Fuente: Horacio Verbitsky | El cohete a la luna
Fecha: 23 de SEPT 2018
Cuando Maurizio Macrì pisa el umbral del último año de su mandato, los aprontes para la sucesión, tanto en la Alianza Cambiemos como en los peronismos, coinciden con el debate de las distintas posiciones ante el proyecto de presupuesto elaborado bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional y con las cambiantes tácticas oficiales para contener la disparada del dólar.
El vocero del Fondo, Gerry Rice, dijo que ese presupuesto es “una parte fundamental del plan de las autoridades para fortalecer la economía argentina y dar confianza”. Extraoficialmente el gobierno hizo trascender que además de adelantar los desembolsos previstos en el acuerdo de mayo, el FMI ampliaría el préstamo a 65 o 70.000 millones de dólares y esto bastó para que el dólar se tomara un respiro. El acuerdo se anunciaría el lunes 24, cuando Lagarde reciba a Macrì en Washington.
La tradición nacional
Incrementar entre el 30 y el 40% los ya insólitos 50.000 millones del FMI es una desmesura que recuerda la admiración con que hace 130 años la revista británica The Banker sostuvo en su artículo Gaucho Bankingque “en materia monetaria, la imaginación de los argentinos no tiene límites”.
Un cuarto de siglo más tarde, el viajero francés Jules Huret escribió sus impresiones sobre el país: “Hay una elite de hombres, entre el Jockey Club y el Club del Progreso, entre Florida y la Plaza de Mayo, que irradia hacia todos los centros de la actividad nacional. Tiene los ojos puestos sobre las buenas oportunidades de compra y venta de tierras, los datos confidenciales de la Bolsa y los precios que le llegan. Conoce las grandes empresas que se van a crear, las concesiones forestales que restan por otorgar, los proyectos de construcciones de fábricas, de molinos, los ingenios, las concesiones de ferrocarriles, de puertos, los contratos proyectados para proveer maquinarias y herramientas, las grandes obras públicas a emprender. Esta élite sabe todo esto y cuenta con los medios más seguros —y a veces los más oscuros y torcidos— para adelantarse a los competidores, bajo el ojo vigilante del capitalismo inglés y del capitalismo belga”. En 1911, cuando Huret firmó estas observaciones, el primer Macrì no había llegado a la Argentina, donde se casó con la heredera de una de las mayores familias terratenientes, ni habían nacido los primos Toto y Nicky, todos ellos entusiastas cultores de la tradición nacional.
La ampliación a 65 o 70.000 millones de dólares surgió durante las negociaciones del ministro Nicolás Dujovne con la madame del FMI, Christine Lagarde. La solicitud inicial del gobierno fue que se adelantaran los desembolsos previstos en el acuerdo stand-by para 2019 y 2020. La objeción obvia fue que quien sucediera a Maurizio Macrì encontraría secas las pilas de todos los timbres financieros por apretar. Esto es grave, dado que nadie cree que en medio de una profunda y duradera recesión la inversión privada pueda entibiar la era del hielo económico. Así se realizara el 100% de las obras viales licitadas con el régimen de participación público-privada (PPP), sería apenas una gota en el terreno reseco por el derrumbe del consumo privado, cuya incidencia en el PIB es del 75% contra menos del 20% de la inversión. El tercer componente de la demanda agregada es el saldo comercial. La proyección de crecimiento en el presupuesto es inverosímil, dada la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el proteccionismo generalizado y la caída de los precios de los productos que exporta la Argentina. De hecho, lo que sigue creciendo es el monto de las importaciones.
La única verdad es la economía real
El presupuesto merece un análisis detallado, que se realiza en otras notas de esta edición. Aquí basta con señalar esas inconsistencias. Suponer que dentro de 15 meses se podrá comprar un dólar por los mismos 40 pesos que la última semana, cuando la inflación prevista para este año se acerca al 50% y para el próximo oscila entre el 20 y el 30%, es un prodigio de imaginación de cuyo cumplimiento los técnicos del FMI no pueden tener ninguna expectativa de cumplimiento. Si simularan lo contrario (y hasta ahora no hay más que expresiones genéricas de buena voluntad y versiones sin fuente responsable) habría que buscar en otro lado las razones. Por vía de hipótesis:
- en noviembre sesionará en Buenos Aires la cumbre presidencial del G20 y hasta entonces el sistema financiero global hará todo lo necesario para sostener al actual gobierno argentino, porque cualquier cambio en menos de dos meses sería una complicación que las potencias mundiales prefieren ahorrarse;
- la burocracia del Fondo ató su suerte a la de Macrì, de modo que un nuevo default daría lugar a una purga implacable;
- cada dólar que ingresa al barril sin fondo del Tesoro y el Banco Central sirve para proveer la materia prima indispensable para la fuga, que es una pieza central del régimen de valorización financiera del capital que reapareció en 2015.
