Fuente: Jorge Elbaum | El Cohete a la luna
Fecha: 14 de marzo de 2021
El 22 de febrero el conductor Tomás Méndez, en su programa radial Vuelta de Rosca, utilizó el micrófono de Radio 10 para desparramar una serie de aseveraciones dignas de ser contrastadas en forma minuciosa con la realidad. Las falsedades e inexactitudes prodigadas por el comunicador así lo exigen. La confrontación metódica entre las afirmaciones y su contracara, las evidencias, aparece como un anacronismo para quienes pretenden convertir al periodismo en un apéndice del mundo del espectáculo, en el que la invención y la realidad se presentan como indistintos y homólogos.
Existe una larga tradición que insiste en dejar pasar estos contrasentidos, con el justificativo de no dar lugar a los impostores ni otorgarles un lugar de reconocimiento enunciativo. Sin embargo, esa concesión desconoce el derrotero –y el impacto– que determinados discursos pueden alcanzar entre quienes no están acostumbrados a sumergirse en específicas áreas de la historia: dejar y dar testimonio es lo mínimo que se puede hacer frente al tosco revoltijo de declaraciones artificiosas, orientadas únicamente a denigrar a un periodista.
En su monólogo matinal, Mendaz difunde, con la impostura de un investigador periodístico riguroso, una serie profusa de afirmaciones concentradas en tres áreas: la historia militante de Horacio Verbitsky, su vínculo con el CELS y un supuesto interés pecuniario del director de El Cohete en avalar la vacuna Pfizer. Respecto a la primera dimensión, asevera que era supuestamente “de Montoneros” cuando esa participación ha sido reconocida no sólo por HV sino por los jefes de esa organización, muchos de los cuales siguen vivos y certifican su pertenencia. Más adelante consigna que “en la SIDE, HV, figura[ba] como servicio de inteligencia”. Sin embargo, no existe en ningún documento desclasificados desde 1983 hasta la actualidad –ni en los liberados por la actual interventora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Cristina Caamaño– ninguna referencia, ni siquiera nimia, respecto a esa aseveración.
Como parte de su arremetida, Mendaz no tiene prurito en sumarse a los desatinos difundidos por el panelista televisivo Gabriel Levinas, quien acusó a HV –en un librito olvidado– de ser “parte de la Fuerza Aérea Argentina”. La imputación hecha por el integrante del jurado de Gran Hermano se sustentaba en la dedicatoria que hizo el comodoro Juan José Güiraldes en su libro El poder aéreo de los argentinos, en la que agradece a HV porque el libro “no hubiera podido llegar a la prensa de no haber recibido el permanente aliento y la eficaz colaboración de Horacio Verbitsky”. Mendaz se suma a quien suele secundar a Baby Etchecopar –Levinas– para añadir que HV fue escriba del jefe de la Fuerza Aérea, Omar Graffigna, y que además había sido contratado por esa organización militar. Según Levinas, HV había recibido honorarios del Instituto Jorge Newbery, ligado a la aeronáutica, pero no existe admisión alguna del desembolso.
La operación de difamación de Levinas, planificada en 2014 por el Grupo Clarín como parte de una campaña desembozada para garantizar el triunfo de la derecha en 2015, no logró traspasar el umbral de lo escolástico e inquisitorial: Güiraldes negó la acusación y el propio ex jefe aeronáutico de la dictadura, en un reportaje con el Buenos Aires Herald, desestimó la versión desparramada por Levinas de que HV fuese su asistente lexical durante su faena criminal a cargo de la Fuerza Aérea. Tampoco tuvieron suerte quienes consignaron que los apuntes de los discursos castrenses –supuestamente manuscritos por HV– podían ser acreditados a su persona: los peritajes profesionales comparados efectuados para cotejar la letra fidedigna de Verbitsky respecto a las exhibidas en los anexos del libro de Levinas demostraron ser disímiles.
Según Mendaz, “Güiraldes era de la inteligencia de la Fuerza Aérea Argentina en el ’78, plena dictadura militar”. No existe ninguna fuente testimonial ni documental que avale dicha aserción. Menos aún el extraviado cargo de que HV ha sido un “un tipo que ha puesto bombas según sus propios compañeros del Ejército (sic). Un colega del Ejército lo denunció por poner bombas y salir corriendo detrás de él… Lo ha dicho en juicio… puso la bomba, la activó y morían niños y mujeres… Entonces yo salí corriendo detrás de él. El cómplice de él lo mandó al frente”. Mientras que Mendaz no provee la fuente de su grave imputación, los testimonios disponibles de juicios de lesa humanidad y los repositorios de declaraciones de genocidas niegan tal infamia: nadie oyó nunca una historia similar, análoga o siquiera afín. Dada la gravedad de la imputación, Mendaz nos debiera permitir acceder al conocimiento del nombre del “colega del Ejército” que dio ese testimonio.
