Sobre la depresión kirchnerista

Fuente: Ricardo Aronskind* | La Tecl@ Eñe
Fecha: 13 de NOV 2017

Luego de las PASO se vieron los primeros síntomas. Y después del 22 de octubre, se acentuaron los sentimientos negativos. Me refiero a un estado de ánimo sombrío que cubrió a parte del amplio espectro kirchnerista.

Debo decir que me sorprendió el efecto que logró Cambiemos sobre el electorado nacional y popular. No espero que el público despolitizado esté alerta ante las maniobras manipulativas del gobierno. El estado de credulidad hace que muchos elefantes pasen inadvertidos. Pero creo que un público politizado, que posee una mirada muy crítica de lo que es el macrismo, y que está alertado sobre sus capacidades de confundir y engañar, no debió haber caído en la trampa psicológica implícita en la demora en la entrega de datos, para borronear la victoria de Cristina en las PASO, contra la descomunal campaña mediático-judicial.

En la elección de legisladores, el 22 de octubre, cuando Cristina conquistó aún más votos, pero donde perdió ante un candidato que recibió una transfusión de votos anti-k desde un massismo en declinación, el clima se volvió más lúgubre.

Cambiemos era claramente la primera fuerza nacional, había ganado en los principales distritos, y en todos los barrios de la CABA. Sus políticas socialmente regresivas, pro-empresariales, endeudadoras, su colosal venta de fantasías, parecían ser convalidadas. La desaparición y muerte de Santiago Maldonado no habían afectado a una parte del electorado satisfecho por el espíritu derechista que animaba al gobierno. No es para festejar. Pero ¿es para ver totalmente negro el panorama político del país?

A partir de ese momento se escucharon en nuestro espacio todo tipo de reflexiones fatalistas: “se quedan 8 años”“se quedan para siempre”“son imparables”“vienen por todo”… etc., etc.

A eso se añadió un ingrediente que nunca falta, ante cualquier gobierno exitoso en sus primeras elecciones: aquellos que explican el resultado, y que lo empiezan a ver como… positivo. “Derecha democrática y moderna”, por ejemplo.

Se percibía en muchos una sensación de debacle, de país que había cambiado profundamente, que se derechizaba a alta velocidad, que aceptada la eliminación de los logros de los 12 años kirchneristas en forma pasiva, y en algunos casos, con alegría. Incluso hasta el “consenso alfonsinista” sobre la relevancia ética de los derechos humanos parecía cuestionado. Franjas del peronismo que participaron en el Frente para la Victoria acordaban, e incluso tendían a acompañar a la actual gestión neoliberal. Todo parecía disgregarse.

Una sensación de extrañamiento en relación a la sociedad se extendía, que llegaba incluso a una decepción con el propio país. Se había evaporado un sueño, y no quedaba nada…

Algunos compañeros habían pasado de las expectativas que el macrismo se derrumbara rápidamente, envuelto en un segundo “20 de diciembre”, o que sería ampliamente vapuleado en las urnas por una súbita iluminación popular… a las peores visiones apocalípticas…

Problemas de lectura histórica:

Entiendo que en algunos compañeros pueden haber funcionado una serie de imágenes e ilusiones que llevaron a una lectura errónea del momento presente. “La caída del paraíso al infierno”

Quizás en esta polarización subyace una lectura parcial de la historia pasada: la del kirchnerismo, y también la del período previo al kirchnerismo.

Vale la pena, entonces, puntualizar algunos hechos que, si se les da la adecuada importancia, nos permiten entender el momento actual no como un rayo que cayó en un día soleado, sino como parte de un trabajoso conflicto en el que hace rato estamos inmersos.

1- Hay que recordar que la experiencia kirchnerista surge de una catástrofe social y económica. Catástrofe que no fue espontánea, sino que se incubó desde 1989 –en las que gana el Partido Justicialista- hasta 2001, cuando cae el gobierno de la Alianza UCR-Frepaso: más de 11 años de neoliberalismo. Se puede sostener que Menem mintió groseramente cuando ganó en 1989. Pero no mintió en 1995, cuando ya teníamos 18% de desempleo y un parte grande de la sociedad entraba en la precariedad económica más absoluta. El PJ apoyó masivamente ese período nefasto de la historia nacional, sin sufrir escisiones significativas. En 1999 ganó la Alianza, que “luchaba contra la corrupción” (menemista) pero con la que “un peso es un dólar”, o sea que sostenía la continuidad total del modelo económico-social neoliberal que había implantado el menemismo. Les tocó a ellos vivir el descalabro de una política económica que asumieron como propia.

