El chantaje moral

Fuente: Horacio Lutzky | Convergencia
Fecha: 05 de DIC 2018

La imputación ligera de “nazismo”, frecuentemente indebida y malintencionada para descalificar adversarios políticos, o la banalización del Holocausto -la masacre planificada e industrializada de seis millones de hombres, mujeres y niños por su sola condición de judíos- distorsionan la memoria histórica. Y al igualarlo todo, neutralizan los reflejos defensivos que debe mantener en alto un sistema democrático ante reales amenazas latentes, que aguardan el momento de levantar su cabeza criminal nuevamente.

A esas amenazas se refirió la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en Ferro, en el marco del foro de Pensamiento Crítico organizado por CLACSO. Aludió a “algunos Hitler modernos que acusan a los inmigrantes de tener la culpa de que no haya trabajo”. Y agregó que “la culpa por la falta de trabajo, fábricas y comercios que se cierran, debe buscarse no en los inmigrantes sino en las políticas públicas que se han implementado”. “Cuando se agota la argumentación del capitalismo en algunos sociedades comienzan a surgir los movimientos de extrema derecha que tratan de explicar los problemas encontrando culpables”, planteó Cristina luego de comparar esos discursos con los relatos sobre los que se montaron el nazismo y el fascismo en la Europa de la preguerra, y con el actual crecimiento de movimientos de extrema derecha en distintos países.

Huelga señalar que no es CFK la única analista o dirigente en advertir sobre la peligrosidad de los renovados discursos de exclusión y estigmatización de pobres e inmigrantes, y en recordar su utilización en los años 30 y 40 por el nacionalsocialismo en su camino al totalitarismo.

Sin embargo, esta mención motivó un inmediato y durísimo comunicado de repudio por parte de la Organización Sionista Argentina, que imputa a la senadora banalizar la Shoá “de un modo inaudito e inaceptable” por usar la expresión “Hitler modernos” para señalar políticas que condenan cruelmente a millones, prescindiendo el comunicado de contemplar el marco conceptual del planteo de Cristina, y descontextualizándolo.

De tal modo, puede decirse que quien en verdad banaliza el recuerdo de la Shoá es la propia entidad judía, que sacraliza ciertos términos como si no hubieran sido un producto humano que se dio en un contexto económico y social, “prohibiendo” su utilización como advertencia ante movimientos que pudieran propiciar alguna forma de resurgimiento de sistemas genocidas. Bien entendido, en eso consiste el “Nunca Más”. El camino a la Shoá no comenzó con Auschwitz, sino muchos años antes, con las primeras medidas discriminatorias y persecutorias.

Es de lamentar el uso políticamente sesgado y oportunista, y la indignación selectiva que desde hace años evidencian las autodenominadas “entidades centrales de la comunidad judía” respecto de estas cuestiones, a tono con el grado de simbiosis desarrollado con el gobierno de Macri.

Así por ejemplo se vio cuando la DAIA difundió en julio de 2016 un comunicado de repudio al periodista Víctor Hugo Morales. La nota fue firmada por el negociador de dispensas por ofensas negacionistas (Ariel Cohen Sabban) y por un entonces funcionario del gobierno de Macri que ejercía al mismo tiempo como Secretario General de la DAIA (o funcionario de la DAIA que ejercía al mismo tiempo un cargo público directivo, designado por el rabino Sergio Bergman en el gobierno de Macri), el Dr. Santiago Kaplún.

¿Qué fue lo que motivó la indignada reacción?: el periodista había tenido la descabellada ocurrencia de señalar que “AMIA y DAIA se han convertido en nidos políticos del PRO”, y que “están en línea con sectores de la sociedad” que “terminaron entrando nazis en la Casa Rosada”. Esto último hacía referencia a que en Casa Rosada fueron recibidos oficialmente jóvenes militantes de un partido neonazi liderado por el führer criollo Biondini (hecho luego agravado con el adoctrinamiento efectuado por sus integrantes en un colegio público de la provincia de Buenos Aires). La DAIA no emitió por ninguno de los dos hechos comunicado alguno de repudio que pudiera incomodar al PRO y entendió que a cualquiera le puede pasar que se le metan militantes neonazis en una reunión oficial. O que, días después, integrantes de esa banda den clases en un colegio que depende de la más importante gobernadora del PRO, María Eugenia Vidal. ¿Pero que un periodista critique a la DAIA, diciendo que está alineada al PRO, eso sí que es grave?

Rápido de reflejos (como en sus tiempos de arquero en Atlanta), el ex vicepresidente de DAIA y diputado por el PRO Waldo Wolff salió entonces del área tratando de “ridículo” y de “precariedad intelectual” a Víctor Hugo Morales. ¿A quién se le puede ocurrir sostener que la DAIA y el PRO actúan en yunta?

