Unidos contra los musulmanes

Fuente: Meron Rapoport* | Rebelión
Fecha: 18 de ABRIL 2017
El ataque del 7 de abril en Estocolmo, en el que murieron cuatro personas y que la policía sueca describió como un acto de terrorismo perpetrado por un simpatizante del grupo del Estado Islámico (EI), no contó con mucha cobertura en la prensa israelí porque Suecia no es un lugar que los israelíes visiten a menudo. O tal vez porque la prensa israelí se ha acostumbrado a este tipo de ataques, pero los comentarios que aparecen en las páginas de noticias más importantes apenas mostraban compasión por las víctimas.

“Si Suecia no se dedicara tanto a la ocupación, estos ataques desaparecerían”, fue la reacción típica, en mofa de la supuestamente falsa conexión –a los ojos de la mayoría de los israelíes- entre la ocupación de Israel y los ataques en su contra.

A medida que agresiones como la de Estocolmo se hacen más frecuentes –desde Charlie Hebdo a Bataclan, Niza, Berlín y Londres-, la mayoría de los israelíes están cada vez más convencidos de que Europa está aprendiendo ya y de forma dura lo que nosotros, los israelíes, llevamos supuestamente sabiendo hace muchos años: que la guerra contra el Islam y el islamismo es inevitable y que Israel es el puesto de avanzada en el choque eterno entre civilizaciones.

Un buen ejemplo de este tipo de enfoques lo tenemos en las manifestaciones del popular comentarista de televisión Zvi Yehezkely, experto en “cuestiones árabes” del Canal 10 de Israel. En su serie en cuatro capítulos, “Alá Islam”, Yehezkely retrataba una Europa bajo la amenaza de una minoría musulmana siempre creciente y deliberadamente segregada, empeñada en cambiar su carácter liberal y cristiano y crear un Estado de la Sharia. Los sangrientos ataques de París y otros lugares, que se produjeron sólo después, se consideraron como una confirmación de la predicción de Yehezkely, convirtiéndole en un profeta local.

“El peligro musulmán”

Esta actitud se deriva, desde luego, del creciente discurso antiárabe y antimusulmán en Israel de los últimos años. Pero hay también otro aspecto: si Europa viera la importancia del “peligro musulmán”, prosigue esta línea de pensamiento, entonces también comprendería —y agradecería— el fundamental papel de Israel en la guerra contra el “Islam radical”. Gracias a este enemigo común, Israel podría verse aliviado de su aislamiento.

Esto puede explicar por qué la prensa israelí sigue muy de cerca cada incidente que pueda corroborar ese “peligro musulmán”. En consecuencia, también sigue cada logro de los dirigentes y partidos de extrema derecha que basan su retórica en la propaganda antiinmigratoria y antiislámica en Europa y otros lugares.

El brexit fue favorablemente valorado en Israel a causa de su mensaje antiinmigración. La victoria de Donald Trump, con su prometida prohibición de la inmigración musulmana y su énfasis en el “terror islámico” fue aclamada en términos casi mesiánicos. También se dio especial cobertura a las recientes elecciones holandesas, en las que se había predicho que Geert Wielders y su Partido de la Libertad serían los ganadores, tras prometer el cierre de las mezquitas y prohibir la enseñanza del Corán. Su fracaso constituyó una decepción para muchos en Israel.

Especial atención a Francia

En ese marco, Francia ocupa un lugar especial en la política y la opinión pública israelíes. Su comunidad judía, con alrededor de 500.000 miembros, es la mayor de Europa Occidental y muchos de ellos, especialmente los que emigraron a Francia desde el Norte de África, tienen lazos familiares en Israel y visitan regularmente el país. Es más ortodoxa que otras comunidades judías en Europa Occidental y tiende a adoptar posiciones más derechistas, al menos en lo que se refiere al conflicto palestino-israelí.

Francia tiene también la mayor comunidad musulmana de Europa Occidental y las relaciones entre estas dos comunidades se han ido deteriorando en los últimos años. En la prensa israelí se ha informado ampliamente sobre incidentes de acoso a judíos por parte de jóvenes musulmanes y, en un reciente artículo publicado en una página web israelí, se retrataba a Francia como el “país más antisemita de Europa”. Los sangrientos ataques contra un centro judío en Toulouse en 2012 y contra el supermercado judío en París en 2015, fueron considerados como una amenaza inmediata a la presencia judía en Francia.

Las informaciones acerca de una marea de judíos franceses que quieren inmigrar a Israel han llenado los medios israelíes. La inmigración a Israel alcanzó la cifra de alrededor de 8.000 judíos en 2015. En 2016, cayó a 5.000 y, en los primeros meses de 2017 ha bajado aún más (tercer lugar tras Rusia y Ucrania), pero la impresión general en Israel es que Francia es un lugar peligroso para los judíos, cuando no un verdadero campo de batalla entre judíos y musulmanes.

