La guerra fría entre Garavano y Avruj

Fuente: Tali Goldman | Nuestras voces
Fecha: 29 de JULIO 2017

La tensión entre el Ministro de Justicia, Germán Garavano y el Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj ya no puede ocultarse. Rumores de renuncia, pases de factura, desautorizaciones en público y peleas por falta de presupuesto son algunos de los temas que atraviesan esta tensa relación. El punto álgido de la contienda entre ambos llegó en marzo cuando Garavano aprovechó un viaje de Avruj y le ocupó su oficina. A su regreso el Secretario tuvo que mudarse obligado. En lo único en lo que coinciden es en su deseo de que Milagro Sala siga presa.

En su portada del lunes 24 de julio, el diario La Nación titulaba “El Gobierno mudará el Ministerio de Justicia al predio de la ex Esma”. Allí el ministro de Justicia, Germán Garavano, informaba que las gestiones ya estaban avanzadas y que el traslado al predio donde funcionó el centro clandestino de detención más emblemático durante la última dictadura cívico-militar ya era un hecho. Pero la mudanza, más allá de lo que implica, desnuda una interna feroz que ya es vox populi entre el mundillo de la justicia y los derechos humanos: Germán Garavano y Claudio Avruj, el secretario de Derechos Humanos, son los protagonistas de una guerra fría que ya no les interesa ocultar.

En la nota de La Nación, Garavano tiene un objetivo claro. Dejar en evidencia que su ministerio comprende tanto la de Justicia como la de Derechos Humanos. “Según el ministro, ‘es frecuente que se olvide’ que su cartera es de Derechos Humanos y no sólo de Justicia, y su idea es ‘devolver ese equilibrio’», explica la periodista de la nota. Y no es casual.

Lo cierto es que el buen vínculo que supo tener Avruj con los organismos de derechos humanos, que viene de la época en la que ocupaba la misma cartera en la Ciudad, está cortado. Si bien aún existe diálogo, después del escandaloso fallo del 2×1 –que primero apoyó y después tuvo que desdecirse tras la reacción popular–, ya perdió legitimidad entre los organismos. Y eso Garavano lo sabe y lo aprovecha. Por caso, en la reunión que mantuvieron hace dos meses con los organismos de derechos humanos para, justamente, hablar sobre el futuro traspaso del ministerio al predio de la ex Esma, Garavano no hizo menos que desautorizar a Avruj adelante de todos.

Los organismos llevaron con cierta preocupación algunas ideas que había manifestado públicamente el secretario de derechos humanos como transformar a la exEsma en un “Centro cívico de Derechos Humanos de Latinoamérica” o sacar las rejas del predio para hacerlo más “amigable a la gente”. En declaraciones a la agencia oficial Telam, Avruj había declarado que su objetivo era rediseñar el predio “para que sea un espacio verde alrededor de los edificios y abierto a la ciudadanía”. Los organismos planteaban que el objetivo de Avruj era “desvirtuar” el contenido y el objetivo principal del predio que es nada menos que las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. “Quédense tranquilos”, aclaró Garavano delante del ministro, “con el traspaso yo vengo a jerarquizar este espacio y vamos a hacer solo cuestiones de Justicia y Derechos Humanos”.

En el entorno de Avruj aún anhelan que su cartera deje de depender del ministerio de Justicia y pase a la órbita de la jefatura de gabinete, como sucedía en la Ciudad. Tenían las esperanzas puestas en que entrara en el combo con los últimos cambios en el gabinete nacional, pero todo se desvaneció de un plumazo. El secretario de Derechos Humanos aún recuerda con cierto placer cuando en la ciudad no tenía a nadie por encima. “A él no le gusta ser el segundo de nadie”, explica una persona que tuvo trato cotidiano cuando trabajaba en la Ciudad.

El origen de la pelea, como siempre, tiene un único motivo: el presupuesto. La secretaría que comanda Avruj no tiene ni caja ni firma propia. Es decir, tanto una designación como el pedido de productos de limpieza, tienen que ser aprobados por Garavano. Ninguno es tonto, y con estas cartas sobre la mesa, ambos saben poner en jaque al otro. Pero también ambos saben el peso y la banca que tiene el otro. Avruj es un hombre de línea directa con el Presidente, es habitué en los partidos de fútbol que organiza Macri en Olivos y todas sus declaraciones públicas vienen directamente de Balcarce 50. Garavano, en cambio, mantiene cierta autonomía. Si bien tiene el respaldo, sobre todo, de Marcos Peña, es un hombre que proviene del mundo académico y con vínculos que exceden al Pro.

