Fuente: Carlos Heller | TiempoAr
Fecha: 07 de OCT 2018
El gobierno de Cambiemos nos ha insertado en un modelo que depende del humor de los mercados, que ejercen un chantaje permanente; ni siquiera permite respiros, exige estar pendiente de lo que sucede con la tasa norteamericana, o en Wall Street, o de los problemas de algún país en desarrollo como ocurrió con Turquía.
El gobierno va a fondo con la suba de tasas y con ello trata de contener el alza del dólar y el impacto sobre la inflación. Con las tasas también influye (de modo negativo) en el nivel de actividad. Es una lógica que sólo conforma a los mercados. El ministro Nicolás Dujovne afirmó esta semana que la economía argentina está en recesión y que va a estarlo por un tiempo más. «Cuando quebremos la tendencia inflacionaria, iremos acompañando con una tasa de interés que irá bajando», añadió.
La «súper tasa» de las Leliq por encima del 70% anual se traslada, aumentada, a las pymes y a los sectores de la producción. Los últimos datos de la industria muestran una caída del 5,6% interanual en agosto, la cuarta en forma consecutiva. La consultora Moody’s señaló que «el aumento de la inflación, las tasas de interés extraordinariamente altas y la consiguiente caída de la actividad económica están reduciendo significativamente el crecimiento de los créditos en los bancos argentinos».
Según el economista cercano a la filosofía económica del gobierno, Juan Carlos de Pablo: «Un ataque a una crisis tiene que ser un fenómeno de un fin de semana. Esto ya lleva varios meses y te va transformando la naturaleza del problema (…). La duración (de las tasas altas) es muy importante. No es lo mismo tener una tasa estrafalaria un fin de semana que varios meses».
Por eso vale preguntar: ¿durante cuánto tiempo se mantendrán las tasas «estrafalarias»? Es imposible dar un pronóstico certero, pero lo cierto es que el sesgo del programa monetario no dejará lugar para respiros. Es lo que se espera de todo plan de «estabilización» que baja del FMI: altas tasas de interés y flotación del tipo de cambio son los ingredientes esenciales.
El dólar completó la semana a la baja, con fluctuaciones. El título de portada de Ámbito (viernes 5 de octubre) intenta explicar el motivo de la volatilidad: «Dólar y Bolsa, afectados por el mal clima mundial». Significa que la tendencia no puede desvincularse del contexto global, que impacta internamente a partir de las políticas de desregulación y deuda indiscriminada que abraza este gobierno.
Lo problemático es que las perspectivas globales anticipan más tensiones financieras, no menos. El Banco de Basilea (BIS), que nuclea a los bancos centrales de 60 países, centrales y periféricos, afirma: «En el ámbito financiero se observa fragilidad. Los mercados de las economías avanzadas continúan sobrevalorados y las condiciones financieras siguen siendo demasiado laxas. Sobre todo, el volumen de deuda es excesivo: en relación al PBI, la deuda global (privada y pública) supera claramente los niveles previos a la crisis. El exceso de deuda fue una de las principales causas de la crisis, y paradójicamente ahora tenemos más». Un reconocimiento de lo poco que se ha hecho desde la crisis de las hipotecas y, lo peor, una proyección de lo que puede venir.
Los países «emergentes» ya comenzaron a sufrir los coletazos. «La actitud de los inversores hacia los activos de los emergentes se tornó claramente negativa. El común denominador fue el endurecimiento de las condiciones de liquidez dado el cambio de dirección de la política monetaria de la Reserva Federal, el dólar fue el principal canal de transmisión de ese cambio de política monetaria.»
Lo lógica es que los impactos sean mayores cuanto más deuda en dólares se posea. Al respecto, es ilustrativo un pasaje en el que el BIS menciona a nuestro país (algo no habitual): «Aunque las empresas han sido importantes prestatarios (tomadores de deuda) en dólares estadounidenses, la emisión de deuda soberana también ha desempeñado un papel destacado (…). Un buen ejemplo es Argentina, donde se ha producido un acusado incremento de la emisión de títulos de deuda soberana desde principios de 2016».
El propio FMI afirma algo similar. «La deuda pública como privada ha registrado un récord histórico y se sitúa en los 182 billones de dólares, lo cual representa un incremento del 60% respecto de 2007», y agrega: «estimamos que las economías emergentes, excluida China, podrían enfrentarse a flujos de salida procedentes de la cartera de deuda de hasta 100 mil millones de dólares, un nivel similar al de las salidas de capital registradas durante la crisis financiera mundial».
A este mundo nos llevan el gobierno y el FMI. No es de extrañar que aquí el invierno económico y social se extienda y venga con temperaturas cada vez más por debajo de cero.
Apoyo de las cúpulas
El Foro de Convergencia Empresarial publicó un comunicado de apoyo al gobierno. Este colectivo está formado por varias cámaras empresarias, entre ellas la Asociación de Bancos de Argentina, que agrupa a los bancos extranjeros (ABA), la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Cámara de Comercio de EE UU en Argentina (Amcham), la SRA, e institutos como la Fundación Mediterránea e Idea.
En un formato breve, pero con todo lo esencial. Respaldan el nuevo acuerdo con el FMI y apoyan el equilibrio fiscal «a lograrse mediante una reducción del gasto improductivo nacional, provincial y municipal, encarando una reforma administrativa del sector público que permita reducir la asfixiante presión impositiva sobre empresas e individuos». Es decir, que el ajuste lo pague la sociedad vía menos prestaciones públicas, a costa del beneficio impositivo para los firmantes y sus representados. En este sentido, sin decirlo expresamente, rechazan el aumento de las retenciones a la soja y otros productos.
Apelan a que «las organizaciones sindicales como las no gubernamentales se comprometan con el fin de mantener la paz social». Esto nos lleva a varias preguntas ¿acaso la paz social está en manos de los sindicatos y organizaciones sociales, cuyos miembros son los que más sufren el ajuste? ¿No sería una gran contribución a la paz social que los grandes grupos empresarios formadores de precios redujeran en parte sus ganancias para ayudar a combatir la inflación? ¿O que ingresaran las divisas de las exportaciones para mejorar el balance de pagos del país? Para reflexionar.
El Foro de Convergencia y sus integrantes apoyan la tesis del gobierno de «es esto o el caos», con una frase del mismo tenor pero más elaborada «la solución depende del conjunto de los argentinos, quienes debemos asumir con madurez que las consecuencias de no aplicar las correcciones necesarias serán aún más complejas que la difícil situación actual». A mi entender, la crisis es de tal magnitud que para intentar mantener la credibilidad ni siquiera se animan al concepto «estamos mal pero vamos bien», sino que realizan una cruda adaptación: «estamos mal pero podríamos estar peor».
Desde el lado popular, las distintas reuniones de organizaciones sindicales con políticos de diversas adhesiones partidarias permite pensar que está en marcha la idea de la conformación de un amplio frente electoral alrededor de una propuesta programática que implica un cambio sustancial de la política económica y social. Cabe pensar acuerdos que unan a quienes queremos reafirmar la vigencia de las instituciones, de la República, de la democracia, y estamos convencidos de que los cambios se deben dar por vía electoral, que requiere la conformación de alianzas lo suficientemente poderosas como para poder lograr ese cambio de modelo que anhelamos. «