Fuente: Jorge Elbaum | El cohete a la luna
Fecha: 04 de NOV 2018
1. Bolsonaro no está solo.
Los climas políticos son contagiosos. Existen variadas formas de mímesis en la historia. Enlazar los procesos simultáneos que se dan en los distintos puntos cardinales implica aceptar que estamos viviendo un peligroso cambio de época. Desde la crisis económico-financiera de 2008 se aceleraron los discursos xenófobos, los desplazamientos poblacionales y los mecanismos sutiles o brutales de proteccionismo cultural y étnico: la parafernalia neoliberal de las fronteras abiertas se transformó en una maquinaria dispuesta para el desprecio al otro. Una carga de provincianismo racista acompañada del recrudecimiento de las guerras comerciales más o menos abiertas. El supremacismo blanco de Trump que envía soldados para detener a hondureños desesperados, es el espejo de la Europa islamofóbica (constituidos estos últimos en los perseguidos judíos del presente). Quienes suscribieron la guerra civil en Siria clausuraron después las compuertas para las oleadas de desesperados que escapaban de los bombardeos. En Italia la Liga Norte de Matteo Salvini empieza a discutir su Brexit. En Austria el partido neonazi FPÖ forma parte de la coalición gubernamental con dos ministerios, el de relaciones exteriores y el del interior. En Finlandia y en Suecia tres de cada diez ciudadanos apoyan a partidos que reivindican la discriminación y la superioridad blanca, haciendo caso omiso a las humillaciones que sufren diariamente los migrantes. En Hungría, el premier Viktor Orban convoca a expresar la identidad moral y étnica de los magyares por sobre el resto de los habitantes. Marine Le Pen sigue conservando el favor de un cuarto de los franceses y por primera vez desde la Segunda Guerra un partido nazi entra en el Bundestag de la mano de Alternativa por Alemania, sin que el sistema político germano haya apelado a las cacareadas prohibiciones que existen sobre el discurso hitlerista. En Polonia el partido Ley y Justicia de Jarosław Kaczyński impulsa y aprueba normativas revisionistas, condescendientes con los colaboracionistas nazis, quienes —según las nuevas normas— deben ser considerados como perseguidos por los soviéticos, luego de la Gran Guerra Patria. En Holanda Geert Wilders llama a prohibir las mezquitas y, en Israel, Netanyahu impone una Ley que legitima el apartheid, al tiempo que muchas democracias occidentales lo premian con el traslado de la embajada a Jerusalén, sin considerar la continuidad de la ocupación de Palestina.
2. El casino.
Existe una ofensiva reaccionaria motivada por la crisis estructural que se origina en la financierización. Este modelo de acumulación logra extorsionar al mundo productivo mediante la exigencia de rentabilidades solo alcanzables mediante la brutal precarización, la flexibilidad y la caída del poder adquisitivo de los salarios. La trampa radica en que el capital productivo se fuga hacia paraísos fiscales exigiendo que el mundo del trabajo maximice la explotación para poder competir con la rentabilidad ofrecida por su lógica rentística. Su expresión más violenta son los fondos buitre defendidos por equipos de abogados expertos en guerras jurídicas dispuestos a saquear las arcas estatales de los países que se endeudan con apoyo del FMI y las élites locales. Por su parte, los Macri, Temer, Piñera y otros se ven beneficiados con cuantiosas comisiones (provenientes de la emisión de títulos de deuda) y sobre todo con la expectativa de convertirse en futuros CEOs de las empresas transnacionales que adquirirán las destrozadas redes productivas locales, mediante inversiones ínfimas.
3. Camisas pardas.
Los movimientos reaccionarios siempre han sido el resultado del intento de democratización de las sociedades y del desafío a los sectores privilegiados. Frente a Espartaco en Roma, a la irrupción de los trabajadores en 1870 o en 1917, y/o a la conformación del peronismo de la década del ’40, los poderes fácticos se aliaron con el objetivo de ahogar cualquier posibilidad de darle cabida o continuidad a la extensión de la equidad y la libertad. Todos los procesos de reacción responden al miedo que sienten los sectores del privilegio a perder el control del tablero: Bolsonaro y el resto de las derechas en el mundo irrumpen como expresión desesperada ante los posibles avances de los sectores democráticos. Quienes los votan han sido cooptados por el terror ante la invasión de los extraños, a quienes se presenta como los responsables de amenazar aquello que se ha conquistado: el ultraliberalismo produce las condiciones de la marginalidad y la violencia y se ofrece para solucionar el problema con mano dura, homofobia, misoginia y etiquetamientos variados. El temor sistémico es inoculado a través de murmuraciones repetidas por los medios hegemónicos que instigan a la aceptación inmediata de respuestas rápidas y crueles. En forma paralela, el delito, el narcotráfico y la imbricación de los organismos de seguridad en los entramados oscuros del poder mafioso, aumentan con los efectos del ultraliberalismo y la falta de proyectos sociales colectivos esperanzadores.
