Fuente: José Massoni* | Horizontes del Sur
Fecha: 30 de NOV 2017
Por estos días, los medios de información y propaganda llegaron ya al borde del monopolio de formación de sentido y difunden mentiras sistemáticas para aniquilar la oposición efectiva, mientras el gobierno asfixia económicamente a los muy pocos que restan, añadiendo muertes mapuches, amenazas explícitas y encubiertas, despidos, cierres de agencias y, si es necesario, causas penales construidas por sus agentes de servicios judiciales, tanto jueces como fiscales. A dos años de gobierno sin resultados positivos, ni a la vista, se oye de votantes del macrismo que “no están saliendo bien las cosas… ¡es que se llevaron todo!” mientras los bombardean con fotos de Boudou, De Vido y Milagro Sala detenidos, cuando en ninguna academia de derecho del mundo occidental se podrá encontrar una sola opinión que avale esas decisiones, ni aún si por el principio de equidad se pusiera en prisión –por hallarse en las mismas condiciones procesales- al Presidente y a todos sus ministros.
Veamos en perspectiva el cuadro argentino. Nuestro país estuvo siempre dentro del sistema de producción capitalista, no se inscribió en otro, ni un día. Es verdad que en cualquier sistema aparece corrupción. Pero en el capitalismo la corrupción es inherente a su funcionamiento: el meollo creador es la apropiación privada de la producción colectiva, el mayor valor surge de la parte no pagada –apropiada– del trabajo vivo de los asalariados de cualquier calidad o categoría intelectual: hoy como siempre, para los patrones el salario es un “costo” y pugnan por bajarlos y aumentar la explotación para aumentar sus ganancias particulares. Ese origen genera egoísmo individualista, entronización del dinero como sinónimo de éxito, crea categorías morales acordes y a partir de allí múltiples formas de corrupción en el literal sentido de pervertido, vicioso, venal. En el estricto plano de lo vulgarmente llamado corrupción, las empresas consideran el delito de cohecho una inversión que puede ser necesaria para desplazar competidores. Hasta hace poco en países de la Unión Europea se deducía de impuestos lo “invertido” en sobornos en el extranjero.
En nuestra patria, siempre capitalista, siempre (y en todos los gobiernos) se cometió algún acto de corrupción, en imprescindible colusión de personas privadas y funcionarios públicos. Sobre la cuestión, en “Los orígenes del derrumbamiento ético argentino”, más específicamente en el capítulo III titulado el “Estado de la corrupción en la Argentina y el mundo”1 traté de explicar el aumento cuantitativo enorme que aconteció en la dictadura cívico-militar de 1976 y en la década de los 90´ porque –dejando a un lado los crímenes de lesa humanidad- en el plano económico las privatizaciones de las empresas estatales en los países emergentes implican, además de coimas sin parangón por los valores en juego, la pérdida del patrimonio social, como bien lo explica Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, director del Banco Mundial y asesor de Bill Clinton, en “Como hacer para que funcione la globalización”2.