- el gobierno estadounidense está aprovechando la permeabilidad del argentino para avanzar temas centrales de su agenda, como el control de la producción de petróleo y gas no convencionales y de la presencia china en la región; la militarización de las fronteras con el pretexto del narcotráfico y la criminalización de la protesta social alegando que se utilizan métodos terroristas. El horrible proyecto de ley antiterrorista de Macrì fue inspirado por los amigos norteamericanos. En los últimos meses han pasado por Buenos Aires tres oficiales superiores de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos: el secretario de Defensa, general James Mattis; el jefe del Comando Sur, almirante Kurt Tidd, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Mark Milley.
- más recursos implica lubricar la bicicleta financiera (su nombre más elegante es carry trade), con nuevos productos surgidos de la imaginación sin límites que asombraba a la revista de los banqueros ingleses en 1888. Después de las LEBACs y las LETES ahora es el turno de las LECAPs, Letras del Tesoro Capitalizables que ofrecen ganancias suculentas a quienes tengan la información y el know howpara saltar a tiempo antes de la próxima corrida, inexorable dado que no se han modificado en lo esencial las condiciones estructurales que la explican. “No es que el dólar baja, se agacha para tomar impulso”, chacotea un observador zumbón.
El gobierno también dejó trascender que acordó con el FMI abandonar la flotación del dólar y reemplazarla por un sistema de bandas, entre 36 y 44 pesos por dólar, marcas que gatillarían la intervención del Banco Central, para comprar si bajara de 36 y vender por encima de 44. El dólar del presupuesto contradice además los anuncios del propio gobierno sobre la aplicación de devaluaciones progresivas al ritmo de la inflación, el método del crawling peg.
La gran deudora del sur
La aplicación de las bandas en el actual contexto es problemática. No hay ahora superávits gemelos, ni crecimiento de la producción y el empleo, ni los precios de los productos de exportación vuelan como entonces. El gobierno pagó todos los costos de la devaluación que en pocos meses duplicó el precio del dólar, pero ahora se está ilusionando con sus beneficios sobre las cuentas públicas. Las corridas no fueron resultado de una decisión oficial, sino de una imposición del sistema financiero internacional, preocupado por el repago de las deudas que Macrì y los suyos tomaron en una magnitud y a una velocidad dementes. Con la devaluación abrupta dejaron atrás el atraso cambiario que el gobierno mantenía como ancla de la inflación para continuar con el proyecto que llamaban gradualista, y que no era otra cosa que la dificultad para avanzar debida a la resistencia social a cada medida. Por eso es difícil imaginar que los tiburones ya se saciaron y permitirán que el peso vaya recuperando terreno. Si el gobierno admitió para este año una inflación del 42% y de 23% el próximo, no sería extraño que llegaran a 50 y 30% respectivamente. En esas condiciones lo previsible es que la cotización del dólar se mueva al compás de las cifras de inflación, con lo cual los 40 pesos presupuestados para diciembre de 2019 son un cuento de hadas que ningún argentin adult puede creer. Todo parece indicar que estará bien por encima de los 50.
