Fuente: Dardo Esterovich*
Fecha: 27 de DIC 2017
Muchos se preguntan por qué. Otros muchos, conocedores de las imprevisibilidades de Trump, por qué ahora.
Una respuesta al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y mudar allí la embajada de EE.UU., se podría encontrar en la nueva relación de fuerzas en Medio Oriente tras la derrota del ISIS en Irak y en Siria por la participación decisiva de Rusia e Irán y la consiguiente pérdida de influencia de EE.UU. en la región. Agudizar conflictos es una vieja manera de recuperar la iniciativa, aunque sea en este caso a costa de golpear fuertemente la posibilidad de avanzar en el proceso de paz entre Israel y Palestina de por sí casi en estado terminal. Pero bien podría haber elegido otra provocación y no enajenarse la reacción del mundo musulmán que le salió al cruce, por iniciativa del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, rechazando en una cumbre la iniciativa, donde obtuvo el apoyo del movimiento de países del tercer mundo. Dentro del mundo árabe puso en posición incómoda a Arabia Saudita, su principal aliado, y también a Jordania y Egipto.
Los palestinos, como era de esperar salieron a protestar en Jerusalén Este, en Cisjordania y Gaza, protestas que fueran violentamente reprimidas con muertos, numerosos heridos y detenidos. También hubo protestas en países musulmanes y en Europa. La casi totalidad de los países del mundo señalaron la ilegalidad de la declaración que contraviene el estatuto especial para Jerusalén establecido en la resolución 181 de las Naciones Unidas de 1947, que aprobó la partición de palestina en dos estados, uno judío y otro palestino, y a Jerusalén como un ente autónomo hasta que las partes adopten un estatus definitivo sobre su destino.
La propaganda del gobierno de Israel anticipaba que varios países seguirían los pasos de EE.UU. €n una primera instancia se pronunció la República Checa que afirmó que reconocía a ¡Jerusalén Oeste! como capital de Israel y expresaba su voluntad en un futuro de trasladar allí su embajada. Nuestro país, a través de un comunicado del Ministerio de RR.EE también cuestionó el reconocimiento de Trump con los mismos argumentos que los demás haciendo hincapié en la Resolución 181, aunque después, cediendo al igual que otros países a las brutales presiones de EE.UU., se abstuviera en una reciente votación en las Naciones Unidas, cuando una mayora de 128 país contra 9 y 35 abstenciones, aprobó una resolución pidiendo a EE.UU. que retirara su reconocimiento unilateral sobre Jerusalén. En nuestro país los únicos apoyos surgieron del establishment comunitario judío en las voces del presidente de la DAIA y la AMIA y de algunas notas en la prensa que le responde, donde se pretende justificar a Jerusalén como capital “eterna e indivisible” del pueblo judío –extensión incluso que excede a capital de Israel- en razones teológicas y sentimentales sin ningún valor jurídico en el mundo actual.
Trump argumentó que su resolución fue hecha en cumplimiento a una un Acta aprobada por el Congreso de EE.UU para relocalizar la Embajada a Jerusalén, en el año 1995 durante la presidencia de Bill Clinton y que fue eludida sistemáticamente su aplicación por todos los presidentes anteriores, tanto republicanos como0 demócratas, por lo que esa elución se convirtió en política de estado. Mencionó también que fue una promesa suya en plena campaña electoral cuando el 25 de setiembre de 2016 se comprometió con Netanyahu, a reconocer a Jerusalén como la capital indivisa de Israel.