2- Cuando se derrumba el delirante experimento económico de la “convertibilidad”, al fin de 2001, la inmensa mayoría de la sociedad argentina pasa por una situación gravísima de miseria, desempleo y privaciones. Sin embargo, a comienzos de 2003, o sea que a menos de un año y medio del estallido de la “convertibilidad”, los candidatos neoliberales abiertamente partidarios del experimento de los ´90 que se presentan a las elecciones (Menem y López Murphy), sacaron el ¡42%! de los votos. Por una alquimia electoral inventada por Duhalde gana las elecciones Néstor Kirchner con el 22% de los votos al no presentarse Menem al ballotage. No es un dato anecdótico: en el momento en que se inicia el ciclo kirchnerista, los votos abiertamente neoliberales (en su versión populista conservadora o “pura” y pro-norteamericana) son el 42% del electorado.

3- La reaparición de un proyecto neoliberal en 2015, no es entonces un problema de “memoria” de los argentinos: en 2003, a poquísimo tiempo de una catástrofe social como no conocíamos desde los años ´30 del siglo XX, una fracción importante de la población seguía insistiendo en apoyar a las políticas que nos llevaron al abismo.

¿Cómo habían entendido lo que había pasado? ¿Qué es lo que habían votado? ¿Por qué insistían en un modelo violentamente antipopular? Alguien puede señalar que históricamente en las elecciones argentinas hay un 20% de sectores abiertamente de derecha, muy conservadores, neoliberales en lo económico y autoritarios en lo político. Pero a ese porcentaje se sumaban más de 20 puntos de sectores medios y populares, menemistas, radicales, liberales o despolitizados.

4- Recordemos también que Néstor Kirchner fue la tercera opción de Duhalde, luego de que un candidato conservador como Reutemann no quiso aceptar la candidatura –probablemente hubiera ganado-, y otro candidato conservador como De la Sota, no medía lo suficiente en las encuestas previas. Esa era la orientación “natural” del caudillo del peronismo federal: buscaba un candidato conservador (como diría Pichetto de “centro nacional”), y moderadamente neoliberal. La candidatura de Kirchner llega por descarte de los anteriores, y surge en un espacio que dio respaldo político al experimento neoliberal de los ´90. De hecho, cuando Duhalde designa ministro de economía a Lavagna, también había convocado para ese puesto a Guillermo Calvo, un economista neoliberal que residía en el exterior. Lavagna, para suerte del país, llegó primero.

5- Kirchner desarrolló una política económica y social que le permitió ganar popularidad y disputar el poder dentro del peronismo. Lo logró, y se transformó en el líder de un espacio poblado por una variedad muy amplia de dirigentes, intereses e ideologías. El éxito de Néstor Kirchner represtigió a un espacio que no hizo autocrítica alguna de su apoyo al menemismo. La política económica kirchnerista en el primer tramo fue abiertamente keynesiana. Chocó con el FMI y el poderoso lobby neoliberal local (La Nación, los bancos, los bufetes de abogados, las grandes empresas, las multinacionales), pero el contexto de fuerte movilización social ayudó al Presidente a no ceder. El poder económico aceptó transitoriamente que alguien ajeno a su espacio de influencia, Kirchner, descomprimiera la brutal situación social, consecuencia directa de las políticas económicas que ellos habían implementado en los ´90. Lo aceptaban como “mal menor”, pero aspiraban a que se fuera una vez cumplida la tarea de bombero, para retomar el control del país. Kirchner construyó un respaldo social amplio, porque impulsó el crecimiento económico y la creación de empleo. El peronismo conservador aceptaba esa orientación política, porque daba votos y permitía conquistar cargos y lugares de poder, y al mismo tiempo no generaba –en ese tramo histórico- confrontaciones profundas con el poder real.

