Fuente: Ricardo Aronskind | La Tecl@ Eñe
Fecha: 10 de AGO 2018
Hace unos pocos días el diputado nacional Felipe Solá, miembro aún del Frente Renovador, formación política que apoyó buena parte de las decisiones claves de este gobierno, se presentó en la Casa Rosada y entregó un documento con un breve análisis y 35 puntos de propuestas concretas para enfrentar la actual crisis financiera, externa, productiva y social.
Sin duda se trató de una acción política para realizar una aparición pública llamativa, positiva desde el punto de vista propositivo –está en espejo con el verso macrista que el gobierno está dispuesto a escuchar propuestas- e instalarse como uno de los candidatos diferenciados del macrismo, y al mismo tiempo no embanderados en la pura crítica al actual gobierno.
En la confección de la propuesta presentada por Felipe Solá colaboraron diversos especialistas, académicos e intelectuales del campo nacional y popular, que lograron abarcar un conjunto de puntos importantes para la coyuntura.
Se trata, por supuesto, de una propuesta que no está destinada a ser aplicada. No hay ninguna posibilidad de que un gobierno de las características retrógradas y con compromisos estrechos con los principales factores de poder como el actual adopte este conjunto de medidas, aunque quizás se vea obligado, para controlar el caos que generó, a establecer algunas regulaciones y medidas de emergencia parecidas a las del documento.
Las ideas generales:
Sin pretender reseñar el documento, hay ciertos puntos que merecen atención. Se destacan tres rechazos muy significativos por su carácter estratégico: No al acuerdo con el FMI; No al acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y No a la venta de las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Se trata de definiciones muy fuertes, que contradicen los planes estratégicos de la elite económica local. El objetivo de fondo de estos acuerdos con factores de poder externos (FMI, UE) es condicionar en forma permanente las políticas económicas argentinas más allá de quien gobierne en el futuro. La liquidación de FGS apunta tanto a vaciar el ANSES para preparar un nuevo negocio con las jubilaciones, como devolver a las grandes corporaciones las participaciones accionarias que aún posee el Estado en las mismas.
Ya dentro de los aspectos afirmativos, aparecen propuestas redistributivas por la vía fiscal que implican aumentar y ampliar los impuestos a los sectores de altos ingresos (minería, IVA mayor a consumos suntuarios, patrimonio neto, ingresos, bienes personales), y disminuir la carga impositiva a los asalariados (incluyendo la famosa eliminación del impuesto a las Ganancias cuarta categoría). Es decir, un rebalanceo impositivo progresista, destinado a promover el consumo popular e indirectamente a ampliar el debilitado mercado interno. Estas propuestas contradicen toda la filosofía neoliberal de concentrar el ingreso para que los de arriba “inviertan” y así se genere crecimiento y empleo para los de abajo. Nada de eso se ha verificado en los dos años y medio de macrismo. Las mayores ganancias empresarias alimentaron una mayor fuga de divisas hacia el exterior.
Complementando el impulso redistributivo, se promueven paritarias sin techo, alza del salario mínimo, paritaria nacional docente, y estrategias públicas para sostenimiento del empleo y el relanzamiento de “precios cuidados”. Además un incremento y mayor eficiencia en el gasto en salud. Estas medidas son absolutamente razonables y necesarias, porque se ha demostrado en este tiempo que aunque el salario caiga y el consumo popular se deprima, la inflación continúa por otras razones que tienen que ver con el poder de mercado de actores que concentran muy fuertemente la oferta.
En materia de sector externo, se propone “cuidar los dólares” con mucha mayor intervención pública tanto en la administración del comercio exterior, como en el manejo del dólar por parte del BCRA; las divisas producto de las exportaciones tienen un plazo para ser ingresadas al país, además de proponer medidas para alejar a los capitales especulativos de muy corto plazo y un impuesto a los viajes al exterior. Se trata de medidas de mínimo sentido común, luego del despilfarro y el descontrol provocado ex profeso por el gobierno macrista. La actual crisis cambiaria, que no ha terminado, es el efecto directo de todo lo que el macrismo promovió desde el primer día de gobierno. Y aún hoy el gobierno persiste en no adoptar las regulaciones necesarias para enfrentar con más posibilidades el volátil escenario auto-generado.
Para estimular la actividad económica, además de mejorar los ingresos de los asalariados, se propone destinar más fondos para obras públicas con fines sociales, habilitar más fondos para créditos y con tasas preferenciales a las pymes, y aplicar desde el Estado el “compre argentino”. Nuevamente se orientan recursos para promover y estimular el mercado interno, satisfaciendo al mismo tiempo necesidades sociales como la vivienda, la producción y el empleo. No perder actividades industriales es hoy muy importante, porque las restricciones a las importaciones producto del endeudamiento, harán muy necesaria la provisión local de determinados bienes.
Como medidas en relación a los servicios públicos, se propone la desdolarización de las tarifas, lo que implica un severo conflicto con las empresas energéticas, y para las empresas que reciben subsidios, compromisos de estas empresas en materia de inversión.
Ambas medidas se apartan de la práctica habitual argentina de no animarse a establecerle exigencias a las empresas privadas, en reciprocidad a los importantes apoyos que reciben desde el Estado. La desdolarización es otra medida sensata y razonable ya que el actual esquema de tarifas indexadas al dólar, a la inflación y a un precio elevadísimo del BTU, es explosivo y confiscatorio de usuarios y pequeños empresarios.
