El uso del antisemitismo como herramienta política contra dirigentes y partidos populares

Fuente: Dardo Esterovich | Revista Convergencia
Fecha: 07 SEPT 2018

El uso de las acusaciones de antisemitismo como herramienta en la vida política en distintos países donde la colectividad judía tiene una presencia relativamente importante es ya un fenómeno global.

Recientemente en Gran Bretaña se ha desatado una tormenta alrededor del nuevo código de conducta sobre el antisemitismo adoptado tras meses de discusión en un sub-comité especial y aprobado luego por el Comité Nacional Ejecutivo del Laborismo (NEC). Esto ha dado lugar a una reacción desmesurada de la dirigencia de la colectividad judía inglesa expresada en un virulento editorial conjunto de los tres principales periódicos de la comunidad: Jewish Chronicle, The Jewish News y Jewish Telegraph.

Los periódicos explican que decidieron tomar un paso sin precedente para hablar como una sola voz a través de un editorial conjunto “debido a la amenaza existencial a la vida judía en este país que plantearía un gobierno liderado por Jeremy Corbyn” y agrega: “la mancha y la vergüenza del antisemitismo ha pasado por la oposición de Su Majestad desde que Jeremy Corbyn se convirtió en líder en 2015”.

¿En qué fundamenta tan drástica postura? En que el NEC no adoptó en su totalidad el texto de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA) para la definición de antisemitismo adoptada en un plenario del 26 de mayo de de 2016 en Bucarest.

Veamos que dice la Alianza en el texto adoptado. En primer lugar la declaración consta de dos partes: Una, la definición propiamente de antisemitismo y otra donde propone 11  ejemplos de conductas que pueden considerarse antisemitas.

El documento está precedido por la advertencia de que no es legalmente vinculante y que se trata de una “definición de trabajo” es decir, es un trabajo en progreso y un documento para ser estudiado, no un estatuto de gobierno o una pieza de derecho internacional. En ese contexto el NEC analizó el documento de trabajo de la Alianza y adoptó la definición de antisemitismo del mismo y la mayoría de los 11 ejemplos de conductas pero estimó que era mejor separar las partes del documento que sugieren que las críticas a Israel podrían, en ciertas circunstancias, volverse antisemitas ya que alguna de ellas pondrían en riesgo la libertad de expresión.

El intento del NEC de crear una política contra el antisemitismo que equilibre las necesidades de la comunidad judía con la necesidad de la libertad de expresión resultó ser la gota que colmó el vaso para el oficialismo judío. Un grupo de diputados laboristas judíos, entre ellas la veterana Margaret Hodge -opositora interna de Corbyn-, se alinearon con el establishment comunitario y exigieron la adopción de la totalidad del documento de la IHRA. Incluso 68 rabinos británicos que no acordaron con casi ningún otro tema, político o religioso, sacaron una declaración donde exigen que el partido laborista debe escuchar a la comunidad judía para definir el antisemitismo, sustrayéndola de todo análisis crítico.

Que en el laborismo británico hubo actitudes antisemitas de algunos de sus miembros no cabe ninguna duda. Esto explica en cierta manera la necesidad de sacar un documento con un nuevo código de conducta sobre el antisemitismo. Pero la ofensiva desatada responde a otros intereses y tiene que ver con la posibilidad en muchos años de que un dirigente laborista comprometido con los intereses populares se convierta en el próximo primer ministro británico rompiendo con la corriente conservadora del neoliberalismo inaugurada por Thatcher y seguida por Major, Blair, Cameron y May vigente durante los últimos treinta años.

