Fuente: Nicolás Trotta | Página 12
Fecha: 25 de MAR 2018
El ex presidente de Ecuador dice que no imaginaba la vuelta en el aire de Lenin Moreno, el presidente que lo sucedió. En diálogo con el rector de la UMET repasa sus propios errores y señala qué cosas fueron un acierto. Y afirma estar triste por los jueces que se inclinan ante el poder económico
Llegó a Aeroparque el jueves a la noche y confesó: “En tres días tengo una agenda de tres semanas”. Rafael Correa, presidente de Ecuador entre 2007 y 2017, empezó su visita a la Argentina después de compartir una reunión con Dilma Rousseff y Lula en el límite entre Uruguay y Brasil. Los vio para apoyar la candidatura del presidente tornero que lucha por su derecho a competir en octubre.
Horas antes de recibir su Doctorado Honoris Causa número 18 en la Universidad Metropolitana para la Educación y Trabajo y realizar su conferencia magistral, Correa visitó el Centro Cultural Caras y Caretas y accedió a una entrevista que fue filmada para la segunda temporada del ciclo de televisión Latinoamérica Piensa.
Radicado en Bélgica pero viajero frecuente a Ecuador y al resto de América Latina, Correa dijo que se sentía “decepcionado e indignado” por el presente de la Argentina. “Pero también siento esperanza”, dijo. “Esperanza de que las cosas pronto cambiarán”.
–¿La esperanza abarca a toda América Latina?
–Si no tienes esperanzas mejor ándate a la casa. Que nos roben todo menos la esperanza. Siempre hemos mantenido el optimismo. Incluso debemos ser optimistas enfermizos y que esa enfermedad sea contagiosa. Nuestros procesos, nuestras revoluciones deben ser también revoluciones de la alegría. Yo sé que son tiempos duros. Pero tampoco son tiempos terribles. Nada que ver con las dictaduras de los setenta, cuando la gente desaparecía. Los procesos históricos son así. Avances, retrocesos. No son lineales. Lo que duele es cuánto se retrocede y a qué costo. Y hay que resistir. Y organizarnos para volver, como dicen los jóvenes.
–¿Qué surgió de la reunión de estos últimos días con Lula y con Dilma?
–Estamos ante el lobo feroz. Ésa es la nueva estrategia de estos tipos para tratar de neutralizar a los dirigentes de izquierda: judicializan la política. Para eso necesitas un Poder Judicial sometido, el Partido Judicial. Fue una gran tristeza. Yo creía que había dejado el país más institucionalizado. Los jueces se elegían por concurso de merecimiento, público, transparente. Invertimos en infraestructura y en tecnología. Reformamos códigos y procedimientos. Terminamos con el millón de causas congestionadas. Creí que los jueces iban a aguantar un poquito más la presión política, la presión mediática, pero se han derrumbado como castillo de naipes. Hay jueces muy obsecuentes, por ejemplo los del caso (del enjuiciado vicepresidente Jorge) Glas. Durante nuestro gobierno los jueces fueron independientes. Yo ni los conocía. Solo al presidente de la Corte Nacional por cuestiones protocolares. A la actual presidenta que lo reemplazó ni la conozco y también fue designada en mi período. Le dijeron a la gente que puse a todos los jueces cuando la verdad es que surgían de concursos por merecimiento y por su propio mérito. Después se sometieron al poder de turno. Lo mismo le pasó a Lula.
–Las elites económicas cooptan instituciones de la democracia.
–Hasta estoy censurado. Fui 10 años presidente, tengo un doctorado en Economía. Bueno, algo tendré para decir. Pero ya no publican mis columnas ni en el periódico público. Sí publicaron un artículo de Temer… Tratan de invisibilizarme. Al mismo tiempo hay intervenciones descaradas del Presidente. Dice: “Espero que la Corte Constitucional haga esto”. Y al día siguiente la Corte Constitucional lo hace. Es una clara injerencia en la justicia. No es mi sueño. Lo dije en enero de 2007, la primera vez que asumí el mando: mi sueño era el de llegar a un país sin opulencia pero también sin miseria. Quiero que la gente pueda vivir feliz, en dignidad, con igualdad, con equidad, con prosperidad
–¿Cuánto falta para eso?