Muchos pensaron que Trump fue influido por los donantes judíos de su campaña como el multimillonario Sheldon Adelson y otros, o por los reiterados reclamos de la AIPAC, el poderoso lobby judío estadounidense. Seguramente que su satisfacción por estos apoyos, los de Israel y el de los magnates judíos republicanos formaban parte de sus expectativas, pero no son suficientes para explicar su decisión. Durante su campaña Trump no se preocupó especialmente por los apoyos financieros de los magnates estadounidenses en general a los que desdeñó en numerosas oportunidades diciendo que él personalmente tenía suficiente dinero para no tener que resignar sus objetivos por un cheque. Tampoco los judíos estadounidenses fueron un objetivo esencial en procura de futuros votos, pues sabe que son un porcentaje muy menor de la población en general, aproximadamente el 2%, y que históricamente han votado a los demócratas en una proporción de alrededor de 80% a 20%.
Entonces, ¿Qué es lo que ha sido determinante para su decisión? Una pista que nos oriente la podemos encontrar en un hecho en apariencia poco significante: Durante su visita a Israel el 22 de mayo de 2017, ya en su carácter de presidente, desde decenas de vallas publicitarias en su recorrido desde el aeropuerto, los evangelistas –que tienen organizaciones permanentes en Israel- le recordaban lo decisivos que fueron sus votos y que esperaban que cumpliese con su promesa sobre el estatus de la ciudad en disputa. Efectivamente, los evangélicos cristianos forman parte del núcleo duro de su apoyo electoral. Según las encuestas el 81% de los evangélicos votaron por Trump, un porcentaje que no lograron ningún otro candidato de derecha en EE.UU., ni siquiera un de sus conspicuos miembro como George Bush. Además, una proporción de evangélicos sin precedente en la historia de EE.UU., forman parte del gabinete y son asesores del gobierno -el propio vicepresidente Mike Pence es un evangélico militante-.
Los evangélicos que integran el gabinete realizan reuniones semanales de estudios bíblicos en las que participa el propio vicepresidente, y en alguna ocasión el propio Trump. Hay un video en el cual se registra la foto de una ceremonia donde Trump y el vicepresidente comparte con líderes religiosos evangélicos una extraña ceremonia donde los presentes le colocan la mano sobre la espalda rezando para que la sabiduría, protección y guía divina le sea otorgada. También incluye un video de un encuentro con Trump, en su Torre de la 5ª avenida de Nueva York durante la campaña electoral, donde líderes religiosos evangelistas rezaron por su triunfo en las próximas elecciones. Entre los presentes estaban Robert Jeffress pastor de la First Baptist Church of Dallas a la que adhiere el presidente, que recientemente dijo que Dios le dio autoridad a éste para eliminar al líder norcoreano, y un rabino mesiánico Kirt Schneider líder de los denominados “judíos cristianos”.
Johnnie Moore, considerado el líder de facto de los asesores evangélicos de Trump, le dijo a CNN que el estatus de Jerusalén ha sido una prioridad para la comunidad, y que el problema era «solo superado por las preocupaciones sobre el poder judicial entre los principales partidarios evangélicos del presidente», Al hacer este movimiento, Trump había «demostrado a sus seguidores evangélicos que hará lo que dice que hará», agregó Moore.
Estos evangélicos cristianos y Pence fueron claramente la fuerza impulsora detrás de la declaración de Jerusalén. La explicación de esta postura hay que buscarla en profundas convicciones religiosas de estos sectores y no en un cálculo político beneficioso, lo que hace comprensible que Trump, él mismo un evangélico, y su gobierno hayan desdeñado las reacciones violentas anticipadas de los palestinos y el mundo árabe con su secuela de muertos y heridos y el unánime rechazo a escala mundial.