6- La candidatura de Cristina precipitó la ruptura con el grupo Clarín, lo que desata una batalla brutal por la “opinión pública”. Cristina, ya Presidenta, se tiene que bancar, a poco de asumir, la embestida violenta del “campo” –el complejo sojero y sectores subordinados-, que acaudilla una amplia coalición social que va desde lo más reaccionario del conservadorismo autoritario hasta grupos trotskistas y maoístas, pasando por amplias franjas medias que no entendían demasiado el conflicto, pero simpatizaban con el antiperonismo, ahora transmutado en antikirchnerismo. Ya comenzaban a estar telecomandados por los principales medios de comunicación, que se transformaron rápidamente en militantes de la destitución presidencial. En ese gran conflicto comenzaron a desgajarse algunos sectores del espacio que acompañaba al kirchnerismo porque quieren “irse al mazo” frente al poder económico. No quieren la confrontación. El intento de desestabilización del agro-golpismo fue descomunal, costó un enorme esfuerzo al gobierno kirchnerista reencauzar la situación. Mostró una verdadera radiografía ideológico-cultural de la sociedad argentina, el estado de las ideas y los actores concretos. Cuando la “patria sojera” fue capaz de llevar al Rosedal bastante más gente que la convocatoria que hizo el gobierno nacional y popular al Congreso -supuestamente apoyado por el “movimiento obrero organizado”-, se deberían haber sacado algunas conclusiones: el espectro conservador, gorila, o simplemente manipulable de la población era lo suficientemente grande e importante como para fantasear con desplazar, incluso anticipadamente, al gobierno kirchnerista. Había emergido un polo de derecha social, que fue capaz de engullirse a figuras “progresistas” o «éticas”… Recordemos el año: 2008.

7- El gobierno de Cristina supo sobreponerse a ese cuadro políticamente horrible, con mucha entereza, audacia y voluntad política, incluso recibiendo el tremendo golpe de la muerte de Néstor Kirchner. Se logró neutralizar en buena medida el impacto de la crisis global y la economía se recuperó. La decepción que provocó en su propio electorado el comportamiento infantil de la oposición, su atomización y carencia de un candidato atractivo (Hermes Binner, el socialista conservador, fue el más votado de ese espacio), contribuyeron a la victoria de Cristina, con el 54% de los votos. Contrariamente a lo que se sostiene a veces, esa victoria también fue afectada por la intensa campaña mediática: no cabe duda que sin la avalancha de mentiras e infamias volcadas cotidiana y metódicamente sobre la población el resultado hubiera sido más abultado a su favor. De hecho el macrismo retomó, al pie de la letra, toda la argumentación desplegada al unísono por Clarín y La Nación durante los 8 años de Cristina. Para comprender el presente, tenemos que entender que el macrismo, en tanto reagrupamiento de la derecha argentina, gozó de hecho de una larguísima campaña electoral que se inició desde el conflicto del campo protagonizada por el amplio aparato comunicacional de la derecha y el empresariado. Es más: recuperó los no pocos residuos ideológicos y falacias económicas que dejó en su tiempo la “primavera menemista”.

8- Además del deterioro drástico de la situación económica internacional a partir de la crisis financiera de 2008 –Argentina, como cualquier país periférico no estaba “blindada” frente a una crisis mundial-, se cometieron diversos errores en la gestión interna del kirchnerismo (energía, transporte, tipo de cambio, combate a la inflación, estructura impositiva, coordinación macroeconómica). Las dificultades externas y los errores -sobre los que no hemos discutido-, crearon las condiciones para que en sus dos últimos años, el gobierno tuviera que defenderse de un potencial golpe de mercado cuyo objetivo era crear una hecatombe económica y social similar a la que volteó al debilitado gobierno de Raúl Alfonsín en 1989. Se notó nuevamente, como en la crisis de 2008, la falta de una construcción política sólida del kirchnerismo, ya que no se lograba dejar en claro a las mayorías nacionales qué era lo que ocurría y quienes eran los protagonistas de problemas tales como la inflación, la especulación cambiaria, o las sistemáticas olas de rumores e infundios. Nuevas técnicas de movilización social, como los cacerolazos, mostraban que la derecha local estaba cada vez más violenta y en viraje hacia formas proto-fascistas, y que escalaba en su enfrentamiento para derribar a un gobierno que detestaba. Los caceroleros -masivos en algún momento-, por su espíritu reaccionario, individualista, violento y cipayo fueron otra vertiente clara que luego confluiría naturalmente en el macrismo.

