Fuente: Sergio Wischnevsky | Nuestras Voces
Fecha: 10 de AGO 2018
Ninguna conquista civil fue fácil en Argentina. “Es más pequeño el cerebro de la mujer y pesa menos (…) La mujer, por esa función que la naturaleza le ha dado, no ha venido a participar como el hombre”, fue el argumento de un senador para oponerse al voto femenino en 1947, que ya había sido rechazado varias veces por el Congreso. El presidente Roca fue excomulgado por promover la educación pública. El primer texto de la ley de matrimonio civil fue literalmente fusilado. La Iglesia siempre fue conservadora y la UCR pasó de ser progresista a retrógrada. El PJ incoroporó a las mujeres a la vida política. Por eso una votación negativa en el Senado respecto al aborto legal no será derrota. La historia de la lucha de los derechos civiles ya tiene a las activistas de género como la marca del nuevo siglo.
Los treinta y ocho senadores que votaron por rechazar la Ley de interrupción voluntaria del embarazo decidieron dejar que las cosas sigan exactamente igual a como estaban, constituyeron un frente conservador y reaccionario, y ni siquiera ofrecieron respuestas concretas a una de sus consignas más repetidas: “Salvemos las dos vidas”.
Pero es así. Cada avance significativo en los derechos civiles a lo largo de nuestra historia encontró personajes que alzaron la voz para oponerse. Hoy nos causan el mismo efecto que una visita al sector de los dinosaurios en un museo de ciencias naturales. Ninguna conquista fue fácil y rápida. La Iglesia en más de un siglo se opuso a la ley de educación pública, de hecho excomulgo al entonces presidente Julio Argentino Roca por promoverla en 1884, se opuso y combatió el matrimonio civil, el voto femenino, la ley de divorcio, la educación sexual integral, el matrimonio igualitario, y siempre lucho contra la legalización del aborto. El radicalismo que nació como un partido progresista luchando por el derecho al voto universal, terminó siendo el que en mayor porcentaje en ambas cámaras voto por el simple rechazo.
La Iglesia hegemonizaba los matrimonios en Argentina, la primera ley de matrimonio civil que tuvimos se instauró a nivel provincial, durante el gobierno de Nicasio Oroño en Santa Fe, en septiembre de 1867. La oposición fue de altísimo voltaje, los grupos defensores de la Iglesia y opuestos a la ley se reunieron en una plaza y decidieron ser muy gráficos: pusieron contra un árbol el texto de la ley y lo fusilaron. El tono religioso de este piadoso episodio se lo dio el Obispo de Paraná que mientras tanto ofició una misa.
Tuvieron que pasar veinte años, hasta que recién en 1888 se modificó el Código Civil que instituyó el matrimonio civil. Los argumentos de los opositores denunciaron que se trataba de un ataque a la familia, a la tradición y a las mismísimas bases de la cultura y la sociedad, y quienes inicialmente se casaron por civil fueron señalados por sus vecinos católicos de ser parejas de hecho —cualquier cosa menos verdaderos esposos.
La Ley Saenz Peña de 1912 fue la coronación de muchas luchas y revoluciones encabezadas por la naciente Unión Cívica Radical, el resultado fue la consagración del voto “Universal, secreto y obligatorio”. Se ha señalado, con razón, que mal puede catalogarse como Universal un voto que excluye a las mujeres. Sin embargo, para ser justos, hay que decir que la expresión refiere a lo que viene a combatir. Lo que expresó Juan Bautista Alberdi, figura muy influyente en nuestro texto constitucional, fue la «doctrina de la pureza del sufragio» o voto calificado, expuesto por el jurista en su libro Elementos de derecho público provincial para la República Argentina de 1853: “El sistema electoral es la llave del Gobierno representativo. Elegir es discernir y deliberar. La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y la indigencia es asegurar la pureza y el acierto de su ejercicio”. Todos los gobiernos electos antes de la Ley Saenz Peña tuvieron una escasa participación electoral, que en el mejor de los casos llegó al dos por ciento del padrón. El término “Universal” quiere indicar que los pobres y los analfabetos también podían votar.