En el siglo XVIII en el Reino Unido y en el XIX en Estados Unidos surgieron lo que se denominó el Primer y el Segundo Gran Despertar que se caracterizó por un incremento inusitado de la actividad evangelizadora cristiana con la adhesión de millones de conversiones. En este segundo movimiento en EE.UU. surgió una narrativa mediante el acople de pasajes inconexos del último y único libro profético del nuevo Testamento, el referido al Apocalipsis, efectuada por dos predicadores inmigrantes: Jesús volverá a la tierra cuando se cumplan algunas condiciones previas. 1°) El establecimiento del Estado de Israel con Jerusalén como capital. 2°) La ocupación del resto de sus “tierras bíblicas” en Medio Oriente. 3°) La reconstrucción del Tercer Templo en el sitio ocupado ahora por el Domo de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa, que indicará el “fin de los tiempos”. Completadas estas condiciones las legiones del Anticristo se desplegarán contra Israel, y su guerra conducirá a un enfrentamiento final en el valle de Argamenón. Los judíos se convertirán al cristianismo o arderán, y el Mesías, Jesús, volverá a la tierra donde los vivos y los resucitados, que serán un día liberados de la Tierra por Dios, tendrán sus cuerpos transformados y protegidos en el cielo, mientras derramará su ira sobre los pecadores que quedarán atrás condenados al fuego eterno. Después de la creación del Estado de Israel se fueron moderando sus posturas respectos a los judíos para evitar la discusión sobre su destino final. Así, por ejemplo, el Christians Friends of Israelí Communities (CFOIF), creado para apoyar económicamente a los asentamientos, declara públicamente que no forma parte de sus propósitos la evangelización de los judíos. Kimberly Troup, director de la oficina de Estados Unidos de la CFOIF, se opone a la actitud de los que dicen que «si bendecimos Israel y somos amistosos con los judíos, vendrá un día en que tendrán que aceptar a Cristo como el Mesías e irán a él como un cristiano para encontrar la salvación.» Considera que Dios, al crear hace 6000 años el cielo y la tierra, y al primer hombre (Adán), tuvo un plan para el mundo y uno especial para los judíos e Israel. Que no nos es posible conocerlo pero que creemos en su existencia y debemos actuar para que funcione. ¿Cómo? «Como cristianos, debemos apoyar el derecho del pueblo judío de vivir en su propia soberana nación en la misma tierra que Dios le prometió a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob miles de años atrás.» Mientras tanto, esperemos a ver cuál es el plan de Dios para el final de los tiempos, lo que incluye también el plan final para el pueblo judío.
Los evangélicos siempre han estado activos influyendo en la política estadounidense sobre Israel. Ante cada elección presidencial condicionaron su voto a que las posturas de los candidatos sobre Israel coincidan con sus creencias, se opusieron decididamente a los acuerdos de Oslo y a la retirada de Sharon de Gaza porque las contradecía. En el año 2002 cuando Bush le pidió al mismo Sharon que retirara los tanques de Jenin, la Casa Blanca recibió 100.000 encolerizados correos electrónicos y el presidente no volvió a hablar más del tema.
Pero en esta ocasión se le sumó un fenómeno distinto La prensa evangélica se ha colmado de muestras de adhesión y entusiasmo por la declaración de Trump sobre Jerusalén. Creen que Trump es el instrumento de Dios para acercarlos más al Éxtasis, al Juicio Final, porque para ellos esto es realmente el comienzo de su recompensa y de su dicha celestial. No les interesa si se puede desencadenar una guerra, -algunos hasta la desean- todo es válido si se acerca el “fin de los tiempos”.
Todavía no es posible evaluar cabalmente las consecuencias futuras de esta decisión del gobierno estadounidense, producto de la irresponsabilidad de un presidente comprometido con un electorado propio cuyas delirante creencias religiosas pueden encender otra guerra en una región que está siendo castigada desde hace varias décadas por conflictos armados que han dejado cientos de miles de muertos, heridos y desplazados. En lo inmediato ha alejado la posibilidad de avanzar en una solución negociada que cumpla con las aspiraciones nacionales del pueblo palestino de tener su propio Estado que pueda convivir pacíficamente junto al Estado de Israel, con Jerusalén Este y Oeste como capital de ambos países. La Jerusalén de Trump no es la Jerusalén de la paz.
*Vicepresidente 1° del Llamamiento Argentino Judío