Luego vinieron los que “se robaron todo”, que tomaron un país en 2003 con 100 mil millones de dólares de PBI y lo dejaron en 2015 con 600 mil millones de PBI, logrado en minoría de poder, dentro de los marcos de la institucionalidad democrática y aún mejorándola. Pero además de ese crecimiento del país sin precedentes históricos, también hubo denuncias de corrupción. Aparecida la del caso Skanska -constructora sueca- Néstor Kirchner expulsó del gobierno al día siguiente a los dos funcionarios mencionados en ella y se tramitaron dos causas –una penal federal, otra penal económico- que por el lado privado argentino involucraba a Techint; luego de una pericia de los expertos de la Corte Suprema, por sus conclusiones la Cámara Federal revocó los procesamientos que se habían dictado en primera instancia. En 2016, la sala IV de la Cámara de Casación -la misma que dictó la jurídicamente inicua confirmación de una condena a Milagro Sala- dio vuelta la causa Skanska como una media (contrariando sin vergüenza jurisprudencia pacífica de décadas) y le ordenó al juez de primera instancia que actuara rápidamente, lo que éste prestamente hizo procesando, entre otros, al que el gobierno quería, este es, a Julio De Vido. Se apagaron ya los ruidos que hizo en su momento “el valijero” Antonini Wilson: nuestro país insistió tenazmente para lograr su extradición pero Estados Unidos, donde había sido detenido, la negó, porque, curiosamente, era un colaborador del FBI. Se investigó nada menos que a la ministra de Economía Felisa Miceli por el hallazgo de dinero en su escritorio y, ya renunciada, se la condenó en fallo firme por resolución de la Corte Suprema de abril de 2015. Una denuncia contra la ministra de Defensa Nilda Garré por venta de armas a una firma norteamericana fue sacada del ojo público cuando se comprobó que nada delictuoso había ocurrido. La fenomenal operación mediática por “la embajada paralela” en Venezuela, que apuntaba tanto a los Kirchner como a Chávez, también originó investigaciones, pero corrió el mismo destino cuando se comprobó que todo eran mentiras. Se juzgó y condenó a empresarios supuestos amigos del gobierno, directivos de Southern Winds. Se procesó por dádivas y enriquecimiento ilícito al secretario de transportes Ricardo Jaime, al borde de juicio oral por esas causas. Los medios periodísticos dejaron de interesarse por Ulloa y Albistur, tampoco se investigaron hechos oscuros que involucraron a Marcelo Midlin y Eduardo Elsztain, actuales apoyos empresarios y beneficiarios del macrismo. Sólo he mencionado algunos de los casos que trata el libro citado, pero todos ellos y la experiencia viva en la Oficina Anticorrupción me permitieron afirmar que “a nivel de los actos de corrupción conocidos o sospechosos con verosimilitud, pretender que prolifera la corrupción en los actos de gobierno [kirchnerista] en igual medida o mayor que en la época menemista, es una falsedad enorme”, destacando la diferencia cualitativa de que ya en 2006, el comienzo de la investigación del caso Skanska se debió a una denuncia de la AFIP, organismo del Poder Ejecutivo3.
Desde diciembre de 2015 hemos vuelto al mundo. Lo que significa que cambiamos radicalmente –cualquier asociación con partidos políticos es correcta- y queremos entrar sin poner condiciones, con decisión y alegría, en el mundo del capitalismo neoliberal globalizado, bien instalado ya en su comando el gran capital financiero. La Argentina ruega plañideramente por voz de su Presidente la aceptación plena por el sistema mientras que, buscando mejores respuestas, su ministro de hacienda toma deuda en dólares en cantidad que es récord en el mundo y el Banco Central paga intereses en pesos, estimulando que los financistas planetarios nos aspiren cantidades fabulosas de divisas con solo traer su dinero, comprar bonos en pesos y luego con los intereses comprar dólares para llevárselos, haciendo el negocio más seguro y redituable de occidente.
En el siglo XXI el capitalismo tomó el planeta íntegro, se acabaron los lugares de expansión, su base actual es que su sector financiero se ha convertido en un fin en sí mismo. Haciendo símbolos con símbolos, nada con nada, el capitalismo dejó atrás su único fundamento plausible: ser un formidable productor de bienes. El capital financiero acumula beneficios que no surgen de la diferencia entre el interés que paga y el que cobra por los ahorros a los protagonistas de la economía real, sino de las utilidades que consigue de las innovaciones y derivados financieros que crea y circula por el mercado interconectado globlal, electrónicamente, a la velocidad de la luz, incontables veces por día. Hasta cibernéticamente, mediante algoritmos que funcionan por sí mismos las 24 horas. Como consecuencia, entre 1980 y 2014, los activos financieros a nivel mundial subieron de 12 billones a 294 billones de dólares (25 veces) y en igual tiempo los contratos de derivados de 1 billón a 692 billones de dólares (casi 700 veces), que son 10 veces el valor de la capacidad mundial de generación de riquezas. A un tiempo, el mercado cambiario mueve 6.000 millones de dólares diarios, y la deuda total de privados y estados es de unos 200 billones de dólares, esto es, tres veces el PBI de todos los países4.