El 23 de septiembre de 1947 fue promulgada la denominada Ley de Enrolamiento Femenino (número 13.010), durante la presidencia de Juan Domingo Perón y el impulso de Eva Duarte. Se puso en práctica en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, en la que votaron por primera vez 3 816 654 mujeres (el 63,9 % lo hizo por el Partido Justicialista, el 30,8 % por la Unión Cívica Radical). Más adelante, en 1952, las primeras 23 diputadas y senadoras ocuparon sus bancas, representando al Partido Justicialista. Esta ley coronó una larga lucha de las sufragistas que muchas veces llegó a tratarse en el Congreso, y tantas otras fue rechazado. En una de esas oportunidades, el Diputado Sanmartino por la UCR afirmó que si las mujeres participan en política “Perderán su femeneidad”.
Como señala el historiador Fernando Rocchi, el debate en el Senado, que era totalmente peronista pues los dos senadores electos por Corrientes por los autonomistas y liberales, no fueron aceptados, tuvo lugar en el año 1946. El que se opuso al voto femenino fue el senador por Santa Fe, Armando Antille, quien dijo: “Es más pequeño el cerebro de la mujer y pesa menos” (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de la Nación, 21 de agosto de 1946, página 46), para agregar “Yo no creo en absoluto que la mujer sea igual al hombre. No lo es, antropológica, ni biológicamente. No lo es por su constitución ósea, ni por su constitución psíquica. La mujer ha nacido para realizar una función: la función maternal, nobilísima, a la que el hombre está ajeno. La mujer, por esa función que la naturaleza le ha dado, no ha venido a participar como el hombre en una vida de carácter social general. Tiene una situación específica en el mundo y en el hogar. La mujer procrea, cuida su prole, vive entregada al hogar” (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de la Nación, 21 de agosto de 1946, página 46).
La primera vez que a nivel nacional se incorporó el divorcio como una opción para los cónyuges fue en 1954 durante la segunda presidencia de Perón, se dictó la ley 14.394 por la cual se admitió que los divorciados puedan casarse nuevamente. Fue en el contexto de un fortísimo enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia católica. Pero el golpe de 1955 restableció la prohibición y tuvieron que pasar otros veintidós años para que el tema pueda volver a tratarse. En 1987, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, el Congreso dictó una ley que permitió el divorcio. “Lo que Dios une nadie puede desunirlo” decían las consignas de los militantes antidivorcistas. Incluso hubo marchas encabezadas por miembros de la Iglesia, en las que participó Carlos Menem, y hasta sacaron a pasear a la Virgen de Lujan acompañando la protesta.
Lo mismo ocurrió con la ley de Matrimonio Igualitario aprobada el 15 de julio de 2010. Argentina se convirtió en uno de los países pioneros en legislar sobre este tema. Una enorme militancia de los grupos activistas logró quebrar la resistencia y el lobby eclesiástico. Claro que para ello contaron con el apoyo decidido y firme del gobierno de Cristina Kirchner que volcó la balanza en ambas cámaras. No solo se habilitó el debate, sino que se generó el peso político suficiente para que los senadores reticentes terminen acompañando.
El aborto nunca se había tratado en el Congreso, por muchísimos años fue un tema tabú. El tema fue creciendo después de la aprobación del matrimonio igualitario, pero la elección de Jorge Bergoglio como Papa Francisco congeló los consensos que parecían ir creciendo. El problema social que implica tener que abortar desde la clandestinidad encontró en el movimiento de mujeres una fuerza arrasadora para emerger y recibir el apoyo de multitud de mujeres. Los jóvenes ganaros las calles y ese aires fresco sin duda va a terminar entrando en el recinto de los senadores. La marea verde ya es la marca de este silgo en la lucha por los derechos civiles.
En muchos temas la Argentina es un país con movimientos pendulares, avanza y retrocede. Pero en materia de derechos civiles, una revolución lenta, constante y muy palpable, no para de avanzar y deja en el pasado las posturas conservadoras. Y como vemos, la historia es impiadosa con los que corren contra el viento de la ampliación de los derechos.