Una mudanza conflictiva

Fuente: Dardo Esterovich | Convergencia
Fecha: 29 de MAR 2018

Faltan pocos días para que se cumplan los 70 años de la creación del Estado de Israel. El presidente Trump a elegido esa fecha para concretar la mudanza de la embajada de EE.UU. a Jerusalén, después que en diciembre anunciara el reconocimiento de esta ciudad como la capital de Israel. Esto provocó una conmoción a nivel mundial ya que se lo vio como un obstáculo al proceso de paz entre Israel y los palestinos puesto que contraviene el estatuto especial para Jerusalén establecido en la resolución 181 de las Naciones Unidas de 1947, que aprobó la partición de palestina en dos estados, uno judío y otro palestino, y a Jerusalén como un ente autónomo hasta que las partes adopten un estatus definitivo sobre su destino.

Los analistas coinciden en que la medida de Trump responde tanto a causas de política internacional como domestica; en lo que difieren es en el peso que le atribuyen a cada una, priorizando una más que la otra. Tratar de analizar estas causas como si fueran independientes una de otra es un error. Ningún presidente, y menos el de un país con pretensiones hegemónicas como EE.UU., se atrevería a emprender una medida importante de política internacional que pueda generar un conflicto, sin tener consolidado su frente interno.

Tampoco hay que tomarla como un hecho aislado de otras medidas que tienen que ver, directa o indirectamente, con lo que sucede en la región. La renuncia del Secretario de Estado Rex Tillerson, reemplazado por el halcón ex director de la CIA Mike Pompeo, y el nombramiento de John Bolton como su consejero de seguridad nacional, ambos partidarios de denunciar del tratado nuclear con Irán y de reconocida tendencia beligerante hacia éste país y Corea del Norte, es preocupante en cuanto a que la tendencia sea reemplazar las soluciones diplomáticas por las militares.

Hace pocos días sorpresivamente y contrariamente a la opinión del Pentágono, Trump, en un discurso en Richfield (Ohaio), en tono triunfalista, anunció que muy pronto las tropas de EE.UU. saldrían de Siria porque estaban machacando al Estado Islámico y mencionó que ya era el momento que otros se encarguen del asunto.
¿Estará pensando para esto en países “subcontratistas”? Esta política de subcontratar quien haga la guerra por ellos no es nueva: crearon Al Qaeda para combatir a los soviéticos en Afganistán y terminaron creando un enemigo que les provocó la tragedia del 11S en NuevaYork; crearon al ISIS con la finalidad de que combatieran a los países chiítas cercanos a Irán y terminaron con el establecimiento del EI que ensangrentó con sus feroces crímenes a la región y produjo atentados terroristas en Europa. ¿Será que la política de alagar a Israel y denostar cada vez más violentamente a los palestinos tiene algo que ver con eso? Si uno observa el cada vez mayor involucramiento de Israel en la guerra civil en Siria no resulta descabellada esta hipótesis.

La evolución de estos acontecimientos se puede seguir a diario en los medios de información. Pero sobre lo que no se informa o se informa muy poco es sobre los motivos de política doméstica que llevaron a Trump a reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Se suele mencionar que la base electoral del presidente, los supremacistas blancos y los evangélicos son partidarios de Israel por razones religiosos sin explicar demasiado en qué consisten estas razones.

Los evangélicos cristianos forman parte del núcleo duro de su apoyo electoral. Según las encuestas el 81% de los evangélicos votaron por Trump, un porcentaje que no lograron ningún otro candidato de derecha en EE.UU., ni siquiera un de sus conspicuos miembro como George Bush. Además, una proporción de evangélicos sin precedente en la historia de EE.UU., forman parte del gabinete y son asesores del gobierno. El propio vicepresidente Mike Pence es un evangélico militante.

Los evangélicos que integran el gabinete realizan reuniones semanales de estudios bíblicos en las que participa el propio vicepresidente, y en alguna ocasión el propio Trump. Johnnie Moore, considerado el líder de facto de los asesores evangélicos de Trump, le dijo a CNN que el estatus de Jerusalén ha sido una prioridad para la comunidad, y que el problema era “solo superado por las preocupaciones sobre el poder judicial entre los principales partidarios evangélicos del presidente”, Al hacer este movimiento, Trump había “demostrado a sus seguidores evangélicos que hará lo que dice que hará”, agregó Moore.