Mendaz agrega, en su perorata radial, que este último integró, además de la SIDE, la inteligencia de la aeronáutica. Y en la cumbre del relato conspiranoico vincula al director de El Cohete con la inteligencia británica. “El soft que se utiliza para detectar los barcos que entran en aguas argentinas es inglés”, testifica sin ruborizarse. Sus conjeturas no parecen ser confiables: nuestro país carece de sistema de detección propio a nivel marítimo. No posee ni sensores ni radarización. El macrismo interrumpió los convenios llevados a cabo con el INVAP, que hubiesen permitido entre 2015 y 2020 acceder a los mismos.
Para no dejar aspectos sin abordar, en la misma línea de su rigurosa investigación periodística desliza que HV cuenta con una “obra social de Mercedes Benz”, cuando su suscripción corresponde al sistema médico ofrecido por el Hospital Alemán. En otra parte de su monserga, Mendaz asegura que “cuenta los movimientos de cuenta de su hijo Miguel, a quien le depositaron 20 millones de pesos en septiembre de 2012”. Dicho vástago de HV, sin embargo, vive fuera del país hace veinte años y no tiene ninguna cuenta bancaria en la Argentina.
Tirá fruta
En referencia al CELS –otro de los sambenitos clarinetistas recuperados con insistencia desde que HV es su presidente– Mendaz despliega una cantidad de datos irrisorios que debieran figurar en los planes de estudio de las carreras de periodismo para ejemplificar aquello que no se debe hacerse: “El CELS maneja un presupuesto más grande que los Estados (…) 1.600 millones de pesos de fundaciones extranjeras”, sostiene sin inmutarse. Los datos: el CELS computa un presupuesto total en 2019 de 124 millones de pesos, equivalentes –a la paridad de ese año– a 2.150.000 dólares. El presupuesto de las naciones más pequeñas del mundo tiene un umbral infinitamente superior a cualquier presupuesto de una ONG. En el caso de la República Oriental del Uruguay, para dar un ejemplo de país pequeño, su presupuesto para 2019 fue de 20.000 millones de dólares.
En pleno revoleo de consideraciones sin evidencia alguna se pregunta en forma retórica sobre los donantes anónimos al CELS, sin reparar en que no existe tal figura en las normativas vigentes. “¿Por qué el CELS no repudia a los donantes anónimos que tiene?”, se pregunta circunspecto. Lo que Mendaz no investiga, ni siquiera pregunta, es que el CELS –ni ninguna otra fundación o asociación civil en Argentina– pueden aceptar donantes incógnitos. Dichos donantes figuran como anónimos en la web institucional para respetar su pedido, aunque esa información es brindada ante los rigurosos auditores internos y externos que supervisan el manejo de los recursos: en nuestro país, desde la ventanilla del Estado, la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP), la Unidad de Información Financiera (UIF) y la Inspección General de Justicia. El CELS carece de aportantes anónimos.
En otro capítulo de su diatriba, Mendaz se muestra insidiosamente interesado en el significado de un programa –que figura en el portal del CELS– denominado “Mitigación de efectos de la pandemia en grupos estigmatizados”. Como carece de estatura periodística, ni siquiera intentó hacer una consulta telefónica: el proyecto es una iniciativa que incluye trabajo de campo orientado a relevar el hacinamiento carcelario, la violencia policial y el fortalecimiento de capacidades de organizaciones de base y territoriales para enfrentar el impacto de la pandemia.
En ese mismo registro asegura, suelto de cuerpo, que “HV recibió de autor anónimo 1.400.000 dólares… para financiar el fondo de protección de los derechos de los migrantes en América del Sur”. La relación de Mendaz con las evidencias y los datos no parece virtuosa: HV nunca recibió ningún monto correspondiente a programas. El proyecto de referencia, cuyos recursos fueron percibidos por el CELS y no por HV, tiene consignado un monto de 55.075 dólares. No es anónimo (su aportante es la Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes) y tiene como objetivo “promover políticas migratorias que impliquen avances –o, cuando menos, evitar retrocesos– en la protección de los derechos de las personas migrantes, de acuerdo a los más altos estándares regionales e internacionales de derechos humanos”.
