Fuente: Alina B. López Hernández | jovencuba.com
Fecha: 05 de mayo 2018
El 5 de mayo de 1818 nació Carlos Marx, el filósofo cuya obra ha tenido la más profunda trascendencia histórica. Ni siquiera la caída del campo socialista pudo desvirtuar sus aportes, en todo caso mostró el fracaso de ciertas interpretaciones de su obra y evidenció los graves errores de muchos dirigentes revolucionarios. El propio Marx se desligó de la tergiversación de su teoría al decir, casi al final de su vida, que él no era marxista.
El marxismo constituye una dualidad que incluye un método científico (la dialéctica materialista) y una ideología revolucionaria que se propone construir una sociedad superior al capitalismo. Hasta hoy, el gran dilema del marxismo, el fracaso de su aplicación práctica en los sistemas políticos socialistas, ha sido la ruptura de esa dualidad. Vaciar a la ideología de su método, que es el que debería permitir la corrección de la praxis, ha conllevado a la derrota, en más o menos tiempo, de esos proyectos.
Cuando el marxismo es reducido solamente a su dimensión ideológica y, como ocurre tras la toma del poder, se convierte en una ideología de Estado, sobreviene una perversión de Marx que induce a que muchos lo culpen de errores que no le son inherentes. Algo así sucedía con el retrato de Dorian Grey, que reflejaba crímenes de los que era inocente.
Precisamente la crítica de Marx a los socialistas anteriores, a los que calificó de “utópicos”, era que ellos se habían limitado a imaginar cómo podría ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar que su implantación resultara del convencimiento general y del ejemplo de unas pocas comunidades modélicas.
Las ideologías religiosas, respetables en sí mismas, no asumen un método científico; confían en la fe, en la solidaridad y el amor de sus prosélitos, a los que prometen un mundo mejor. Cuando Marx conoce personalmente a Wilhelm Weitling, fundador de la Liga de los Justos, rechazó los métodos de ese intelectual proletario autodidacta que se había estancado en una prédica mesiánica y utópica desarrollada entre artesanos de países como Suiza, Alemania, Francia, Bélgica e Inglaterra. Como dijo Engels, Weitling intentaba conducir al comunismo por las vías del cristianismo primitivo.
Una ideología política que intente presentar un futuro de prosperidad siempre inaccesible, y que pida fidelidad y trabajo constante a sus seguidores, deja de ser liberadora para instrumentarse como un mecanismo de dominación. En el mismo instante en que no sea capaz de autocorregirse, en que se considere eterna, dejará de ser marxista.
El socialismo falló en el momento en que se mostró ajeno al análisis de las contradicciones, de sus contradicciones internas, dando la espalda así al método dialéctico materialista y haciendo emerger una concepción del desarrollo signada por la reverencial admisión, cual obligatoria e inexorable tendencia, del destino humano hacia el progreso.
El criterio de que una vez victoriosa, la revolución socialista no puede retroceder, y de que la sociedad marchará siempre adelante, hacia un futuro glorioso, reviste una visión metafísica de la historia. Esa creencia conduce al inmovilismo. Por ello, la mejor forma de honrar el bicentenario de Carlos Marx es rescatar la dialéctica y desmontar los discursos falsamente marxistas para que alumbremos las vías científicas de construir una sociedad mejor. Por eso fue que lo llamaron el Prometeo de Tréveris.