9- No cabe duda que la experiencia de 12 años de Néstor y Cristina, al desembocar en la candidatura de Daniel Scioli, mostró serios problemas del propio kirchnerismo. No me refiero a anécdotas menores del proceso de selección del candidato, o a las graves fallas de la campaña. Pienso en un espacio político que se caracterizó por sostener un enfrentamiento en algunos momentos heroico con el establishment local y los intereses del imperio –para no hablar sobre su desobediencia en relación a los “mandatos” de la globalización neoliberal- pero que terminó desembocando en la proclamación de un candidato “moderado”. Candidato que no reflejaba ese espíritu rebelde, osado, capaz de salirse de los moldes “aceptables” que tanto inquietó a la clase dominante local. Cristina y Néstor encarnaban otra dinámica de autonomía sudamericana, otro sistema de alianzas internacionales diferente al de las potencias atlánticas, y otra configuración de poder social totalmente ajeno al mundo conceptual de la clase dominante local. Scioli era, de alguna forma, el peronismo tradicional, sin voluntad de lucha ni de transformación, asumiéndose como un “promedio” de las presiones sociales, en el que los políticos sólo hacen de fiel de la balanza para obtener el mejor resultado electoral, pero sin horizonte transformador alguno, ni voluntad de generar poder propio.

10- Si se observa el espectro de los candidatos más votados en 2015, Scioli, Massa y Macri, nadie puede decir que la parte de la sociedad que pide y desea transformaciones estaba aceptablemente representada. Se diría que se votó un espectro del centro a la derecha, tenuemente independiente o francamente servidor del poder económico y mediático. ¿Alguien puede decir que se llegó a esa situación por casualidad? ¿No reflejaban esos candidatos una correlación de fuerzas sociales donde lo conservador, lo “moderado”, lo resignado, eran preponderantes? Scioli sacó el 49% de los votos. ¿Qué significaba el voto a Scioli? Para algunos, la defensa de los logros del período kirchnerista –como si ya hubiéramos arribado a una suerte de meta final-. Para otros, tratar de sostener la tendencia al cambio que se había observado en la práctica en la dinámica kirchnerista, porque los logros de los 12 años no eran suficientes para tener un país deseado. En todo caso, todos juntos perdimos frente al polo de la regresión.

11- El argumento que Macri ganó sólo con el 51% –y que por lo tanto no está habilitado para cambiar tantas cosas- es cierto, pero sería quedarse en un análisis político circunscripto a lo electoral. Macri gana con el respaldo de todo el poder económico concentrado de la Argentina detrás, con los medios de comunicación monopólicos que hostigaron al kirchnerismo y generaron el odio que hoy vivimos, con buena parte del sistema judicial conservador y aliado tradicional de la clase dominante, con todo el respaldo de Estados Unidos y la Unión Europea –prestos a hacer negocios gracias al macrismo-, y de todas las derechas de América Latina. No es el 51% electoral, sino la totalidad de poderes fácticos, lo que le da al macrismo su capacidad para embestir contra todo lo logrado en materia de democratización, igualdad y soberanía. En realidad el electorado macrista es heterogéneo, variado, y complejo y no constituye un respaldo suficiente para las políticas que se están impulsando.

12- Por lo tanto, ¿Cuál sería la sorpresa de la ola amarilla? ¿Cuál es el dato inesperado? ¿Cuál es el país que “cambió” y que antes no estaba? Ese 40% ya estaba hace rato. El odio al kirchnerismo, que la clase dominante supo transmitirle a sectores medios y bajos, estaba hace rato. Los criterios reaccionarios, individualistas, insolidarios y cipayos que hoy encuentran expresión en las políticas macristas, estaban presentes en miles de opiniones, carteles, declaraciones, tweets, comentarios en los diarios, opiniones de vecinos, programas de televisión. Todo eso estaba hace rato, y no lo inventó el macrismo, sino que fue precisamente al revés: diversos sectores de la derecha social y política, que estaban dispersos en varios espacios –incluidos el peronismo y el radicalismo- han elegido al macrismo para reagruparse en un gran espacio retrógrado, antinacional y antipopular. Incluso nos olvidamos de la dictadura cívico-militar, que por su fracaso no fue reivindicada por ningún espacio político-partidario, contó indudablemente con cierto respaldo en sectores sociales de mentalidad autoritaria y fascistoide, que no se esfumaron al escuchar las apelaciones democráticas a la tolerancia.