Más allá de los serruchos que pueda dibujar el mercado cambiario, la novedad con la que habrá que contar de ahora en más es el profundo impacto de las decisiones económicas del FMI y el gobierno sobre la economía real, que la próxima semana motivará el cuarto paro general desde que Macrì gobierna, del que participará todo el arco sindical, de los movimientos sociales y del justicialismo. El INDEC midió la desocupación unas pocas décimas por debajo de los dos dígitos, pero aún ese dudoso cómputo supera todo lo registrado en doce años. Es, además, un dato de tres meses atrás, cuando faltaba la corrida de agosto y las terminales automotrices aún no habían comenzado la suspensiones de personal, previas a los retiros voluntarios o forzosos. Mientras las tasas de interés sigan en el exorbitante 4% mensual con que debutaron las LECAPs, la industria no saldrá de su agonía salvo para pasar a mejor vida. Tampoco debe omitirse en cada análisis que esta es una situación autoinducida, para generar la crisis que el gobierno anterior pudo evitar hasta el último día, que sirva como justificación para las podas más brutales de empleo y derechos. La próxima semana se conocerá la medición oficial de la pobreza, que trepará por lo menos al 33%. La deuda externa vuelve a ser así el gran reciclador de las relaciones de poder internas, porque unos gozan del crédito y otros lo pagan, como viene ocurriendo desde los tiempos en que Nicolás Avellaneda anunció que se economizaría sobre el hambre y la sed de los argentinos para cumplir con los acreedores externos:
“Hemos pagado hasta este momento todo, sin investigaciones prolijas y hasta casi sin examen, porque este es uno de los rasgos de nuestro carácter nacional”, dijo Avellaneda. Y el último Sarmiento escribió su paráfrasis despiadada del Himno Nacional. “México, Ecuador, Perú, Venezuela, están acribillados de deudas, empréstitos, y declarados más o menos insolventes en la bolsa de Londres. La República Argentina puede exclamar con orgullo:
Calle Esparta su virtud,
sus hazañas calle Roma.
Silencio que al mundo asoma
la gran deudora del sur”.
Qué hay en 2019
El remanso cambiario de la semana pasada y la perspectiva del nuevo espaldarazo del Fondo la próxima, devolvieron al gobierno el nervio necesario para pensar de nuevo en el proceso electoral de 2019, pese al declive de todos los indicadores de aprobación y simpatía social. El estratega electoral Jaime Durán Barba sostiene que el escrutinio mide la cantidad de votos obtenidos y no la intensidad de los sentimientos con que cada uno fue emitido, por lo cual las chances de su candidato estarían intactas. Quienes han visto y oído la forma en que los misioneros de pro son recibidos en los barrios a los que se aventuran luego de tomar todos los recaudos de producción imaginables, como el contacto previo con quienes los recibirán, ponen en duda esta visión del gurú andino. Ni siquiera les parece seguro que Macrì llegue al cierre de las listas con deseos y chances de anotarse, lo cual incentiva las versiones sobre su relevo por la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. Esto tampoco sería simple, ya que desguarnecería el mayor distrito electoral del país. Todo dependerá también del modo en que el gobierno se aproxime a la fecha decisiva: los datos de inflación, pobreza, empleo, dólar pueden ser tan sombríos como ahora o empeorar hasta el punto de colapso, en cuyo caso no habrá candidato que pueda llevar el estandarte amarillo a la victoria. La alternativa sería en ese caso el tipo de combinación de la que El Hada Buena habló en junio en un auto en movimiento con el intendente de Merlo y presidente del PJ Bonaerense, Gustavo Menéndez. La cuestión, sobre la que en aquel momento no hubo acuerdo, era un entendimiento entre Vidal, que se postularía para la presidencia, y los intendentes peronistas. En tal caso también se sumaría el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, quien proviene del justicialismo.
En cualquier caso, la condición necesaria para que Cambiemos se ilusione es la división de los peronismos, tema de conversación del Poder Ejecutivo con el jefe del Peornismo Anti K, Miguel Pichetto, quien es el mejor vocero de la estrategia oficial. Por un lado, el senador por Río Negro reitera que las insinuaciones en contra de la ex Presidente CFK, colectadas por el doctor Glock con el método extorsivo de detener a personas y negociar su libertad a cambio de declaraciones a medida de las conveniencias de Su Señoría, no bastan para que el Senado conceda su desafuero. Por otro, señala que “la señora formó su propio partido, Unidad Ciudadana y se fue del justicialismo”. En oposición a este diseño, otros dirigentes (Hugo Moyano, Alberto Rodríguez Saa, Felipe Solá, Alberto Fernández y hasta su inesperada muerte accidental José De la Sota) se inclinan por la realización de una gran interna entre todos los precandidats para elegir a quien representará a ese espacio panperonista. Esta posición también se afirma en otros partidos y grupos, como el Movimiento Carolina, la CTEP y Libres del Sur, cuyas bases no comparten el visceral anticristinismo de Emilio Pérsico y Humberto Tumini. El divorcio entre los dos extremos de esas pirámides es profundo.
