún momento;
Henry Kissinger, consejero en asuntos exteriores de David Rockefeller, fue secretario de Estado de Richard Nixon;
los Rockefeller y los Dulles son primos. John Foster Dulles fue secretario de Estado de Dwight Eisenhower. Allen Dulles creó la CIA y ayudó, como John Rockefeller padre, a los nazis.
De hecho, un documento de inteligencia soviético describe el suministro de dólares a una escuela de entrenamiento para espías de la CIA en Medio Oriente por parte de los Rockefeller a través de Aramco, petrolera saudí de la cual el clan es una de las principales accionarias.

La familia en cuestión es además uno de los principales patrocinadores de una serie de organizaciones de profunda influencia en el mundo occidental:

Consejo de Relaciones Exteriores, organización que cuenta entre sus miembros a secretarios de Estado y directores de la CIA;
Comisión Trilateral, en cuyo seno se redactó el documento que le daría piso político al neoliberalismo, «La crisis de la democracia»;
Grupo Bilderberg, club elitesco en el que participan banqueros, políticos y magnates industriales.
Su poder político se equipara con su latifundismo, cuyos datos son difícilmente rastreables, sin embargo se cuentan en millones de hectáreas las propiedades terrenales de los Rockefeller en el estado de Nueva York, donde se encuentra el famoso centro que lleva el nombre del clan y que constituye su propio búnker familiar.

Y es precisamente en Wall Street donde el Chase Manhattan Bank (hoy JP Morgan) «hacía vida», y del que el recién fallecido David Rockefeller fue presidente y mayor accionista durante 30 años. Ese mismo banco fue multado en 1985 por 1 mil 200 millones de dólares bajo la acusación de facilitar el lavado de dinero proveniente de bandas criminales y organizaciones de narcotraficantes en los EEUU.

El alcance de esta multimillonaria familia parece no tener límites en el mundo corporativo, financiero y político, público y privado, íntimo a la estructura vital del poder en los EEUU y en todas sus áreas de influencia.

Todo sirve para el fomento del mundo corporativo sin restricciones para la acumulación delictiva de capital.

Los hombres del subsuelo

En Venezuela, la Standard Oil se asentó en 1921 e hizo todo lo posible por ganar en la guerra de las concesiones petroleras.

Las filiales en suelo criollo fueron la Standard Oil Company de Nueva York, la Standard Oil de Venezuela (posteriormente Creole Petroleum Corporation), la Lago Petroleum Company y la Orinoco Oil Company, cuyos trabajos industriales abarcaban junto con otras petroleras unas 25 millones de hectáreas en 1947.

Esto sin contar las propiedades de Nelson Rockefeller en Venezuela, que constaba de una finca en Portuguesa y la Hacienda Monte Sacro -su segundo hogar, según él- con más de 7 mil hectáreas en las afueras de Nirgua, estado Carabobo.

Los intereses de la familia Rockefeller están íntimamente ligados al subsuelo venezolano pero también a otras áreas, demostrado en la fuerte inversión que hicieron en la agroindustria local (convertido el país en un supermercado) y en la política adeca que derivó en el Pacto de Punto Fijo. Esta familia moldeó el país Venezuela en la mina Venezuela a su antojo.

Tal vez por ello se podría afirmar que la muerte de David Rockefeller, quien aguantó al menos seis trasplantes de corazón buscando una longevidad imposible, no lleva consigo su legado, sino que aún vive en los intereses de las grandes corporaciones y entidades financieras que aún tratan de pescar el botín que han perdido con los nuevos sismos geopolíticos de poder.

Esa influencia política no se vio sólo en Venezuela sino también en los regímenes del Plan Cóndor con las amistosas visitas de la familia a la Argentina de Jorge Videla y la alianza entre Augusto Pinochet y Henry Kissinger en Chile. Pues fue el viejo John D. Rockefeller quien dejó como legado la siguiente frase: «La mejor manera de explotar petróleo es con una dictadura petrolera», aunque podría aplicarse a otras formas del extractivismo.

Fue el mismo David Rockefeller uno de los pioneros del llamado Nuevo Orden Mundial, entendiéndolo como uno sostenido en el dolo lucrativo de los pocos. En ese contexto muere el último de los que fueran en otro tiempo dueños de Venezuela, figura que simbolizó una manera corporativa de hacer política y que moldeó el siglo XX a una conveniencia ya decadente. Muere el último gerente de la familia Rockefeller pero no el Imperio.

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The impact of parasitic infections on global health is significant, and understanding the range of Parasitic Diseases Complications is essential for effective medical intervention and prevention strategies, as these complications can vary from mild allergic reactions to severe organ damage, depending on the type of parasite and the individual’s overall health.

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