13- Pero además está funcionando a pleno el aparato mediático comunicacional, tratando en un esfuerzo enorme de mostrar que el macrismo no es una reedición de las experiencias desastrosas de Martínez de Hoz y Cavallo. Recordemos la increíble cantidad de mentiras dichas por Macri durante la campaña, a un público cuya capacidad crítica ha sido aplanada por un efectivo mensaje mediático. El aparato de manipulación está más aceitado que nunca, y coordina noticias, acciones judiciales, acciones para-militares (Gendarmería), tapas de diarios y horarios centrales de la televisión, ejecutando siempre una melodía perfectamente acordada entre el poder político y mediático-judicial. ¿Cuantos votos fueron miserablemente robados en base a la mentira directa, aprovechando la despolitización de muchos? La manipulación macrista opera sobre las debilidades políticas, ideológicas y culturales de los actores del campo popular. Eso nos lleva a volver la mirada sobre nosotros mismos.

La necesidad de una redefinición del kirchnerismo:

Hay una versión “encantada” del kirchnerismo que debe ser superada.

Es razonable que, en el fragor de la disputa política, un espacio político enaltezca sus logros y minimice sus problemas. Pero en algún momento es necesario entender que junto con los logros y los momentos heroicos, que los hubo y fueron los más grandes desde que se recuperó la democracia, ha habido fallas de gestión, de previsión de problemas que no se atacaron a tiempo, de tropiezos que pudieron haberse evitado. No debemos recordar los 12 años como una sucesión ininterrumpida de éxitos en los cuales vivimos de festejo en festejo en las plazas de la República, porque fue un tiempo duro y complejo. Hoy se hace evidente que hubo falta clara de construcción política, de organizar el espacio (la comunicación, los recursos, las respuestas políticas rápidas frente a la realidad), de formación de cuadros y de debate político. Se estaba en el gobierno, en el Estado, y se confió que con eso alcanzaba. Cristina ha dicho  que ella tuvo, a lo sumo “el 20/25% del poder”. ¿Queda claro? Es fundamental entender esto: el kirchnerismo, en el poder, con el aparato del Estado, tuvo “el 25% del poder”.

Estar en el Estado–como nos señala Cristina- no es tener el poder, y el poder se construye, no se toma en una elección. Se puede construir poder desde el Estado, como ocurrió por una muy particular coyuntura, con el kirchnerismo. Pero si no se está allí, una fuerza transformadora debería buscar construir poder desde el llano.

Lo cierto es que no se construyó, en paralelo a la compleja tarea gubernativa, una fuerza vigorosa independiente de las estructuras estatales. El kirchnerismo nació en el Estado, se consolidó gracias a la acción estatal –que no es lo mismo que decir, como hace la derecha, que fue “gracias a los fondos” estatales-. El proyecto se consolidó, y fue reconocido y valorado, por sus políticas públicas inclusivas y su defensa firme de los intereses populares.

Pero el kirchnerismo no había hecho hasta ahora el recorrido en el llano, sin puestos, sin fondos, sin “lugares de figuración”, con sinsabores, hostilidad del aparato gubernamental, y con todas las dificultades y limitaciones típicas de estar en el llano.

También se deben entender los desgajamientos que ha sufrido el kirchnerismo, no como una señal de la irremediable disolución de la fuerza. La diferencia entre un período de crecimiento económico más o menos armónico, y un período de confrontación con sectores poderosos y crisis externa sirven para explicar parte de los fraccionamientos. Y la diferencia entre estar en el Estado, y estar fuera de él, permiten comprender otros alejamientos.

Para lograr explicar el tiempo presente hay que evitar reducir las defecciones políticas a simples problemas de chantaje por supuestos delitos con las que el gobierno macrista logra neutralizar ex -kirchneristas.

