Fuente: Mario Goloboff | Mario Goloboff
Fecha: 3 de abril de 2020
Por una vez, Eduardo Feinmann ha estado más sutil que alguien. En esta oportunidad, que Laura Alonso, lo cual, admitámoslo, no tiene que ser difícil. Ella afirmó, rotundamente, que los hipotéticos médicos cubanos que iba a mandar Cuba para combatir el coronavirus, iban a ser espías. Según Perfil, al escribir en su cuenta de twitter: «Si nos faltaba algo… eran los médicos/espías/comisarios cubanos! #NoALosMedicosCubanos«. Feinmann, más moderado sin quererlo, sostuvo que “podrían transformarse en espías”. Más moderado y más cierto: todos podemos transformarnos en espías, se trata de una capacidad de cambio, de modificación, de metamorfosis, que no le está vedada a ningún ser humano, sea cubano, chino, costarricense o sefaradí. Nunca lo había pensado, pero es uno de los defectos ínsitos en los seres humanos. Tal vez haga alusión a él, con esa enorme perspicacia de la Antigüedad, el mito de Proteo.
De la ex gerenta de la Oficina de Anticorrupción (kirchnerista) queda poco por agregar, salvo aquello que deslizaba Borges sobre uno de sus enemigos literarios, que eran tantos: “La ignorancia, para ella, no tiene ningún secreto”. Llamada, solo por ella misma, a hablar, porque está visto que no puede quedar callada y disimularse, su incontinencia espiritual la lleva a desbordar lo que en alguna oportunidad los franceses llamaron “anticomunismo primario”, y a decir esas cosas descomedidas, violentas, inoportunas, que hasta sus aliados políticos deploran. Si no fuera que es tan agresiva, daría un poco de lástima.
Se parece bastante, oh casualidad, a la reacción de los británicos respecto del ofrecimiento argentino para las Malvinas: “Después de rechazar la ayuda humanitaria ofrecida por el gobierno argentino, las autoridades isleñas informaron sobre el caso de un «enfermo crítico». Como rechazaron el envío desde Argentina del test para detectar el virus, tendrán que esperar que llegue de Gran Bretaña, la semana próxima”. Página/12, 27/3/2020.
“Los médicos cubanos (agregaba Perfil, 26/3/2020) fueron unos de los primeros que brindaron ayuda internacional en Wuhan para atender a los enfermos y asistir a las autoridades chinas en terreno. Llevaron medicamentos caseros, una variedad de interferón utilizado para tratar el cáncer, que según La Habana ayuda a los pacientes afectados por el virus, y algunos entusiastas lo anunciaron erróneamente como una cura maravillosa. Desde la década de 1960, oleadas de sus médicos y especialistas médicos han entregado su ayuda a decenas de países en desarrollo. Recientemente, en 2015, los cubanos desplegaron 37.000 médicos en 77 países, según un estudio de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania. En el apogeo de las misiones médicas internacionales, en 2013, los médicos cubanos enviaron US$10.200 millones de regreso a La Habana, según cifras oficiales del gobierno. Si bien el alcance es mucho menor hoy en día, los servicios médicos siguen siendo la mayor exportación de Cuba, tras aportar US$6.400 millones o el 43% de las ganancias extranjeras, el doble que el turismo, en 2018. Con 159 naciones (incluyendo a casi todas las del continente americano) enfrentando una enfermedad mortal, cuanto más personal médico capacitado acuda a este llamamiento mundial, mejor”.
En realidad, esta no es una polémica con el gobierno, al que no se ve más que en las acertadas iniciativas que toma; es una discusión (profunda, si no es mucho estimar), entre ellos: ¿serán, ya, espías amaestrados, puestos a disposición, o párvulos que se adaptarán según las comandancias?
Y otra cosa ¿qué van a venir a espiar los médicos cubanos? ¿Y para qué? Aparte de lo obvio, para lo cual están dotados, van a verificar el estado de la salud pública, de los hospitales, de los presupuestos tan deteriorados como los edificios. Pero, cuidado (¡!), probablemente vengan a espiar la cantidad y calidad de la obra pública dejada por el gobierno de cuatro años del PRO, la perfección de las hechuras, la red de redes tejida por los Ceos y otras gentes tan competentes que estuvieron al frente de los ministerios acompañando al Gran Ingeniero, el aliento y el impulso en investigación y educación (del que los cubanos, como se sabe, carecen), la obra cultural de los cultos ministros Hernán Lombardi y Pablo Avelutto… Se van a llenar los ojos. Y las alforjas de datos. Seguramente, para después copiarnos.
Víctor Serge, el primero en describir el régimen soviético después de la muerte de Lenin como “totalitario”, supo escribir, hace ya un siglo, enseñanzas que todos los regímenes, especialmente los de derecha, tendrían que asimilar, pero se ve que por sus prejuicios no han leído (Ce que tout revolutionnaire doit savoir de la repression – Lo que todo revolucionario debe saber de la represión): “En 1917 la autocracia se desfondó sin que sus legiones de espías, de provocadores, de gendarmes, de verdugos, de sargentos de ciudad, de cosacos, de jueces, de generales, de popes pudieran retardar más el curso inflexible de la historia. /…/ La revolución era el fruto de causas económicas, psicológicas, morales, situadas por encima de ellos y fuera de su alcance. Ellos estaban condenados a resistirle inútilmente y a sucumbir”. (Buena lectura, también, de paso, para la camarada Bullrich.)
Coda: El señor Alfredo Casero, es el tercero que reaccionó por el supuesto envío de médicos cubanos, con la serenidad y la cordura de siempre. Pero hace años que yo me prohibí la discusión con los cómicos.