Por: Cynthia Benzion (Comisión de Perspectiva de géneros)
Días pasados hemos visto en el programa “La Academia” que conduce Marcelo Tinelli y produce La Flia Contenidos, un cuadro musical protagonizado por Sofia “Jujuy” Jiménez y otro actor cuyo nombre no fue publicado, quienes interpretaron el tema «Yo no soy esa mujer» de Paulina Rubio.
El tema elegido alude a una mujer que le dice a su pareja que no es del tipo de las que no sale de su casa.
Hasta ahí no cabría comentario alguno ya que el género «entretenimiento» admite una variada amplitud de expresiones artísticas.
Pero la elección coreográfica, estética y de puesta en escena ha develado el profundo desprecio por las audiencias que ostenta la productora mencionada, que sin pudor incurre, una vez más, en violencia simbólica y mediática. No sólo las mujeres somos cosificadas cuando nos quedamos o no nos dejan salir de casa sino cuando, como en el caso, somos exhibidas como objetos de consumo masculino, tal como la vestimenta, la actuación y la secuencia coreográfica de la protagonista dejó a las claras. Esto no llama la atención por cuanto parece ser la regla en las elecciones estéticas de este programa, caracterizado por la exhibición de los varones en primer plano como protagonistas y las mujeres, siempre con poca ropa, como fondo de decorado.}
Pero se pone aún peor I
En lo que pretendió ser una forma de honrar a aquellas mujeres que trascendieron (quizás por haber salido de sus casas) pudieron verse proyectadas en el fondo del escenario, las imágenes de mujeres célebres como Evita, Mercedes Sosa, la Madre Teresa de Calcuta y, para asombro de muchos, Ana Frank.
La agresión a buena parte de la audiencia, entonces, es doble: como mujeres y como judías. La vinculación que se nos propone entre esta joven víctima del holocausto y lo que estaba ocurriendo en escena no puede justificarse en el error o en la ignorancia de todas las personas que participaron en ese programa, cualquiera que haya sido su rol en la realización.
Se pone peor II
Llena de estupor leer que la producción del programa intentó, en un primer momento, responsabilizar a la coach (entrenadora) de la cantante, afirmando que no estaban al tanto de lo que iba a ocurrir. Más allá de la obvia responsabilidad de la producción del programa en los contenidos que elabora y exhibe, y que en los días posteriores la asumió púbicamente, sorprende que a nadie le haya siquiera inquietado que se estuvieran abordando temas que pueden afectar la sensibilidad de muchos y muchas, víctimas directas e indirectas de más de un holocausto, en un país con una numerosa colectividad judía y una igualmente numerosa militancia feminista que ya ha logrado convertir a la violencia contra las mujeres en una cuestión de Estado. Ningún pueblo comprometido con el respeto a la condición humana puede desentenderse de estas cuestiones que no son solamente trivialidades propias del mundo del entretenimiento que se pretende popular, sino muestras del más grave desprecio por los derechos humanos de toda la humanidad.