Fuente: Ricardo Aronskind* | La Tecla Eñe
Fecha: 19 de FEB 2018
La unidad opositora como imperativo se plantea en estrecha relación con el daño que el régimen macrista le hace al país, lo cual tiene mucho sentido.
Entre los criterios para delimitar el campo opositor, que en 2019 debería tener la suficiente potencia electoral como para desplazar a Cambiemos, se escucha decir: “el límite es Macri”.
Por lo tanto será necesario ponerse de acuerdo sobre una cuestión central: ¿qué es Macri?
Creemos que “lo Macri” se puede definir de tres formas muy diferentes, lo que a su vez define perspectivas políticas muy distintas.
Si el problema es con Macri como persona, o grupo familiar y de negocios, se puede solucionar sin demasiado esfuerzo. Hay muchas otras personas y grupos dispuestos a ejecutar el mismo proyecto económico-social que el actual presidente. E incluso de una forma más elegante e inteligente: Vidal, Urtubey, Rodríguez Larreta y tantos otros. El propio Massa, cuando fue a Davos para que “los inversionistas” lo conozcan como hombre “serio” (o sea, favorable a los intereses empresarios), parecía estarse proponiendo como la “alternativa peronista” a Macri, dentro del esquema neoliberal. En esta definición de “lo Macri”, cualquier cosa sería válida para “ganarle” en 2019, pero serían esperables muy pocos cambios en relación al “cambio” actual.
Si el problema, en cambio, es con la Alianza Cambiemos, en tanto construcción política, el tipo de desafío que se plantea es otro. Se trata de discutir qué se le critica al actual esquema político. Y tiene otro tipo de peligros.
Puede pasar lo que ocurrió con la Alianza, que después de una década de hacer anti-menemismo, llevó a la victoria a De la Rúa, que continuó prolijamente con los mismos lineamientos económicos menemistas (subordinación a las finanzas y a las multinacionales) y ¡hasta desembocó en Cavallo! Eso sí, sin Menem.
La Alianza renunció a discutir el modelo socio-económico de base, y trasladó todo el peso argumentativo a “la corrupción menemista”. Había que cambiar un personal político “corrupto” por uno honesto para gestionar… el mismo modelo económico-social. Fue la mejor forma de garantizar la continuidad “renovada” del régimen antinacional y antipopular que se construyó en los ´90.
El riesgo de adoptar este enfoque “de aparato” es que todo el énfasis se ponga en la captura de espacios en el sector público, cargos y control de fondos, sin una visión clara de qué país se quiere construir. Es la opción que hizo la UCR cuando se alió con el PRO para llevar a Macri al poder: no importa para qué, necesitamos ganar. El aparato político demanda puestos, más allá del para qué.
Hay una tercera lectura: el macrismo visto como la forma circunstancial que adopta una alianza social entre diversos intereses económicos locales y externos, para ejercer el monopolio del poder en Argentina, y subordinar al resto de los sectores a la lógica de sus negocios particulares. El macrismo es la tercera versión de un proyecto que apareció en 1976, y reapareció en 1989. Si este es el significado de “Macri es el límite”, la propuesta de Unidad tendrá enfrente al poder real, su construcción será más dificultosa y más exigente, y unos cuantos interesados en prebendas fáciles y rápidas seguramente perderán el interés en participar en el convite.
Entender la historia:
El 2003 es irrepetible: la aparición de Néstor Kirchner en el gobierno de la Nación fue una carambola histórica. De pronto llegó a la cúspide del poder formal una pareja que no respondía al consenso conservador previo, y que estaba dispuesta a construir poder autónomo y dar la batalla por un proyecto mucho más avanzado de lo que toleraba el poder real.
Luego de 12 años de dura confrontación para remover del poder a esos “indeseables”, todos los sectores conservadores del país están avisados: “eso” no puede volver a pasar.
La derecha macrista se muestra hoy mucho más combativa contra el polo popular que lo que fue la Alianza. El gobierno, aliado con los medios hegemónicos y parte del poder judicial, aparece decidido a reducir a la verdadera oposición a la impotencia mediante la demonización mediática, la persecución judicial y la represión abierta.
Pero también los dirigentes peronistas conservadores no quieren volver a pasar por confrontaciones en las que no creen, ni subordinarse a conducciones cuyas metas sobrepasan largamente su (chato) horizonte de ideas. Cuesta creer que esa dirigencia quiera participar en un frente que se oponga en serio al proyecto de sociedad macrista.
Sin embargo, lo que aparece como novedoso en el actual escenario, es que el actual proyecto conservador neoliberal tiende a arrasar ese lugar del conservadorismo popular peronista, invitándolo a rendirse e incorporarse a las filas del pan-macrismo. La trituración política de Massa, el silencio completo de Randazzo, o la derrota de peronistas conservadores a manos de clones neoliberales en las provincias es una señal de lo que está ocurriendo. Si este fuera un modelo de “crecimiento” los peronistas conservadores podrían soñar con un espacio propio. Pero como es un modelo de desposesión de los sectores populares, su posibilidad de supervivencia política se reduce cada día.