En una nota publicada en The Guardian titulada “Extirparé los antisemitas del laborismo, no hablan por mí”, Corbyn comienza reconociendo que “nadie puede, ni debe, tratar de descartar o menospreciar las preocupaciones expresadas por tantas personas y organizaciones judías sobre lo que ha estado sucediendo en el partido que me enorgullece dirigir. Ni por un momento acepto que un gobierno laborista representaría cualquier tipo de amenaza, y mucho menos una “amenaza existencial”, a la vida judía en Gran Bretaña, como lo afirmaron recientemente tres periódicos judíos. Ese es el tipo de retórica sobrecalentada que puede surgir durante los debates políticos emocionales. Pero sí reconozco que hay un problema real que los laboristas están trabajando para superar. Y acepto que, si cualquier parte de nuestra comunidad nacional se siente amenazada, ansiosa o vulnerable, no solo debe tomarse al pie de la letra, sino que todos debemos asegurarnos de que esos temores desaparezcan”. Agrega más adelante: “Fuimos demasiado lentos en el procesamiento de casos disciplinarios de abuso antisemita, principalmente en las redes, por parte de miembros del partido… La dirección laborista ha visto ejemplos de negación del Holocausto, crueles estereotipos de los banqueros judíos, teorías de conspiración que achacan el 11-S a Israel, e incluso a un individuo que parecía creer que Hitler había sido malentendido.

Las personas que tienen esos puntos de vista no tienen cabida en el Partido Laborista. Pueden ser pocos: el número de casos en los últimos tres años representa menos del 0.1 por ciento de la membrecía laborista de más de medio millón. Pero uno es demasiado”.

Luego aborda el tema de la discrepancia con algunos de los ejemplos de conducta de la IHRA señalando que adoptaron textualmente 7 de los 11 y la re-escritura de los otros 4 fueron un intento de contextualizarlos y hacerlos legalmente herméticos para su uso como parte de los procedimientos disciplinarios, pero que conservan el espíritu original. Dice al respecto Corbyn: “Nuestras diferencias reales son, de hecho, muy pequeñas: realmente equivalen a la mitad de un ejemplo de los 11, tocando la libertad de expresión en relación con Israel. Desafortunadamente, este ejemplo en particular, que trata de Israel y el racismo, a veces ha sido utilizado por quienes quieren restringir las críticas a Israel que no son antisemitas”.

Profundizando en esta deriva dice más adelante: “En la década de 1970, algunos de la izquierda argumentaban erróneamente que “el sionismo es racismo”. Eso estaba mal, pero afirmar ahora  que “el antisionismo es racismo” también está mal. La hostilidad hacia el estado israelí o sus políticas puede expresarse en términos racistas y eso debe ser denunciado. Pero también hay muchos judíos no sionistas o antisionistas que no deberían tildarse de antisemitas simplemente porque no forman parte de la tradición sionista. Ambas tradiciones siempre han tenido defensores honorables en nuestro movimiento.”

Ante la convulsión provocada en la comunidad judía británica Corbyn reconoce que debieron haber consultado más con la misma en la etapa anterior y que el laborismo decidió abrir el desarrollo del código en consulta con organizaciones de la comunidad judía y otros para abordar sus inquietudes.

Finaliza Corbyn  su nota de la siguiente manera: “Nuestra responsabilidad común es garantizar que las tensiones en el Medio Oriente nunca se extiendan a las relaciones comunitarias aquí. Entiendo completamente y respeto el fuerte afecto y la afinidad que la mayoría de los judíos en Gran Bretaña sienten por Israel, cualquiera que sea su opinión sobre el actual gobierno israelí. El laborismo apoya una solución de dos estados para el conflicto Israel-Palestina. Eso significa el fin de la ocupación de los territorios palestinos y la creación de un estado palestino, junto con el estado de Israel, con ambos estados viviendo en paz y seguridad. Nuestra campaña para eso debe llevarse a cabo de una manera democrática, respetuosa y por supuesto totalmente pacífica. Este ha sido un año difícil en el Medio Oriente, con la muerte de muchos manifestantes palestinos desarmados en Gaza, y la nueva ley estatal israelí que relega a los ciudadanos palestinos de Israel a un estatus de segunda clase. Sé que muchos dentro de la comunidad judía, incluida la Junta de Diputados, comparten nuestras preocupaciones. No debería ser una fuente de disputa. La extrema derecha está en aumento en Europa y América del Norte. El antisemitismo es dado rienda suelta por los nacionalistas en Hungría y Polonia. Y los partidarios de Tommy Robinson están haciendo saludos nazis en las calles de Londres, amenazando a comunidades negras, musulmanas y judías por igual. Ese es un peligro claro y presente. Es responsabilidad de los laboristas erradicar el antisemitismo en nuestro partido. Nuestra tarea conjunta es mantener un diálogo cercano digno de una cultura política democrática, un gran partido político y una comunidad vital y vibrante en el corazón de la Gran Bretaña del siglo XXI. El laborismo existe para desafiar y vencer la pobreza, la desigualdad y la injusticia en nuestra sociedad. Es mi trabajo asegurarme de que hablamos de eso”.