La batalla compartida

Contra este telón de fondo, en Israel se percibe la batalla política contra la supuesta “islamización” de Francia casi como una batalla compartida. Las restricciones a vestir el hiyab en los espacios públicos, por ejemplo, fue recibida calurosamente en Israel. Aunque Israel está muy lejos de ser un Estado laico con valores laicos, la mayoría de los israelíes apoyan vehementemente que se salvaguarden esos mismos valores en Francia o en Europa en general, porque consideran que son herramientas para detener la “invasión musulmana” de Europa, un término ampliamente utilizado por la prensa de Israel.

A este respecto, las ideas promovidas por Marine Le Pen y su Frente Nacional reciben una favorable acogida. Esto también se aplica a su dura oposición a la Unión Europea. La UE es considerada negativamente en Israel no sólo debido a sus posiciones en el conflicto palestino-israelí, si se comparan con las posiciones proisraelíes de Washington, sino también porque la misma idea de una unión trasnacional, donde se supone que el nacionalismo va a jugar un papel menor, va en contra de la actitud sumamente nacionalista en Israel. Un colapso de la UE haría felices a muchos israelíes.

Pero a pesar de todos estos rasgos comunes, Israel se ha refrenado hasta ahora de alinearse con Le Pen, Wilder u otros líderes europeos de la extrema derecha. Esto tiene que ver, claro está, con su pasado y su presente antisemitas. Jean Marie Le Pen fue oficialmente boicoteado por Israel tras los comentarios que hizo negando el Holocausto.

Marine Le Pen ha trabajado duro para rebajar el legado de su padre e incluso llegó a reunirse con el embajador israelí ante la ONU hace unos años. Su vicepresidente, Louis Aliot, visitó Israel en 2011, y Nicolas Bay, el secretario general del Frente Nacional, lo visitó el pasado mes enero, pero ella no es aún bienvenida.

Coincidencia de intereses

Pero, incluso a tal respecto, las cosas están cambiando. Israel tiene una posición mucho menos intransigente que antes hacia el fenómeno antisemita, que se ha hecho evidente tras la victoria de Trump. El embajador de Israel en EEUU, Ron Dermer, hizo cuanto pudo para defender a Steve Bannon, el más estrecho asesor de Trump, acusado de mantener posiciones antisemitas.

Israel tardó también un tiempo en comentar las profanaciones de los cementerios judíos en EEUU, de las que muchos integrantes de la comunidad judía estadounidense culpaban a la atmósfera antisemita promovida por elementos del campo político de Trump. Cuando se le preguntó a Trump por esa supuesta oleada de antisemitismo durante una conferencia de prensa con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, este corrió a defenderle.

Los columnistas de derechas israelíes rechazaron que la idea de la profanación estuviera vinculada al campo de Trump y afirmaron en cambio que formaban parte de una “falsa narrativa” orquestada por judíos liberales, junto a israelíes de izquierdas.

Incluso cuando se enfrentan con la posibilidad de que las medidas contra los musulmanes en Francia y en Europa, tales como las prohibiciones a llevar símbolos religiosos o determinadas vestimentas pudieran también afectar a los judíos, los dirigentes nacionalistas israelíes no restringen su apoyo a los partidos de extrema derecha en Europa.

La prohibición de llevar kipa “sería algo bueno”, dijo el profesor Aryeh Eldad, un experto de la derecha, exparlamentario y amigo personal de Geert Wilders. “Los judíos emigraron a Israel sólo cuando fueron perseguidos”, dijo. Por tanto, se considera que el antisemitismo es casi un rasgo positivo: cuando los intereses de las comunidades judías en el exterior —como llevar kipa y una vida comunal libre— e Israel chocan, está claro que los intereses israelíes toman la delantera.

La última discusión por los comentarios de Le Pen sobre la responsabilidad de Francia en la deportación de judíos franceses durante la II Guerra Mundial puede ser otro indicador. Si bien fue valorada por la mayor parte de la comunidad judía como equivalente a negar el Holocausto, fue muy tibiamente condenada por el ministro de Asuntos Exteriores de Israel. Una negativa similar del Holocausto que hubiera podido hacer un líder palestino, por ejemplo, habría aparecido en las principales cabeceras.

Israel no va a sentirse muy feliz si Le Pen se convierte en la próxima presidenta, sobre todo porque se considera que sus posiciones respecto al conflicto palestino-israelí no favorecen a Israel.

Por ejemplo, el Frente Nacional apoyó la reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU contra los asentamientos, en contra de la posición de Trump en esta cuestión. Pero si gana tampoco lo van a sentir mucho. Cualquier avance de las fuerzas antimusulmanas en Europa es bien recibido en Israel. Puede que a Israel no le guste mucho Marine Le Pen, pero sí en cambio el lepenismo.

* Meron Rapoport es un periodista y escritor israelí que ha ganado el Premio Internacional al Periodismo de Nápoles por una investigación sobre el robo de olivos a sus propietarios palestinos. Exdirector del departamento de noticias de Haaretz, es actualmente un periodista independiente.

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

 

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