–Falta bastante. Avanzamos mucho pero es mucho más lo que falta por andar. Pero todo nace. Entendamos que el desarrollo no es un problema técnico en primer lugar. Eso viene después. Es un problema político. Las carreteras que tú ves en Ecuador para los pueblitos olvidados, las extraordinarias escuelas para los más pobres, los hospitales espectaculares para los ciudadanos, fueron consecuencia de algo. Por fin hubo un poder popular en función de las grandes mayorías y no de las élites. Bueno, el poder ha vuelto a las élites. No pueden enrollar las carreteras y llevárselas o llevarse los hospitales en peso, pero van a dejar de hacer hospitales y van hacer más clínicas privadas. Hay que captar ese poder político para convertir nuestros Estados aparentes en Estados verdaderamente integrales y populares, para las mayorías y sobre todo para los más pobres.
–América Latina en los últimos años sufrió retrocesos: el golpe contra Fernando Lugo, el golpe contra Dilma Rousseff, la derrota electoral del Frente para la Victoria en la Argentina. En Ecuador las elecciones marcaron una continuidad del rumbo. ¿Por qué después la victoria terminó en una crisis?
–Traición. Tan viejo como la humanidad. Michel Temer es un niño de pecho al lado de Lenin Moreno, porque Temer no era del Partido de los Trabajadores. Él estuvo 10 años con nosotros. Le ha salido todo el rencor, toda la amargura que ha tenido escondida. Y la hipocresía. Hace diez meses decía que yo era el mejor presidente de la historia, el mejor gobierno del planeta, el mejor ecuatoriano de todos los tiempos. Ahora soy el corrupto, el dictador y el mafioso.
–¿Hay explicación de por qué no lo dijo antes?
–Nos utilizó hasta que nos necesitaba. Cuando ya no nos necesitó salió su verdadero yo y se alió con lo peor de la derecha. Le da la razón que nunca tuvo a la oposición. Dice que todo está mal: el modelo económico, nuestra moral… Estuvo 10 años con nosotros y ahora somos ladrones… La lucha anti-corrupción tal como la plantean es una estrategia regional. Lo hicieron con Dilma, con Lula. Lo están haciendo con Cristina. Generalizan o tergiversan porque es rentable políticamente. Diciéndote “corrupto” yo quedo como el honesto. Pero si antes estuvieron 10 años o eran cómplices o eran tontos y no se dieron cuenta. O están mintiendo.
–¿Cuál sería la conclusión?
–Ellos saben que están mintiendo. Es muy triste. Nosotros ganamos todo. Ganamos la Presidencia y la mayoría en la Asamblea. No ganamos por este tipo sino por los 10 años de Revolución Ciudadana. Y ahora se han unido a lo peor de la política ecuatoriana con la complicidad de los medios de comunicación. Pero no podrán engañar a todos todo el tiempo. Sólo es cuestión de tiempo. Mientras tanto hay que ver cuánto daño hacen, porque están persiguiendo a la gente con las peores herramientas de la política.
–¿Era imaginable?
–No, y tal vez pequé de ingenuo o de vanidoso. Porque uno piensa que con todo lo que hemos hecho los procesos son irreversibles. Además estaba el reconocimiento de la gente. Salí del gobierno con el 67 por ciento de apoyo popular. No soy proclive a creer los halagos. Cuando alguien me halaga demasiado siempre pongo distancia. Pero tampoco había elementos para sospechar aunque hubo gente que me decía: “Éste es un traidor”. Sabíamos que no tenía convicciones, sabíamos que no era un tipo de izquierda. Lenin nos dijo que era de derecha. Pero también sabíamos que los procesos estaban en marcha. Pensábamos que si continuaban nuestros equipos iban a mantener la misma dirección de conducción del Estado y que era bueno tener un tipo de centro o centro derecha que apaciguara un poco las cosas. Porque tuve mucha confrontación durante diez años. Lo cual tampoco es un error, que se entienda. Si quieres cambiar realidades tan injustas como la latinoamericana no puedes contentar a todo el mundo. Alguien te va a odiar.