En este remate de la nota pone las cosas en su lugar. Señala dónde reside el verdadero peligro de antisemitismo en Europa, EE.UU. y en su país y sugiere evitar que el conflicto del Medio Oriente se traslade a las relaciones comunitarias en Gran Bretaña, desplazando a los verdaderos problemas que deben afrontar los británicos para vencer la pobreza y la desigualdad. Cosa que parece preocupar poco a la dirigencia comunitaria judía. Solo tienen un problema en mente: Israel y la mejor forma de protegerlo de las críticas por más atendibles que sean,

Cuando Corbyn es elegido como líder del Partido Laborista en 2015 comenzaron los ataques al partido por expresiones antisemitas de algunos de sus integrantes, todos de segunda línea. Cuando se dio a conocer el código de conducta surgió la oportunidad de atacarlo a él personalmente porque la derecha sabe que Corbyn es el único líder laborista capaz de triunfar en las próximas elecciones con un programa opuesto al neoliberalismo. La derecha judía nunca le perdonó a Corbyn su postura de años a favor de los derechos palestinos a la autodeterminación. Corbyn es el miembro Parlamento de Westminster que tiene el historial más impresionante en la lucha contra el racismo y por la paz que arranca en el año 77 del siglo pasado cuando enfrenta en las calles al Frente Nacional, partido nazi británico,  que el 23 de abril había organizado un marcha conmemorando un nuevo aniversario del nacimiento de Hitler. Continuó con su participación en las marchas contra el apartheid sudafricano en alguna de las cuales cayó preso, estuvo activo junto a Amnistía Internacional en el juicio a Pinochet, se opuso a la guerra de Irak, a las armas nucleares y al dominio británico en Irlanda del Norte.

Pese a la postura conciliadora de su nota, los ataques continuaron y en las típicas operaciones de inteligencia empezaron a aparecer fotos donde se lo ve compartiendo con líderes palestinos de diversas tendencias, en algunas de ellas incluso había miembros de Hamas, tomadas  en actividades solidarias con los derechos palestinos a la autodeterminación,  que siempre hizo a la luz pública. Todo para esmerilar su imagen frente a las próximas elecciones.

Esta utilización del antisemitismo como herramienta para separar a las masas populares judías que tradicionalmente se han sentido contenidas en los países que viven por partidos de izquierdas en sus diferentes matices, es un fenómeno que se repite a escala mundial. Las direcciones comunitarias –que siempre se atribuyen falsamente la representación de todos los judíos- se han sometido a los intereses geoestratégicos de Israel de manera totalmente acrítica, poniendo en peligro a sus propias comunidades ante la posibilidad que aparezcan verdaderos antisemitas que utilicen como pretexto su permanente alineamiento con la derecha en contra de los intereses populares.

En su último libro editado en nuestro país este año titulado “Las nueva caras de la derecha – Conversaciones con Régis Meyran”, el notable sociólogo italiano Enzo Traverso ante la observación de su interlocutor que le hacía notar que luego del atentado contra un supermercado kosher, la invitación de Netanyahu a los judíos francés a trasladarse a Israel no tuvo, según las encuestas, gran acogida, Traverso le responde: “Si, en realidad yo hablaba de las instituciones comunitarias, y sobre todo del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF) que en los últimos años se ha convertido en una suerte de sucursal de la embajada israelí en el país. Esas instituciones están lejos de representar a todos los judíos. Podrían hacerse consideraciones análogas respecto de otros países. En Italia, donde desde la guerra los judíos son antifascistas y tienden sobre todo hacia la izquierda, las instituciones israelitas están muy cerca de la derecha berlusconiana”.

En Nuestra América los ejemplos son más conocidos por nosotros y van en la misma dirección, incluido nuestro país.

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