Estos evangélicos cristianos y Pence fueron claramente uno de los factores impulsores detrás de la declaración de Jerusalén. La explicación de esta postura hay que buscarla en profundas convicciones religiosas de estos sectores y no en un cálculo político beneficioso, lo que hace comprensible que Trump, él mismo un evangélico, y su gobierno hayan desdeñado las reacciones violentas anticipadas de los palestinos y el mundo árabe y el unánime rechazo a escala mundial. En el siglo XVIII en el Reino Unido y en el XIX en Estados Unidos surgieron lo que se denominó el Primer y el Segundo Gran Despertar que se caracterizó por un incremento inusitado de la actividad evangelizadora cristiana con la adhesión de millones de conversiones.

En el segundo de estos movimientos en EE.UU. surgió una narrativa mediante el acople de pasajes inconexos del último y único libro profético del nuevo Testamento, el referido al Apocalipsis, efectuada por dos predicadores inmigrantes: Jesús volverá a la tierra cuando se cumplan algunas condiciones previas. 1°) El establecimiento del Estado de Israel con Jerusalén como capital. 2°) La ocupación del resto de sus “tierras bíblicas” en Medio Oriente. 3°) La reconstrucción del Tercer Templo en el sitio ocupado ahora por el Domo de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa, que indicará el “fin de los tiempos”. Completadas estas condiciones las legiones del Anticristo se desplegarán contra Israel, y su guerra conducirá a un enfrentamiento final en el valle de Armagedón. Los judíos se convertirán al cristianismo o arderán, y el Mesías, Jesús, volverá a la tierra donde los vivos y los resucitados que serán los que Dios un día liberará de la tierra, tendrán sus cuerpos transformados y protegidos en el cielo, mientras derramará su ira sobre los pecadores que quedarán atrás condenados al fuego eterno. Después de la creación del Estado de Israel fueron moderando sus posturas respectos a los judíos para evitar la discusión sobre su destino final. Así, por ejemplo, el Christians Friends of Israelí Communities (CFOIF), creado para apoyar económicamente a los asentamientos, declara públicamente que no forma parte de sus propósitos la evangelización de los judíos. Kimberly Troup, director de la oficina de Estados Unidos de la CFOIF, se opone a la actitud de los que dicen que “si bendecimos Israel y somos amistosos con los judíos, vendrá un día en que tendrán que aceptar a Cristo como el Mesías e irán a él como un cristiano para encontrar la salvación.” Considera que Dios, al crear hace 6000 años el cielo y la tierra, y al primer hombre (Adán), tuvo un plan para el mundo y uno especial para los judíos e Israel. Que no nos es posible conocerlo pero que creemos en su existencia y debemos actuar para que funcione. ¿Cómo? “Como cristianos, debemos apoyar el derecho del pueblo judío de vivir en su propia soberana nación en la misma tierra que Dios le prometió a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob miles de años atrás.” Mientras tanto, esperemos a ver cuál es el plan de Dios para el final de los tiempos, lo que incluye también el plan final para el pueblo judío.

Los evangélicos siempre han estado activos influyendo en la política estadounidense sobre Israel. Ante cada elección presidencial condicionaron su voto a que las posturas de los candidatos sobre Israel coincidan con sus creencias. Se opusieron decididamente a los acuerdos de Oslo y a la retirada de Sharon de Gaza porque las contradecía. En el año 2002 cuando Bush le pidió al mismo Sharon que retirara los tanques de una incursión represiva en Jenin, Cisjordania, la Casa Blanca recibió 100.000 encolerizados correos electrónicos y el presidente no volvió a hablar más del tema.

Pero en esta ocasión ocurrió un fenómeno distinto. La prensa evangélica se ha colmado de muestras de adhesión y entusiasmo por la declaración de Trump sobre Jerusalén. Creen que Trump es el instrumento de Dios para acercarlos más al Éxtasis, al Juicio Final, porque para ellos esto es realmente el comienzo de su recompensa y de su dicha celestial. No les interesa si se puede desencadenar una guerra, —algunos hasta la desean— todo es válido si se acerca el “fin de los tiempos”.

Un electorado propio cuyas delirante creencias religiosas pueden encender otra guerra en la región, unido a los últimos nombramientos de funcionarios de reconocidas posturas belicistas es un cóctel explosivo que si llega a estallar provocará una nueva tragedia en una zona que está siendo castigada desde hace varias décadas por conflictos armados que han dejado cientos de miles de muertos, heridos y desplazados.

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