Los componentes de la unidad:
No cabe duda que hay que buscar una amplia confluencia popular, pero no se puede construir a condición de que desaparezcan de escena los espacios políticos con vocación transformadora.
En ese sentido, la resistencia a Cristina Kirchner, el veto a su figura no debe ser pensado simplemente como falta de realismo político (¡37% de los votos en provincia de Buenos Aires sin recursos ni medios!), sino como liso y llano boicot a la construcción de un espacio realmente alternativo al macrismo. Hay, por supuesto, críticas válidas a Cristina por estilos, actitudes, decisiones que tomó. Pero no cabe duda que el problema que tienen muchos dirigentes peronistas nacionales, provinciales o gremiales con Cristina es que puesta en la circunstancia histórica de subordinarse frente al “campo”, a “Clarín”, a los “buitres” o a la embajada norteamericana, no se rindió.
Estos son puntos de profunda discrepancia. Los que contestan que frente a todo debió haber cedido ¿para qué quieren ir al gobierno? Para eso ya está Macri. Macri ya es Shell, es la Rural, es Paul Singer, es el Departamento de Estado.
La comodidad con la que intendentes, gobernadores o legisladores justicialistas se adaptaron a la orientación estratégica anti-nacional del macrismo muestra la solidez de sus convicciones. No alcanza el argumento de que “los aprietan con la Caja” para entender su posicionamiento lamentable en cuestiones estratégicas del país.
Algunos piensan que esa ductilidad de los aparatos políticos podría funcionar para cualquier lado, y que en una perspectiva electoral auspiciosa también aportarían sus aparatos y votos a un proyecto popular. La pregunta es ¿qué políticas estarían dispuestos a apoyar y a cuáles no?
Tenemos un ejemplo ilustrativo en el cambio de etapa entre Néstor y Cristina. La etapa Néstor fue económicamente sencilla en cuanto a las medidas fundamentales: el Estado se puso al frente ampliando el gasto público, creando trabajo y redes de contención social, e impulsando la expansión de la actividad económica. Se diría que es una etapa en la cual casi todo el mundo estaba de acuerdo, dado el punto de partida catastrófico.
El problema es cuando se supera esa etapa inicial de postración, y se comienza a discutir un proyecto de país más ambicioso. El peronismo conservador se agota allí. No quiere más transformaciones. Acepta al país atrasado, vencido, y se ocupa de restañar algunas heridas sociales. La derecha neoliberal aceptó transitoriamente al “bombero” que apague el incendio, pero luego lo quiso enviar a los cuarteles, y volver a retomar el control de los asuntos públicos, cosa que logró finalmente en 2015.
El próximo gobierno, si se logra derrotar electoralmente al macrismo, tendrá que enfrentar serios problemas y deberá contar con instrumentos adecuados y respaldo político y social suficiente para realizar cambios. Porque parte del poder macrista no reside excluyentemente en el Estado, sino fuera de él: ¿Quién maneja el dólar? ¿Quién las exportaciones? ¿Quién fija los precios? ¿Quién paga o evade impuestos? ¿Quién, en vez de invertir, fuga parte de la riqueza nacional al exterior?
Por lo tanto no es menor quiénes asuman las posiciones de decisión, y en qué forma se convoque al pueblo a participar.
3 cosas que son demasiado importantes:
Si se habla de la unidad del peronismo ¿no se debería discutir en torno a ciertos ejes que hacen a la identidad histórica del peronismo?
No es necesario ponerse de acuerdo en un programa extenso, porque cada día que pasa el país se deteriora y los problemas que surgen son otros. Pero si en orientaciones fundamentales.
Por dar sólo algunos ejemplos sobre los tres ejes peronistas fundamentales:
Soberanía política: ¿Sí o no a una política internacional no alineada con las potencias hegemónicas? ¿Sí o no a la construcción de la unidad sudamericana? ¿Sí o no una base militar norteamericana en el norte de nuestro país?
Independencia económica: ¿Sí o no al tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, ruinoso para la industria nacional? ¿Sí o no a promover desde el Estado todas las capacidades productivas del país? ¿Sí o no al apoyo decidido a la ciencia y la tecnología nacionales? ¿Sí o no a las políticas económicas que ponen la estabilidad económica del país en manos de los capitales financieros y las corporaciones concentradas?
Justicia social: ¿Sí o no a una postura pasiva frente a los problemas sociales? ¿Sí o no a darle instrumentos al Estado para que actúe en forma decidida contra todas las dimensiones de la pobreza? ¿Sí o no a la actual distribución del ingreso?
Son cuestiones básicas, en las que no debería haber dudas… si se quiere ser alternativa real, y no formal, a “lo Macri”. En los próximos meses, y al calor del deterioro económico, social e institucional que genera Cambiemos, muchos aspirantes a protagonistas deberán mostrar sus cartas.
*Licenciado en Economía UBA y Magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Investigador-docente en la Universidad Nacional de general Sarmiento, en el Instituto de Desarrollo Humano.
Profesor en la Facultad de Cs. Sociales y Cs. Económicas de la UBA. Docente en la maestría de Historia Económica en la FCE UBA, y en la Maestría en Cs. Sociales del Trabajo en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA.