Fuente: Sergio Wischñevsky | Nuestras Voces
Fecha: 29 May 2019
La Argentina nunca se ahorra ironías históricas. La CGT para hoy contra el Gobierno de Mauricio Macri, el mismo día que se cumplen cincuenta años del Cordobazo. El quinto paro general contra el gobierno de Macri y sus políticas de ajuste es total gracias a la adhesión del transporte y la bronca acumulado
Llega luego del malestar expresado por las bases sindicales por la actitud dilatoria que los dirigentes gremiales a los que le tuvieron que pedir «pongan fecha». Los salarios han retrocedido en todos los rubros, los despidos y cierres de empresa son una realidad cotidiana, los recortes de derechos un programa inamovible del gobierno, la desarticulación y asfixia del fuero laboral, en el ámbito de la justicia, terminó de dar un broche tenebroso a la ofensiva sobre las viejas conquistas de los trabajadores, que también pueden argüir que tienen derechos adquiridos.
El paro viene acompañado por los gremios del transporte, el fogoneo de las regionales, la adhesión de la casi totalidad del arco gremial incluidas las dos CTA, el sector moyanista del Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN), y los bancarios. Desde los gremios informan que hay mucha bronca entre los laburantes y que el paro es contundente.
Sin embargo, la cúpula de la CGT decidió que no haya una movilización central. Eso no significa que no habrá movilizaciones. Las organizaciones sociales anunciaron que realizarán ollas populares de protesta en todo el país, la izquierda anunció que hará, por la mañana, cortes y piquetes en los principales accesos a la ciudad de Buenos Aires, y por la tarde una actos con oradores. Por su parte varias centrales regionales anunciaron que marcharan: en La Pampa la CGT local junto a los gremios que integran el Frente Sindical, las CTA, las 62 Organizaciones Peronistas, la Corriente Federal y docentes se concentrarán en la plaza San Martín de la capital; en Santa Fe sucederá algo similar donde la capital provincial será el escenario de volanteadas, concentraciones y también la realización de ollas populares que, en todo el país, son impulsadas por las organizaciones sociales.
La Casa Rosada buscó neutralizar el paro hasta último momento al agilizar el reparto de $13.000 millones para las obras sociales sindicales. También activó una mesa de diálogo con los gremios del transporte para explorar recetas para mitigar el peso del impuesto a las ganancias en los salarios del sector. Pero no hubo caso. El transporte, que torció el debate interno en la CGT para apurar la medida de fuerza, es el músculo más vigoroso para garantizar la efectividad de la protesta. No funcionarán hoy colectivos, trenes y subtes. Tampoco habrá vuelos de cabotaje y la actividad en los puertos estará paralizada. No habrá clases, bancos ni recolección de residuos.
A través de un video que divulgó por las redes sociales, la CGT enumeró las razones de la protesta: reclamó activar un pacto antidespidos; aumento del salario mínimo; congelamiento de las tarifas de los servicios públicos; modificar el rumbo del plan económico y paritarias libres para evitar la caída del salario real.
Es evidente que la enorme repercusión y participación que tuvo el 30 de abril pasado la huelga encabezada por el moyanismo y las CTA prendieron la alarma en la conducción cegetista. Sus propias bases estuvieron cerca de la rebelión.
En ese sentido el juego de espejos con el Cordobazo de 1969 es interesante, con todas las diferencias del caso. El año 1969 empezó con un panorama en el que el dictador, Juan Carlos Onganía, parecía navegar sobre aguas tranquilas. La UIA le planteó entonces al ministro de economía, Adalbert Krieger Vasena, la necesidad de encarar reformas laborales: achicar horas de trabajo y salarios, y sobre todo, eliminar en Córdoba y otras provincias el sábado inglés, esa conquista histórica de trabajar los sábados medio día. El gobierno decidió darle curso al pedido y ese fue un punto de inflexión. El sindicalismo estaba dividido en dos grandes facciones: por un lado la CGT liderada por Augusto Timoteo Vandor, muy proclive al dialogo con el gobierno y renuente a planes de lucha, y por el otro lado la recientemente creada CGT de los argentinos conducida por Raimundo Ongaro, representaba a los gremios más conbativos. El dirigente de la poderosa SMATA cordobesa, Elpidio Torres, alineado con el vandorismo, convocó a tomar medidas de fuerza y se reunió con Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, para dejar atrás en la provincia las diferencias entre las centrales sindicales y apuntar a un plan de lucha unificado contra los ajustes.
