Desde nuestros comienzos, en el LLAMAMIENTO Argentino Judío nos referimos a la DAIA con la frase «No en nuestro nombre». Por entonces advertimos sobre cómo la institución se había desviado de sus principios fundacionales —el combate contra antisemitismo y la discriminación— para comerciar apoyo político a cambio de cargos y ayuda económica para terminar hoy siendo un apéndice del actual gobierno y de intereses geopolíticos ajenos a nuestro país.
Lejos de alegrarnos por lo sucedido en los últimos días, el escándalo no es más que el corolario de una viciada forma de hacer política que viene desde hace mucho tiempo y de ejercer un aparente poder de la peor manera posible. No hay idea más ruin que la de utilizar la memoria del Holocausto para solicitar donaciones y otro tipo de favores.
Estamos convencidos que la DAIA no sólo no representa el pensar y el sentir del LLAMAMIENTO, sino que está muy lejos de poder considerarse la «representación política de la comunidad judía argentina». No solo no la representa, tampoco representa su historia y, sobre todas las cosas, no expresa la pluralidad de voces que transitan la vida institucional de las entidades adheridas. Menos aún las voces de los judíos no institucionalizados. La DAIA debería dejar de arrogarse esa “representación política de la comunidad judía”.
Muchos argentinos judíos se expresan políticamente de maneras diversas: participan de partidos políticos, movimientos sociales y hacen oír su voz en los sindicatos; escriben artículos en diarios y revistas; son escuchados en las universidades y leídas sus investigaciones. Estos argentinos judíos no necesitan una representación política: ellos solos eligen a quienes los representan y a su vez representan la voz de otros. Los judíos, en tanto colectivo, tenemos reivindicaciones específicas que deben tener una representación política no partidaria, del mismo modo que las tienen organizaciones sociales de similares características. Esto no significa que una institución pueda arrogarse la totalidad de la representación en desmedro de otras, menos cuando objetivamente la realidad muestra otra cosa.
Debemos señalar también la fingida sorpresa de muchos dirigentes que ahora exigen investigaciones y renuncias masivas y que, hasta hace unos pocos días, apoyaban a la gestión saliente o en el mejor de los casos guardaron un silencio cómplice. Ellos también son responsables del mismo modo que lo son los referentes de grandes intereses económicos que adscriben a la DAIA y que han influenciado en el alineamiento de la institución con las políticas neoliberales.
En el LLAMAMIENTO siempre tuvo cuidado en distinguir la dirigencia de las últimas décadas de la institución DAIA; siempre reivindicamos la creación y actuación inicial de la DAIA como una página memorable de la tradición argentina judía en su derrotero de incorporación a la vida de la patria. Esta fue la idea motora elegida por los primeros inmigrantes judíos para construir el camino tomando lo mejor de los aportes de sectores populares, democráticos, progresistas, de quienes nos antecedieron.
“Todo se construye y se destruye tan rápidamente…” dice Charly García en una de sus maravillosas canciones. Hay un sistema de poder que está destruido, y hay una colectividad que seguramente, luego de reflexionar y debatir, quiere reconstruir rápidamente. La premisa para que esta debacle no vuelva a ocurrir es retornar a las fuentes, a los principios fundacionales de combate contra el nazismo y el antisemitismo con los que la DAIA conquistó un lugar de respeto en la sociedad argentina.
El LLAMAMIENTO Argentino Judío está dispuesto a debatir sobre todo lo expuesto, como siempre.