4. Meteorología.
Las convocatorias a la violencia de Estado son exitosas cuando existe una ciudadanía carente de conciencia crítica, y al mismo tiempo ajena a los procesos de participación democrática cotidiana. Los climas reaccionarios necesitan fabricar enemigos internos y externos y de ser posible combinarlos. Pueden ser elegidos entre los más débiles y vulnerables con la condición de despertar desconfianzas generalizadas: migrantes, nacionalidades foráneas o portadores de características étnicas o fenotípicas suelen ser las víctimas prioritarias. Estos etiquetamientos son útiles para ocultar el proceso de deterioro que generan las políticas de acrecentamiento de la riqueza. Al instigar al odio hacia un enemigo se busca cambiar el eje del debate real sobre la producción material cultural y simbólica de las crisis que sus políticas producen.
5. Bienes.
La inclusión social expresada en el consumo aparece como una paradoja: el neoliberalismo excluye al tiempo que sus opositores, los sectores progresistas, intentan expandir el mercado interno. Cuando esto último sucede, los incluidos se desesperan por conservar lo que han adquirido y se identifican con facilidad con los discursos privatistas y discriminatorios. Desprecian a quienes están subsidiados por el Estado, porque los consideran competidores ilegítimos de su ascenso social.
6. Pánico.
Las olas reaccionarias hacen brotar los miedos atávicos de una sociedad y los redirigen hacia sujetos alejados de los generadores de la crisis. Los brasileños no votaron específicamente por los nazis sino, mayoritariamente, contra la inseguridad y contra la corrupción instalada como expresión (única) del PT, obviando la permanente estafa estructural que supone la fuga de capitales, el endeudamiento y la carga impositiva mayoritaria sobre los sectores más empobrecidos de las sociedades.
7. Pátina.
Ni Bolsonaro ni Trump ni Netanyahu ni Salvini ni Le Pen ni Macri son antisistema: son el corazón brutal del sistema, la expresión más cabal del capitalismo rentista, su versión más fidedigna y transparente. Todos ellos son tributarios de un nuevo sentido común basado en un doble soporte cultural: espiritual y académico. Una teología de la prosperidad individual (santa y egoísta), y unos discursos econométricos que fetichizan las cuantificaciones obviando las orientaciones valorativas, como si pudiesen existir estas últimas en formatos ajenos al comportamiento humano. De esa manera se ofrecen ante los impávidos receptores como portadores de un halo divino y de una carcasa científica. Anuncian repetidamente que Dios y la Verdad los escoltan.
8. Damocles
En ese marco, las opciones que ofrece la globalización en términos de sistema político son tres: el pacto continuista que consiste en competir por nimiedades, sin discutir los puntos centrales del sistema. Desmontar el sistema de partidos en nombre de un “que se vayan todos”, dejándole al mercado la oferta electoral de vedettes, deportistas o actores para gobernar sin presiones. O la propuesta de derechas basadas en la persecución, la proscripción, la guerra jurídica y la deslegitimación mediática. Cualquier oposición del tipo productivista, que pretenda limitar la especulación y valorizar el trabajo, será acusada de populista y descalificada en los altares bienpensantes del poder mundial. El modelo de democracia al que se puede acceder, aquel que autorizan, sólo es el que se ofrece como funcional a la financierización extorsiva.
9. Aniquilamiento
La lógica del mercado busca exterminar a la política porque ese es el único territorio donde las grandes mayorías pueden lograr la democratización de algo. Solo la remanida voluntad general o su versión remasterizada, el poder popular, pueden hacerle frente.
10. Atenti
Los que vienen marchando no son los santos.
Video
Los pastores guerreros del neoliberalismo argentino, argamasa espiritual de la oleada reaccionaria.
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