Apenas asumió el gobierno de Cambiemos, en diciembre de 2015, el ministerio de Justicia tuvo su primer gran conflicto. Como durante la campaña el propio Mauricio Macri le había hecho promesas al referente de la comunidad qom, Félix Díaz, que sus reclamos iban a ser oídos, cuando llevaba unos pocos días ocupando el Sillón de Rivadavia, dio la orden de que el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) pase del ministerio de Desarrollo Social al de Derechos Humanos. Pero desde ese día y durante un año y medio los casi 300 trabajadores que se mudaron de órbita estuvieron reclamando que les adecuaran el sueldo correspondiente. Hicieron panfletos, paros, asambleas, tuvieron reuniones con todos hasta que finalmente, después de varios meses, los recibió Garavano. “Vayan y tomen la secretaría de Derechos Humanos”, dijo sin pelos en la lengua el ministro, en una mesa que compartían trabajadores y funcionarios. Todos lo miraron desorbitados y entendieron que la guerra estaba declarada. Pero lo mismo ocurrió a la inversa. Cuando el conflicto ya no encontraba cauce y las resoluciones estaban frenadas, los trabajadores decidieron hacer un escrache en el ministerio de Justicia. Los asesores de Avruj tenían una sonrisa que no les entraba en la cara.

La falta de diálogo entre Garavano y Avruj era tal, que el conflicto terminó de resolverse luego de un fin de semana en el que ambos coincidieron en un “timbreo” de Cambiemos.

Otro de los conflictos que reflejan la guerra fría fue con otro organismo que depende de la Secretaría de Derechos Humanos: el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Apenas asumió Cambiemos, Avruj designó como interventor a quien fuera su mano derecha en la Ciudad: Leonardo Szuchet. Pero el cargo duró literalmente tres días. Garavano dio la orden de poner a alguien de su riñón, Javier Buján, con estrechos vínculos con el operador del macrismo en la justicia, Daniel Angelici. Así fue como Szuchet dejó el INADI y volvió a ser la mano derecha de Avruj en la secretaría.

Pero el clímax de la tensión llegó el último 20 de marzo, cuando Avruj viajó a Washington para lograr que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) reciba a familiares y amigos de militares juzgados por crímenes de lesa humanidad. Durante su estadía a Estados Unidos, Germán Garavano desembarcó en su oficina. Y no es una metáfora. Con la excusa de que estaban “arreglando” su despacho en el quinto piso del edificio de la calle Sarmiento, el ministró hizo mover todos los muebles del secretario y trajo los suyos. Podría haber elegido cualquier otra oficina. Pero no. Al regreso de su viaje, Avruj se tuvo que mudar a otro edificio dentro del predio.

Dos meses después, el escandaloso fallo de la Corte que habilitaba el 2×1 a los represores volvió a poner en evidencia la pelea. Ni lerdo ni perezoso, apenas se conoció la noticia, Avruj salió a decir públicamente: “Estoy de acuerdo con el 2×1 de la Corte si el fallo está ajustado a la ley. Hay que ser respetuosos del fallo de La Corte al respecto. Por sobre todos nosotros está el marco regulatorio de la ley”. Sus palabras avalando la polémica resolución no sólo derivaron en el repudio unánime, sino que terminó de quebrarse el vínculo con los organismos de Derechos Humanos. Cuando Garavano entendió la real dimensión del asunto y la multitudinaria marcha que se iba a venir, salió a poner paños fríos y se despegó de su funcionario criticando, a su modo, el fallo.

En ese momento, los rumores sobre una renuncia de Avruj se hicieron más fuertes. Él mismo, por lo bajo, comentaba que su puesto pendía de un hilo aunque tenía su propia estrategia. Sabía que los posibles nombres que se barajaban para reemplazarlo no caerían bien a los organismos.

“Si hay algo que aprendió Avruj durante sus ocho años de gestión en la Ciudad son las internas que existen entre los múltiples y diversos espacios de víctimas de la última dictadura. Por eso instaló el rumor de que lo querían echar y que su lugar podría ocuparlo o Graciela Fernández Meijide o Norma Morandini, ambas con históricas diferencias con Madres y Abuelas”, explicó una integrante de uno de los organismos.

Sin embargo, y pese a todas las internas y diferencias que existen entre ambos, hay un único punto en común. Ninguno de los dos quiere ver libre a Milagro Sala.

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