–La política es conflicto y el conflicto hay que armonizarlo mediante la democracia y las instituciones, ¿no es cierto?
–La política del consenso es la posición más conservadora que existe. Asume que están los acuerdos dados, lo cual no es cierto. Dicen: “antes había paz”. No había paz, había pacificación. El trabajador no tenía estabilidad y debía dejarse explotar. Su libertad era dejarse explotar o ir al desempleo. No es que tenía paz, estaba pacificado. La verdadera paz se fundamenta en la justicia. ¡Que me digan que Abraham Lincoln podía eliminar la esclavitud sin poner bravos a los esclavistas! No seamos ingenuos. Los nuestros fueron 10 años de lucha. Era necesario que viniera alguien a apaciguar un poco pero nunca imaginamos que un compañero confrontaría y destruiría de esta manera. O sea: el enemigo para este tipo soy yo. Se va a hundir. Las decisiones que está tomando son horribles. Parece que está gobernando para los próximos tres meses. Pero parece también que es patológico, que lo único que quiere es hundirnos a nosotros con él. Con eso está satisfecho.
–¿Por qué el resultado de las elecciones en segunda vuelta, en 2017, fue tan cerrado, con una victoria de poco más de dos puntos? ¿Fue efecto de la “tormenta perfecta” o sucedió que a la Revolución Ciudadana le costó interpretar las nuevas demandas de sectores populares que habían ganado derechos económicos?
–No, yo creo que lo primero. Más que el ataque permanente de la prensa. Modestia aparte, si hubiera si yo el candidato ganábamos en una sola vuelta. Nos quedamos a 0,4 por ciento de ganar en primera vuelta. Pero básicamente miremos el cambio de ciclo de 2014. Hay cosas curiosas. Los medios de comunicación allá han perdido toda credibilidad pero cuando cambia el ciclo, cuando la gente ve que vende menos en su tienda, que no encuentra trabajo, busca explicaciones. Y en esa etapa de incertidumbre recuperan credibilidad los medios porque la gente quiere creer en algo. “Quiero que me expliquen esto”, piden. Y después de la explicación piensan: “Ah, el culpable ha sido el gobierno.” Entonces buscan “soluciones” sin darse cuenta de que están siendo manipulados. Obviamente hay cambio de ciclo y hay un desgaste de 10 años de gobierno, por exitoso que sea. Nos hacían pagar un enorme costo por cada decisión. También esa nueva derecha que surgió de 2014, que yo la llamé la Restauración Conservadora, era una derecha diferente. Ya superado el aturdimiento en la que la habían dejado 12 años de derrota. Ya tenía discurso y estaba articulada nacional e internacionalmente. Contaba con recursos ilimitados y la complicidad de los medios de comunicación. Manejaron “muy bien” (con falta de escrúpulos todo puede parecer “muy bien”) los casos de corrupción. Nos trataron de robar lo más valioso que tiene un revolucionario que es su moral, su integridad moral. Y bueno, esas fueron las condiciones con las que fuimos a las elecciones. Además la campaña fue muy mala y el candidato también muy malo. Probablemente tengas razón en algo: que somos víctimas de nuestro propio éxito. Sobre todo los gobiernos progresistas. Del 2002 al 2014 en nuestra región 92 millones de personas salieron de la pobreza. Esas personas hoy son parte de la clase media. Y tal vez el discurso de izquierda –de justicia social, de eliminación de la pobreza– ya no es para ellos. Ellos están apuntando a otro lado. Eso lo expresan más fácil los cantos de sirena de la derecha, sus medios de comunicación, que les ofrecen un estilo de vida como el de Nueva York. Probablemente ahí tenemos que hacer una relectura de la realidad.