Las implicancias políticas de las medidas:
Una vez pasada una somera revista a los principales puntos, algunas reflexiones más generales:
- Se trata de medidas de emergencia, no de un plan de desarrollo. Apuntan a sostener una situación social sumamente preocupante, y de poner bajo control la grave situación fiscal, externa, productiva y social provocada por la actual gestión.
- Las medidas tienen un evidente sesgo popular, que apunta a socorrer a asalariados y pequeños empresarios, sostener el mercado interno y empezar a reparar el retroceso de derechos.
- No están mencionadas específicamente políticas de ingresos para jubilados, y perceptores de subsidios de bajísimos ingresos, que podrían ser sujetos de ajuste en sus remuneraciones próximamente.
- Un amplio espectro social y político podría coincidir con estas ideas. Más allá de puntos específicos, conjuntamente con otros aportes sectoriales y regionales podrían ser la base para un programa de coincidencias populares.
- Al mismo tiempo, si bien las 35 medidas fijan un rumbo intervencionista y distribucionista completamente opuesto al actual, no implican medidas muy profundas ni estructurales.
- Lo más notable es que si bien las medidas pueden ser calificadas de lógicas y razonables debido al grave cuadro de situación, parecen radicalizadas en el contexto ideológico de oscurantismo neoliberal creado por el macrismo.
¿Por qué Solá hace un planteo claramente nacional y popular?
No es el objetivo de éste artículo abrir un debate en torno a la figura de Felipe Solá. Pero es importante decir que Solá no es considerado en general como una figura extremista, ni enemigo de los mercados, ni mucho menos militante K, ese sello infamante inventado por la derecha argentina para disciplinar a la clase política y subordinarla.
A lo largo de las últimas décadas, Solá ha sido un protagonista de la política nacional. Participó del gobierno menemista como Ministro de Agricultura, llegó a gobernar la provincia de Buenos Aires en un período dificilísimo (2002-2007). Participó del primer kirchnerismo, pero rompió con el gobierno de Cristina durante el conflicto por la Resolución Nº 125. En 2009, formó un espacio de derecha con De Narvaez y Macri, y posteriormente se vinculó con el espacio político de Sergio Massa, tan funcional para debilitar el kirchnerismo, en el que participó hasta la actualidad.
Solá no es un político común. Tiene una formación largamente superior a la media, comprende el mundo empresario y el mundo de la política, ha hecho una fuerte experiencia de gestión y es capaz de formular ideas originales, lo que no es muy frecuente en la política nacional.
Que Solá, con un olfato coyuntural muy claro, haya lanzado una propuesta con una clara impronta nacional y popular nos da una señal de la lectura que está haciendo él y una parte del peronismo no kirchnerista: hace falta un viraje urgente hacia políticas de signo social y productivo, ya que la política macrista radicaliza la situación y agrede acumulativamente a capas cada vez más amplias.
El carácter aventurero e irresponsable de la gestión de Cambiemos potencia la gravedad y peligrosidad de la situación económica y social.
Sin embargo, las 35 medidas, a pesar de su razonabilidad, resultan completamente inaplicables en el contexto ideológico y político del actual gobierno.
El carácter de la política macrista:
Esto ocurre porque las medidas tomadas por Cambiemos reflejan exactamente las demandas desarticuladas de distintas fracciones del capital concentrado, y por lo tanto cualquier reversión se encontraría con fuerte resistencia por constituir “una ataque a la rentabilidad” del sector afectado.
Por más poderosas que sean las fracciones locales e internacionales que apoyan a este gobierno, la mera sumatoria de medidas a favor de cada una no tiene por qué producir un resultado coherente y una macroeconomía viable. Esto es exactamente lo que ha pasado.
La aplicación liviana y superficial del programa “Alegría para los amigos”, resultó en un cuadro de gravísimo estrangulamiento externo y en este semestre que tenemos por delante, de derrumbe económico y sufrimiento social. Economistas neoliberales amigos del gobierno han tenido que criticar la falta de coherencia y secuenciación de las medidas. El problema es más profundo: por más conservador que sea un gobierno, por más dispuesto a favorecer al capital contra el trabajo, no puede ignorar una serie de equilibrios macroeconómicos fundamentales, a riesgo de producir un gran desequilibrio externo, y un eventual estallido cambiario y corrida bancaria.
Eso, si no existiera sociedad. Pero además, la sociedad, “el resto”, también existe y si bien ha sido muy condescendiente con la actual gestión, toda degradación tiene sus límites y ya ha empezado a ofrecer resistencia en las calles y también en las encuestas.
En un plano más general, los máximos responsables de esta situación son los grandes empresarios y los principales países occidentales que apoyaron fuertemente la llegada de un gobierno dispuesto a satisfacerlos aunque el resultado fuera un mega-desequilibrio externo. No importó construir un sendero estable y sostenible para el país. Sólo importaron los negocios sectoriales que se pueden obtener colocando un gobierno de los amigos.
Los 35 puntos de Solá quedarán entonces como el testimonio de medidas alternativas que pudieron haberse tomado antes de que las cosas se pusieran más espesas, pero que la cortedad de miras del plantel gobernante y de las diversas fracciones empresarias que convergen en este gobierno rechazaron porque recortaba, en pequeña medida, sus rentabilidades de corto plazo.
Así es la ceguera de la elite gobernante, que termina incidiendo en la orientación política de las figuras “de centro” que quieran mantener su vigencia (y conserven cierta lucidez política).
Lo notable de la situación actual es que para revertir el cuadro de situación vigente y en creciente deterioro, cualquier política económica no podrá sino cuestionar profundamente el legado macrista y proceder decididamente a su remoción.