El conductor cordobés suma más data dura: “Hay un proyecto sumamente llamativo que tiene que ver con el Covid… La Open Society le daba a HV un millón de dólares para protegernos del Covid… ¿No será que HV tenía que hacer operaciones a favor de las vacunas por el tema Covid?”. El aporte de Open Society Foundation (OSF) a ese programa es de 30.000 dólares y por supuesto tampoco fue depositado en ninguna cuenta personal del director de El Cohete. En ese mismo registro, Mendaz se vuelve a interrogar: “¿Por qué (George) Soros (de la OSF) pone tanta guita en este lugar?” Le concedemos un auxilio a Mendaz: la OSF aporta al CELS el 0,01% de su presupuesto global, que para 2019 fue de 1.000 millones de dólares.
Pero hay más: “El CELS nace de la centro derecha, de la UCD, que es la base definitoria del partido de Macri, del PRO”. Esta aseveración consuma el desvarío conceptual del locutor y su falta de vergüenza. El CELS fue fundado por Emilio Fermín Mignone en 1979. Entre sus antecedentes es imposible encontrar algún atisbo de liberalismo o de parentesco ideológico con la UCD. Por el contrario, su participación en la Acción Católica, en sus orígenes, y sus posicionamientos políticos previos a la dictadura genocida se ubican en las antípodas del liberalismo decimonónico. Los restantes cofundadores del CELS, Alfredo Galleti, Augusto Conte, Boris Pasik y José Federico Westerkamp, tampoco coquetearon en ningún momento de su vida con las huestes del capitán Álvaro Alsogaray.
Detrás del velo
Probablemente no tenga mucho sentido detenerse con mayor minuciosidad en cada una de las aseveraciones de un comunicador que hace permanentes ejercicios de autodescrédito. Pero en muchas oportunidades dicha concesión suele transfigurase en un silencio cómplice, en un visado para su repetición, en una licencia para la impunidad posterior. Esa perspectiva merece, además, consignar algunos antecedentes que describen el derrotero de Mendaz.
Dos décadas atrás condujo el programa ADN en el Canal 10 de Córdoba. Su aventura comunicacional concluyó abruptamente en 2014 cuando sus propios colegas lo repudiaron, al divulgarse siete videos en los que se revelaban reuniones con empresarios y políticos a los que extorsionaba a cambio de no difundir supuestas investigaciones periodísticas de corrupción. El repudio de sus compañeros del Servicio de Radio y Televisión de la Universidad de Córdoba consigna textualmente que “las practicas periodísticas deben estar lejos de cualquier tipo de estrategia extorsiva. Del mismo modo decimos claramente que el periodismo no tiene nada que ver con el trabajo del espía que utiliza cámaras ocultas o genera situaciones confusas con el fin de promover la comisión de delitos para luego denunciarlos como tales. En definitiva, la figura del ‘periodista encubierto’ no existe. El periodismo se ejerce con franqueza y honestidad, dando la cara”.
Producto de la utilización fraudulenta de cámaras ocultas (editadas) en su programa cordobés ADN, fue demandando por el empresario René Fritzler, ante quién debió reconocer sus prácticas comunicacionales. Además fue sentenciado por el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba a retractarse por haber calumniado al abogado Marcelo Touriño en el marco de una operación –acicalada con componentes crematísticos– para mejorar la imagen del jefe de la policía provincial ante la sociedad mediterránea. Su currículum suma una imputación por defraudación calificada, por la designación de un ñoqui mientas se desempeñaba como concejal de La Docta.
Para sortear el escándalo de las cámaras ocultas recurrió a una conocida práctica de los comunicadores que navegan en aguas embarradas: se candidateó a intendente de la ciudad de Córdoba, financiado por el ex gobernador José Manuel De la Sota y el ex intendente radical Ramón Mestre, bajo el paraguas de su productora televisiva en el marco de la Alianza Movimiento ADN. No logró su cometido pero asumió como concejal en ese distrito en 2015.
El 1º de abril de 2020 sumó otro minuto de fama sombría al difundir un inconsciente informe plagado de noticias falsas y aseveraciones terraplanistas compatibles con las lógicas conspiranoicas en boga al inicio de la pandemia: “Los ricos del mundo que nacieron en Estados Unidos y en Israel han generado este virus (…) Bill Gates fue uno de los financistas del origen del Covid-19”. En esa ocasión, la señal televisiva lo desautorizó en forma institucional cuestionando a Mendaz por utilizar expresiones discriminatorias.
El 22 de febrero, cuando dedicó su columna al director de El Cohete, advirtió que sus consideraciones se hallaban amparadas en su condición de hijo de un detenido el 24 de marzo de 1976. La utilización de esa escena para obtener condescendencia frente a los embustes y dobleces convierten a Mendaz en un comunicador con umbral de dignidad inferior al subsuelo de la corteza terrestre.
Me provoca profunda inquietud que semejante ejemplar de ¿periodista? dirija un programa central en C5N. Tal vez deba reinterpretar algunas cosas.