Autor: Gabriela Cerruti/Nuestras Voces
23 de ENERO 2017
Desde que fue secuestrado, Mauricio Macri está obsesionado con las escuchas, el espionaje y el lado oscuro de la seguridad. Al frente del Estado Nacional amplificó el aparato que había montado en la ciudad de Buenos Aires junto al ex comisario de la Federal Fino Palacios. El fiscal Nisman, que había denunciado a Macri por realizar escuchas ilegales, nunca habría podido imaginar que su acusado terminaría rearmando en el Estado Nacional el mismo esquema en el que se entremezclan los vínculos del policía encubridor de la causa AMIA y ex agentes de la CIA y el FBI que digitan el espionaje en el mundo a través de grandes agencias privadas.
Cuando el fiscal Alberto Nisman acusó a Mauricio Macri y sus ministros de montar un aparato de inteligencia ilegal en el estado no podía imaginar que unos años después él estaría muerto y su acusado habría llegado a Presidente y que volvería a montar en el Estado Nacional el mismo aparato de inteligencia en el que se entremezclan los vínculos del policía encubridor de la causa AMIA, Roberto Fino Palacios, y ex agentes de la CIA y el FBI que digitan el espionaje en el mundo a través de grandes agencias privadas.
“Si se meten con Gustavo, se meten conmigo”, cita el editorialista de Clarín, Eduardo Van Der Kooy a Mauricio Macri. No es para menos: Arribas no es sólo el hombre de los negocios del Presidente, sino también su nexo con el mundo de la seguridad y el espionaje, que fue y es una obsesión para Macri desde su secuestro a finales de los años 90.
Arribas y el ahora ministro de modernización, Andrés Ibarra, armaron junto al Fino Palacios el esquema de seguridad y negocios en Boca, que terminó con Macri procesado por la compra irregular de cámaras de seguridad. También formaron parte de la trama por la que se armó el aparato de escuchas ilegales desde el gobierno de la ciudad que llevó a que Macri fuera procesado, con confirmación de la Cámara Federal y la Cámara de Casación Penal, como jefe de una asociación ilícita montada con recursos públicos para espiar a los opositores y sus familiares. La causa, en la que se amontonan las pruebas, espera para ser tramitada en juicio oral. Macri debió usar toda su influencia para que el día antes de asumir como presidente lo sobreseyeran en un dictamen escandaloso, en el que el juez Sebastián Casanello se desdice de todo lo que había afirmado hasta el momento.
El espía porteño
El modus operandi para llevar adelante las escuchas a Sergio Burstein, familiar de víctimas de la AMIA, y su cuñado Néstor Leonardo fue el mismo que se conoció ayer cuando se difundieron las escuchas a la ex Presidenta. Burstein y Franco fueron denunciados en una causa armada, un juez de Misiones ordenó las escuchas y el espía Ciro James, empleado de Macri e Ibarra en el gobierno de la Ciudad y de Palacios en la metropolitana, las llevó adelante. Todo quedó probado en la causa, y el sobreseimiento de Casanello se basó solamente en que Ackerman Group no contestó los oficios en que le pidieron información para saber si había intervenido por orden de Franco Macri.
Macri reconoció que había nombrado a Palacios al frente de la policía metropolitana “por recomendación de la CIA”, aunque nunca mencionó directamente a Ackerman. En la causa judicial por las escuchas ilegales, Franco Macri aseguró que la agencia norteamericana le había ayudado a llevar adelante las escuchas. Lo que ni Franco ni Mauricio ni Casanello pudieron explicar es cómo desligar al jefe de gobierno de un aparato de escuchas en el que participaron el ministro de Educación, el ministro de modernización, el jefe de Policía, empleados del gobierno y jueces amigos de su amigo el ahora embajador en España Ramón Puerta.
-Fue mi papá.
Esa fue la respuesta de Mauricio Macri cuando le pregunté cómo explicaba que se hubiera mandando a espiar a su cuñado y sus oponentes políticos.
-Fue mi papá.
Arribas no es sólo el hombre de los negocios del Presidente, sino también su nexo con el mundo de la seguridad y el espionaje, que fue y es una obsesión para Macri desde su secuestro a finales de los años 90.
Pero Arribas e Ibarra siguieron adelante con el montaje del aparato de inteligencia, que mezcla la pata estatal con las actividades de Edgardo Auon, un hombre del ex comisario Palacios que hoy pisa fuerte en la Agencia de Inteligencia y los servicios de ex agentes de la CIA nucleados en mega agencias de espionaje y seguridad: Kroll y Ackerman Group.
del ex comisario Palacios que hoy pisa fuerte en la Agencia de Inteligencia y los servicios de ex agentes de la CIA nucleados en mega agencias de espionaje y seguridad: Kroll y Ackerman Group.
