Por: JORGE ELBAUM | El Cohete a la Luna (27 de junio de 2021)
Las querellas al interior de la coalición de Juntos por el Cambio están atravesadas por enconos indisimulados, desconfianzas insuperables y competencias por sobrevivencias políticas futuras. Los forcejeos preelectorales evidencian más de lo que ocultan. La disputa de fondo entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta encolumna al resto de los socios en una puja que empieza a exhibir el verdadero perfil de sus integrantes y la impronta que los vio nacer como formación política. Mientras el ex Presidente se aferra a la conformación de una red de contención que le permita defenderse de los variados delitos cometidos, el actual jefe de gobierno busca pasteurizar su candidatura del 2023 tirando por la borda los lastres que puedan potencialmente contaminarlo. El fundador del PRO logró ponerlo en palabras, sin excluirse: “En el cierre de lista se ve lo peor, las miserias humanas”.
Las huestes cambiemitas se enfrentan a un calendario electoral complejo, salpicado de zancadillas y cuentas cruzadas que empiezan a ser conocidas. Lo que está en disputa, en términos estructurales, es:
- La posibilidad de que Mauricio Macri sea abandonado a su suerte en las causas vinculadas al Correo, al espionaje perpetrado desde la AFI durante su gobierno, a los vínculos con Odebrecht, el Meinl Bank y los negociados con los parques eólicos.
- El contacto privilegiado con los poderes fácticos, que incluyen a la Justicia federal, las corporaciones y los vínculos con la embajada de Estados Unidos.
- El protagonismo frente a la trifecta mediática conformada por los grupos Clarín, La Nación e Infobae, encargados de llevar a cabo la campaña electoral opositora.
Estos tres ejes encauzan el conflicto de Juntos por el Cambio a nivel nacional aunque se expresan en forma prioritaria en dos distritos: la Provincia de Buenos Aires y la ciudad gobernada por Larreta. Mauricio Macri respalda a su primo Jorge –intendente de Vicente López– con el objeto de coartar el desembarco de Diego Santilli, delfín de Larreta, que busca posicionarse en el territorio donde se disputa un tercio de los sufragios nacionales.
La última reunión de sus máximos dirigentes se llevó a cabo el último miércoles en el coqueto salón palermitano conocido como Galpón Milagros. Del cónclave participaron los cuatro socios medulares de la coalición: el PRO, la UCR, la Coalición Cívica y el Peronismo Republicano. El desenlace de ese encuentro supuso una triunfo circunstancial para el ex Presidente, quien logró imponer cuatro medidas destinadas a debilitar las ínfulas de Larreta, pavimentadas desde hace un año y medio por la trifecta mediática.
- Se decidió que la estrategia electoral en la Provincia de Buenos Aires sea resuelta por las autoridades partidarias del distrito: el triunvirato que conforman el primo Jorge junto a Maximiliano Abad –titular del radicalismo residual bonaerense– y el jefe de los lilitos, el senador provincial Andrés de Leo. Esa medida, impuesta por los Macri, se diseñó para impedir que Santilli atraviese de forma cómoda la General Paz. Si quiere jugar, le notificaron, deberá competir en unas PASO contra el candidato de los Macri y/o del radicalismo. En esa lista están anotados el neurólogo Facundo Manes, Elisa Carrió y Emilio Monzó, entre otros.
- Con ese mismo cometido se recomendó que los dirigentes con responsabilidad de gestión no se presentaran como candidatos este año, lo que supone un segundo dardo contra el larretismo, que promueve a su vicejefe, quien sustenta –además– el cargo de máximo responsable de la seguridad metropolitana.
- La tercera disposición también tuvo un destinatario preciso: contra la opinión del jefe de gobierno porteño, se resolvió darle continuidad al nombre de la coalición (Juntos por el Cambio). Larreta pretendía modificar la marca para transmitir la sensación de renovación y mayor amplitud, refrendada con la incorporación de nuevos socios. La frustración de los larretistas fue indisimulable: se les cercenó –en pleno Galpón Milagros– una puesta en escena de alternativas de nombres para la alianza, que incluía la presentación de logotipos, isologos y merchandising al tono.