En esas condiciones, los capitales financieros crecen sin cesar mientras la economía real, la que produce bienes (no papeles) no consigue salir –ni saldrá- de la crisis de 2008. Si vamos a la BBC del 28 de marzo de 2016 nos anoticiamos que 28 bancos –está la lista- manejan la economía mundial con recursos superiores a 200 Estados del planeta y crean el 90% de la moneda, siendo sólo el 10% originada en los bancos centrales nacionales; nos recuerda que en el 2012 se descubrió que 11 de ellos actuaron concertadamente como “entidades o bandas organizadas” (sic) para manipular en su beneficio la tasa Libor, que se acuerda diariamente en Londres y fija la tasa a la que prestan los bancos en el mercado mundial e impacta directo en los derivados. De la misma forma, la BBC añade5 que algo similar volvió a suceder poco antes de la nota que mentamos en el mercado de los commodities con maniobra organizada por Goldman Sachs, Morgan Stanley y JP Morgan. En punto a derivados financieros los aludidos 28 bancos “producen” el equivalente a 10 veces el PBI mundial. Volvamos a El País en su artículo citado: “El exceso de liquidez que actualmente encontramos en la economía mundial no se utiliza para invertir en la producción industrial, de alimentos, de fuentes de energía o de obras de infraestructura. Al revés, se emplea, fundamentalmente, en la realización de transacciones financieras, que en lugar de contribuir a crear un tipo de riqueza material que satisfaga la demanda de los consumidores, crea, más bien, un tipo de riqueza artificial fundamentado en papeles comerciales… todo eso desborda la imaginación y toda capacidad de raciocinio.”6 Como consecuencia, la desigualdad social aumentará inexorablemente si el sistema continúa7. No tiene precedente histórico: hacia 2014 el 1% de los humanos poseía la mitad de las riquezas del planeta, el 99% tenía el resto. Hacia 2017, sin duda la diferencia es mayor8. Mucho más rápido ha sido el crecimiento del 0,01% -un diezmilésimo porciento- con fuente primordialmente financiera9.
En ese monstruo dañino y loco nos metieron Cambiemos y sus cómplices por acción u omisión. Como siempre, esta última variante del sistema dominante procura prevalecer como ideología dominante, en todas sus facetas. Pero en el plano superestructural, ha dado un salto cualitativo. Ahora están creando subjetividad en la que se carece de frenos morales, no hay regla ética respetable, no interesa la ley, ni las instituciones democráticas y la república, ni la patria, obviamente tampoco la verdad y la justicia. Ningún ser viviente los desvela ni, claro está, ningún ser humano que no sean ellos, produciendo dinero a más y más velocidad, destruyendo cuanto se oponga. Es la corrupción total.
¿Adónde está el dinero que surge, de modo importante, de los Estados que pagan la obra pública? Todos lo saben: en los paraísos fiscales. Hace ya 12 años Tax Justice Network estimó que los individuos ricos tenían en guaridas fiscales 11,5 billones de dólares, un cuarto de la riqueza total del planeta e igual a un PBI de Estados Unidos. El Banco Mundial señaló que el patrimonio allí escondido era un tercio del narcotráfico y delitos en general; sólo un 3% provenía de sobornos a funcionarios estatales; la mayor parte que completaba el resto –casi dos tercios– a transacciones de empresas e individuos, elusivas de tributos. Los tres –narcos, coimeros y CEOS– usan las mismas herramientas, en los mismos lugares, con iguales resultados y ocasionando análogos daños (por la masa de dinero involucrado y el hambre, enfermedades y carencias que ocasionan, por muy lejos los peores son los últimos). En 2017 The Economist calcula que en los paraísos fiscales se encuentran 20 trillones de dólares y los principales son el estado norteamericano de Delaware y Londres, como bien se encarga de demostrar Emir Sader en un articulo de su autoria publicado recientemente en el diario Página 1210. Los expertos afirman que el entramado de sociedades off shore, que no tienen ley ni poder que las regule, han desplazado la riqueza y el poder desde los pobres a los ricos con mayor fuerza que cualquier otro acontecimiento en la historia de la humanidad. La mayoría de los gobernantes argentinos, de forma pública y notoria -escándalo en el mundo salvo en nuestro país- es entusiasta usuario de los paraísos fiscales. Son orgullosos integrantes del mejor equipo de corruptos que se haya conocido jamás.