El poder del norte
Las dos agencias se instalaron en la Argentina de los noventa, de la mano del entonces embajador norteamericano Terence Todman. A ellas recurrió Franco Macri cuando secuestraron a su hijo y desde entonces siguieron prestando servicios para La Famiglia.
No son lo mismo, y en Estados Unidos compiten por los clientes, pero aquí fueron mezclándose en causas que recurrentemente rodean a los Macri. Kroll compró la agencia Holder, cuyo brazo ejecutor en la Argentina es Eugenio Pipo Ecke, investigado en la causa por el asesinato de José Luis Cabezas, involucrado en el suicidio de Alfredo Yabrán y que volvió a aparecer en la causa por la muerte de Nisman: el Audi que manejaba el fiscal, valuado en doscientos mil dólares, era de Claudio Picón, yerno del ex jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy , y socio de Ecke con quien comparte varias empresas y domicilio fiscal.
Curiosamente, Ecke une también la causa de las escuchas ilegales de Macri con la muerte de Nisman. Además de escuchar a su cuñado Leonardo Franco y a la víctima de la AMIA Sergio Burstein, el aparato que operaba Ciro James, el espía nombrado en el ministerio de Educación de la Ciudad, escuchaba a Juan Navarro, del ex grupo Exxel. Navarro acusó a Ecke de llevar adelante esa escucha por orden de su primo Juan Navarro Castex, porque estaba en juego la sucesión de los negocios entre Yabrán y Excell Group.
¿Por qué estaban los Macri interesados en esas escuchas? Porque fue La Famiglia la que se quedó con los negocios de Yabrán, luego de una dura disputa en la que lo obligaron a desprenderse del negocio de correo privado para no tener competencia cuando Carlos Menem les otorgó el Correo Argentino.
Tan precisa fue la oferta, que estaban convencidos que había habido espionaje industrial y desde entonces Ackerman trabajó dentro de Socma montando un aparato de inteligencia para espiar a otras empresas competidoras.
El gerente del Correo Argentino que presidía Mauricio Macri era Andrés Ibarra, y los encargados de seguridad Gustavo Arribas y el Fino Palacios. Ecke era el jefe de seguridad de Yabrán, investigado y acusado por la muerte de José Luis Cabezas. Tras la muerte de Yabrán, pasó a manejar la seguridad del Excell Group, que ofició de pantalla para que las empresas de Yabrán pasaran a los Macri.
Yabrán y Nisman, un misterio en común
Una denuncia hecha en la causa en que se investigó la muerte de Yabrán sostiene que la noche de su suicidio, dos hombres con acento extranjero llegaron a la estancia de Entre Ríos, le dejaron un arma y le avisaron que sus hijas estaban en peligro.
¿Por qué manejaba el fiscal Nisman un auto del empresario al que él mismo había investigado en la causa por las escuchas ilegales? A pesar de las presentaciones realizadas en la causa por lavado de dinero contra Nisman y su madre, el juez Sebastián Casanello nunca siguió esa línea de investigación.
La muerte de Nisman guarda otra paradoja. La empresa de seguridad que controla el edificio Le Parc comparte contador con Gustavo Arribas. Paradojas de la vida, Arribas, la empresa de seguridad de Le Parc y hasta Jaime Stiusso eligieron al contador Julio Jiménez como su profesional a cargo de montar las empresas.
Franco Macri siempre prefirió a Ackerman Group. Es amigo personal de Micke Ackerman y se lo recomendó el ex alcalde de Nueva York Ed Koch cuando llevó adelante su fallida incursión en Manhattan en que terminó en una difícil situación con Donald Trump.
Ackerman asesoró a los Macri en el secuestro de Mauricio y en el de su hermana menor, Florencia. Pero también en cuestiones empresarias. El gran proyecto de Mauricio Macri durante el menemismo era la privatización de Aguas Argentinas. Había comenzado con el fallido intento de cloacas en Morón, un negociado que terminó con la carrera política de Juan Carlos Rousselot, y ahora le habían encomendado el negocio del siglo; “por qué vamos a poner los caños para que otro cobre el agua? Hagámoslo nosotros”, fue la consigna.
Estaban convencidos de ganar, habían hecho todos los acuerdos con los ministros de turno, y en el momento de la apertura de sobres de la licitación pública, Soldatti ofertó unos centavos menos y se quedó con la licitación. Tan precisa fue la oferta, que estaban convencidos que había habido espionaje industrial y desde entonces Ackerman trabajó dentro de Socma montando un aparato de inteligencia para espiar a otras empresas competidoras.
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