- La cuarta resolución también tuvo como víctima al larretismo: se dispuso que las direcciones distritales decidirán un piso porcentual alto para aquellos que quieran participar en las PASO de la coalición. La traducción de esta medida es la cuasi exclusión de potenciales aliados con los que negociaba el larretismo para figurar un maquillaje de amplitud. De esta manera, José Luis Espert, Margarita Stolbizer, Ricardo López Murphy y Javier Milei se verán obligados a competir por fuera de las listas cambiemitas, con el riesgo de restarle algunos porcentajes de votos al macrismo.
Subterfugios en debate
Los argumentos con los que se esconde el conflicto de fondo remiten a que Jorge Macri considera que la estrategia de Larreta es apresurada: asegura que 2023 es una fecha lejana y que ahora hay que consolidar la coalición existente. El intendente de Vicente López insiste en que debe imponerse un candidato de unidad provincial al tope de la lista de candidatos a diputados y que una PASO entre él, Santilli, Monzó y Manes sólo debilitaría el entramado presente y futuro. La contienda es tan evidente que los primos tomaron la decisión de unirse al radicalismo –llevando como candidato a Manes– en el caso de que Santilli decida desembarcar en territorio bonaerense: la sobrevivencia de Mauricio, señalan en el entorno de Patricia Bullrich, es más relevante que el potencial derrotero de Larreta a las presidenciales de 2023.
Existen dos escenarios, graficó un consultor que colabora con la estrategia del ex Presidente: la de máxima, volver a ser candidato en el ‘23; la de mínima, condicionar a Larreta para que su potencial triunfo esté amarrado a las decisiones de quien se considera el cofundador del espacio junto a Ernesto Sanz y Lilita Carrió. En otras palabras: Mauricio Macri no está dispuesto a tolerar –sin dar batalla– ningún triunfo electoral de Horacio Rodríguez Larreta en 2021 que lo potencie como candidato natural para 2023, posición que se reserva para sí.
La disputa incluye al territorio porteño, donde el Hada Buena ha sido recibida con loas por Larreta. La decisión de la ex gobernadora María Eugenia Vidal de liderar la lista porteña tiene como objetivo la jefatura del gobierno en 2023. Eso supone desplazar a la presidenta del PRO, íntimamente asociada al destino de Mauricio Macri. Además Vidal sabe que pierde contra un peronismo bonaerense unido y no está dispuesta a soportar dos derrotas consecutivas para ayudar a quien la condenó en 2019, al no desdoblar las elecciones nacionales de las provinciales. Larreta impulsa a Vidal, además, porque esta última posee la capacidad de bloquear a Patricia Bullrich, la espada más provocadora del macrismo.
En el caso –muy probable– de que Vidal encabece la lista porteña, la ex ministra de seguridad deberá ubicarse en el tercer lugar, dadas las normativas electorales de paridad de género. Los seguidores de Bullrich consideran un insulto esa disposición en la lista. No es aceptable –aseveran– porque Bullrich ha sido la máxima exponente nacional de la oposición en el último año y medio y además preside el PRO. La razón por la que la señora bolsonarista no concurrió al Galpón Milagros el último miércoles es que se sintió traicionada por Mauricio por no imponerle a Larreta el veto contra la candidatura de Vidal en CABA. El pase de facturas, en formato fuga para adelante, se empezó a organizar de inmediato en las oficinas de la bolsonarista local. En la última semana, el ex Presidente Eduardo Duhalde informó a sus propaladoras mediáticas de costumbre que había hablado con Bullrich y que habían “quedado en empezar a conversar”. El mismo día, uno de sus más fieles escuderos, Waldo Wolff, twiteó su encuentro con Javier Milei posando con gestualidad de raperos adolescentes.
El enredo de CABA alinea de forma inesperada a Patricia Bullrich con Martín Lousteau. Ambos cuestionan la candidatura porteña de la ex gobernadora de Buenos Aires por idénticos motivos: María Eugenia sería un hueso muy duro de roer en una potencial disputa por la jefatura de gobierno. El senador opinó semanas atrás que Santilli debería competir en la Ciudad y Vidal en Provincia.