–¿Cómo se genera un nuevo sentido común al que impone el neoliberalismo, que es la consagración del individualismo?
–La izquierda siempre ha luchado contra el sistema, a contracorriente. Tendríamos que preguntarnos si estamos luchando frente a la misma naturaleza humana. Sales de la pobreza y entonces el resto ya es la chusma, como doña Florinda, y te unes a la gente de bien, es decir, los ricos.
–¿La sociedad ecuatoriana reconoce en el Estado el rol central que tuvo para la mejora de su calidad de vida?
–Se está perdiendo eso por culpa del gobierno y de los medios de comunicación, que claramente juegan un rol político y económico. Son los perros guardianes del status quo. Cuando tú tienes un gobierno de derecha como el que nos metió en la crisis de 1999, con quiebra bancaria y saqueos, no dicen nada. Cuando tienes un gobierno de izquierda, que saca a 2 millones de ecuatorianos de la pobreza pero al cual no pueden someter, lanzan un ataque permanente y tratan de deslegitimar tu discurso. Todo lo público pasa a ser malo. El Estado es malo y los impuestos son malos. Hay gente que compra ese discurso, sobre todo en las clases medias urbanas. Y la política es más percepción que realidad. Por ejemplo, tú sabes que los impuestos latinoamericanos son bajos, y Ecuador está por debajo de la media en Latinoamérica. Pero todos los días decían: “Qué altos impuestos”. Nos acusaban de venderle el país a China. Mentiras.
–A veces los grandes medios critican por izquierdistas a gobiernos que buscan implementar en nuestros países marcos regulatorios más tibios que los de Europa o de los Estados Unidos.
–Exacto. Cobrar impuestos en Ecuador y Latinoamérica es subversivo. Como decía el obispo brasileño Hélder Câmara: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. Ellos creen en esa cosa de asistencialismo, de migaja, y no quieren solucionar cuestiones estructurales de la miseria y la pobreza porque se han beneficiado de ese sistema.
–Pese a los momentos de fuerte consolidación que tuvo el gobierno de la Revolución Ciudadana, no salieron de la dolarización. ¿Por qué?
–Sí, no salimos. Y fue peor para un gobierno como el mío. Hubiera sido más fácil para un gobierno de derecha. Pero si sólo llegaba a insinuar esa posibilidad, la salida de capitales me hubiera quebrado la dolarización misma y solo podríamos haber salido a un altísimo costo. Entonces había que convivir con la dolarización y tratar de mitigar sus efectos nefastos, Ustedes conocen bien eso porque la Convertibilidad era prima hermana de la dolarización. La dolarización ecuatoriana la impusieron nuestras elites. La tarea pendiente es la principal: ¿cómo lograr el control del sector externo? La economía ecuatoriana puede estallar en cualquier momento. Yo tuve el barril de petróleo a inicios de 2016 a 17 dólares. Tuvimos recesión, decrecimos un 1,5 por ciento en dos años, perdí 12 puntos del PIB en ingreso fiscal neto. Ahora con un barril a 60 dólares esas cosas van mucho mejor pero hay falta de liquidez y problemas económicos. ¿Por qué? Porque no están controlando el sector externo. Es como un barril sin fondo. Las divisas que entran por la exportación petrolera se van por las importaciones más absurdas. Pero no quiere pelearse el nuevo presidente, quiere contentar a todo el mundo, y le puede reventar la economía. Obviamente están preparando el escenario para echarme la culpa a mí. Y no. Es culpa de su inutilidad, de su mediocridad y de su deslealtad. En todo caso se requiere la tarea central: el tipo de cambio es el principal instrumento regulador del sector externo. Yo acabé en el 2016 con el 64 por ciento de las exportaciones finales de 2014. Y en lugar de que se depreciara la moneda, porque no tengo moneda nacional, el dólar se me apreció. Eso tritura la economía. Sin embargo enfrentamos los problemas muy bien, superamos las dificultades en tiempo récord, con un mínimo costo y, sobre todo, con el costo sobre los más ricos y no sobre los más pobres. No nos aumentó ni pobreza ni desigualdad.