Repasemos los 12 años: ya Duhalde, no en vano caudillo del principal distrito electoral, chocó y repudió a Néstor Kirchner durante su primer mandato. En 2009 De Narváez triunfó en provincia de Buenos Aires, contando con numerosos votos del peronismo no kirchnerista. Más tarde, Massa asumió abiertamente la meta –pedida por el establishment económico y mediático- de protagonizar y capitalizar el voto peronista anti-K, para fracturar y debilitar al kirchnerismo/peronismo. Y lo logró parcialmente, transformándose en el candidato “peronista” favorito del establishment.

Con la llegada del macrismo al gobierno, un espectro de integrantes del Frente para la Victoria se sintieron “liberados” de continuar en el espacio kirchnerista: los Bossio, los Pichetto, gobernadores provinciales, intendentes, buena parte del gremialismo peronista. ¿Qué expresaba su alejamiento? El malestar frente al devenir político del kirchnerismo, a esa trayectoria hecha de intuiciones políticas y confrontaciones reales que los colocó en la vereda de enfrente de los principales poderes fácticos. No quieren seguir más en una “aventura rebelde”, que no sienten como propia.

Quieren volver a su vieja adscripción ideológica conservadora popular, o los más “modernos” como Urtubey, asumir la nueva identidad neoliberal-popular. Desean ser el ala “sensible” del subdesarrollado capitalismo local, que es lo mismo que ser los administradores “sensibles” de la globalización neoliberal en la neocolonia argentina.

La desprotección actual que se siente en el kirchnerismo deviene no tanto de la acción de macrismo, como de la falta de una articulación orgánica sólida de este importante espacio político. ¿Cómo es posible que nos encontremos casi sin medios propios, sin capacidad de reacción masiva y solidaria frente a los ataques y las medidas reaccionarias del macrismo, sin un discurso unificado y una interpretación propia de la historia reciente, sin tareas políticas concretas para miles y miles de personas que desean hacer política?

No se ha reaccionado frente al nuevo escenario, que ya está cumpliendo dos años, y que por falta de organización termina cargando a Cristina con todas las decisiones y todas las iniciativas. Cuando ella reclamo una auditoría integral de la obra pública ¿por qué este espacio no salió masivamente a reclamar en todas las calles del país una medida que golpearía en el centro del verso macrista-honestista de la “corrupción K”?

La necesidad imperiosa de una reinvención del kirchnerismo deviene de su peculiar nacimiento a partir de ocupar el Estado, haber crecido en forma vertical y sin desarrollar capacidades organizacionales autónomas de las estructuras estatales.

Y también de la imprevisión política que existió sobre otra situación que era totalmente posible en democracia- y más aún si nuestro pico electoral máximo fue del 54% y no del 70%-: la posibilidad real de perder las elecciones.

No sirve ni es bueno políticamente idealizar a la sociedad, al pueblo o a la propia fuerza política, y confiar en que los resultados que se darán por arte de magia. El trabajo, el arduo trabajo militante es la base sólida de cualquier logro político.

El kirchnerismo tiene que dejar de ser una suerte de espacio nostálgico y añorante de un pasado irrepetible, un enorme archipiélago estático y sumido en la depresión, y convertirse en un espacio organizado, inteligente, creativo  que dé cabida y posibilidades genuinas de participación a todo el potencial militante que tiene.

Un espacio que sea hoy capaz de dar un lugar para el pensamiento y la acción a decenas de miles de mujeres y hombres valiosos, comprometidos y dispuestos a poner sus esfuerzos en la vertebración de una fuerza capaz de acometer las enormes tareas pendientes para lograr (no por un ratito) una Argentina justa, libre y soberana.

*Licenciado en Economía UBA y Magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Investigador-docente en la Universidad Nacional de general Sarmiento, en el Instituto de Desarrollo Humano. Profesor en la Facultad de Cs. Sociales y Cs. Económicas de la UBA. Docente en la maestría de Historia Económica en la FCE UBA, y en la Maestría en Cs. Sociales del Trabajo en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA.

1 comentario en “Sobre la depresión kirchnerista”

  1. Ethel Wesfreid

    +concuerdo…creo que tambien estuvo el factor favorable de la corriente combativa que se desarrollo en A. Latina y cuando analizamos » la depresion» tambien estuvo ahi lo acontecido con estos movimientos.

Los comentarios están cerrados.

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