Luego, y como era de esperar, se activó el REPUDIÓMETRO DE LA DAIA, haciendo llegar a todos los medios el comunicado rechazando estas expresiones periodísticas “que carecen de toda relación con la realidad”. Por esos días, el conducto de repudios se atascó con comunicados contra opositores al PRO (contra el actor Gerardo Romano, el político Agustín Rossi, Víctor Hugo), y no permitió fluir mensajes de denuncia respecto de la minimización oficial del accionar de neonazis declarados.

En cambio, si un “intelectual orgánico” del macrismo taxativamente proclama que el kirchnerismo es lo mismo que el nazismo y “la Cámpora” es como las SS, no es para escandalizarse. En los últimos tiempos así lo hizo el ex actor cómico y hoy alterado referente de Cambiemos Alfredo Casero. Pero antes, lo hizo el escritor macrista Marcos Aguinis en una columna para el diario “La Nación” publicada el 21 de agosto de 2012 (El veneno de la épica kirchnerista) donde expresó:

“Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo o sentirse poderosos o meter la mano en los bienes de la Nación.”

El escandaloso silencio inicial de la DAIA -seguido de un tibio comunicado genérico- acerca del temerario artículo de Marcos Aguinis suscitó entonces indignación, aunque no sorpresa.

Las vacilaciones de la DAIA no sólo se relacionan con el sujeto a criticar (en este caso un vocero del establishment, que en octubre de 2016 volvió a proferir conceptos parecidos en el programa de TV “Intratables”), sino con su inalterada conducta desde los años 90 hasta la actualidad, la misma que puso a dos ex presidentes de la entidad a homenajear (brindis incluido) a acusados de encubrimiento del atentado a la AMIA/DAIA.

Además, la DAIA encuentra dificultades para censurar el uso espurio de analogías con el nazismo y la persecución antisemita, porque las propias instituciones centrales han cultivado esa forma de chantaje moral. De tal modo, el procesamiento judicial al ex presidente de DAIA Rubén Beraja por su imputado aval al desvío de las investigaciones del atentado, según estas entidades, es equivalente al libelo antisemita sobre “una conspiración internacional del pueblo judío para dominar el mundo”, tal como reza un escrito judicial firmado por los presidentes de DAIA y AMIA. Así fue cuando en diciembre de 2009 el juez Ariel Lijo corrió vista a las querellas para que acusen y fijen su posición en el proceso seguido por las irregularidades que evidenciaron el encubrimiento del atentado a la AMIA, juicio que por estos días está en su etapa final. Entonces los presidentes de AMIA y DAIA (Guillermo Borger y Aldo Donzis) con el patrocinio del Dr. Miguel Ángel Zechin -supuestamente querellantes- presentaron un escrito que la defensa de Beraja no hubiera podido redactar mejor, para lo cual acudieron al recurso de encuadrar todo en “persecución antisemita”:

“En calumnias como ésta han abrevado los más acérrimos antisemitas en el mundo entero. De ellas se han alimentado las teorías judeofóbicas más abyectas y viles, según las cuales existe una conspiración internacional del pueblo judío para dominar el mundo. Su paralelo con las frases volcadas por la sala ad-hoc es estremecedor”, opinaron en su libelo los titulares de AMIA y DAIA sobre el fallo de la Cámara Federal de Apelaciones que confirmó el procesamiento de Beraja con relación al soborno de más de u$d400.000 a Telleldín.

En dicha pieza se abstuvieron de acusar a los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, del ex juez Galeano sólo efectuaron un cuestionamiento tangencial, pidieron medidas dilatorias para que la causa no llegue a juicio oral, y señalaron que en la investigación del atentado no hubo conspiración alguna.

“En ese tren de lanzar acusaciones, que calificamos de perversas, enfermizas y por cierto peligrosas, se olvida que la AMIA y la DAIA fueron las víctimas directas del ataque”, afirmaron los titulares de las entidades para evitar la condena a uno de sus dirigentes. “El señor Beraja representaba y actuaba en nombre de toda la dirigencia comunitaria. Lo que él sabía, lo sabían todos los dirigentes de las instituciones, a los cuales mantenía informados en reuniones periódicas, pues, entre otras, esa era su función como Presidente de la DAIA”, señalaron. Entonces, que “hoy esté sometido a proceso es un dislate para el que nos faltan calificativos. Junto con él, se arrastra en tal acusación a toda la dirigencia comunitaria de aquélla época”, que por lo visto aún sigue siendo esta época. Luego, calificaron de “desvergonzada” la acusación contra Beraja, señalando que ella obedece a la voluntad de transformar a la víctima en victimario, dentro de la “fantasía” de la existencia de un complot encubridor.

Todo vale.

El cierre de esta nota es una pregunta retórica: ¿quiénes son en verdad los banalizadores?

Entonces sí, está claro: son culpables.

 

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