–Una moneda regional en su momento también hubiera sido una de las salidas.
–Esa es otra de las salidas en mediano plazo, y yo creo que es necesario. Es beneficioso para la región. Por ejemplo para la región andina formada por pequeñas economías salvo Colombia. Ecuador y Bolivia son las más pequeñas y son economías abiertas, altamente vulnerables a los vaivenes del mercado internacional y, sobre todo, a los capitales golondrina. Se necesitan bloques monetarios más fuertes. Hay estructuras económicas similares, lo cual es una condición para tener una moneda regional. Sería altamente deseable.
–¿Cómo habría que evaluar el proceso de integración sudamericana a partir de UNASUR?
–La Patria Grande ya no es sólo un sueño de nuestros libertadores. Es una necesidad de supervivencia. Separados, será el capital transnacional el que nos ponga las condiciones. Unidos podemos, por ejemplo, poner salarios mínimos regionales y acordar sistemas tributarios homogéneos, para que las transnacionales y el capital transnacional no se lleven el sudor de nuestros trabajadores cuando nos ponen a competir a ver quién baja más los salarios reales. O no se lleven nuestros recursos disminuyendo impuestos para ver si me hacen la caridad de invertir aquí. Lastimosamente, en estos tiempos que estamos viviendo hay un claro boicot hacia la integración, porque la integración iba más allá del simplismo neoliberal de tener tan solo un mercado común. Acá se trata de apuntar a un proyecto común, un proyecto regional, coordinar políticas, coordinar recursos. El Fondo Monetario del Sur, el Banco de Desarrollo del Sur.
–¿Por qué no se logró poner en marcha la institucionalización del Banco del Sur que hubiese sido una herramienta financiera para el desarrollo?
–Porque cometimos errores en la UNASUR. La institucionalidad es muy pesada. Modestia aparte, yo lo dije. Casi no firmo la creación de UNASUR. Si la memoria no me falla fue en Brasil en 2008. Cuando llego y leo los estatutos, veo que habíamos delegado a diplomáticos para que lo hicieran. Fue un error histórico de los presidentes. Era demasiado importante para que lo manejasen los diplomáticos, que, por contentar a todo el mundo hicieron cuatro instancias. El error más grave fue la regla del consenso. Para cualquier decisión, hasta para ver qué clase de café tomamos, regla del consenso y poder de veto. Basta que uno se oponga para que todo se pare. Eso es lo que han hecho los gobiernos de derecha a los que no les importa la integración. Por eso ahora no tenemos ni siquiera secretario general. Es mejor la regla de la mayoría, o de la mayoría calificada, y sólo en caso de decisiones extremas la regla del consenso. Yo era medio nuevo, sin mucha experiencia como presidente. Me invitan a un desayuno Hugo Chávez, Lula y Evo Morales y me convencen de firmar con la promesa de que ellos iban a hacer que se cambiaran las cosas. Pero eso implicaba nuevamente tediosos procesos legislativos y no se dio.
–Celso Amorim suele decir que en una década se hicieron cosas que parecía imposible lograr en materia de integración. Pero pese a los vínculos entre los gobiernos y al afecto entre presidentes y presidentas, ¿por qué no se logró avanzar más en esa institucionalidad?
–Es que si avanzamos. Si tú haces una comparación histórica con la Unión Europea (UE) avanzamos más rápido que ellos. Pero no fue suficiente y además cambió el ciclo político. Los gobiernos de derecha están boicoteando todo.
–¿Y a pesar del momento que atraviesa América Latina se puede volver a abrir una ventana de oportunidad?
–Ten la certeza que va a pasar eso pero no esperes que la ventana se abra solita. Tenemos que abrirla nosotros con organización popular, con movilización, con resistencia, con convicción. Y también con esperanza y alegría. Dejémosles la amargura a la derecha, a la codicia, a los que buscan solo el Dios dinero. Nosotros buscamos servir.
- Con la colaboración de Patricia González López.