Cincuenta años, cincuenta mentiras

Fuente: Gideon Levy | Haaretz
Fecha: 01 de JUNIO 2017

Supongamos que la ocupación esté justificada. Digamos también que Israel no tiene elección. Ni siquiera la llamemos ocupación. Digamos que fue reconocida por el derecho internacional y que el mundo la aplaudió. Supongamos que los palestinos están agradecidos por su presencia. Sin embargo, todavía existe un pequeño problema: todo se basa enteramente en mentiras.

Desde el principio hasta el final, todo es un paquete de mentiras. No hay una palabra de verdad asociada con ella. Si no fuera por estas mentiras, habría colapsado en su podredumbre hace mucho tiempo. Si no fuera por estas mentiras, es dudoso que alguna vez hubiera sucedido. Estas mentiras, de algunas de las cuales la derecha se enorgullece («por el bien de la Tierra de Israel es permisible mentir»), son suficientes para hacer que cualquier persona decente retroceda con repulsión. Uno no necesita de sus otros horrores para convencerse de esto.

Comenzó con la cuestión de cómo llamar a los territorios. En la Radio de Israel se decidió usar el término «territorios temporalmente retenidos». Esta fue la mentira No. 1, dando a entender que la ocupación era temporal y que Israel tenía la intención de evacuar esos territorios, que éstos eran solamente una moneda de cambio en la búsqueda de paz. Esta es probablemente la mayor mentira y es ciertamente la más decisiva. Es la que ha permitido la celebración de su aniversario jubilar. La verdad es que Israel nunca pensó en terminar con la ocupación. Su presunta temporalidad sólo puso al mundo a dormir con su engaño.

La segunda gran mentira fue el argumento de que la ocupación sirve a los intereses de seguridad de Israel, que es una medida de autodefensa de una nación indefensa acosada por enemigos. La tercera mentira fue el «proceso de paz», que en realidad nunca tuvo lugar, y que en todo caso sólo pretendía comprar más tiempo a la ocupación. Esta mentira tenía muchas patas. El mundo era un cómplice, continuamente mintiéndose a sí mismo. Hubo discusiones, presentaciones de mapas (todos ellos semejantes), se llevaron a cabo conferencias de paz con numerosas rondas de conversaciones y cumbres, con enviados corriendo hacia adelante y hacia atrás, y mayormente con charlatanería vacía. Todas ellas estaban basadas en una mentira, que era la suposición de que Israel incluso contemplaba poner fin a la ocupación.

La cuarta mentira, obviamente, es el emprendimiento de los asentamientos. Este proyecto nació y se crió en una mentira. Ni un solo asentamiento se estableció  honestamente, comenzando con la estadía de una noche en el Park Hotel en Hebrón, continuando con la de los «campos de trabajo», «campamentos de protección», «excavaciones arqueológicas», «reservas naturales», «espacios verdes” “zonas de protección del fuego” «relevamiento de tierras», los puestos avanzados y las expansiones. Todas estas fabricaciones cometidas entre guiño y  guiño, culminando con la mayor mentira en este contexto, la de «tierras estatales», una mentira que sólo se puede comparar con la de los «ausentes actuales» referida a los palestinos de Israel.

Los colonos mintieron y los políticos mintieron, el ejército y la Administración Civil en los territorios mintieron,  todos mintieron al mundo y a sí mismos. Desde la protección de una torre de antena creció un mega-asentamiento y de un fin de semana en ese hotel de Hebrón creció la peor de las calamidades. Los miembros del gabinete que ratificaron, los miembros de la Knesset que hicieron un gesto con la cabeza y los guiños, los oficiales que firmaron y los periodistas que blanquearon, todos sabían la verdad. Los norteamericanos que «condenaron» y los europeos que se «enfurecieron», la Asamblea General de la ONU que «convocó» y el Consejo de Seguridad que «decidió», ninguno de ellos tuvo la intención de seguir con ninguna acción. El mundo también se está mintiendo a sí mismo. Esta manera es conveniente para todos.

También es conveniente emitir las mentiras cotidianas que cubren los crímenes cometidos por las Fuerzas de Defensa de Israel, la Policía de Fronteras, el Shin Bet, el Servicio Penitenciario y la Administración Civil, todo el aparato de ocupación. Es conveniente usar un lenguaje desinfectado, el idioma del ocupante tan apreciado por los medios de comunicación, el mismo lenguaje que utilizan para describir sus excusas y justificaciones. En Israel no hay blanqueo como el que describe la ocupación y no hay otra amplia coalición que se expanda y la apoye con tal devoción. La única democracia en el Medio Oriente que emplea una tiranía militar brutal y el ejército más moral que mata a más de 500 niños y 250 mujeres en un verano, ¿puede alguien concebir una mentira más grande que esta? ¿Puede alguien pensar en un mayor autoengaño que la opinión predominante en Israel, por la cual todo esto se nos impuso, que no queríamos esto, que los árabes tienen la culpa? Y todavía no hemos mencionado la mentira de los dos estados y la mentira acerca de Israel que busca la paz, las mentiras sobre la Nakba de 1948 y la «pureza» de nuestras armas en esa guerra, la mentira sobre que el mundo entero está contra nosotros y la mentira sobre que ambos lados son culpables.

Desde  que Golda Meir emitiera el que «nunca perdonaremos a los árabes por obligar a nuestros hijos a matarlos» a «una nación no puede ser un ocupante en su propia tierra», las mentiras son seguidas por otras mentiras. No se ha detenido hasta el día de hoy. Cincuenta años de ocupación, cincuenta sombras de mendacidad. ¿Y ahora? ¿Otros cincuenta años?

Traducción: Dardo Esterovich

 

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