Estos movimientos coincidieron con la aparición en el estudiantado cordobés de corrientes de izquierda que inspiradas en el Mayo francés de 1968 comenzaron a radicalizarse. La idea de unificar luchas con los trabajadores generó una gran gama de puentes entre los dos sectores. Tosco apareció con mucha regularidad en actos organizados en las universidades.
Ante la reacción violenta de la dictadura, que dejó una estela de muertos en protestas en Rosario, Tucumán y Corrientes, las dos centrales sindicales decidieron convocar a un paro general para el día viernes 30 de mayo, sin movilización. En Córdoba decidieron adherir pero radicalizando la medida: serán 48hs de paro y con movilización para el día jueves 29. Acordaron los lugares por donde irían las manifestaciones, tomaron las medidas de seguridad necesarias atentos a que las movilizaciones previas en Rosario y en Corrientes habían terminado con muertos, múltiples heridos y detenidos. Nada estuvo librado al azar. Incluso durante la semana anterior se militó intensamente para ganarse el favor y simpatía de los comerciantes y la población en general. La participación fue inédita, multitudinaria, los metalúrgicos y los ferroviarios hacía años que no participaban en movilizaciones y una de las sorpresas de la jornada fueron las enormes columnas que aportaron ese día.
El 29 la ciudad amaneció militarizada, sin embargo, y a sabiendas del peligro y los antecedentes, decidieron avanzar. La policía desplegada se asustó y abrió fuego. Fue un inicio trágico porque en ese momento cayó muerto Máximo Mena, joven trabajador del sindicato de los mecánicos, muchos otros fueron heridos. Es un momento culminante, de esos en que se definen las historias. La multitud pudo haberse asustado, pudo haber retrocedido, pero ocurrió lo contrario. Encolerizados, sin medir consecuencias, las columnas cargaron contra los policías, y estos, dudaron al principio, retrocedieron tímidamente, para terminar huyendo de forma escandalosa, y cambiando por completo el efecto simbólico de una huelga que pasó a convertirse en rebelión.
La noticia de la muerte y la represión surtió un efecto de contagio en toda la ciudad. La radio y los noticieros transmitieron a todo el país la novedad de que Córdoba estaba en poder de los manifestantes. Testigos de la época contaron que tuvieron la sensación de que el pueblo se había despertado en forma irreversible, una medida de fuerza defensiva se estaba llenando de mística. Hubo un clima de euforia, miles de personajes salieron de su anonimato para convertirse en pequeños héroes aportando su grano de arena. En este universo que habitamos tal vez nos cueste imaginar un mundo sin redes sociales y celulares. Las comunicaciones se dieron en forma casera, motociclistas iban de una lado a otro de la ciudad intercomunicando a los dirigentes, las noticias corrían a toda velocidad, vecinos albergaban en sus casas a trabajadores y estudiantes que huían de algún comando represor. La opinión pública nacional estaba en vilo, los acontecimientos paralizaron la atención y los corazones de todo el país.
El gobierno al comprobar que las fuerzas de seguridad fueron superadas decidió enviar al Ejercito, poner orden en la ciudad y recobrar el control. Pero la evidencia de que la revuelta contaba con tan amplias simpatías impedía cualquier posibilidad de desatar una carnicería indiscriminada. Tosco y Torres fueron arrestados a la madrugada, trasladados a La Pampa y un tribunal militar los sentencio a largas condenas de cárcel. El Ejército recién a las 18hs del día 30 pudo recuperar la ciudad.
Pero el gobierno había recibido una herida mortal y ya nada fue igual. A los pocos días el gobernador de Córdoba, José Carlos Caballero fue reemplazado por un general. Un mes después Vandor fue asesinado en su despacho de la UOM. El descontento popular ya no se contuvo. Pocos meses después reemplazaron al ministro Krieger Vasena. Unos meses más tarde las propias FFAA decidieron reemplazar a Onganía. Aquella rebelión abrió las puertas a uno de los períodos más combativos de la historia de los trabajadores argentinos.
La dirigencia cegetista actual no ha estado a la altura de las necesidades que el gobierno de Macri generó. Pero desde las bases se fue tejiendo una red que empezó a superarla. Las grandes esperanzas de revertir estas políticas de ajuste están depositadas en las elecciones de octubre, pero los trabajadores y los sectores populares saben que esa unidad necesaria también se forja en la lucha cotidiana.