Macri y el sueño de la Argentina europea
Fuente: Edgardo Mocca | Página 12 Fecha: 28 de ENE 2019 A veces, Macri nos acerca la imagen de Chauncey Gardiner, el personaje central de la novela Desde el jardín, de Jerzy Kosinski, luego exitosamente llevada al cine. Se trata de un individuo jardinero con capacidades “diferentes” que pasa su vida entre su jardín y el televisor. Desde ese limitado territorio enuncia frases toscas y elementales que, cuando es rescatado de su pequeño mundo y proyectado al mundo burgués, son interpretadas como metáforas capaces de explicar la realidad cortando caminos respecto de las inevitables complejidades del habla intelectual y política. Después de un accidente, Gardiner pierde toda posibilidad de comunicación que no remita inmediatamente al jardín que cuida y a la televisión que mira todo el tiempo que no está en el jardín. Jocosamente Kosinski eleva a su personaje al máximo nivel de atracción mediática –y por lo tanto también política– de Estados Unidos. “En todo jardín hay una época de crecimiento… mientras no se hayan seccionado las raíces todo está bien…” dijo un día, y la frase, junto a un puñado de otras parecidas, son interpretadas como metáforas iluminadoras del presente y el futuro de la principal potencia y convierten rápidamente al jardinero en una celebrity de los medios de comunicación y de la escena política. La novela termina cuando Gardiner está a punto de integrar la fórmula presidencial de las próximas elecciones. Pero Macri no es Gardiner. Sus asesores de imagen siguen cada una de sus palabras y de sus gestos y los programan de modo que establezcan empatía con esa materia misteriosa que se ha dado en llamar la “opinión pública”. El universo de las creencias no es un orden sino un caos, según Durán Barba. Y no hay nada que hacer en ese caos, como no sea aprovecharlo para el objetivo, para crecer en las preferencias que escrutan las encuestas. Así es como la frase presidencial que afirma la “ascendencia” europea de “todos” los sudamericanos debe ser leída. Toda la academia se le ha ido encima a esa frase con el propósito de refutarla desde el punto de vista social, cultural y antropológico; un ejercicio interesante sin ninguna duda. Es bueno que sepamos que América del Sur no es un suplemento racial de Europa. Que tenemos sangre turca, rusa, judía, sirio-libanesa, china, japonesa y de otras muchísimas etnias no europeas, para no hablar de los pueblos que no “descubrieron” América sino que nacieron en estas tierras. Pero no debe creerse que Macri lo ignore. Y si lo ignorara están los numerosos equipos que lo asesoran para informárselo. La palabra de Macri es lo que Ricardo Aronskind llama la palabra de la “burguesía periférica”. Una clase, o más bien un bloque político-cultural, que reniega de su condición nacional y sueña con regresar al origen mítico, al glamour del capitalismo exitoso a fuer de temprano y a fuer de colonialista e imperialista. Nada nuevo: “cipayo” llamó el nacionalismo popular hace ya muchas décadas a ese sueño de extraterritorialidad de nuestras clases dominantes. El actual gobierno argentino es, en ese sentido, profundamente revolucionario. Su mensaje no es conciliador ni negociador: claramente anuncia que no quiere dejar piedra sobre piedra de la mentalidad ni de la estructura material de la Argentina que cree en un destino sudamericano. El Presidente dijo también que lo que ocurre en Brasil es “excelente” y que en Venezuela “no hay democracia”. Es un lenguaje provocador y prepotente. Extraordinariamente análogo al que pronuncia otro émulo del jardinero de Kosinski, el actual presidente de los Estados Unidos. Parece ser que el lenguaje de la prepotencia imperial y su contracara, el de la sumisión colonizada, son el modo de hablar de la época. El discurso mitológico de Europa enuncia una tierra de libertad, de progreso, de paz. Es el lugar donde no hay pena de muerte, dijo alguna vez el gran pensador turinés Norberto Bobbio. Claro que como todo mito habla de una Europa imaginaria. Una Europa que relata el pasado del iluminismo, del liberalismo democrático, de la tolerancia, del pluralismo y esconde bajo la alfombra el nazifascismo (una anomalía “inexplicable”), las guerras, el colonialismo y el imperialismo. Y la Europa de hoy tampoco puede ser pensada como el sitio de la paz, del progreso y la civilización, a no ser en el registro esquizofrénico de la posverdad. La Europa de hoy es una tierra de opresión imperial, de vaciamiento democrático y de resistencias nacionales crecientes; una mirada sobre los episodios actuales de España, la crisis catalana y el intento conservador de solucionarla con el código penal, la experiencia griega de un intento emancipador sofocado por la extorsión financiera, la Italia inestable gobernada por una “centroizquierda” conservadora y acechada por el populismo, la Francia que hace equilibrio entre el nacionalismo de derecha y la izquierda insumisa, el “viejo” laborismo resucitado de la mano de Corbyn y de la movilización juvenil y popular dejan poco espacio para la esperanza de la pax neoliberal continental. Macri acaba de ofrecerse desde Argentina como una pieza a favor de la conservación de la Europa que hoy está en crisis. El elenco de ideólogos del gobierno argentino está convencido de que la suerte del experimento iniciado a fines de 2015 está atada indisolublemente a la de la consolidación neoliberal frente a todos los desafíos que la acechan. Por ahora esa apuesta fundamentalista no da frutos dignos de mención. La burguesía periférica argentina extraña los tiempos de Menem. Añora la lluvia de dólares que vinieron entonces para quedarse con el patrimonio nacional a cambio de financiar provisoriamente la quimera de la equivalencia del peso con el dólar. Eso no está en el horizonte neoliberal argentino de hoy y eso pone un límite concreto a las veleidades globalizadoras del actual elenco gobernante. Digámoslo claramente: la Unión Europea no quiere el acuerdo con el Mercosur ni aun en las condiciones nacionalmente degradadas en las que lo aceptan los gobiernos de Brasil y Argentina. Lo de Temer y Macri es un cipayismo sin destino. El mito