El ex senador Eduardo Duhalde, quien se asoma a cada mesa de decisiones a ver si lo dejan participar, incurrió en otro de sus raptos de sinceridad: “Si el justicialismo no puede ganarle una interna a Cristina, mejor que no se presente a las elecciones”.
Hace quince años, cuando aún conservaba algún poder, el estadista de Lomas de Zamora hizo derogar la ley que obligaba a designar candidaturas en elecciones internas partidarias. Duhalde entendía que de otro modo Carlos Menem ganaría la candidatura del PJ y sumando en la elección general los votos del resto volvería a la presidencia que había dejado cuatro años antes. En su lugar autorizó la presentación de tres formulas justicialistas en la elección general, que obraría al mismo tiempo como interna partidaria: Menem, Adolfo Rodríguez Saa y Kirchner. Por una vez no se equivocó. Menem obtuvo la primera minoría pero consciente del abrumador nivel de rechazo que inspiraba, desistió de presentarse al balotaje y consagró así a Kirchner como Presidente. Para Duhalde el remedio fue peor que la enfermedad, pero al país le ahorró un balotaje de terror que hubiera podido incluir a Menem, a Ricardo López Murphy o a Elisa Carrió, Dios no lo permita.
Igual que entonces, la última Presidente tiene todas las de ganar en una interna general, lo cual la fortalecería para enfrentar a Cambiemos en la elección presidencial que, con la mayor probabilidad, se dirimiría en segunda vuelta. También tiene un nivel alto de rechazo, pero las proporciones son más favorables que las de Menem entonces: 25 a 75% en 2003, 40 a 60% Cristina ahora. Esto explica la inocultable preocupación de Pichetto y de quienes representa.
El último sondeo del consultor Ricardo Rouvier, alejado del kirchnerismo por desacuerdos con su conducción, indica que por primera vez, Cristina se impondría a Macrì en ese eventual desempate.
El gobierno analizó incluso la posibilidad de suprimir las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, pero no contaría con los votos necesarios para aprobarlo. Cristina sería candidata de Unidad Ciudadana, y el PAK elegiría su abanderado entre el salteño Juan Urtubey, el bonaerense Sergio Massa, tal vez el propio Pichetto y algún otro que se anime. Según sea la evolución del cuadro económico, la segunda vuelta podría darse entre Macrì/Vidal y Cristina, o entre la ex Presidente y su jefe de gabinete.
El ministro de Justicia, Germán Garavano, dijo que el juicio oral debería abrirse al comenzar el año próximo, decisión que no forma parte de sus atribuciones, con la obvia intención de que se desarrolle en paralelo con la campaña electoral. Los empresarios que declararon lo que el juez les indicaba, a cambio de colchón mullido y sábanas limpias, ven ahora que también ellos han sido procesados por asociación ilícita, por lo que no podrían eludir una condena a prisión, por reducida que fuera, en premio a su imaginación o su memoria.
Por eso es previsible que sus abogados hagan todo lo posible por dilatar o frustrar la elevación a juicio, un proceso en el que un par de defensores bien afilados podrían reducir a jirones las elucubraciones de Bonadío y poner en evidencia la falsedad con la que se pronunciaron los imputados colaboradores, que entonces sí tendrían tiempo de arrepentirse, igual que el gobierno que se regocijó con esta tramoya, hasta que el último detenido, el ex director de Yacyretá, Oscar Thomas, anunció que no tenía nada de qué arrepentirse, negó las acusaciones y mencionó a tres íntimos del presidente: su primo Angelo Calcaterra, su hombre de confianza de décadas Javier Sánchez Caballero y el presidente nacional del PRO, Humberto Schiavoni, quien lo sucedió al frente de Yacyretá. Para colmo, su defensor José Manuel Ubeira, pregunta por qué no están detenidos Paolo Rocca y Franco Macrì, que están entre los principales asociados en la construcción de Yacyretá, esa obra que Menem bautizó como El Monumento a la Corrupción.