Las caracterizaciones tácticas también separan a Larreta de Macri. Para el primero, la denominada grieta no contribuye al crecimiento de Juntos por el Cambio porque el peronismo unido termina beneficiándose con esa división. Rodríguez Larreta está convencido, además, de que debe ocupar el centro del espectro político y que la expresión de una derecha radicalizada –tanto como el kirchnerismo– le permitirá exhibirse como la superación de ambos. Por su parte, para el ex Presidente, la profundización de las diferencias con el Frente de Todxs –tal como las sobreactúa Bullrich– garantiza la conservación del núcleo duro y el bloqueo de nuevas fuerzas ultraliberales que le pueden restar votos. Sus asesores –enfatiza ante diversos interlocutores–le sugieren mantener esa posición antagónica contra el kirchnerismo, conjeturando que el tercio menos politizado de la sociedad se comporta de forma oscilante y beneficiará siempre a las oposiciones; mucho más si los oficialismos atraviesan pandemias.
En el libro que publicó recientemente Mauricio, con el que quiso imitar a Cristina Fernández de Kirchner, se postula una candidatura de segundo tiempo. Ese potencial escenario está influyendo también en las posiciones del larretismo: prefieren sacar del juego al ex Presidente para evitar que estorbe en el trayecto de cara al 2023. Con ese cometido, Lilita Carrió hace el fronting de Larreta contra Macri y señala a Bullrich como la máxima cabeza del PRO responsable del destrato al resto de las fuerzas. Es en ese mismo registro que amenaza con candidatearse en la Provincia de Buenos Aires para limitar la capacidad de fuego del primo Jorge.
Dos caras y un programa
Larreta busca limpiarse de macrismo y cuenta con la colaboración de la trifecta que sabe que el jefe de gobierno tiene más posibilidades de ganarle al Frente de Todxs. La resistencia del ex Presidente a ser jubilado por la nueva entente de Larreta/Vidal/Carrió tiene como objetivo próximo el 14 de julio, cuando vencen las listas de candidatos de cara a las PASO. Mientras tanto, en ese revoltijo, los radicales parecen estar haciendo su agosto. En CABA disfrutan de las peleas entre Bullrich y Vidal, y en Buenos Aires reciben los apoyos de Emilio Monzó, quien se sumaría a las listas para enfrentar a Jorge Macri y a Santilli.
Como parte de la disputa de fondo, el larretismo no deja de pasarle facturas a Macri en relación con las diversas causas que se acumulan respecto al espionaje ilegal del que fue víctima junto a otros dirigentes y referentes del PRO. Uno de sus más cercanos colaboradores repite que Gustavo Arribas y Silvia Majdalani no pudieron tomar la decisión de hurgar en la vida de los jueces de la Corte Suprema, de periodistas y colegas del propio partido sin que la orden haya surgido desde las más altas esferas. Un pormenorizado análisis de los seguimientos pone en evidencia que dicho espionaje se producía en forma simultánea con algún debate álgido dentro de la coalición.
Según el expediente que originalmente se instruyó en Lomas de Zamora, la AFI espió al jefe de Gobierno, a su vice Diego Santilli, a la entonces gobernadora María Eugenia Vidal y a Emilio Monzó. Curiosamente, todos los que intentan hoy sacarse de encima al heredero de la famiglia.
Los cambiemitas no se diferencian por su etología de palomas o halcones, tal como la trifecta intenta caracterizarlos. Los une el mismo proyecto neoliberal y sus íntimas relaciones con la Unión Industrial Argentina (UIA), la Asociación Empresaria y la embajada estadounidense. Tanto Macri como Larreta expresan el mismo programa inaugurado en marzo de 1976. Privilegian la articulación con los mercados financieros internacionales que posibilitan el reiterado guión del endeudamiento y la fuga. Priorizan a los inversores institucionales que terminan disciplinando la política económica a las oscilaciones de las finanzas globales. Coinciden en el achicamiento del Estado, el ajuste fiscal y las reformas laborales que promueven la flexibilización y precarización. Protegen la actividad de grupos concentrados, insertos en cadenas globales de valor, que extraen las rentas y los dividendos hacia el exterior, desguazando la potencial inversión doméstica.
Sus coincidencias estructurales, sin embargo, no los privan de pelear por los lugares de cartel. Unos con el objetivo de blindar al ex Presidente, disimular el escándalo del espionaje y ocultar debajo de la alfombra –erigida por la trifecta mediática– los negociados de la famiglia. Los otros para liderar una oposición que pretende alzarse con la presidencia en 2023 para alegría de Washington y de quienes festejan el 4 de julio.
Cuando concluyó la reunión del miércoles 23 en el Galpón Milagros, uno de los asistentes deslizó una pretendida humorada hacia uno de los periodistas que esperaban bajo la llovizna: “Sólo un milagro permitirá que esto no estalle”.