¿Se puede hacer algo? Muchísimo. Desde cualquier lugar que se desarrolle lucha por necesidades o derechos se entrará en zona turbia, pero llegados al final, hallaremos el centro del poder. Desde mi propia experiencia en la Oficina Anticorrupción -entre los años 1999 y 2003- tengo la convicción incomprobada de que el ámbito de la actividad estatal donde se desarrollaban prácticas corruptas con frecuencia era la obra pública. Las investigaciones indicaban que, antes de que funcionarios entraran en trámites, las grandes constructoras actuaban cartelizadamente y, de común acuerdo, desplegaban tramposas tácticas variadas en las licitaciones. Por ejemplo, “preadjudicarse” entre ellas las obras licitadas, conviniendo los montos a ofertar cada uno y el orden de los sucesivos ganadores en las siguientes. Desde el falseado triunfador aparecían luego los incumplimientos, los reclamos por ajustes debido a supuestos mayores costos “imprevisibles”, incontables modos de succionar el dinero público sin la prestación debida. Cada corrección era ocasión, en principio, para el fraude al Estado por las empresas, con o sin cohechos activos y pasivos. Ya dijimos que el sistema capitalista no estimula actos lícitos o morales. Como postura inicial, sólo cabe, con cautela y serenidad, sospechar que los millones malhabidos van al circuito financiero y, en él, con preferencia a los paraísos fiscales.
Por lo expuesto, y habida cuenta de que entre 2003 y 2015 el Estado invirtió en obra pública 110 mil millones de dólares, no considero exagerado valorar que la propuesta de Unidad Ciudadana de auditar toda la obra pública desde 2003 hasta el presente tiene significativas derivaciones estratégicas en el diseño de los ejes ideológicos del conglomerado democrático, nacional y popular que rescate la patria de las manos de la oligarquía y sus socios, se hallen donde se hallen. La base cultural perdura en lo íntimo de nuestro pueblo: no se equivocó Eric Hobsbawm cuando en sus últimos días dijo que es en América Latina el lugar en el mundo donde “permanecen vivas aún las raíces de la Ilustración“11. Hacer ese estudio importaría dar un fuerte golpe a la corrupción de los beneficiarios de la perversión estructural y sería un modelo de educación de masas, que deben protagonizar nuevamente una refundada democracia participativa, popular y nacional. No creo, sin embargo, que se pueda confiar en una comisión parlamentaria bicameral como se ha propuesto, mucho menos, como es notorio, en el poder judicial. El gobierno “pro cambio radical” ha desprestigiado la credibilidad de los tres poderes del Estado hasta la esterilidad, ha destruido el estado de derecho. Hay que transitar, o construir, otros caminos. Para meditar y evaluar propongo, a modo de ejemplo para ideas mejores, que el Instituto Patria, además de pedir la comisión bicameral que propone, convoque a la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) para que organice una reunión de economistas del Grupo Fénix, del Centro de Economía Económica Argentina (CEPA), de FLACSO, miembros del sector de investigación de CLACSO, académicos de derecho administrativo y penal, arquitectura e ingeniería, representantes de universidades nacionales y más, destinada a explorar la conformación de un grupo de investigación de alto nivel profesional. Las pruebas esenciales a examinar son documentales y no es posible negar su acceso público.
*Primer titular de la Oficina Anticorrupción