Fuente: Néstor Espósito | TiempoAr
Fecha: 21 de ABR 2019
Una confusa situación en el Hospital Penitenciario de la cárcel de Ezeiza encendió las alarmas en torno a la situación del falso abogado Marcelo D’Alessio. Fuentes del Servicio Penitenciario describieron que durante una requisa a la habitación en la que está alojado fue encontrada una soga de yute. D’Alessio está solo y virtualmente aislado, prácticamente sin contacto con otros presos y profundamente deprimido. Un psicólogo y un psiquiatra lo asisten para evitar que se vuelva loco. Los días son cada vez más largos y su abogado, Claudio Fogar, evalúa la posibilidad de presentar un hábeas corpus por el agravamiento de las condiciones de detención.
Fogar presentó el 28 de febrero el levantamiento del «resguardo», un paso indispensable para que D’Alessio pueda ser trasladado a otro pabellón donde compartir el encierro con otros presos. En sus actuales condiciones, eso es lo mejor que podría pasarle. Pero no pasa. El cordón de yute presuntamente hallado en su celda parece una advertencia: el falso abogado todavía no contó nada de lo mucho que sabe al juez Alejo Ramos Padilla. Y su silencio eterno podría ser más que oportuno para varios de los investigados en el juzgado federal de Dolores.
Ramos Padilla avanza con sus tiempos y sus métodos en un terreno cenagoso, plagado de trampas y pistas falsas, en el que los servicios de inteligencia (formales e informales) están operando 24 horas al día. Tanto es así que en el off del expediente circula con insistencia la diagramación de una operación de contrainteligencia denominada «la contraofensiva», que consiste básicamente en vincular a D’Alessio con el kirchnerismo.
Pese a que D’Alessio conspiró para perseguir y encarcelar a exfuncionarios kirchneristas, un sector de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) comenzó a mover las piezas para que aparezca como un doble agente que, en realidad, hace todo esto (incluso llevar más de dos meses preso) para perjudicar al gobierno de Mauricio Macri. En ese esquema, ciertamente curioso, intervienen abogados complotados con espías que cruzaron de vereda: «Hace tres años la querían a Cristina presa, hoy la quieren presidenta». D’Alessio sería, en esa contraofensiva, un agente de La Cámpora, hipótesis que quedaría probada a través de algunas declaraciones de exagentes de inteligencia que ya desfilaron o lo harán en los próximos días por Comodoro Py 2002.
Esa operación cuenta con un aliado estratégico: un expediente judicial en manos del juez federal Claudio Bonadio. Se trata de la causa impulsada por la diputada oficialista Elisa Carrió, quien apenas estalló el escándalo D’Alessio corrió a meter una denuncia sobre un presunto «armado», aportando como prueba conversaciones privadas entre los detenidos Roberto Baratta y Juan Pablo Schiavi con el exembajador argentino ante el Vaticano Eduardo Valdés.
Cuando D’Alessio todavía era un «experto en narcotráfico» que visitaba programas de televisión y escribía columnas para el diario Clarín, ellos sabían que el empresario agropecuario Pedro Etchebest lo había denunciado en Dolores. Saber que existe una denuncia no es un delito, pero en manos de Bonadio…
La «contraofensiva» tiene varios objetivos: tronchar la investigación que lleva Ramos Padilla, instalar la idea de una jugada sucia del kirchnerismo en tiempos electorales y, por sobre todas las cosas, blindar a Comodoro Py. Los sempiternos nombres de agentes de inteligencia que desde siempre sobrevolaron los tribunales de Retiro vuelven a irrumpir en el firmamento judicial.
Pistas resbaladizas
Entretanto, Ramos Padilla camina sobre una calzada jabonosa. Antes de Semana Santa dictó «falta de mérito» y liberó al prefecto Marcos Antonio Luffi, a quien había detenido por presuntamente proporcionarle información a D’Alessio para que este extorsionara al aduanero Gabriel Traficante, en la causa denominada «La Mafia de los Contenedores». El juez llegó hasta Luffi con un curioso método de investigación: tenía archivos informáticos creados por un usuario «Luffi», de Prefectura. Entonces buscó en el Boletín Oficial a un Luffi y encontró a este. Lo allanó y lo detuvo, pero cuando revisó sus computadoras no encontró nada. Y lo tuvo que soltar. Fue la primera patinada severa que atravesó desde que se inició la causa.
También tropezó con otros caminos que conducen a ninguna parte. Por ejemplo, las supuestas tareas de «inteligencia» que –con la intervención involuntaria o no del fiscal de Mercedes Juan Ignacio Bidone– realizó D’Alessio sobre Giselle Robles, la exabogada del financista arrepentido Leonardo Fariña. Robles se comunicó en una oportunidad con el teléfono 011 4959 0550, al que también llamó ocho veces Julio César Posse, un espía que fue testigo en el juicio por el triple crimen de General Rodríguez. El teléfono corresponde a la central de turnos del Hospital Italiano. También investigaron otro teléfono, el 11 4122 1400, al que se comunicaron Robles y una empresa, Lode Integral Services SRL, supuestamente relacionada con Traficante. Se trata del teléfono de delivery de la cadena de pizzerías La Continental.
Robles denunció que su excliente Fariña recibió un guión para arrepentirse, involucrar a Lázaro Báez y por carambola, a Cristina Fernández de Kirchner, en hechos de corrupción. A cambio, la libertad tras casi dos años de prisión. Fariña irá al contragolpe y en la semana planea presentarse junto con su abogado en esta causa, Diego Hernán Bandin, para refutar a su exdefensora y pedir, si es necesario, un careo con ella.
Más grave es el espionaje en Corrientes. Ramos Padilla recibió un informe que muestra que D’Alessio espió a Ricardo Colombi, gobernador provincial por la Unión Cívica Radical; a Carlos Mauricio Espínola, senador y candidato a gobernador por el PJ; a Sergio Flinta, senador por la UCR; a Eduardo Tassano, diputado provincial por la UCR y candidato a intendente de la ciudad de Corrientes y a Eduardo Alejandro Vischi, también diputado provincial por la UCR. D’Alessio aspiraba a ingresar formalmente a la política y se hacía ilusiones con que, gracias a sus «servicios», conseguiría un lugar en el Gabinete de un eventual gobierno correntino de Espínola.